viernes, 29 de octubre de 2010
Sobre el insulto de Sofía Vergara a los Peruanos
Consideraciones en favor de la piratería
"... La piratería en un país como el Perú no debe tratarse únicamente como un delito, sino es un problema de índole social, ya que esta es a consecuencia de la búsqueda del bienestar personal que el Estado no le garantiza, pues a veces queda decir que tener productos originales en un país subdesarrollado con altos índices de pobreza, es una mera extravagancia."
La vulneración de los derechos de propiedad intelectual ha traído un debate serio en el que lógicamente amparados en el orden actual podemos argumentar que la práctica de la piratería es ilegal e inmoral dependiendo de dónde es que sacamos la idea que nos ampare, sea de alguna ley o de lo que consideremos qué es la justicia. Defender su legalidad no es complicado, se cita una norma y ya podemos concluir que dicho acto es ilegal y esto basta y sobra para sostener cualquier otro argumento a su favor. Sin embargo, cuando se intenta lo contrario, la cuestión se complica debido a que tal vez se crea que se está buscando la razón a la sin razón.
Un detalle que sería bueno tomar en cuenta antes de explicar mi posición con respecto a la piratería, es que no debería verse como un argumento absoluto, que intenta convertir lo incorrecto en correcto, sino exponer puntos de vista que me motivan a tener una postura diferente al discurso oficial.
El derecho a disfrutar de un estipendio por un trabajo es un derecho fundamental que toda persona tiene y que debe respetarse, más aún si el trabajo que se realiza es por una única vez, producto de esfuerzo, dinero, muchas horas de dedicación y sobre todo ingenio. Para especificar más aún el asunto de esta reflexión, me estoy refiriendo a las obras artísticas, mediáticas o literarias. Como sabemos, en los países del primer mundo los derechos que poseen los creadores (y en algunos casos las empresas que tienen derechos sobre las obras) son defendidos radicalmente por sus legislaciones, imponiendo penas muy severas a quienes los violen. Más no es así en los países en vías de desarrollo, donde la mala copia y las versiones digitales piratas de todos estos trabajos es moneda corriente.
Esta situación ha generado que los gobiernos extranjeros nos exijan mayor control para erradicar esta mala praxis que atenta contra el mercado editorial, discográfico y del software (como resalto líneas arriba, no incluyo aquellos productos que adoptando el nombre de una marca venden la suya exponiendo en muchos casos la vida de quienes llevados por la confusión y los barato de los precios, los adquieren). Y que si bien estas exigencias son aceptadas por nuestros países, no se reflejan en su cumplimiento y aquí podemos observar un hecho que debemos considerar. La norma tal como es recomendada, proviene de países que tienen un sistema económico distinto (incluyendo las normas que aseguran el funcionamiento del mercado) por ejemplo, al peruano, que es el tema que tratamos ahora. No deseo hacer un análisis técnico sobre los términos usados en cada legislación, sino que hago hincapié en el hecho de que la normatividad está relacionada intrínsecamente con la sociedad.
Para conocer nuestra idiosincrasia, la Sociología estudia los contenidos de nuestras preferencias y valores, así como lo que se encuentra muy arraigado en nuestra manera de ponderas ciertas afirmaciones o negaciones. Y el Derecho nos permite descubrir la estructura en que se sostiene el orden de la sociedad, resaltando aquello que no se ve con claridad, así podremos encontrar los valores y principios que la Sociología también estudia.
Pues bien, las exigencias normativas deben verse como una consolidación de la cultura que representa, de no ser así la misma sociedad entenderá que aquello que se presenta como principios jurídicos aceptados por consenso, no es más que un intento de hegemonizar unos intereses sobre los de otros. La rebeldía por cumplir lo que el Estado dictamina, es por aquello que no lo siente propio y conveniente.
