sábado, 20 de enero de 2018

GEN Hi8. Película de Miguel Miyahira



En una escena memorable de la serie Mad Men, Donald Draper finaliza la presentación de la máquina de diapositivas de Kodak con la siguiente frase: “Nostalgia significa literalmente el dolor de una vieja herida. Este aparato no es una nave espacial, es una máquina del tiempo. Va hacia atrás, va hacia adelante. Nos lleva al lugar donde nos duele ir de nuevo. Nos permite viajar como lo hace un niño. Vuelta y vuelta y vuelta de nuevo al lugar donde sabemos que fuimos amados”. La película GEN Hi8, ópera prima del director Miguel Miyahira, es una máquina del tiempo, posee todos los elementos para que podamos catalogarla así, pues nos permite viajar a una realidad pasada con abundante carga emocional en la que no interferimos, sino solo somos fisgones que rememoran a través de una cámara Hi8 una etapa quizás olvidada para los adolescentes que fuimos a inicios de los noventas. Una época particular y violenta para los peruanos donde la incertidumbre por nuestro futuro era más que palpable.

Diego, personaje principal, es un quinceañero que llega a un barrio miraflorino e intenta integrarse a un grupo de muchachos de edades similares a las de él. En el transcurso de la película, lo vemos interactuando con ellos, con los que trata temas afines a su edad en la que se destaca el uso de la jerga noventera, las preocupaciones de su vida social y sentimental, la competencia por poseer la vanguardia tecnológica entre otros. En sí, los temas recurrentes de toda adolescencia pero bien escenificado en el contexto de principios de la década noventera. No obstante, podemos percibir un clima enrarecido, con escenas de la información de la prensa sobre la violencia terrorista y la convulsión política y social apareciendo entrecortadamente en el transcurrir de las vivencias de estos jóvenes.  A pesar de eso, viven su propia realidad, la abundancia de tomas cerradas nos hace apreciar el mundo personal donde los pequeños dramas se transforman en inmensos. La realidad que los rodea está tan presente como las voces lejanas y distantes de los padres de estos personajes que nunca llegan a aparecer. Una escena es muy gráfica en ese sentido. Diego busca el último número de su revista deportiva Estadio, para encontrarla remueve otras revistas con portadas de fachadas de casas destruidas por la explosión de un coche bomba, la imagen de una líder terrorista, titulares que expresan el caos políticos que vivíamos en ese entonces, y al que el protagonista no les da importancia. Su padre pierde el trabajo y él solo piensa en encontrar uno para comprarse su Super Nintendo. Así, vemos a una juventud despreocupada, ensimismada, que siente que el mundo que se desploma no los va a alcanzar. Aunque el final nos hacen saber que no hay escape y que en algún momento este les llegar a tocar de la manera más brutal.

La representación de la película ayuda mucho en generar esa sensación de estar presente en una época pasada. Las referencias de la década de los noventa son abundantes, desde la forma en cómo la vemos, pues es una escena estática donde aparece un televisor de transistores de 14 pulgadas colocado en el suelo y es ahí donde transcurre toda la película. Las tomas, los efectos visuales y la edición no nos permiten ni siquiera dar un escape para volver a nuestro tiempo, no hay respiro. En sí, somos testigos de un recuerdo y a la vez de un sueño por momentos asfixiante. Todo aquello que hemos vivido pero quizás querido ser olvidado, se hace visual. Lo presentado es una vivencia adolescente descarnada, no pretende idealizar la época ni hacerla entrañable. Lo visto en estas escenas es lo que fuimos e hicimos cuando el país se desangraba. Somos el recuerdo de individuos adolescentes citadinos donde la tragedia máxima era que sucediera un apagón en medio de una paja o de una película de acción. Los contrastes con ese otro Perú, representado en la reacción de una adolescente trabajadora doméstica proveniente de una región de la sierra ante un apagón, también es muy ilustrativa.


Existe mucho por descubrir en esta película. Miyahira ha escudriñado muy bien esa época de la que también fue parte. Desde las cualidades técnicas como las temáticas dan pie a una exploración interesante. Indudablemente lo visto llega profundo al espectador que estuvo presente en ese período. Una cápsula del tiempo que nos obliga a mirar más de cerca lo que quisimos olvidar. Gen Hi8 queda como una película introspectiva, la génesis de una generación que hoy tiene la responsabilidad de sobrellevar una realidad que nos fue entregada deshecha.


Datos:

Director:                           Miguel Miyahira

Asistencia
de Dirección:                    Fernando Ureta

Guión:                               Miguel Miyahira 
                                          Fernando Ureta

Edición:                             Miguel Miyahira

Postproducción Video:      Milko Villalobos

Postproducción Audio:      Ricardo Núñez


Página de Facebook:  Gen Hi8
  

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