martes, 20 de julio de 2010

“El Hombre y la Técnica” de Oswald Spengler








Por Carlos Eduardo Luján Andrade


El llamado “filósofo de la desilusión” escribió “El Hombre y la Técnica”, libro donde expresó con estilo naturalista y apasionado, la crisis de la cultura occidental, un texto amargo que desnudó al hombre y lo puso de rodillas ante su propia condición.


Oswald Spengler, pensador alemán, nacido en Blakenburg en 1880, autor del emblemático libro “La Decadencia de Occidente”, se valió de “El Hombre y la Técnica” para determinar las claves fundamentales para comprender lo más valioso de su magnánimo postulado desarrollado en “La Decadencia....”. En aquél libro, intentó “predecir la historia”, otorgándole un devenir dramático a la cultura occidental, exponiendo que esta debe ser meditada bajo un criterio morfológico de creación natural, donde se plantee que toda cultura tiene un origen, desarrollo y un inexorable decaimiento. Original tesis que contradecía las ideas que a finales del siglo diecinueve se desarrollaban, tales como: la “historia va hacia alguna parte” y que los hechos servirán para darle una dirección y sentido a la historia. “La Decadencia de Occidente” nace en un contexto poco favorable que se vivía a finales del siglo diecinueve. El desorden económico y el desequilibrio entre la producción y el consumo avizoraban un aniquilamiento de las fuerzas sustentadoras del convivir jurídico en las naciones civilizadas, lo que conllevaría a la pulverización de las organizaciones estaduales.

Oswald Spengler, un hombre de basta cultura creo en sus postulados un sólido sistema histórico entendiendo nuestro futuro como una clave a descifrar, basándose en varias de las culturas antepasadas como la Egipcia, la Árabe, la Antigua y la occidental como sus referentes. Es así que los cuatro tomos de esta obra aborda todo un complejo sistema histórico, donde nos indica que las grandes coyunturas son las que determinarán su devenir histórico, arrastrando al individuo hacia su destino fatal, sin darle la más mínima posibilidad de reponerse ante semejante vorágine.

Spengler, al escribir “El Hombre y la Técnica” nos brinda un esquema del perfil ideológico desarrollado en su principal obra, planteándose la interrogante ¿Qué significa la técnica? ¿Qué sentido tiene en la historia, qué valor tiene en la vida del hombre, qué rango moral o metafísico? Su visión de aquella decadencia occidental se plasma en la inminente consolidación de aquella en las afueras del entendimiento: en la Naturaleza. La esencia de la técnica, nos dice, se encuentra en toda especie que desarrolla sus habilidades para mantenerse con vida dentro de su hábitat. La evolución de tales especies parte de que la técnica es la táctica de la vida, es lo que uno realiza para sobrevivir, lo que nos remite a una condición absolutamente factual. Desde un inicio nos plantea una idea que será el pilar de su principal ideología: “la cultura no es la vida de las almas colectivas en desarrollo, sino que surge en la vida del hombre por conseguir las condiciones necesarias para la reproducción de su vida”.

Y desde esa visión desmenuza lo que sería un comportamiento constante en las culturas: La lucha humana por la supervivencia, rebasando hasta su propia especie donde la conquista de la naturaleza y de los hombres constituye el principal y único impulso de su existencia.

Presenta al hombre como animal de rapiña, que es botín o hace botín a otros, es fuga y ataque, que usa la técnica para eludir la muerte y que desarrolla la técnica para someter un entorno que le parece diverso y hostil. Es así que su temor a ser devorado se presenta fundamentado. En el hombre se fortalece un orgullo que nace de su espíritu creador que lo motiva a arrebatarle a la naturaleza el privilegio de ser quién dictamine el devenir de su permanencia en este mundo. Su “puño en alto” nos indica: “una expresión imperativa e indicativa de una voluntad”, una voluntad de una ansiada liberación de la opresión natural a la que es sometida por su creador.

