Una de los enigmas políticos que
me ha tocado vivir ha sido la existencia del fujimorismo, aunque sería mejor
referirme a su supervivencia. Como se sabe esta agrupación política que usa el
apellido de un ex presidente que renunció por fax a su cargo, se ha encargado
de poner en ascuas a cualquier gobierno que le ha sucedido a Alberto Fujimori;
que luego de escapar de la justicia, sus hijos, extrañamente libres de polvo u
paja y actuando con total impunidad a nombre de su padre, se encargaron de
fortalecer su partido y de mantener la imagen mesiánica de su padre que ya tenía cuando era presidente. Lo
incomprensible es que a pesar de las pruebas evidentes del nivel de corrupción
de su gobierno, en que lo asistió el no menos culpable Vladimiro Montesinos,
los hijos y máximos dirigentes de su partido político, aducen su inocencia aún
luego de ser dictada la sentencia que no sólo lo acusa de peculado, sino
también de cometer crímenes de lesa humanidad. Los argumentos que usan para
exculparlos son similares a la ley de interpretación auténtica que los
fujimoristas la impulsaron desde el Congreso para que Fujimori pueda reelegirse
por tercera vez, es increíble la capacidad que tienen los fujimoristas para ir
en contra de toda razón, para darle vuelta a una verdad evidente, relativizando
los delitos cometidos, cuestionando la misma ley y todo poder estadual que
incrimine a su gobierno.
Cada cierto tiempo, los
fujimoristas salen con argumentos insólitos sobre la responsabilidad de Alberto
Fujimori en los delitos imputados, aducen que ha sido sentenciado por el odio,
resentimiento aunque no aclaran hacia
qué, porque inmediatamente uno se pregunta: ¿Por qué odiar a Fujimori?, si él
“nos salvó de la hiperinflación y del terrorismo”, como repiten como disco
rayado sus partidarios, y que a pesar de los años eso ha sido desmentido pues
quien nos rescató de la hiperinflación fue el FMI y en Banco Mundial al que en
su momento, Fujimori prácticamente les
dijo que elaboraran el plan económico para que el país recuperara su capacidad
crediticia, eso llevando a vender casi la totalidad de las empresas estatales a
precios ínfimos (que según un último
libro sobre la corrupción, ese dinero se gastó en mantener el sistema corrupto
fujimorista por casi 10 años) y en lo del terrorismo, la captura de Abimael
Guzmán, el líder de Sendero Luminoso fue un trabajo de inteligencia reservado,
del que nada tuvo que ver el gobierno, más bien lo que sí hicieron fue crear el
grupo Colina, agrupación paramilitar en el que muchos de sus miembros han sido
sentenciados por asesinato.
El Fujimorismo creó la prensa
difamadora, basura, copó todos los poderes del estado, el poder judicial estaba
plagado de jueces suplentes nombrados a dedo, etc. Enumerar el daño que causó
su gobierno al Perú ya es historia conocida y redundar en ello es casi
innecesario. Por eso sorprende que existan fujimoristas, la cantidad de
información que hay sobre los delitos de su gobierno es abundante. Sin embargo,
ellos dicen que no existió tal cosa, que es producto del resentimiento de los
“caviares”, de los terroristas, de los que venden su conciencia, en fin. Todos
los que hablan en contra de Fujimori son caracterizados como seres maléficos
que hablan mal de su líder salvador.
Es justamente esto último que justifica el presente texto, el intentar explicarme la existencia del fujimorismo en nuestro país, agrupación política que no le ha traído nada bueno al PERÚ; más aún, su candidata presidencial e hija de Alberto Fujimori, en esta última elección sintetizaba su plan de gobierno en liberar a su padre, más allá de eso no propuso nada; es decir, la existencia del fujimorismo parte de liberar a su líder, eso me lleva a la idea de que sus seguidores son similares a los de las sectas religiosas, en el que defienden las incongruencias de su credo con actitudes intolerantes y violentas. Ponen las manos al fuego por su líder a pesar de las pruebas de su corrupción y engaño, algunos hasta se suicidan por él, regalan sus bienes materiales sólo porque su líder les dice que los haga. Obviamente no todos pueden ser engañados, hay muchos que se percatan del fraude y desertan o simplemente nunca les creen. Entonces, ¿cuál es el perfil del fujimorista?, hay algunos que no los son pero lo dicen ser porque les pagan, les regalan comida y ya, en realidad no les creen ni una palabra, normalmente son de las clases social más bajas, las que son trasladados en ómnibus para que llenen las plazas donde sus líderes (hijos) hablan. Ellos votan por los candidatos fujimoristas porque creen que de estar en el poder, les seguirán regalando cosas; sin embargo, existen otro grupo, quizás el más fuerte y consecuente, el que ingenuamente propaga el fujimorismo fanáticamente, como dirían los politólogos, el sector más duro, el que se mantiene con los años, este es el que como un cáncer, está metido dentro del escenario político peruano. Y a qué se puede deber ese fanatismo, es muy probable que sea por el tipo de madurez política –o inmadurez- de quienes adoptan la defensa de esa manera de hacer política, que podemos definir en la frase: “el fin justifica los medios”. Los fujimoristas defienden a su líder sobre todas las cosas, si el Poder Judicial lo cuestiona, el problema es el Poder Judicial, si algún periodista lo critica, el problema es el periodista, etc. entonces, es obvio que son caudillistas, adoptar esta manera de ver la política es creer que todos los poderes estaduales están desacreditados, que estos por carecer de autoridad no deben ser respetados y que alguien debe de tomar la batuta ante ese desgobierno, por eso se apoyó a Alberto Fujimori al disolver el Congreso y tomar el control de todos los poderes y hasta de la prensa. Evidentemente, la coyuntura política hizo que esta actitud fuera apoyada por la mayoría de la población, lo sorprendente fue que aun cuando la vida política y económica se estaba estabilizando, la toma del Estado de forma mesiánica seguía teniendo credibilidad.
