viernes, 28 de septiembre de 2018

Respeto al buen razonamiento

Algo que he ido aprendiendo en estos años es valorar la inteligencia de un individuo por su capacidad de relacionar diferentes tipos de conceptos. Mientras más conozca y más los haga interactuar entre ellos, sus ideas son amplias y porosas. Repletas de tentáculos o eslabones abiertos a sostener otras ideas que le ayuden a construir propuestas sólidas y claras. Caso contrario, son solo altaneras norias que dan vueltas y vueltas en sus mismos argumentos. Seres aferrados al entendimiento de sus primeros y únicos conceptos que quizás tampoco les pertenezcan. No basta la lectura para curar ese miedo porque el temor estará en encontrarse con razonamientos bien planteados que los hagan dudar de ese primer amor intelectual. Aquellos solo leen de lo mismo una y otra vez reafirmando el enamoramiento por sus postulados. Sus biblias mentales que siempre sostienen bajo el brazo y con las que le dan misa a sus pares.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

La Lógica del Robo

Una vez escuché decir a un delincuente que la razón por la que robaba celulares en un paradero era debido a que no tenía para vivir y que a la persona a la que le quitaba su teléfono al día siguiente lo veía con uno nuevo. Así que su conclusión era que la víctima tiene para comprarse otro y él no tiene nada. Claro, no pensó en que quizás esa persona se habrá endeudado para adquirir un aparato nuevo.Ese tipo de explicaciones no las comprende pues inmediatamente piensa en que al menos tiene para prestarse dinero y él no. 

El que roba y se justifica, siempre intentará sentirse víctima del sistema que lo excluye, de que las leyes lo oprimen y que la justicia no es tal. Por lo tanto, ellos imponen sus propias normas, su propia ética que reclama reconocimiento y comprensión porque viven en la pobreza. Es ese resentimiento que los convierte en individuos peligrosos pues no tienen los límites que la mayoría de ciudadanos hemos aprendido y aceptado. No puedo negar que sus explicaciones pueden tener sentido en algunas oportunidades pero no son justificadas en absoluto pues las razones que exponen sólo los considera a ellos como lo únicos afectados, olvidándose que viven en una sociedad donde todos también queremos lo mismo que ellos desean. Y de la misma manera vemos en el otro extremo, a los delincuente de saco y corbata, en el que la ambición los lleva a cometer los mismos delitos porque también asumen que el sistema no les deja enriquecerse tanto como ellos creen que merecen.

 El comportamiento inmoral o amoral del delincuente expone la naturaleza humana del hombre anterior a la civilización, en donde la ley del más fuerte imperaba. Así, estos individuos al sentirse superiores al resto, imponen su ley -que no la dan a conocer a menos que los atrapen- porque no les dejan obtener lo que desean.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Keiko y cuatro gatos

Ya es conocido el vídeo donde Keiko le habla a unos cuantos despistados en plena calle. No dejaba de ver lo absurdo del uso de toda esa escenografía. En la plaza San Martín he visto a los charlatanes hablarle a más gente sin necesidad de micrófono ni tarimas. Y algunos dirán que no importa que sean tres o cuatro, no hay motivo para no dirigirse a ellos como si fueran miles y estarían en lo cierto. Sin embargo, eso sonaría bien si fuera un candidato que recién surge o del que no sabemos nada, hasta romántico se vería. El perrito que estaba casi a los pies de Keiko hacían más desoladora la imagen. Eso me trae a la mente la anécdota que siempre cuentan sobre la primera presentación del grupo estadounidense de punk, Los Ramones. Ellos se presentaron en un pub, el otrora CBGB (que aún no era lo que fue), ante el dueño del local, tres borrachos y un perro que se había colado. Nadie los escuchaba, pero ellos se tomaron tan en serio su música que poco o nada les importó quienes los estaban viendo.
Eso también vale, pero Keiko ya tiene millones de soles invertidos en su imagen y una campaña política inacabable que debe tener unos quince años, y todo eso para terminar así es realmente patético. Ojalá que los ciudadanos puedan ver en su carrera política como un manual de lo que no se debe esperar jamás de un político. Y más triste aún es escuchar las palabras dichas en ese mitin. Prácticamente se quejaba de que la acusaban de causar todos los males políticos del país, diciendo que los culpables son otros y que no lo querían ver. Debería ver ese monólogo de la Hora 25 donde Edward Norton ante un espejo le echa la culpa de todos los males que vive al resto para terminar con un célebre: "No, jódete tú Montgomery Brogan. ¡Lo tenías todo y lo echaste a perder…! ¡Tú, maldito estúpido!”