Toda la acción por esa determinación de voluntad es la técnica, un arte, su “arte de tirar el arco mientras cabalga, como el arte de la guerra, las artes de la edificación, del gobierno, del sacrificio y de la profecía, de la pintura y de la versificación”, la máxima expresión del hombre: su artificialidad, que significa mera rebelión.

El alma del hombre lleva de la mano la herramienta que finalmente decidirá ejecutar un plan en conjunto conllevando a una serie de interrelaciones que con el uso del lenguaje otorgará a la técnica una solidez que sobrepasa “los límites de la fuerza corporal” aun cuando se considere a esta conjunción de fuerzas como la pérdida de la libertad del animal rapaz. La unión de las energías, incentiva a la aniquilación del otro, el sometimiento del vencido a su ley, que será la que generará la paz en el interior para emprender empresas al exterior, por ejemplo, así define al Estado, esta organización se hace imprescindible para afrontar la guerra histórica de la humanidad, “La política es simplemente el efímero sucedáneo de la guerra mediante la lucha con armas espirituales y mientras más dura sea la lucha por el poder y por el botín serán más estrechos los vínculos de los individuos”. La vida individual vale muy poco ante semejante opresión de la existencia. El exterminio ante las luchas que preceden a la organización humana deberá ser evitado para que el mismo individuo evite la disolución de su organización. “Venganza de la naturaleza sobre el ser que supo arrebatarle el privilegio de la creación”

Spengler afirma que la técnica humana no ahorra trabajo, que ella tiene una justificación de índole personal de quién la inventa. El carácter insaciable del hombre hace que de lo logrado se despierte mil deseos de someter a la naturaleza, así nos dice: “La paz, la felicidad, el goce son desconocidos justamente para los ejemplares superiores”. Pero aquella supremacía de semejantes hombres -que necesitarán brazos ejecutores para lograr la fecundidad de sus ideas- esta dominada por la necesidad de permanecer interiormente libre, de “sustraerse a la mutación anímica y espiritual, que se realiza y presenta en el gran número” y su individualismo surge como un reproche hacia el hombre de masa. El desprecio de los grandes hombres nace hacia aquellos que son inferiores y estos envidian al poderoso, que refleja con esta actitud su impotencia ante su subordinación. Mientras que el dominador odia al igual, a su enemigo común. Spengler limita los sentimientos universales de la humanidad a esta concepción.

El ascenso de la cultura occidental se produce al desaparecer las culturas del “lenguaje y la empresa” y que de ellas solo quedan rezagos y ruinas para formarse ciudades y sociedades, floreciendo la cultura por el lujo y el esplendor que esta le otorga, dándole al arte (la cultura artificial) una riqueza espiritual como técnica. De todas las culturas como la china, india, antigua, árabe, mexicana, Spengler le da a la “faústica” europea occidental, un carácter “poderoso y apasionado” por la lucha trágica entre el hombre y la naturaleza que la motiva a someterse a su pensamiento, con su vida creada por artificios sobre “la sangre y convertida en un servicio y elevar el destino de la libre personalidad al rango de sentido del mundo”. Desde ese instante el hombre pone sus manos sobre el tiempo y el espacio y desea hacerlos suyos, no busca ya vivir de la naturaleza sino conquistarla, agotado de arrebatarle sus tesoros, “de vencer sus resistencias por medio de la navegación, las carreteras, los puentes, los túneles y diques”, sólo desea que se sometan a su yugo.

Ese fue el postulado que el pensador alemán les dio a los que desearon crear un mundo donde se dirija el destino con el dedo de la humanidad, ya sin descifrar los secretos del universo, obviándolos para formar su propia cultura. La técnica surge para darle al hombre la salvación e independencia que siempre ha anhelado, siendo como una religión que no cree en santos y que lo ilumina y le da la protección que antes la buscaba en el Espíritu Santo. Aunque la técnica, para Spengler no posee ningún misticismo para el hombre -ya que él inventor basa sus esfuerzos en su propio tema de vida- esta demuestra la personalidad del hombre fuerte que expresa en sus actos su victoria y la masa sólo observará a los directores e inventores reinventar con la máquina una nueva supremacía.