Pare ser más gráfico se pueden usar los ejemplos de la piratería fonográfica, editorial, vídeos o del software. ¿Por qué es que tiene tanta acogida en una sociedad que aparentemente desea insertarse en el mundo económico del primer mundo? Si tomamos en cuenta el concepto que tenemos del poder coercitivo injusto del Estado, deduciremos que no es simplemente el hecho de adquirir algo a un precio inferior del que pide el mercado formal porque hay algo más que aprovechar la oportunidad como si estuviéramos en un remate ilegal, razón que los opositores de la piratería utilizan para tildar a este acto como “viveza” o simple robo. Podemos aclarar que si vemos el problema desde este simple punto, le daremos la razón porque estaremos adquiriendo algo sin pagar por el derecho a usarlo y eso es un delito.
Pero no debemos olvidar de que se dice robo porque hay una normatividad que lo nomina así. Ahora, evaluemos el origen de esta ley. ¿Quién la ordena? ¿Por qué no se cumple en este país?, ¿Por qué el Estado Peruano no es tan tajante con su cumplimiento? Porque el origen de esta no nace de su estructura social. El cumplir con el pago de todos los requisitos considerados en la retribución de los derechos de autor implica un costo excesivo para la economía del ciudadano peruano.
Nuestra sociedad funciona informalmente, grandes empresas nacieron usando software comprado en el mercado negro porque no tenían para pagar las costosas licencias cuando estas recién comenzaban , muchos eventos barriales usados para recaudar fondos no pagan ni un centavo a la APDAYC por usar composiciones musicales que gozan de derechos de autor porque de hacerlo, no obtendrían la ganancia que necesitan, miles de personas adquieren un libro pirata porque su presupuesto mensual no le alcanza para comprar una versión original (no hay políticas públicas para instalar o mejorar bibliotecas en los distritos y regiones de todo el país, un detalle a considerar es que en las recientes elecciones municipales ningún candidato ha considerado el tema de las bibliotecas en sus propuestas) Las leyes peruanas, las que son generadas usando cuestionados criterios económico-sociales locales, han determinado que el sueldo mínimo es de 570 soles, unos 200 dólares aprox. (y que se resisten a aumentarlo), con esa cantidad es casi imposible destinar parte del presupuesto en estos artículos que por ser la mayoría importados sus costos son muy elevados, sin olvidar que tampoco el Estado hace nada porque esta obligación laboral del sueldo mínimo se cumpla, la explotación laboral es común, por ejemplo, llegando a trabajar muchas personas en industrias fabriles, 12 horas, 6 días a la semana por 300 soles mensuales.
Y si bien el crecimiento en el consumo ha ido aumentando en los últimos años*, esto se ha debido a las facilidades crediticias imprudentes que las entidades financieras les han otorgado a las personas, siendo de tal magnitud que a comienzos de este año -el 2010- se han debido regular para evitar el sobreendeudamiento. Ergo, podemos considerar seriamente que la piratería es por la pobreza, no por un ánimo de querer robar a las personas su trabajo.
La idea equivocada de pretender cambiar la conciencia de la sociedad peruana con la amenaza de convertir esta práctica en delito es de por sí ingenuo. Se respeta dichos derechos en países desarrollados como la estadounidense (de donde provienen las mayores presiones por el respeto de los derechos de autor) porque estos son el reflejo, como Mario Vargas Llosa mencionaba en un artículo, “… de una sociedad donde… no es el Estado sino el ciudadano el responsable primero de su fracaso o de su éxito. Aquel no debe interferir en la vida de este sino garantizar igualdad de oportunidades, que se cumplan las leyes equitativas y justas que dan los representantes elegidos en comicios libérrimos”, es así que el concepto del pago por un trabajo realizado sobrepasa no solo los criterios legales sino que llega a los morales, el individuo puede realizarse plenamente sin necesidad directa del Estado que regula las normas adecuadas a las necesidades del ciudadano (ya que son conscientes de su función primordial en la economía de mercado) pues esta es una sociedad en la cual si uno desea algún conocimiento de su cultura, no tiene que recurrir al Estado ya que en gran medida, por ejemplo, “los magníficos museos, las óperas y conciertos, la danza, las grandes exposiciones y las bibliotecas públicas son financiados principalmente por la sociedad civil”, así nos lo dice Vargas Llosa.
