Cuánta imaginación nos produce la soledad, mundos que no son muy distantes del que vivimos sólo que en ellos somos el único habitante, aterrado y desamparado. No somos más de lo que vemos y lo oculto en ese mundo irreal, es aquello que también se esconde de nosotros sin saber qué se nos presentará al dar la vuelta o al escarbar entre los escombros que misteriosamente divisaremos a los lejos. Uno es el explorador desorientado que busca la tranquilidad en aquello desconocido aunque sea una labor insensata. Ahí es donde nos percatamos que los mundos creados son más desolados que el real, un viaje centrípeto hacia uno mismo como el virus que viaja por el cuerpo que va a destruir.
viernes, 5 de abril de 2013
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