Es justamente esto último que justifica el presente texto, el intentar explicarme la existencia del fujimorismo en nuestro país, agrupación política que no le ha traído nada bueno al PERÚ; más aún, su candidata presidencial e hija de Alberto Fujimori, en esta última elección sintetizaba su plan de gobierno en liberar a su padre, más allá de eso no propuso nada; es decir, la existencia del fujimorismo parte de liberar a su líder, eso me lleva a la idea de que sus seguidores son similares a los de las sectas religiosas, en el que defienden las incongruencias de su credo con actitudes intolerantes y violentas. Ponen las manos al fuego por su líder a pesar de las pruebas de su corrupción y engaño, algunos hasta se suicidan por él, regalan sus bienes materiales sólo porque su líder les dice que los haga. Obviamente no todos pueden ser engañados, hay muchos que se percatan del fraude y desertan o simplemente nunca les creen. Entonces, ¿cuál es el perfil del fujimorista?, hay algunos que no los son pero lo dicen ser porque les pagan, les regalan comida y ya, en realidad no les creen ni una palabra, normalmente son de las clases social más bajas, las que son trasladados en ómnibus para que llenen las plazas donde sus líderes (hijos) hablan. Ellos votan por los candidatos fujimoristas porque creen que de estar en el poder, les seguirán regalando cosas; sin embargo, existen otro grupo, quizás el más fuerte y consecuente, el que ingenuamente propaga el fujimorismo fanáticamente, como dirían los politólogos, el sector más duro, el que se mantiene con los años, este es el que como un cáncer, está metido dentro del escenario político peruano. Y a qué se puede deber ese fanatismo, es muy probable que sea por el tipo de madurez política –o inmadurez- de quienes adoptan la defensa de esa manera de hacer política, que podemos definir en la frase: “el fin justifica los medios”. Los fujimoristas defienden a su líder sobre todas las cosas, si el Poder Judicial lo cuestiona, el problema es el Poder Judicial, si algún periodista lo critica, el problema es el periodista, etc. entonces, es obvio que son caudillistas, adoptar esta manera de ver la política es creer que todos los poderes estaduales están desacreditados, que estos por carecer de autoridad no deben ser respetados y que alguien debe de tomar la batuta ante ese desgobierno, por eso se apoyó a Alberto Fujimori al disolver el Congreso y tomar el control de todos los poderes y hasta de la prensa. Evidentemente, la coyuntura política hizo que esta actitud fuera apoyada por la mayoría de la población, lo sorprendente fue que aun cuando la vida política y económica se estaba estabilizando, la toma del Estado de forma mesiánica seguía teniendo credibilidad.
En otras palabras, el gobierno se
encargó de desacreditar a la clase política reiteradamente, creando la pantalla
de que se vivía en democracia pero manejando los poderes a gusto suyo. Esa
visión del líder todo poderoso que todo lo que sucede es por su voluntad, primó
en el pensamiento fujimorista pues ellos no creen en el Estado, menos en los
poderes y lo peor de todo es que asumen que los siguientes gobiernos también
actúan así, por eso es entendible que un requerimiento del Poder Judicial lo
crean como maquinado por el presidente de la República. Tan dañada está su
consciencia política que creen que todos los presidentes actúan como actuó
Fujimori. Son individuos que políticamente no han sido destetados de su líder y
siguen creyendo que la política es algo de una persona, de una sola voluntad,
en su imaginario le es imposible creer en los poderes del estado, aún viven en
las épocas bíblicas, no entienden que los seres humanos son iguales y que aquél
que nos salva de lo que creen es el caos, tiene el cielo ganado y por ende debe
ser alabado y no sancionado. El
fujimorismo no es un partido político, es una secta político religiosa, no se
puede argumentar con ellos, la sinrazón de sus postulados demuestran que más
que política, ellos quieren una religión, una sola verdad; quizás hasta crean
que si Fujimori muere en la cárcel, será considerado un mártir, una víctima, un
preso político que tiene que cumplir condena por hacer lo que era lo mejor para
el país.