Recordando la Teoría de la Liberación de Gustavo Gutierrez (se debe hacer la aclaración que existen diversas versiones de la teología de la liberación y algunas de índole marxista) es inevitable no mencionar lo ocurrido en Nicaragua y al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que derrocó al gobierno represivo y violador de los Derechos Humanos de Somoza. En ese entonces, la Iglesia Católica (que años antes algunos obispos en Puebla intentaron deslegitimizar la Teoría de la Liberación y el trabajo pastoral asociado a ella, acusándola de marxista) criticaba la actividad que sus sacerdotes realizaban en las organizaciones de base como el arzobispo Oscar Romero que creía que la revolución (con algunas objeciones a sus planteamientos) ofrecía la alternativa de una vida más digna para los pobres de Nicaragua y que los cristianos debían por lo tanto de apoyarla.
Esto no agradó a la Iglesia Católica aduciendo que cualquier discurso que fundamente la revolución es marxista, por lo que la Iglesia solo debía ejercer una función de resistencia ante ella. Sino recordemos el furibundo discurso dado por Juan Pablo II que si bien no criticaba la Teoría de la Liberación en sí, quería evitar su mal uso que tergiversaba la verdadera función de la Iglesia católica. En palabras de Gustavo Guiterrez sobre la posición de JP II acerca de este tema declaró: “No se ha condenado la teología de la liberación, sino que se han indicado una serie de errores y desviaciones de la auténtica teología de la liberación evangélica... la teología de la liberación es útil y necesaria pero otra cosa es la politiquería y la instrumentalización ideológica de los pobres”. Tanto Juan Pablo II y Gustavo Gutierrez nunca le agradaron la idea de un sacerdote político, declarando G.G en el 2003 lo siguiente: “… la teología de la liberación no busca un sacerdote político, sino rescatar que en el mensaje mismo de Jesús está contenida la transformación de la sociedad para que sea más justa. En cuanto al Papa, diría que la opción preferencial por los pobres, que es el corazón de la teología de la liberación, ha sido algo que Juan Pablo II ha mencionado muchas veces en sus discursos.”
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