Pero para Spengler la tragedia está a la vista, la trae la consecuencia de la adoración por la técnica, que luego trae consigo el quebranto de la voluntad del hombre ante la máquina que se revela, porque ahora es ella la que dictamina nuestro camino a seguir. El poderío de las naciones a inicios del siglo XX se basaba en las riquezas que le proporcionaba sus industrias y que el hombre-masa “disciplinadamente” trabajaba por ellas y para ellas.

Spengler rescata de esa vorágine técnica la labor directora que posee occidente: la condición de aquellos hombres que aún poseen un sentimiento del tiempo, que terminará desapareciendo por la mecanización que crea “un mundo artificial que envenena un mundo natural”. La salvación, nos dice el autor, estará en el hastío ante semejante panorama, una vuelta al hombre artesano, que ve en este destino tecnificado una problemática perturbación. Porque el destino del uso de la técnica ya no será de occidente y estará lejos de las manos del hombre faústico, el que tanto admiró Spengler, sino que terminará siendo utilizada por otras culturas que carecen de la espiritualidad profunda que motivo a los hombres a comprender el mundo por la fuerza. Es así que lo pueblos “blancos” cometieron un error al ofrecer sus secretos técnicos a las otras culturas que sin muchas pretensiones se aprovechan de éstas para finalmente vengarse de los señores que alguna vez explotaron su mundo.

Para Spengler ése será el destino de su cultura, en donde un majestuoso florecimiento se marchita producto de la vejez de una maduración que al cuestionar lo logrado perdió su juventud. La sentencia para él estaba dada: “El destino del mundo está en curso y tiene que cumplirse”, “el optimismo es cobardía”, el hombre faústico será olvidado con sus ferrocarriles y sus barcos a vapor como lo hicimos anteriormente las murallas de China o las vías romanas. La cultura occidental se desploma lentamente para dejar paso a otras, el nacimiento de esta cultura estaba marcado irremediablemente con un dramático final. Spengler pedía para ella un orgullo, que “no hay prudentes retornos, no hay cautelosas renuncias” dejar que su vida acabe ya que todo lo ha perdido, porque lo han despojado de su puesto, sucumbiendo con grandeza “... como aquél soldado romano cuyo esqueleto fue encontrado delante de una puerta en Pompeya, y que murió porque al estallar la erupción del Vesubio olvidáronse de licenciarlo. Eso es grandeza; eso es tener raza. Ese honroso final es lo único que no se le puede quitar al hombre”.



* La imagen del libro ha sido extraída de la biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.



viernes, 2 de julio de 2010

Apuntes sobre Paul Ricoeur: "La Acción Considerada como Texto"


Por Carlos Luján Andrade

Paul Ricoeur, el filósofo y antropólogo francés plantea en este artículo el problema al interpretar textos ajenos, especificando el autor en su hipótesis que surgen inconvenientes específicos por el hecho mismo de ser textos y no lenguaje hablado. Dichos problemas consideran que el objeto de las ciencias humanas revela algunos de los rasgos constitutivos de un texto como texto y que desarrolla su metodología de la misma manera que los procedimientos de la interpretación de los mismos.

Es así que se plantea dos preguntas: si la noción de texto es un buen paradigma para ser objeto de las ciencias sociales y en qué medida usamos la interpretación del texto para la interpretación en el campo de las ciencias humanas.

I. El Paradigma del Texto:

Plantea que el discurso puede ser hablado como escrito y que puede ser acontecimiento en forma de lenguaje o uso lingüístico.

La lingüística tiene reglas que no son las de la lingüística del lenguaje.

