Hace algún tiempo, leí un artículo del intelectual peruano
Abelardo Oquendo, en dicho texto reflexionaba en torno a la poca acogida de la
lectura de poesía en Lima y en general, en el Perú. Pero él no se refería a la
lectura de los autores conocidos como Santos Chocano, Vallejo o Eguren y ni qué
decir de los clásicos españoles, sino más bien nos hablaba de los
contemporáneos, de la poesía producida actualmente en nuestro país. Él
mencionaba que se pierde de mucho ya que se escribe buena poesía en estos días,
dando nombres y títulos que uno no puede encontrarlos con facilidad en las
librerías debido a su corto tiraje y mala distribución.
Más aún, en otro pertinente texto Oquendo critica a la Pontificia Universidad Católica del Perú por haber editado sólo mil ejemplares del poemario ganador de su Primer Concurso Nacional de Poesía (2005), un concurso que distingue con 10 mil dólares a la obra ganadora (el mayor premio dado a un concurso de poesía actualmente), mencionando de que cómo es posible que en un país de 27 millones de habitantes sólo se edite esa minúscula cantidad. Y en otra posterior columna se preguntaba sobre cómo puede haber poesía peruana si ella no es leída, si se puede hablar de poesía peruana en un país en el que no se sabe nada de sus autores y obras, entonces ¿para quién existe esta?
Y nos encontramos ante una situación preocupante si unimos que la necesidad de escribirla no es la misma que de leerla, en la última convocatoria del Premio Nacional de Literatura organizado por la Pontificia Universidad Católica del Perú (2009), de los 800 trabajos presentados, 640 eran poemarios, ¿entonces? ¿Qué es lo que está sucediendo?
Cuando estuve en un Taller de Poesía dirigido por un poeta reconocido, ganador del Premio Copé de Oro (el concurso más prestigioso de literatura que existe en el Perú), le pregunté ¿qué cree usted que se necesita para ganar un concurso nacional de poesía? Y el sinceramente me respondió que los trabajos deben de reflejar cierta cultura literaria e histórica, referenciar a autores conocidos y respetados, tal vez escribir sobre un tema vanguardista actual, mencionar localismos pero sin dejar de mostrar un estilo depurado, y si uno puede agregar algo de inglés o francés, mejor, mencionó otros detalles que ahora no los recuerdo pero que iban por esa tendencia.
Es así, que todo lo dicho por Oquendo tenía un sentido para mí, el problema no era la poesía, sino la idea que se tiene de ella, por eso cuando hablamos de poesía se vienen a la cabeza un lenguaje exquisito, metáforas complejas y temas extraterrenales, sin olvidar mencionar las idealizaciones amorosas. Ya la idea preconcebida que se maneja del género poético es de distancia con respecto a los intereses de la mayoría de lectores, un detalle importante que no hay que olvidar ya que el interés de la gente es el principal criterio que un editor considera para publicar un libro y las librerías para venderlo. La Narrativa tiene un campo mucho más atractivo, las historias bien contadas con lenguaje sencillo (una característica de todo aquello que obtiene acogida comercial en estos tiempos) y sobre todo exóticos, son fijos éxitos de venta. Los medios de comunicación escritos también están más dispuestos a colaborar en publicitar ese género porque puede hallar una conexión inmediata con sus lectores.
No creo que sea pertinente referirnos al nivel educativo ni la capacidad de comprensión lectora de las personas, ni en la propuesta de que mejorando tales habilidades les harán ser receptores más aptos para la buena literatura, porque tales afirmaciones no son útiles para abordar la falta de interés actual en la poesía. Sino que una vez conscientes de ese universo lector, es necesario buscar alternativas que se puedan explotar.
Menciono a los concursos literarios en esta problemática, porque ellos son los que ahora llevan la voz directora en lo referido a la valorización de las obras literarias, un galardón es un sello de garantía para las personas que lo consumen y atractivos para los medios de comunicación. Editoriales como Planeta o Alfaguara han optado en sus jugosos premios literarios, por premiar lo sencillo, inmediato y atractivo, de lenguaje casi colegial pero bien tratado, de esta manera hacen de las obras premiadas una excelente inversión. Las editoriales norteamericanas van por esa tendencia, sin menoscabar su tradición, dan cobertura a lo que puede ser un best sellers. Eso augura ingentes cantidades de dinero a empresas que son conscientes que la literatura de hoy es un buen negocio.