Por eso debemos considerar que tales exigencias normativas y el discurso moral que nos exigen tales países desarrollados, no pueden sostenerse en una legislación e ideas preconcebidas sobre lo que es la piratería porque aquí la sociedad civil también lucha por que sus derechos a la educación, al acceso a la información y la tecnología; y al bienestar -derechos que todo ciudadano de una sociedad posmoderna necesita- sean cumplidos. De aplicarse radicalmente esas normas antipiratería, muchos no tendrían acceso a la información tan necesaria para insertarnos en el primer mundo, excluyéndolos de la oportunidad de desarrollarse como individuos plenos.
Y para finalizar, recuerdo el agradecimiento de un reconocido crítico de cine peruano, en el que mencionaba que le debía mucho de su conocimiento del cine a un pequeño local (ya desaparecido), que era el único lugar en todo Lima donde se podía encontrar cine clásico, independiente y europeo, haciendo la aclaración que todas aquellas cintas eran copias que el dueño grababa en diversos países a donde viajaba para abastecer su video tienda, llenando un vacío que en ese entonces era muy grande porque ese tipo de películas no llegaban al Perú por carecer de distribuidoras que no existen hasta la fecha. Así, encontramos locales que en su informalidad contribuyeron a difundir la música que los medios locales no emitían motivando a jóvenes a seguir la carrera musical o simplemente aumentando su conocimiento de nuevas tendencias musicales, copias de libros que llegaban a manos de personas que por sus escasos recursos nunca hubieran podido leerlas, software pirateado que llevó de la mano hacia la profesionalidad a muchos técnicos, ingenieros, médicos, etc (que en su época de estudiantes sus padres jamás hubieran podido financiarles software original) y que ahora pueden valerse por sí mismos y cuidar de sus familias, así podemos encontrar muchos ejemplos.
La piratería en un país como el Perú no debe tratarse únicamente como un delito, sino es un problema de índole social, ya que esta es a consecuencia de la búsqueda del bienestar personal que el Estado no le garantiza, pues a veces queda decir que tener productos originales en un país subdesarrollado con altos índices de pobreza, es una mera extravagancia.
*El PBI per cápita de Perú en los últimos 10 años ha crecido de US$2.000 a US$5000 lo que ha generado un aumento en la capacidad de consumo, pero como mencionamos este se ha ido en afrontar gastos que cubran necesidades por mucho tiempo descuidadas como la salud y la educación de calidad (colegios privados y universidades)
sábado, 23 de octubre de 2010
Entrevista a Osmar Gonzáles*
Por Gisela Luján / Carlos Luján
“EL INTELECTUAL DISIDENTE HA DESAPARECIDO EN EL PERÚ”
El sociólogo Osmar Gonzáles** se ha dedicado a analizar de manera sostenida el tema de los intelectuales en el Perú. Empezó a estudiar este tema hace 20 años, cuando en un curso con Gonzalo Portocarrero hizo un pequeño trabajo sobre Víctor Andrés Belaunde; la experiencia fue buena y le sirvió de invitación para analizar el trabajo de otros intelectuales del 900. “Los arielistas y el pensamiento político peruano” es el libro más importante de su obra. Gonzáles tiene una maestría en Ciencias Sociales en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y un doctorado en Ciencia Social en El Colegio de México.
INTELECTUALES Y POLÍTICA EN EL PERÚ
Lanceros: ¿Qué diferencia al intelectual del académico y el político?
Osmar Gonzáles:
El intelectual puede ser académico y también político. En países donde su lugar de desarrollo está institucionalizado puede participar en la política pues, luego de cumplir dicha función, regresa a su mundo académico y sigue siendo reconocido como intelectual, Samuel Huntington es un ejemplo de ello. Él es un intelectual estadounidense de prestigio, que entra a la política, asesora al gobierno, termina y regresa (a su labor como intelectual); en nuestro país, sin embargo, esto no es tan fácil, el que se mete a la política y luego regresa a lo académico corre el riesgo de perder legitimidad social como intelectual, porque se sospecha que tiene intereses políticos.. Ahora bien, cuando hablo del intelectual, me refiero al que participa en el debate público, quien trata de formular visiones globales, tales como lo hicieron Mariátegui, Belaunde, Riva Agüero, García Calderón o Basadre. En cambio, el académico es quien está más abocado al mundo institucionalizado de las universidades. Gramsci decía que todos podemos ser intelectuales porque pensamos, sin embargo, no todos cumplimos la función social del intelectual, que es salir al debate y dirigirse al público.
