martes, 19 de mayo de 2009

La Crisis de la Inserción Laboral


por Carlos Luján Andrade

De las universidades peruanas egresan cientos de alumnos con aspiraciones de insertarse al mundo laboral y tentar por una oportunidad que les permita tener una condición de vida decente, liberándose de la pobreza en la que han crecido, alejando los fantasmas de vivir en país con eterno temor a la hiperinflación, terrorismo y al deterioro moral de las instituciones políticas. Y si bien la formación de esta generación, que ya ha iniciado ese camino hacia la seguridad monetaria y prestigio profesional, todavía no ha descartado el éxito como palabra insignia, la actual crisis económica no les da una plataforma económica donde pueda asentar estas aspiraciones profesionales.

Cifras alentadoras aparentan un blindaje económico donde las empresas privadas continuarán las inversiones en los sectores mineros, servicios y de hidrocarburos, más no lo harán en la pesquería, agricultura y textil, en los que están en franco estancamiento. Y más aún, las inversiones serán de las mismas empresas que ya están asentadas en el Perú, no vendrán nuevos capitales de empresas foráneas, ya que la recesión mundial ha ocasionado que sus estrategias se concentren en no disminuir su productividad y mantener la fuerza laboral existente.

Este escenario puede generar un ámbito de acción ficticio que pueda mantener el consumo crediticio por un tiempo más. Esta aparente bonanza económica (ya que si lo comparamos con los años anteriores, lo peruanos nunca estuvimos tan bien –existen reglas claras en el ámbito tributario- y es más, después de pasar por inflaciones, inestabilidad cambiaria y poca inversión extranjera, esta crisis parece más una continuación de lo anterior, que una debacle) mantiene las aspiraciones de un contingente profesional que aún considera al cartón académico como herramienta fundamental para alcanzar su objetivo.

Estamos convencidos que el optimismo universitario parte de una ilusión académica en donde la instrucción profesional le brindará el espacio que le tiene reservado el sistema para aquellos que han cumplido ciertas “fórmulas” necesarias para alcanzar estas aspiraciones. Pero la realidad es que el espacio es muy pequeño, sólo entrarán en él aquellos que no se crean esta ficción económica orquestada por las empresas financieras.

Las universidades están creando nuevas facultades “rentables” y dejando de ser “máquinas de desempleados” (como lo dijo Andrés Openhaimer, al referirse a las universidades latinoamericanas que tenían mayor población estudiantil en las carreras de ciencias sociales y humanidades), sin embargo, lo que las nutre y les permite aumentar sus ingresos es justamente esa ilusión que el mercado aún tiene para seguir creciendo y que el dinero aumentará en circulación. Hay que tener cuidado de estos discursos optimistas, Humberto Campodónico ha observado las declaraciones de Jean Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, en las que declara que la recesión “ya tocó fondo”, pero al examinar los indicadores de desempleo, por ejemplo en los EEUU, vemos que siguen cayendo, ya que según informaciones del Departamento de Trabajo de este país, en los últimos doce meses se han perdido 6 millones de empleos. También el FMI, ha informado que la tasa de desempleo seguirá creciendo hasta llegar a 17 millones de personas a fines de 2010.

El presidente peruano Alan García ha mencionado, optimistamente, que se perderán 200 mil puestos de trabajo, pero, en un país, donde la mayoría de la fuerza laboral es informal podemos imaginar que la cifra será mucho mayor.

Entonces, en este panorama incierto, dónde quedan los profesionales que tentarán y tientan por un puesto de trabajo, formados acorde con las aspiraciones profesionales que las universidades, con su discurso capitalista, les han inculcado. Tengamos en cuenta que las medidas que el gobierno está tomado para resistir la recesión, sólo consideran a la clase trabajadora obrera, elaborando programas para fomentar el empleo técnico más no el profesional.

Este es un problema que concierne eminentemente a las universidades, aunque es poco probable que lo acepten debido a las grandes ganancias que les trae la idea de que el actual sistema anda por un camino estable. Hay que tener cuidado con la formación profesional que se les está impartiendo a los estudiantes, el mensaje enviado debe estar más acorde con la realidad y no distorsionarla ya que los intereses que están detrás de este discurso optimista son poco claros. La universidades venden facultades “rentables”, y nadie sabe si realmente lo serán en el futuro, se venden profesiones como objetos tecnológicos, en que si bien estos son de última generación, dentro de unos años serán obsoletos.

El optimismo económico no debe ser la guía que encamine la formación de los estudiantes universitarios, la publicidad y el mensaje comercial son efímeros ya que son creados para sobrevivir a la coyuntura. Jamás se debe tomar en cuenta lo transitorio para decidir lo que es más conveniente para la formación profesional de los jóvenes porque se volvería a caer en el mismo desempleo y frustración profesional que vive nuestra juventud.

La formación académica se debe tomar en serio, la recesión económica nos está dando una lección que no debemos tardar en aprender, es necesario replantear ciertos mitos que se han creado en función a la inserción de la juventud en el mercado laboral.

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