viernes, 14 de septiembre de 2018

Hablar de lo que no se sabe

Es inevitable que luego de escuchar a una congresista hablar de lo que no sabe y porfiar en ello, me venga a la mente una anécdota con unos compañeros universitarios. Hace varios años existía un local llamado Palos de Moguer, se encontraba cerca del óvalo Gutiérrez. Acogedor restaurante que ofrecía cerveza artesanal en cinco variedades. De Lunes a Jueves hasta las 7 pm había la oferta del dos por uno. Dos chops de cualquiera de estas cervezas por diez soles. Eso era irresistiblemente tentador. Así que fuimos en diversas oportunidades. Una tarde de setiembre -lo recuerdo por el fresco calor de dicho día- hablamos de diversos temas. Al rato , dos de ellos no dejaban de citar nombres de autores cada vez que querían sustentar una idea. Práctica que no critico, más bien la considero ideal, sin embargo, ese día no pararon de hacerlo cuando discutían sobre el libro "Ser y Tiempo" de Martín Heidegger. Así que todo era: "Heidegger dijo esto o dijo lo otro".Habrán pasado quince minutos en los cuales ambos se peleaban por lo que en realidad quiso decir el autor en tal o cual pasaje. Yo solamente los miraba como se sigue a una pelota de tenis durante un partido. Mi cerveza se acababa inquietándome la idea de terminar mi vaso en una conversación que me parecía sofocante y agotadora, y de la que por cierto no era parte. En un momento comenzaron a alzar la voz y eso me terminó de incomodar. Al final decidí intervenir y les dije: "¡Oigan!, quiero que me digan algo: ¿han leído el libro?" Ambos me miraron fijamente y me dijeron tímidamente que no. Entonces les dije que era absurdo discutir de algo que no se había leído. Sería bueno decir que ahí terminó todo y ya. Pero como eran huesos duros de roer, comenzó otra discusión sobre que no es necesario leer el libro sino las interpretaciones sobre este y que es hasta más importante y bla, bla, bla. Igual terminé tomándome mis cervezas artesanales en oferta escuchando toda esa perorata, sin embargo, yo me perdía en mis pensamientos tratando de recrear ese silencio vergonzoso que les pude sacar aunque sea por unos segundos al exponer su pequeña ignorancia.

Sectas y milagros absurdos

En un ejercicio por encontrar las razones por las que un individuo pueda creer en los milagros que nos muestran las sectas religiosas, uno explora en la propia personalidad y los recuerdos. A los siete años, me gustaba ver programas de televisión que hablaban de fantasmas u otras cuestiones paranormales. Era fanático de Un Paso al Más Allá y Galería Nocturna (La Hora Macabra) y otros más. En una ocasión, en un sábado por la noche en el que mis padres habían ido a una reunión, me quedé con mi abuela viendo la televisión. Trataba sobre la reencarnación y puedo decir con seguridad que era la primera vez que escuchaba sobre eso. Canal 7 lo transmitía. En una escena, se veía a una mujer durmiendo y sobre ella aparecía una nube blanca que flotaba. Eso fue tan impresionante para mí porque al no entender a cabalidad lo que narraba el locutor, pensé con seguridad que era el alma de un ser humano. Yo estaba sentado en el suelo y mi abuela en una silla. Volteé a mirarla y ella estaba dormida. Entonces con gritos le dije: "¡abuelita, acabo de ver un espíritu en la tv!, ¡es verdad, los fantasmas existen!" Ella me dijo que cómo va ser cierto eso, que eso es televisión. Pero no, yo porfié una y otra vez. Con el pasar de los años me percaté de mi ingenuidad sorprendiéndome de cómo pude estar tan seguro de aquello. Sonaba tan convincente que mis pequeños amigos del colegio me terminaron creyendo.
Moraleja: hay que tener la cabeza de chorlito o la mentalidad de un niño de ocho años para pensar en esas sonseras. Ojo, no hablo de creer en el alma humana, sino en la forma tan cándida en la que te lo presentan.

Robocop y las redes sociales

En el último remake de la película Robocop se plantea un tema interesante. El humano insertado con componentes mecánicos no puede ser tan rápido al disparar como un robot. En los duelos la máquina termina siendo más letal que el ser mitad hombre. Se percatan que el cerebro humano es lo que lo hace más lento. Que el resto de humanidad que todavía posee le hace demorarse milésimas de segundo antes de apretar el gatillo ya que es en ese tiempo que el debate mental sobre lo que es correcto e incorrecto lo hace dudar sobre si debe disparar o no. Sin embargo, en las redes sociales veo que esas milésimas de segundo no son utilizadas, leo cada idiotez que me hace preguntarme si en realidad estamos aprovechando esas milésimas de segundo para pensar en la pertinencia de lo que publicamos o escribimos. Y si estamos desperdiciando el único vestigio de humanidad que podemos mostrar en este espacio virtual, pues si no lo hacemos, ¿qué nos diferencia de un virus informático?

Es necesario, en cualquier circunstancia, que los conflictos no lleguen a niveles dramáticos...

Es necesario, en cualquier circunstancia, que los conflictos no lleguen a niveles dramáticos. Hace unas semanas, vi un documental sobre la i...