L: ¿Por qué se produce esta dificultad de tránsito entre lo intelectual y lo político?
O.G.: Existe una doble valoración sobre el intelectual, una positiva y otra negativa. Cuando un intelectual entra a la política se cree que es una persona que sabe hacer bien las cosas, sin embargo, si al final los resultados siguen siendo magros entonces la gente dice que él o ella no sabían tanto. Otro aspecto es que al intelectual generalmente se le ve como una persona que no claudica a sus valores ni a sus principios, entonces se le ve como un guía moral, concepción que entra en conflicto cuando entra a la política, debido a que se le identificará con determinadas facciones y dejará de ser visto como un referente para todos. Pocos fueron los que se salvaron: Basadre, que fue Ministro de Educación dos veces, sigue siendo un intelectual reconocido. En cambio, Mariátegui es un gran pensador pero no para todos los peruanos, sólo para la izquierda; Haya de la Torre tampoco es un referente para todos los peruanos sino sólo para los apristas; Belaunde lo es para los socialcristianos o la derecha, Riva Agüero para los conservadores. Entonces, hay muy pocos intelectuales que podamos considerar universales o clásicos. Según mi opinión son sólo dos en el Perú, Ricardo Palma y Jorge Basadre, a ellos sí los leen todos. Estos son dos casos diferentes: Palma escribe como habla el pueblo, y sus tradiciones se han masificado de tal manera que muchos han escuchado sus historias sin saber que se trataba de Palma; en el caso de Basadre, muy pocas veces se le escuchó decir que era de una corriente política o ideológica determinada, por más que fuera ministro de educación dos veces y fuera cercano a Mariategui. A él se le ve como el historiador de la República, lo que le da un prestigio y una universalidad que no tienen otros.
L: Para tratar de comprender el porqué de la lejanía de los intelectuales con respecto a la sociedad, usted ha señalado en un artículo que esto se debería a la fragmentación cultural que data desde los años de la Conquista. Esta fragmentación hizo que los intelectuales no llegaran a ser vistos como referentes generales como sí sucedía en Europa. ¿Puede explicarnos brevemente cómo se produjo este distanciamiento?
O.G.: El Perú es un país que entra a la cultura escrita por medio de la Conquista. Antes lo que primaba era la palabra hablada, y eso marcó diferencias entre una minoría que podía acceder a los bienes culturales de la lectura y la escritura y una mayoría que ni siquiera hablaba castellano. Eso ya planteaba una división. Este distanciamiento significó que las instituciones no fueran universales sino que se adecuaran al sector letrado de la sociedad. En otros países, si bien también se presentaron estas diferencias, hubo políticas que buscaron democratizar y homogenizar, promoviendo el uso de un lenguaje común, lo que permitió que el intelectual tenga más posibilidades de dirigirse a un público nacional. En el Perú, sin embargo, el intelectual no pudo hacerlo porque la mayoría no formaba parte del mundo escrito. La misma exclusión la observamos en la asimilación del sistema democrático. ¿Quiénes acceden al bien político de la democracia? No sólo se trata de votar sino de ser ciudadanos. En el Perú vemos ciudadanos de primera, segunda o tercera clase, y donde el campo ciudadano se muestra tan fragmentado es iluso pensar que los bienes culturales puedan ser para todos. Entonces, esto tiene repercusiones en las instituciones, en el pensamiento, en la formación del público, y también en la propia función del intelectual, pues surge la pregunta ¿a quién se dirige este? A los que lo puedan leer o entender, los que sólo son unos cuantos. De los 23 millones que somos habrá que preguntarse quiénes realmente pueden leer de igual a igual a estos autores.
L: El sociólogo Sinesio López ha señalado que desde los años sesenta no hay intelectuales con visiones globales que piensen al Perú como totalidad. ¿Que no haya habido posibilidades para que los intelectuales se conviertan en referentes generales de la sociedad contribuyó a que estos fragmentaran su visión de nuestra realidad?
