Toda opinión debe aspirar a convertirse en dogma. Esto se logra dándole tanta credibilidad que sea tomada por cierta sin necesidad de verificación. Para lograr esto, en un inicio se debe fundamentar debidamente esa opinión. Hacerla impermeable a la crítica profana. Cubrir la mayoría de flancos argumentativos que pudieran desbaratar sus premisas. En el fondo, una buena opinión debe ser una torre de piedra que solo podrá vulnerar un ejército de gente de buen criterio. Pero para eso, del otro lado de la muralla, ya se tendrá una legión de individuos que desearán morir por esa idea porque estarán más convencidos que quien la generó.
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