jueves, 29 de agosto de 2019

Pensar hasta las huevas

En la universidad tuve a un compañero con el que se podía debatir hasta cierto límite. Cuando uno estaba de acuerdo con él, la conversación era entretenida. Más aún, por ese detalle me hice su amigo. Sin embargo, cuando la confianza se hizo más grande y hablábamos acerca de diferentes temas, las discrepancias aumentaron. Era divertido ver cómo su desesperación crecía conforme uno le daba argumentos que estaban en contra de su postura, aunque eso advertía que la conversación había terminado porque no tardaría en soltar improperios culminando con su ya célebre: "¡estás hasta las huevas!".

Siempre consideré que dicha expresión era una claudicación a la argumentación seria y me dejaba la sensación de que había perdido mi tiempo. Desvirtuaba todo debate transformándolo en una competencia de egos por saber quién sabía más. Nunca encontramos ninguna verdad. Solo alguna vez estuvimos de acuerdo y fue más por mis deseos de que fuera así.

Lamentablemente, he encontrado gente así en cualquier espacio y entorno. Peor es en las redes sociales  porque se notan más al solo existir la palabra escrita sin saber si aquello que se dice está acompañado de puntos medios que los gestos corporales y tonalidades de voz nos indican. Así que parecen recalcitrantes y pétreos de cualquier opinión contraria pues no buscan indagar o conocer más sobre lo que se conversa, hasta mienten con la intención de desarmar al otro abusando de algún vacío argumentativo.

Con los años, uno ya ha aprendido a detectar a ciertos opinadores lúdicos, a los trolles involuntarios de sí mismos. Y es inevitable querer responderles como ellos argumentan aún sabiendo que así uno cae en ese juego de usar el saber como pelota de trapo. No lo digo, pero no dejo de pensar que muchos piensan hasta las huevas.

lunes, 26 de agosto de 2019

Repensar lo obvio

Las ideas se construyen en base a conceptos establecidos. Términos en los cuales la mayoría pensante ha llegado a un acuerdo. Si digo que algo es azul, puedo proponerlo como el color para pintar una habitación o cualquier objeto. Así, entendiendo cómo es la tonalidad de este es que escucho nuevas propuestas para aplicarlo. De igual forma, asentamos nuestra razón en asuntos que no ya no se deben cuestionar porque son sólidos y racionales. Pasaron la prueba de la investigación. Y es que los seres humanos pensantes hemos hecho la tarea. En muchos casos, habiendo aprendido correctamente el método científico, podemos preguntarnos, reflexionar, opinar, desarrollar y concluir ordenadamente una idea que ante cualquier pregunta se podrá absolver las interrogantes sobre nuestra propuesta. Eso sí, descarto a aquellos que aplican mal el método, pues teniendo una idea establecida, buscan teorías y argumentos que corroboren sus descabelladas propuestas. Esos son los peores porque son más difíciles de desenmascarar. Pero continuemos.

Si todo funcionara así, sería genial. Uno puede conversar con la gente y dejar fluir la razón. No obstante, maldita sea, existe gente que dice que el azul no es azul, que es otro color. Así, todo se desbarata, se derrumban los códigos que durante muchas lecturas y reflexión uno construye. Cuando la ignorancia arremete, nadie queda a salvo. Es imposible la comunicación y uno tiene que guardar silencio o rebuscar muy en el fondo, en los cimientos de los conceptos primeros, aquellas ideas elementales que casi uno ha olvidado porque ya no están instaladas en los recuerdos de los conceptos, sino en la moral (o en el alma) de los seres humanos. Y nos condenamos a explicar al ciego a voluntad y con la teoría de los colores en mano, de qué color es un cielo que nunca ha visto. Y para colmo no te cree porque en un sueño ese color era diferente a lo que la lógica muestra. Bendita sea la humanidad.

El Inexplicable TDAH

De niño no comprendemos bien el mundo, por eso los adultos nos lo descifran con sus códigos y propias experiencias. Lo triste es cuando ni ellos mismos pueden explicar la realidad que les desborda porque esta es indetenible y no espera a que uno encuentre todas las respuestas que se van presentando. Así, cuando vienen los niños a preguntarle por aquello complejo, los más avezados inventan conceptos, creencias, verdades absolutas que los alivia ante el interrogatorio de infantes que claman por una respuesta sincera, sin ser conscientes que quizás les están inoculando el mal del prejuicio. Menciono aquello porque en mi infancia he vivido muchas experiencias que simplemente las aceptaba porque ahí estaban y no tenía alguna vivencia previa para compararlas y juzgarlas. No sabía ni cómo interrogar sobre ellas. Peor aún, en una ocasión le dije a mi madre que un compañero de mi aula tenía SIDA. Ella sorprendida me dijo que cómo sabía eso. Y yo le dije que era "mariconcito". Esa confusión fue absuelta, aunque por mi edad no la comprendí en su verdadera dimensión.

En las escuelas hallamos diferentes versiones de lo que es explicado en el hogar. Muchas no calzan con lo dicho e imaginamos posibles interpretaciones de acuerdo a lo que escuchamos de otros niños. Hubiera querido tener más respuestas a las interrogantes infantiles. Entre ellas estaba el comportamiento de un amigo del colegio.