O.G. La gran parte de los referentes intelectuales y culturales del Perú aparecen desde fines del siglo XIX hasta 1930. Están Abraham Valdelomar, Víctor Andrés Belaunde, José Carlos Mariátegui, Francisco y Ventura García Calderón, José de la Riva Agüero, Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre, Víctor Raúl Haya de la Torre, César Vallejo, en fin, la lista sigue… En ese entonces existieron muchos intelectuales con visiones globales. El problema era que no todos accedían a la escritura de tales formas de pensar. Por ejemplo, García Calderón escribió en 1907 El Perú Contemporáneo, pero en París y ¡en francés! ¿Y quién conocía aquí esa obra? Sólo unos cuantos. Pero la visión era integral, donde se habla de historia, de geografía, de política, de ideas, de todo para promocionar el Perú en Europa. Entonces, cuando analizamos la “globalidad” de los intelectuales debemos tomar en cuenta tres niveles: el carácter de la obra, a quién se dirige y quién está en capacidad de “recepcionarlo”. El problema es que desde los años 60, si bien el público se ha ido ampliando —por las migraciones, el mestizaje y la integración cultural—, al mismo tiempo se han ido debilitando sus referencias intelectuales. Hoy, los intelectuales estamos un poco atrás de la dinámica social, no hemos sabido interpretar ese “Perú bullente” del que hablaba Arguedas, quedando su descripción en manos de literatos como Bryce Echenique o Vargas Llosa.
L: ¿Podemos afirmar que la producción intelectual de aquella época (primeras tres décadas del siglo XX) contribuyó a fomentar el debate público?, tomando en cuenta que nuestra democracia estaba aún en formación.
O.G.: Si bien el sistema político era cerrado y había una ciudadanía todavía en ciernes, el debate político era mucho mayor que hoy. Los periódicos, por ejemplo, eran portadores de ideas. Uno revisa, por ejemplo, El Comercio o La Prensa de esos años, y puede ver notas firmadas por periodistas que tenían una formación cultural envidiable, cosa que no existe hoy, por lo menos no de manera mayoritaria. También había revistas formadoras de opinión como Variedades o Mundial. En fin, aun cuando era restringida nuestra sociedad, el debate y el público eran de una calidad y una amplitud mayor de lo que es ahora, a pesar que hoy hay más instituciones educativas y también más gente alfabetizada. Existe extensión pero no calidad.
L: En el Perú no existe una tradición intelectual pues no ha habido una continuación de lo que se comenzó a decir en los años 30. ¿A qué se debió esto? ¿Tal vez a los continuos golpes de Estado y la consecuente instalación de regímenes militares?
O.G.: Estoy de acuerdo con esa apreciación. Hasta los años 30, aún con Leguía, estábamos frente al Perú de Haya de la Torre y Mariátegui, el mundo del debate público era muy intenso en esos años, pero cuando llega Benavides, cierra la universidad (San Marcos), eso se repetiría luego durante el gobierno de Odría y, más adelante, en los años de Fujimori. Entonces, es cierto que la política obstruyó esta acumulación del saber y del debate, y también la formación de intelectuales.
L: Si, pero esta falta de continuidad de lo hecho por otros intelectuales pareciera ser reflejo de lo que ocurre en una sociedad que no evoluciona y no construye sobre lo avanzado, que parece estar en un eterno comenzar.
OG: En el caso de los intelectuales, si bien ellos son los que han formado las imágenes del país, estos se han mantenido sectarios en sus aseveraciones, como si fueran dogmas de fe, no permitiendo que se les cuestione ni promoviendo el intercambio de ideas o la construcción del consenso.
L: ¿La ausencia de discusión de ideas es la que produce tal egocentrismo?
OG: Los intelectuales en el Perú creen que su opinión no puede ser modificada por otros, creen que ésta es como una escultura terminada, sobre la que ya no se puede dar un golpe más sin antes dañarla. Por ejemplo, es difícil encontrar el comentario de un intelectual sobre el libro de otro intelectual, asimismo, si la crítica existe, deriva en el plano personal, no hay un debate de ideas.