Según el lingüista francés Emile Benvéniste, afirma que ambas lingüísticas no están construidas sobre las mismas unidades, debido a que el signo es la unidad básica del lenguaje y la oración es la unidad básica del discurso, por lo tanto la lingüística de la oración es la que sostiene el habla como un acontecimiento.

Nos da cuatro rasgos:

q El discurso se realiza temporalmente, mientras que el sistema del lenguaje es virtual y se halla fuera del tiempo.

q El lenguaje carece de sujeto, el discurso se retrotrae a quien lo pronuncia por medio de un complejo haz de indicadores.

q El lenguaje carece de un mundo; de temporalidad y subjetividad, el discurso es siempre acerca de algo.

q El discurso no sólo posee un mundo sino también está el interlocutor al cual está dirigido.

Estos cuatro rasgos determinan al habla como un acontecimiento pero también se debe tener en consideración la idea del entendimiento; es decir, en la comprensión del discurso que se da; y esto se logra analizar de la siguiente manera:

El habla como acontecimiento aparece y desaparece; y es en ese momento en que reluce la escritura para acudir al rescate debido a la temporalidad del discurso por su carácter de acontecimiento.

Ahora, lo que escribimos será lo dicho por el “habla”, entendida como exteriorización del objetivo del discurso. Lo que escribimos es el noema de hablar, es el significado del acontecimiento como habla, la escritura fija la propia habla en la medida que es dicha.

Él se pregunta, ¿qué se dice? recurriendo a la teoría del acto del habla para responderse, citando a los autores Austin y Searle quienes consideran que el acto del habla está constituido por una jerarquía de actos subordinados por :

1) el nivel del acto locucional, el acto de decir.

2) el nivel del acto o fuerza ilocucional, o aquellos que hacemos en el decir y

3) el nivel del acto perlouicional, aquello que hacemos por medio del decir.

Menciona que el acto locucional se exterioriza en la acción y se transmite a otros con cierto significado, en cambio el acto ilocucional se exterioriza como un resultado de paradigmas gramaticales que lo identifican y lo reidentifican; y se refuerza porque se apoya en la mímica y los gestos. El acto perlocucional es el que menos se puede inscribir del discurso ya que este es una característica del discurso hablado producto de una influencia directa de las emociones y disposiciones afectivas.

Es decir, para entender el significado del habla no sólo basta la oración sino también el acto ilocucional y el perlocucional.

Cuando el discurso designa su locutor mediante diversos indicadores de subjetividad y personalidad, dicha referencia al sujeto que habla presenta un carácter de inmediatez porque resulta lo mismo entender lo que quiere decir el orador y lo que significa el discurso. Situación diferente se presenta cuando el texto está escrito ya que la intención del autor y el significado del texto dejan de coincidir. Esto es porque el vínculo entre el orador y el discurso se ha distendido y complicado; y lo que el texto dice ahora, importa más de lo que el autor quería decir.

Es ahí donde el autor resalta que la significación “rescata” a la significación sin la contribución de la presencia física y psicológica del autor.

La referencia en el discurso oral es evidente pero en el escrito no es ostensible pero no quiere decir que no tiene una referencia ya que el discurso no puede dejar de ser acerca de algo. La referencia de los textos será liberado de la intención mental del autor para que nosotros le demos como referencia el mundo. Este mundo será en el que se designan las referencias no situacionales que sobreviven a la desaparición de esas situaciones y que luego son ofrecidas como modos posibles de ser. Es así que las referencias abren el mundo y la espiritualidad del discurso se manifiesta a través de la escritura, liberándonos de la visibilidad y la limitación de las situaciones, dándonos nuevas dimensiones a nuestro ser en el mundo.

