lunes, 28 de septiembre de 2009

Cultura de Culto

Cuando he deseado ir a cualquier lugar relajado donde pueda sentarme a leer un libro, contemplar algún cuadro o escuchar un recital de poesía, me he encontrado en un dilema debido a que es complicado llegar a los espacios donde ellos se encuentran (por motivos de tiempo y tráfico) y lo más descorazonador aún, es que una vez ahí la oferta no es muy variada. Cruzar media ciudad de Lima para ver una decena de cuadros de un pintor del cual apenas me entero de su existencia por una escueta reseña de un diario, no vale la pena el esfuerzo y queda el gusto a poco. Las galerías de exposición son pequeñas habitaciones sin grandes pretensiones, aisladas entre muchedumbre indiferente y ruido ambiental. No sé qué tanto pueda influir unos espacios culturales como estos en una ciudad de 10 millones de habitantes. La carencia de focos culturales que abarquen la total variedad de exposiciones y propuestas artísticas hace que estos subsistan simplemente por la caridad de algunos medios de comunicación que se dignan a comunicar al resto su existencia.

Y es que Lima no tiene espacios donde se presente una propuesta cultural como totalidad (ni a nivel artístico ni arquitectónico ni intelectual), es decir movimientos culturales totales en el que interactúen diferentes planteamientos artísticos y se nutran entre ellos, lo que se observa son guetos artísticos venerados por ellos mismos y severamente críticos con los ajenos, aludiendo que la masificación de su arte es sinónimo de decadencia y futilidad. Un sin sentido que se refleja en la indiferencia de los consumidores de cultura que prefieren lo popular y pomposo – por ejemplo, no podemos negar que mucho dinero destinado a la compra de un libro es dirigido hacia el título más publicitado o del autor más carismático- a lo trabajado a conciencia y con lo que posee ánimo de propuesta innovadora.

Tampoco se debe pretender que los consumidores de cultura, “adquieran” lo local simplemente por el hecho de serlo, porque se debe respetar las leyes del consumo y la libre elección, si intentamos “obligar” a preferir lo local como consecuencia de un sentimiento de culpa, simplemente se estará acostumbrando su realización a un acto de caridad más que a una necesidad. Las personas dedicadas a desarrollar las manifestaciones culturales que intentan insertarse al mundo consumista (lleno de parafernalia publicitaria, premios y cantidades respetables de dinero) son los mejores indicados a generar corrientes artísticas que la misma sociedad requiera, ya que viven de eso. Todavía podemos hallar algunas declaraciones de poetas, pintores o narradores que intentan imponer su manera peculiar de ver la sociedad, reclamando notoriedad y consumo, cuando lo que expresan no tienen ningún sentido para el resto de personas.

Retomando el primer ítem, podemos afirmar que no se puede encontrar con claridad espacios multiculturales donde se valoren las diferentes manifestaciones con el mismo peso e interactúen entre ellas al mismo nivel. Lo que si hallamos es la intención de resaltar un tipo de expresión artística sobre otra en el que los medios de comunicación son los principales promotores de tal postura. No ubicamos lugares en el que los ciudadanos podamos contrastar las distintas manifestaciones y hacer eco de aquellas expresiones.

La imposición mediática de lo que es digno de análisis a nivel estético, o mejor dicho, a nivel artístico hace que la generación de la cultura o la inversión en ella sea vista como una actividad superflua y sin sentido. Ninguna entidad estatal abogará por dar apoyo a una actividad vista como intento individual de reconocimiento social.

Es de imperiosa necesidad crear un centro cultural o una cadena de ellos que sean la expresión continua y latente de miles de creadores que intentan reflejar en la realidad, las impresiones que poseen de ella. Un espacio abierto a todo tipo de propuesta artística sin distinción. La intolerancia reflejada en los actuales espacios culturales, hacen de las expresiones mostradas en ellos sean una alegoría a lo inalcanzable y banal, son arte de élite o satélites aislados poco comprendidos, privando de tales espacios a las manifestaciones producto del desarrollo natural de una sociedad que toda expresión artística y cultural necesita.