INTELECTUALES Y VIDA DEMOCRÁTICA
L: De forma general, ¿cómo puede definir el papel de los intelectuales en la defensa y construcción de la democracia?
O.G.: El trabajo de los intelectuales es crear conciencia crítica y reflexiva. Entonces, la primera función del intelectual será crear la crítica en los ciudadanos. De otro lado, está el tema de la identidad; hoy está en boga el asunto del nacionalismo, yo no creo que los intelectuales deban estar al margen de estos sentimientos de identidad, es importante que ellos participen en la formación de estos sentimientos de identidad nacional.
L: En un contexto de incertidumbre política, ¿la decisión del intelectual suele ser el silencio?
O.G.: Sí. Los intelectuales que deberían orientar a la ciudadanía se callan, incluso porque tienen alguna filiación política. Como hipótesis considero que el intelectual sólo puede acercarse a la ciudadanía desde la política y no desde el campo intelectual. Creo que hay un cálculo que trasciende el entorno académico e intelectual, porque las palabras tienen consecuencias y más adelante te las pueden sacar en cara. Es un cálculo de no arriesgar, de no ser intelectuales en el sentido de Tocqueville, como críticos,.Ellos prefieren mantenerse en los parámetros del statu quo. El disidente, el intelectual por excelencia, ya no tiene lugar. Esta característica del intelectual ha desaparecido en el Perú por temor a que lo califiquen de no democrático o de no estar globalizado.
L: Tomando en cuenta que el espacio principal de los intelectuales es la política, ¿cómo los intelectuales pueden desempeñar un papel activo en el fortalecimiento de la democracia?
O.G.: En primer lugar, siendo conciente y convencidamente democráticos. El hecho de no propiciar el debate está hablando de un autoritarismo o un sectarismo que no contribuye a una cultura democrática. En segundo lugar, propiciando intercambio de conocimiento entre las universidades públicas y privadas; por ejemplo, ¿saben si alguna universidad privada como la de Lima o la Católica tiene alguna relación con alguna universidad pública como San Marcos? No la hay, porque, en el Perú lo que tenemos es un campo universitario fragmentado.
L: En efecto, es un problema de voluntades y de falta de cultura democrática pero también de ausencia de espacios que incentiven el desarrollo de este tipo de intelectuales.
OG: En el Perú no hay un campo intelectual constituido. No hay un campo social compartido de reconocimiento mutuo, donde hayan instituciones que formen y promuevan a los intelectuales, que los legitimen socialmente y que establezcan los lineamientos de la carrera del intelectual. En Francia, por ejemplo, el que ocupa el cargo de la Academia Francesa es el más grande exponente de los intelectuales y para llegar a eso tienes que pasar muchas etapas. Acá basta con ser amigo del que tiene el poder y te ponen arriba por más que estés muy abajo en la escala del conocimiento.
L: ¿Quién tiene la principal responsabilidad para constituir este campo intelectual?
OG: El Estado debería fomentar la constitución de un sistema nacional de investigadores pero, no creo que con un Estado pobre como el nuestro esto sea posible, sin embargo, podría elaborarse las bases de la carrera del intelectual y profesionalizarla. Otro elemento de apoyo serían las corporaciones, para financiar investigaciones de ciencia y tecnología, como en Estados Unidos. En México, el sistema nacional de investigadores es fundamental porque sólo ingresan a él los que tienen cierta base, asimismo, porque para ascender existen ciertos requisitos (publicar en el extranjero, sacar una cantidad determinada de libros, publicar en revistas internacionales de reconocida calidad, etc.); entonces, se va creando una carrera donde se reciben estipendios.
L: Pero los intelectuales no se crean sólo con la publicación de libros.
O.G.: No, más importante es el mensaje. Pero ¿quiénes crean el prestigio intelectual?, son los círculos, hay “tribus intelectuales” que no aceptan “tótems” de otras tribus, entonces solamente comentan a los que son de “su” tribu. Ése es otro asunto para reflexionar, ¿quién da prestigio al intelectual?, ¿quién lo legitima socialmente? Generalmente son los cercanos, o los reseñistas de los diarios. No lo son las universidades ni los propios intelectuales, ellos están en permanente competencia y sólo legitiman lo que está en su comunidad. Las universidades son fundamentales para formar intelectuales pero esta responsabilidad no la están cumpliendo. Las universidades deberían formar investigadores y, si no, por lo menos que formen profesionales reflexivos y críticos.