El discurso está dirigido a alguien presente en la situación, mientras que la escritura está dirigido a quien sepa leer, lo escrito esta dirigido al público que el mismo autor crea. Y es por esa razón que la relación escritura-lectura deja de ser un caso particular de la relación hablar-escuchar. El receptor será un lector desconocido e invisible que se ha vuelto el destinatario no privilegiado del discurso.

La acción significativa:

1. Fijación de la acción: La acción significativa, es un objeto para la ciencia mientras ella pueda estar bajo un tipo de objetivación equivalente a la fijación del discurso en la escritura. La acción se puede convertir en un objeto de ciencia, por un tipo de objetivación similar a la fijación que se produce en la escritura. Es así que la acción ya no es una transacción a la cual aún pertenecería al discurso de la acción, ahora deberá ser interpretado de acuerdo con sus conexiones internas y estas conexiones tienen la estructura de un acto locucional y que en el interior los verbos de acción constituyen un conjunto específico de predicados. Los verbos de acción admiten una pluralidad de “argumentos” capaces de complementar el verbo que van desde ningún argumento a un número indeterminado de ellos. Algunos de estos verbos de acción tienen un sujeto carácter actual que se identifica como existente y al cual se refiere la oración y a complementos que no existen (actos mentales).

Otros rasgos de la estructura proposicional provienen de describir el funcionamiento del verbo acción (la distinción entre el objeto material y el formal de una acción; pertenece a la lógica de la acción y este será el contenido proposicional de la acción que brindará una base dialéctica de acontecimiento y significación similar al acto del habla).

La estructura noemática es la que se podrá fijar y desprender del proceso de interacción y se convertirá en el objeto a interpretar.

También se debe considerar los diferentes actos realizadores del discurso ya que estos podrán determinar un “criteriología” que permitirá construir modelos ideales por lo que nos enteraremos a qué se refiere uno cuando expresa una idea (ejemplo: para comprender qué es una promesa, debemos determinar cual condición esencial de la acción dada, debe ser considerada como una promesa).

2. La autonomización de la acción: La acción se desprende de su agente y desarrolla consecuencias que le son propias. Una acción es un fenómeno social no sólo porque la ejecutan varios agentes, de tal manera que no se puede distinguir el papel de cada uno del de los otros sino también porque nuestros hechos se nos escapan y ejercen efectos que no nos propusimos.

La acción simple no requieren una acción previa, el significado y la intención coinciden; y se superponen, pero en el caso de las acciones complejas algunos segmentos se encontraran lejos de los iniciales, en donde se encuentra la intención de quien lo realizó.

Los acontecimientos son impresos en papel desprendiéndose de su carácter temporal debido a que la acción deja una huella cuando contribuye a la aparición de pautas que se convierte en los documentos de la acción humana. Es así que la historia es donde la acción deja una huella. La acción humana se convierte en acción social cuando se asienta en los archivos de la historia.

3. Pertinencia e importancia: La importancia de la acción significativa va más allá de su pertinencia a su situación inicial, y esto ocurre porque se produce una emancipación del contexto situacional y el discurso se desarrolla con referencias relativas al “mundo”. La acción importante desarrolla significados que pueden ser actualizados o satisfechos en situaciones ajenas en que ocurrió la acción. Es así que la importancia de la acción está en su omnitemporalidad.

4.La acción humana como una “obra abierta”: Esto se refiere a que el significado de la acción se dirige hacia una gama indefinida de posibles “lectores“ y por lo tanto a múltiples interpretaciones, es así que la acción humana es una “obra abierta” por el hecho de “abrir” nuevas referencias y recibir una nueva pertinencia de ellas. La acción humana está abierta a cualquiera que pueda leer.

II. Implicaciones metodológicas del paradigma del texto:

Ricöeur propone en esta sección de su ensayo, dar un nuevo enfoque a la cuestión entre el explicar y el entender y el comprender en las ciencias humanas. Ofreciendo mostrar en qué medida el paradigma de la lectura, que es la contrapartida del paradigma de la escritura, proporciona una solución para la paradoja metodológica de las ciencias humanas.