En la primaria ese compañero parecía tener TDAH. Su apellido comenzaba con Ll, así que siempre lo sentaban o a mi lado o detrás. Era bien movido y todos creíamos que estaba loco. Lo encontraba siempre debajo de la carpeta y era común escuchar a la profesora gritarle por su nombre porque nunca estaba en su sitio. Jugar con él se volvía difícil porque se distraía cuando estábamos explicando lo que haríamos en el recreo. Al final, solo lo veía corriendo por el patio quién sabe en qué mundo. No era agresivo, solo bastante hiperactivo. El último recuerdo que tengo de él fue un día a la salida de clases jugando con su Auto Fantástico de plástico. A él lo recogían temprano pero ese día no y le pregunté por su papá. Me dijo que estaba hablando con la directora. Me invitó a jugar con él y estuvimos lanzando su juguete por unos peldaños. Si bien me daba pena que tirara así su carrito, igual le entraba porque él me pedía que lo hiciera. Fue divertido. Yo sabía que para jugar con él había que seguir unas reglas que siempre las iba cambiando. Por eso muchos no querían estar a su lado. Ese día particularmente me animé a hacerlo, es decir, a jugar como él quería y me sentí tranquilo porque llegué a entenderlo. Pasado unos minutos su papá lo fue a buscar y lo agarró de la mano para llevárselo. Yo lo llamé por su nombre mientras se iban y no sé la razón pero le pregunté si regresaría. Miró a su papá y vi que con tristeza le dijo que no. Ese doctor (mi colegio era para hijos de médicos) tendría la edad que tengo ahora. Me acerqué y le di la mano para despedirme. No sé qué será de él, ni cómo se habrá desenvuelto en la vida, pero hubiera querido comprenderlo mejor. Parecía feliz siendo como era. Lo recuerdo sonriendo, ensimismado en su propio goce.

Con los años he ido entendiendo su diferencia, pero veo que aún no estamos preparados para afrontar con seriedad estas circunstancias. La costumbre por ocultar lo incómodo debajo de la alfombra es una tara social que intentamos disfrazar por miedo, ignorancia y diría que hasta por maldad. 


martes, 20 de agosto de 2019

El Fujimorismo Cíclico

La memoria no es estática, ésta evoluciona de acuerdo a las experiencias vividas. Así, los recuerdos se valoran en base al tiempo presente. Si bien la situación del país no es la que desearía un país desarrollado, es más decente de la que vivíamos en los noventas, y mientras nos desarrollemos como sociedad, más atroces se verán los hechos ocasionados durante la época del fujimorato. Es por eso que los partidarios de esta nefasta organización siempre lucharán porque la realidad política y social peruana sea caótica para así siempre justificar el actuar de su líder y sus secuaces. Una sociedad de primer mundo verá el fujimorismo y su sistemática violación a los derechos de las personas como algo lamentable y merecedor de una eterna sanción.

Por eso, una vez que cayó la dictadura se debió iniciar un proceso de "desfujimorización" de la sociedad. Siguiendo el modelo que usaron los aliados para desaparecer cualquier vestigio nazi de Alemania, se debió prohibir que ningún partido político pudiera usar el nombre de Fujimori. Aparte, vetar toda declaración que intente aminorar los delitos cometidos durante ese régimen. Y para eso, mostrar con determinación y seguridad que aquellos líderes y "héroes" del fujimorismo son solo criminales que fueron sentenciados por los crímenes cometidos. No debemos dejar que tal organización tome el control  porque solo busca satisfacer sus intereses subalternos. Cometieron el engaño de seguir el juego democrático siguiendo la costumbre de disfrazarse de partidos políticos para que los ciudadanos mismos los colocaran en el poder y deshacer el orden constitucional a su antojo. Ya lo hicieron en el pasado y ahora están desestabilizando al gobierno para crear las condiciones más adecuadas para retomar el poder de nuestro país.

lunes, 12 de agosto de 2019

La tecnología y la estupidez.

Toda aquella tecnología que no dependa de la intervención del hombre para su resultado final, nos sobrepasa y no está acorde con el movimiento corporal y sobre todo mental de los individuos. La era digital ha permitido que nos saturemos de información, de reducir nuestras posibilidades de acción a la instalación de aplicaciones móviles, limitando nuestro desplazamiento físico para actuar. El resultado es que no podemos seguirles el paso. Esto genera una complicación seria pues los seres humanos necesitamos un proceso emotivo y reflexivo para concretar nuestros pensamientos. Un tiempo que la tecnología digital no considera ni permite. Regir el día a día en base a la inmediatez es actuar a medias, sin procesar ni completar lo actuado. 

La ansiedad es un síntoma de que los procesadores de las computadoras están limitando nuestras acciones a la rapidez y eso es porque al ser máquinas sencillas, infinitamente menos complejas que nuestro cerebro, pueden actuar con precisión y velocidad al realizar cualquier función. Es evidente que cualquier resultado que produzca el uso de estas tecnologías nos degrada como individuos si lo tomamos como tal, si no lo analizamos y pensamos en lo que acaba de hacer. La deformación de la imagen que tenemos de uno mismo producto de la fotografía digital tiene esta premisa. Es por eso que el abuso de estas tecnologías da como resultado actos estúpidos e irracionales. 

Es así que no vemos absurdo un autorretrato pictórico realizado con técnicas en las que la intervención del hombre es fundamental, pero sí le vemos un sinsentido a cincuenta fotografías de uno mismo porque quien las hizo posible no fuimos nosotros, sino una máquina sin cerebro. Al final, nosotros somos quienes les damos sentido a esto último (por ejemplo, publicándolas), justificándonos por lo que nos hemos vistos "obligados" a realizar con una máquina veloz pero inhumana. He ahí el origen de estar viviendo una época de estupidez.

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías?...

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías? Donde el principal valor está en lo que se traga. Se ce...