L: Y en lo que respecta a la relación de los intelectuales con la sociedad civil ¿qué dificultades enfrentan?
OG: En primer lugar, no existen medios difusores del debate de ideas. Los periódicos por ejemplo deberían ser el elemento difusor del intelectual más allá de lo académico. Pero, La mayoría de los periódicos no tienen suplementos culturales, y en los que lo tienen, por ejemplo El Dominical de El Comercio, escriben sólo unos pocos, los que los dueños quieren que escriban. En segundo lugar, está la falta de un público lector. Los peruanos si bien leen, no comprenden lo que leen. Entonces, ahí hay un problema, pues por más voluntad que tengan los intelectuales, no hay un público mayoritario que sea receptor de sus ideas..Los intelectuales podrán reconvertir el proceso democrático, agitar el debate de ideas, cuestionar las cosas, desligarse de los compromisos económicos o políticos para decir lo que sienten o piensan de verdad, pero si no hay un público dispuesto a leer lo que publican, es poco lo que pueden hacer. Debe haber un trabajo simultáneo, estimular a la ciudadanía a convertirse en lectores. Esa es la base para que los intelectuales tengan un pacto con la sociedad.
(
Libros de Osmar Gonzáles:
- Sanchos fracasados. Los arielistas y el pensamiento político peruano (1996)
- Señales sin respuesta. Los zorros y el pensamiento socialista en el Perú (1999)
- Pensar América Latina. Hacia una sociología de los intelectuales latinoamericanos, siglo XX (2002)
-Frágiles Suturas. Individuo y comunidad en la globalización, 2004 (con Sara Makowski y Mario Constantino Toto).
-Cartas de Guillermo E. Billinghurst a Ricardo Palma, 2005 (con Delfina González del Riego)
-El gobierno de Guillermo E. Billinghurst. Los orígenes del populismo en el Perú, 1912 - 1914 (2005)
- Antología sobre el pensamiento de Víctor Andrés Belaunde (Fondo Editorial del Congreso),
- Federico More, un maestro del periodismo peruano (Universidad Alas Peruanas)
-Itinerario Sentimental de José de la Riva Agüero (2006)
- La Academia y el ágora. En torno a intelectuales y política en el Perú, UNMSM y IPEDEHP (2010)
Para saber más:
- Arroyo, Carlos. Nuestros años diez, Libros en Red, Buenos Aires, 2005
- Velásquez Castro, Marcel. Las máscaras de la representación. El sujeto esclavista y las rutas del racismo en el Perú (1775-1895), Fondo Editorial del la UNMSM-BCR, Lima, 2005
- Hirschhorn, Gérald; Salazar Bondy, Sebastián. Pasión por la cultura, Fondo Editorial del la UNMSM-IFEA, Lima, 2005
- Sánchez, Juan Martín. La revolución peruana: teoría y práctica de un gobierno militar, 1969-1975, CSIC-Universidad de Sevilla y la Diputación de Sevilla, Sevilla, 2002
- Gootenberg, Paul. Imaginar el desarrollo: las ideas económicas en el Perú postcolonial, IEP, Lima, 1998
- Biografías elaboradas por Luis Alberto Sánchez, Carmen María Pinilla, Max Hernández, entre otros. También los trabajos de Jorge Cornejo Polar (Intelectuales, artistas y Estado en el Perú del siglo XX), Víctor Andrés Belaunde (Memorias), Luis Alberto Sánchez, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique y Julio Ramón Ribeyro. Algunos capítulos de La vida y la historia, de Jorge Basadre y Hacia la tercera mitad de Hugo Neira.