Afirma que le paradigma de la lectura es un paradigma original y deriva sus rasgos principales del estado del texto mismo:

q La fijación del significado.

q Su disociación de la intención mental del autor.

q La exhibición de referencias no ostensibles.

q El ámbito universal de sus destinatarios.

Para el autor estos rasgos constituyen la “objetividad” del texto y dará el porqué de que la explicación de su sentido no proviene del campo de los acontecimientos naturales sino que es congénita con este tipo de “objetividad”. De este procedimiento se producen la esfera de signos donde se enfrentan la explicación y comprensión.

Comprensión a la explicación:

En primer lugar, afirma que comprender el texto no quiere significar reunirse con el autor. Es así que se puede interpretar de diversas maneras debido a que existe una disyunción entre el significado y la intención. La intención subjetiva del autor es distinta a la intención subjetiva del autor.

Ya no se puede resolver el problema recurriendo a la comprensión correcta mediante un simple regreso a la intención primera del autor. Los métodos no dicen que puedan haber reglas para hacer conjeturas adecuadas pero si hay métodos para validar dichas conjeturas. Conjeturar es “validar” lo gramatical según Schleiermacher.

Ricoeur, afirma que es necesario interpretar el significado porque el lenguaje es metafórico y por lo tanto tiene un doble significado requiriéndose un arte al descifrar lo que se tiende a desplegar en los estratos del significado. Es por eso que el texto no debe de ser explicado como un conjunto de oraciones sino como una totalidad. El todo aparece como una jerarquía de temas primarios o subordinados. Un texto es un proceso acumulativo y que debe ser considerado como un todo que puede ser abierto a varias lecturas e interpretaciones.

Al validar las conjeturas se debe de tener en cuenta que mostrar una interpretación es más probable a la luz de lo que se sabe y que es algo distinto de mostrar que una conclusión es verdadera. Por lo tanto validación no es verificación.

La validación es argumentativa, es una lógica de la incertidumbre.

Existen diversas formas de expresar el enigma del texto y puede hacerse desde diferentes ángulos, la reconstrucción del todo presenta un aspecto perspectivista similar al de la percepción. El texto sería como un individuo con total legitimidad y que la validación de una interpretación aplicada al mismo brinda un conocimiento científico del texto.

De todo esto se puede inferir que existen varias formas de interpretar un texto pero no todas las interpretaciones que se hagan son iguales, el texto es un campo ilimitado de interpretaciones. Siempre será posible dar argumentos a favor o en contra de una interpretación, de enfrentar interpretaciones, de arbitrar entre ellas y de buscar un acuerdo.

Por otro lado, la acción humana es un campo limitado de interpretaciones posibles, debido a como lo dice la “teoría de la acción” de que se reconoce plenamente el carácter intencional de una acción cuando se enuncia la respuesta a la pregunta: ¿qué? Y luego ¿por qué? Es decir que esto está condicionado al carácter de deseabilidad del querer. Se explica en que los deseos y la creencias presentan características no sólo de fuerza que hacen a la gente actuar de una forma particular sino que también está el carácter de deseabilidad (¿en calidad de qué desea usted eso?). Sobre esta base se podrá expresar a favor o en contra del significado de esta acción.

Ante una posición como esta, se hace la pregunta de que el proceso de argumentar vinculado a la explicación de la acción -por sus motivos- desarrolla un tipo de plurivocidad que hace a la acción similar a un texto. Explicándonos el autor que se puede validar esta posición ya que: “es el hecho de que argumentar acerca del significado de una acción, coloca mis deseos y mis creencias a cierta distancia y los someto a una dialéctica concreta de confrontación con puntos de vista opuestos”, es por eso que al darle cierta lejanía a mis propios hechos se produce el distanciamiento que ocurre también en el proceso de inscripción social de la acción humana (léase el registro).


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