Una vez escuché decir a un delincuente que la razón por la que robaba celulares en un paradero era debido a que no tenía para vivir y que a la persona a la que le quitaba su teléfono al día siguiente lo veía con uno nuevo. Así que su conclusión era que la víctima tiene para comprarse otro y él no tiene nada. Claro, no pensó en que quizás esa persona se habrá endeudado para adquirir un aparato nuevo.Ese tipo de explicaciones no las comprende pues inmediatamente piensa en que al menos tiene para prestarse dinero y él no.
El que roba y se justifica, siempre intentará sentirse víctima del sistema que lo excluye, de que las leyes lo oprimen y que la justicia no es tal. Por lo tanto, ellos imponen sus propias normas, su propia ética que reclama reconocimiento y comprensión porque viven en la pobreza. Es ese resentimiento que los convierte en individuos peligrosos pues no tienen los límites que la mayoría de ciudadanos hemos aprendido y aceptado. No puedo negar que sus explicaciones pueden tener sentido en algunas oportunidades pero no son justificadas en absoluto pues las razones que exponen sólo los considera a ellos como lo únicos afectados, olvidándose que viven en una sociedad donde todos también queremos lo mismo que ellos desean. Y de la misma manera vemos en el otro extremo, a los delincuente de saco y corbata, en el que la ambición los lleva a cometer los mismos delitos porque también asumen que el sistema no les deja enriquecerse tanto como ellos creen que merecen.
El comportamiento inmoral o amoral del delincuente expone la naturaleza humana del hombre anterior a la civilización, en donde la ley del más fuerte imperaba. Así, estos individuos al sentirse superiores al resto, imponen su ley -que no la dan a conocer a menos que los atrapen- porque no les dejan obtener lo que desean.
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