*Entrevista publicada en la edición impresa de la revista Lanceros nro. 1 en el 2008
** Sociólogo de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, es maestro en Ciencia Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y doctor en Ciencia Social por El Colegio de México. Actualmente es director de la Casa Museo José Carlos Mariátegui, del Instituto Nacional de Cultura.
sábado, 9 de octubre de 2010
Lima, Post Nobel
Luego de mi recorrido obligatorio por el centro de la ciudad de Lima, no dejo de pensar en que un escritor peruano haya recibido el Premio Nobel de Literatura tan solo hace unos días, un novelista criado en un país casi estancado en el medio del mapa de evolución que toda sociedad desarrollada se esmera en trazar –y si es que el nuestro lo decide continuar siempre lo hace a trancas y barrancas-. Porque es sintomático que este autor comience una de sus más representativas novelas justamente haciendo que su personaje principal critique a su país que lo ve degenerado reflexionando sobre cuándo todo se fue al traste.
Reflexionando en base a esa idea me pregunto ¿Qué puede representar el Premio Nobel de Literatura para un individuo como uno, que pasea por las viejas calles limeñas en la búsqueda del cumplimiento de las obligaciones diarias?, pues como una camioneta llena de víveres que llega a un pueblo hambriento, así ha sido recibido este reconocimiento internacional, puesto que de alguna manera la mayoría de personas se sienten parte de este inmenso laurel ante la falta de una corroboración latente de que sí vale la pena ser peruano después de todo. Nos hemos sentido incluidos recordando nuestras primeras lecturas en el colegio donde nos aprendíamos de memoria los títulos de sus obras o siendo los espectadores en la mejor fila, de las adaptaciones cinematográficas de ellas, porque nos es gratificante sentir la cercanía y la familiaridad de aquel que ha triunfado por nosotros.
Y ese es el aire enrarecido que deja este Premio Nobel, sobre todo para aquellos que amamos las letras, los libros, la lectura y el poder de las ideas. El reconocimiento hecho a un autor que escribió sus mejores obras sobre este país, nos involucra directamente con tamaña gloria (así nos haya criticado ferozmente en cada uno de sus relatos), revaloriza una sociedad y una cultura que por centurias ha sido relegada, donde potencias culturales nos ningunearon por tener una cosmogonía distinta a la de ellos.
Esta premiación no es un evento más así algunos deseen rebajarlo a un simple evento individual y antojadizo que ha estado lleno de vicios y conveniencias en el pasado; y puesto que sería sensato respetar dicha opinión porque el Nobel lo obtuvo Mario Vargas Llosa a título personal con puro trabajo e inspiración; sin embargo, para aquellos que sienten que este es un galardón que se comparte, tienen derecho a percibir la estela intensa que dejará en la psiquis del país.
El que los reflectores mundiales se concentren en iluminar la existencia de nuestra sociedad y de las que derivamos, al ser incluido uno de sus ciudadanos dentro de los máximos representantes del primer y más evolucionado mundo, hace que esta sea reivindicada. De tal manera que en este hecho reside un acto de justicia, no sólo para el escritor que desde hace 30 años debió de haber recibido este reconocimiento, sino para toda la mixtura de culturas que abarcó y abarca esta región, para los distintos tipos de pensamientos y formas de concebir la creación.
Nuestra región tuvo una variedad importante de culturas que representaban lo mejor de su civilización, a la vez engendró un imperio majestuoso que fue arrasado por la barbarie y la codicia del ser humano. Y a pesar de eso, la no existencia como país representativo a nivel intelectual y mundial era una afrenta que todos los habitantes de este país lo sentían como un atropello, haciéndonos sentir culpables de tan devastadora degradación cultural.
Luego de este laurel no será lo mismo andar por las calles y pisar un suelo que engendró un Premio Nobel Literatura, al menos así yo lo siento, creyendo también que para los dichosos esta será una gran oportunidad de comprender que después de tanta ofensa, la justicia llega de manos inesperadas. Bienaventurados quienes reciban esta certificación de existencia intelectual de su país como una tarima, como un impulso innato que nos permita olvidarnos de un Perú mal hecho y nos posibilite desterrar de nuestra idiosincrasia las ganas de volver a escribir otra novela en la que nos preguntemos cuando se echó a perder el Perú.
Anuncio de Mario Vargas Llosa como Premio Nobel de Literatura de 2010
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