sábado, 9 de octubre de 2010

Lima, Post Nobel

Mario Vargas Llosa, cuando fue candidato presidencial en 1990 por el Frente Democrático (FREDEMO)

Luego de mi recorrido obligatorio por el centro de la ciudad de Lima, no dejo de pensar en que un escritor peruano haya recibido el Premio Nobel de Literatura tan solo hace unos días, un novelista criado en un país casi estancado en el medio del mapa de evolución que toda sociedad desarrollada se esmera en trazar –y si es que el nuestro lo decide continuar siempre lo hace a trancas y barrancas-. Porque es sintomático que este autor comience una de sus más representativas novelas justamente haciendo que su personaje principal critique a su país que lo ve degenerado reflexionando sobre cuándo todo se fue al traste.

Reflexionando en base a esa idea me pregunto ¿Qué puede representar el Premio Nobel de Literatura para un individuo como uno, que pasea por las viejas calles limeñas en la búsqueda del cumplimiento de las obligaciones diarias?, pues como una camioneta llena de víveres que llega a un pueblo hambriento, así ha sido recibido este reconocimiento internacional, puesto que de alguna manera la mayoría de personas se sienten parte de este inmenso laurel ante la falta de una corroboración latente de que sí vale la pena ser peruano después de todo. Nos hemos sentido incluidos recordando nuestras primeras lecturas en el colegio donde nos aprendíamos de memoria los títulos de sus obras o siendo los espectadores en la mejor fila, de las adaptaciones cinematográficas de ellas, porque nos es gratificante sentir la cercanía y la familiaridad de aquel que ha triunfado por nosotros.

Y ese es el aire enrarecido que deja este Premio Nobel, sobre todo para aquellos que amamos las letras, los libros, la lectura y el poder de las ideas. El reconocimiento hecho a un autor que escribió sus mejores obras sobre este país, nos involucra directamente con tamaña gloria (así nos haya criticado ferozmente en cada uno de sus relatos), revaloriza una sociedad y una cultura que por centurias ha sido relegada, donde potencias culturales nos ningunearon por tener una cosmogonía distinta a la de ellos.

Esta premiación no es un evento más así algunos deseen rebajarlo a un simple evento individual y antojadizo que ha estado lleno de vicios y conveniencias en el pasado; y puesto que sería sensato respetar dicha opinión porque el Nobel lo obtuvo Mario Vargas Llosa a título personal con puro trabajo e inspiración; sin embargo, para aquellos que sienten que este es un galardón que se comparte, tienen derecho a percibir la estela intensa que dejará en la psiquis del país.

El que los reflectores mundiales se concentren en iluminar la existencia de nuestra sociedad y de las que derivamos, al ser incluido uno de sus ciudadanos dentro de los máximos representantes del primer y más evolucionado mundo, hace que esta sea reivindicada. De tal manera que en este hecho reside un acto de justicia, no sólo para el escritor que desde hace 30 años debió de haber recibido este reconocimiento, sino para toda la mixtura de culturas que abarcó y abarca esta región, para los distintos tipos de pensamientos y formas de concebir la creación.

Nuestra región tuvo una variedad importante de culturas que representaban lo mejor de su civilización, a la vez engendró un imperio majestuoso que fue arrasado por la barbarie y la codicia del ser humano. Y a pesar de eso, la no existencia como país representativo a nivel intelectual y mundial era una afrenta que todos los habitantes de este país lo sentían como un atropello, haciéndonos sentir culpables de tan devastadora degradación cultural.

Luego de este laurel no será lo mismo andar por las calles y pisar un suelo que engendró un Premio Nobel Literatura, al menos así yo lo siento, creyendo también que para los dichosos esta será una gran oportunidad de comprender que después de tanta ofensa, la justicia llega de manos inesperadas. Bienaventurados quienes reciban esta certificación de existencia intelectual de su país como una tarima, como un impulso innato que nos permita olvidarnos de un Perú mal hecho y nos posibilite desterrar de nuestra idiosincrasia las ganas de volver a escribir otra novela en la que nos preguntemos cuando se echó a perder el Perú.


Anuncio de Mario Vargas Llosa como Premio Nobel de Literatura de 2010

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