Los estándares impuestos arbitrariamente por la considerada “alta cultura”, aún no pueden ser cumplidas por la mayoría de las expresiones artísticas, es por eso que se debe sincerar estos espacios para que sean los propios parroquianos quienes realmente determinen si ciertas falencias técnicas o de insumos puedan ser toleradas y en todo caso asimiladas por el público al que finalmente están destinadas.

En un reciente entrevista, Claude Mollard, el considerado padre del Centro Georges Pompidou de Francia, dijo que la importancia de este Centro se debió a que fue por la llamada “acción cultural concertada” definida por él como la concepción y organización de una política cultural, asociativa o federativa con todas las fuerzas intelectuales, artísticas, morales y sociales de un país. De esta manera se evitó y se evita que un Estado quiera imponer ciertas formas culturales en detrimento de otras. Para él, “la cultura es democrática o no es nada, es pluralista o está condenada a la degeneración”. La coexistencia es imprescindible para la revitalización de la cultura, en el que afirma que “no se puede separar el conocimiento artístico (la inteligencia visual) y el conocimiento intelectual que pasa por el escrito”

Es así que los centros de expresión cultural deben abarcar una totalidad de ideas y posiciones, no separar una ideología de otra por el hecho de aparentar incompatibilidad de contenido o propuestas. No basta con las fusiones o las especializaciones, es legítima la existencia de obras orientadas hacia uno u otro lado, pero no deben ser excluyentes. Volviendo a la entrevista a Mollard, él nos habla de la experiencia de movimiento surrealista francés, donde esta fue el resultado del diálogo constante de artistas y escritores; Mollard explica: “… André Bretón, escritor y poeta, padre del movimiento, es también un admirable coleccionista de arte. Bretón hizo camaradería con el pintor Max Ernst, con el poeta Robert Desnos, con el escritor Philippe Soupault y con artistas como Dalí, De Chirico, Picabia”, se refería a que el Centro Pompidou , pudo reunir en un solo lugar las obras de estos creadores “ se une las obras del arte y del espíritu… tomando en cuenta esta profunda realidad del pensamiento que no puede ser dividida, ya que ella es por definición unificadora de la naturaleza humana y del destino del mundo, definición que es, a fin de cuentas, la que André Marlaux dio al ministerio de cultura francés, del cual fue su primer ministro en 1959:”favorecer la difusión de las obras de arte y del espíritu al mayor número de personas..””

La democratización de la cultura no parte de darle acceso al pueblo a lo más exquisito del arte clásico o moderno, sino en acercarle su importancia, incentivar al desarrollo que ellos mismos le pueden dar con su propia creatividad. De nada puede servirle a una sociedad elevar la valla cultural por el hecho de asumir que con esta medida podamos estar a la par de lo considerado culto en el exterior. Las manifestaciones culturales son el reflejo de la vida diaria, de la mayoría, lo que se vive y asimila. Insistir en que la “cultura” es algo de culto (valorado por un grupo reducido de personas) es obtuso, ya que eso produce una degeneración de la misma y la indiferencia del resto.

Escuchamos la protesta constante de los artistas y escritores en la que se reclama mayor espacio a su arte y se les debe de dar cabida, dejar que la misma sociedad los valore y califique, una entidad cultural que abrace a todas estas manifestaciones permitiría democratizar la cultura. Una que posibilite el diálogo artístico constante hará que ella misma encuentre su sitial dentro de las necesidades del ser humano.

La importancia de establecer canales de expresión democrática no sólo es necesaria en la política, la cultura lo exige desde que somos república, la tolerancia hacia las ideas no sólo deben concentrarse en lo ideológico, sino también en los artístico. Que nos den oportunidad de elegir, que la “cultura” no es solo un nombre ni una sola y no todo lo que provenga de ella es “altamente” recomendable, sino que sepamos a ciencia cierta que ella abarca una gran cantidad de contenido, de tal manera podamos escoger entre la que más nos agrade y con la que más nos entendamos, porque si decimos que “cultura” es la que nos obligan a consumir por el hecho de ser tal y porque de ella se habla bien en los medios de comunicación y lo que nos se informa en ello no lo es, no habría mucha diferencia con un gobierno fascista en el que existe un arte nacional y el otro, un arte degenerado.

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