A pesar de tales experiencias, en el Perú, aún el concepto de que la literatura es un género orientado a un público culto y reducido ocasiona la poca rentabilidad de ella. Más sensatas han sido las revistas, que en pocos años han logrado capturar una interesante cantidad de lectores obteniendo rentables ingresos por la publicidad que muestran en sus ediciones. El contenido de estas revistas es variado y especializado y en muchos casos de gran nivel literario.
Los culpables del desinterés por el consumo de la poesía parte principalmente de aquellos que “certifican” el valor y dan el significado que este género debería poseer. Requerir un contenido depurado y de estilo académico consensuado para obtener un galardón literario aparta al público común perdiéndose una gran oportunidad de popularizarlo. Es comprensible la intención de estos concursos si son financiados por altruistas fundaciones o universidades que poco saben de las posibilidades comerciales de la literatura y están en todo su derecho de hacerlo de esa forma, pero debemos entender también que no es la única manera de darle cabida.
Es preciso hacer una comparación con la popularización de la música rock a fines de los años setenta, el género musical punk fue un fenómeno que congregó a muchos jóvenes que tenían algo que decir pero sabían poco de música. Eran las épocas del rock progresivo, música bien elaborada por intérpretes y compositores duchos en su arte, las expresiones musicales de ese entonces y las de vanguardia era compuesta exclusivamente por aquellos que poseían profundos conocimientos musicales. Esa circunstancia aminoró el entusiasmo de los jóvenes por acercarse a ella. No obstante, el punk fue una respuesta a ello, tres acordes bien tocados, riff de guitarra estridentes, letras sencillas pero cargadas de contenido social o de alaridos emotivos adolescentes, constituyeron el combustible del motor musical que se estaba apagando de a pocos en ese entonces. La música punk, musicalmente no representaba nada, sólo fue el vehículo para que una generación de jóvenes sintiera que la música servía para expresar los sentimientos más sencillos, posteriormente los ochenta con su variopinta propuesta musical y el nacimiento de MTV, dan prueba de ello.
Un fenómeno musical que debería repetirse en la poesía, una poesía punk puede ser una opción (hay algunos que dicen que la detentan pero sólo se percibe de ellos más que su auto denominación), pero con matices comerciales, hacer de ella una alternativa de consumo, enfocarse no en aquellos que ven a este género como el parnaso de las letras, sino a los que quieran expresarse con sensatez y sin tanta pomposidad académica. Un amigo me explicaba que se escribe poesía en grandes cantidades porque en ella se pueden ocultar muchas deficiencias sintácticas y de redacción, entonces, qué mejor oportunidad para que esta pueda ser la alternativa de expresión colectiva inicial.
El apoyo de empresas editoriales es fundamental, empezar por convocar concursos de poesía con pretensiones comerciales, de esta manera desterrar la idea equivocada de que ella, por su naturaleza, no es comerciable. Insistir en ello es pensar como los académicos que desean alejar lo popular de una actividad que imaginan exclusiva.
El enfoque debe de centrarse en identificar las expresiones poéticas más atractivas a la lectura de la gente de a pie y no en las obras en donde uno necesiten un postgrado en literatura para comprender alguna de sus complejas metáforas.
No es reinventar la poesía, porque hay escritores desperdigados por la Internet o en los recitales y publicaciones casi clandestinos que ya escriben este tipo de poesía. Entonces, el tema principal y primordial es la difusión y publicación, ganarle la batalla al esteticismo académico poético con el mayor número de lectores y de ingresos.
Hoy, la literatura es un negocio, toda actividad seria termina siéndola y la poesía no tiene porque ser la excepción y para eso tenemos que hacerla primero popular y luego comercial, un negocio rentable.
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