martes, 25 de febrero de 2020

La elección desesperada

No olvidemos que las elecciones electorales son una negociación. Los políticos que desean elegirse están negociando con nosotros. Intentan convencernos de que sus propuestas son las más adecuadas. No obstante, preguntémonos ¿en qué situación nos encontramos? cada uno evaluará cuál es su realidad, pondere su trabajo, salario, vivienda, salud, educación y cualquier actividad o realidad que determine su bienestar. 
Esa es la base de una negociación. Si estás desesperado y crees que puedes dar tu voto a cualquiera que pueda solucionar lo que te agobia de la manera que sea, entonces estás negociando mal. Saldrás perdiendo ya que el político se aprovechará de eso para sacar ventaja de tu situación. Eso lo vemos ahora, tolerando a candidatos que con total cinismo, no admiten sus crímenes y errores porque creen que los ciudadanos no tienen cómo actuar, nos consideran desesperados por llegar a algún trato. Es así que recordemos lo que decía Aldous Huxley: "El fin no puede justificar los medios, por la sencilla y clara razón de que los medios empleados determinan la naturaleza de los fines obtenidos".

Si dejamos que estos candidatos con sus mentiras nos convenzan de su elección, ya sabemos lo que nos espera.

lunes, 24 de febrero de 2020

La honradez rebuscada

Acabo de leer una opinión de un escritor muy lúcido para temas externos pero para los que implica su experiencia personal cae en la nubosidad que lo lleva a la ceguera. En esta explica con falacias o hechos tergiversados una situación que se acomoda convenientemente a su postura. Lo lamentable es la necesidad de justificar su forma de ver la realidad intentando ser políticamente correcto cuando ante el simple análisis de sus actos podemos observar que ha transgredido lo socialmente aceptado. Para ser más claro, si un sujeto es un racista, clasista, discriminador, acosador, machista, abusivo, envidioso, egoísta y todo lo que una sociedad rechaza, no debería justificar esas actitudes como si fueran valores mal entendidos.

Los artistas o escritores no tienen porqué ser buenas personas, menos ser intelectuales a los que necesitemos leer o escuchar su opinión sobre los problemas que nos aquejan como sociedad. Si desean tener actitudes en su vida personal que la sociedad repudia, que las hagan y se atengan a las consecuencias. Pero lo que parece inaceptable es que disfracen sus actos con valores que no tienen. Esa opinión no ayuda en absoluto al esclarecimiento de las razones por las que los seres humanos no gozamos de una plena libertad, al contrario, justifican que no la tengamos.

La libertad de expresión también es un derecho, sin embargo, eso no nos da la potestad para contradecirnos convenientemente cuando la situación se nos hace hostil a nivel personal. La falta de consecuencia es la evidencia que usamos máscaras con la intención que los demás abramos las puertas de nuestra confianza. Pero una vez dentro, nos traicionan con el doble discurso llenando de confusión nuestro sentido común, porque es evidente que nos preguntemos, ¿cómo puede pensar eso quién dice defender aquello? He ahí el daño que ocasionan.

El malagradecido como educador.

El malagradecimiento contamina las buenas acciones. El refrán "haz bien sin mirar a quién" pierde todo su brillo cuando uno se cruza con personas que se lo tienen aprendido no para practicarlo sino para aprovecharse de él. Las buenas acciones deben recaer en las personas que sepan apreciarlas, de tal manera que la cadena de favores tenga efectividad. Caso contrario, para el malagradecido, un favor siempre será insuficiente. Si uno le da algo, pensará que le pudimos dar más, si no le damos, nos acusará de ser mezquinos.

La vida no da tregua, así que no podemos hacer de ella un ejercicio interminable de caridad. Por eso es importante ser selectivos con quienes uno opta por ayudar y alejarnos de quienes sabemos que no aprenderán el significado del dar sin recibir nada a cambio. Cuando estuve en la universidad, me topé con un personaje que me hizo entender algunos de estos conceptos. Al ya casi finalizar un semestre, se me acerca haciendo uso de mi amistad y me pide prestado dinero para pagar la última cuota de su boleta. Y si esta no era pagada, no podría dar los exámenes finales. No recuerdo cuál fue la razón por la que me dijo que no podía pedírsela a sus padres que vivían en provincias. Me prometió y rejuró que me lo devolvería a fin de mes. No sin antes decirme que para mí era fácil ahorrar dinero porque no tenía pareja en ese entonces ya que eso siempre implicaba gasto. Como me pareció que realmente lo necesitaba y sentía lo angustiante de la situación, le presté. El resultado es el que todos suponemos. No me pagó a fin de mes, que era diciembre, se desapareció todo el verano y en el ciclo siguiente no hace mención al dinero adeudado. Como lo correteaba todo el semestre, me pagaba a puchos. Una vez me dijo que me pagaría tal fecha, pero nunca se apareció. Al encontrarlo me sale con lo siguiente: "Luján, ese día te estuve buscando, pero sabes, me gasté la plata, era el cumpleaños de mi enamorada y le compré un perfume con tu dinero. Así que te esperas hasta la próxima semana.", luego soltó una carcajada. Así estuve varios meses hasta que al final me da un último pago y dice: "ojo, ya no te debo nada." Y le respondí que no, que todavía faltaban 50 soles. Sonriendo me agarra del hombro diciendo: "no vas a hacer escándalo por 50 soles. Muy bien no pude pagarte nada." Ya se imaginarán la cantidad prestada para que diga eso. Y cansado y molesto por tanto trote le respondí que le regalaba el dinero.

Era todo un personajillo que sus índices de frescura han sido insuperables hasta la fecha. Sin embargo, también conocí a una persona de la que aprendí a ser generoso y sin pretender más que ver a los demás sentirse bien. Finalmente, ejemplos del malagredicimiento como de la gratitud hay muchos en nuestras vidas. La idea es que tengamos buen ojo para que el balance siempre esté a favor de las personas que podamos saber que pagarán a otros con las buenas acciones que les dimos.

miércoles, 12 de febrero de 2020

Nostalgia electoral

Cada uno fabrica sus propios fanatismos, y no hay ejemplo más claro que las razones por las que elegimos a un candidato en vez de otro. Me pregunto: ¿Por qué un veinteañero votaría por Fujimori o por los que lo representan, si ellos no vivieron en tiempo real dicha época? Muchos dirán que lo hacen por desinformados, que no comprenden las dimensiones de su gobierno corrupto y etc, y no obstante diremos que se aferran a esa ya cansina idea de que nos "salvó" del terrorismo y de la catástrofe económica. Pero, acaso no hacemos lo mismo cuando defendemos la revolución de Velasco o eso del gobierno honesto de Belaúnde. Claro, elegimos lo que nos conviene no porque en realidad lo creamos así, sino porque deseamos simplificar las cosas ante unas elecciones obligatorias.

Con el pasar de los años se van borrando esos "detalles" que nos hacen creer que todo tiempo pasado fue mejor.

PD: en un momento de mi época universitaria, en las que me aburría a conciencia viendo por cable los debates del Congreso, llegué a creer que sería bueno que regresara Alan García aunque sea como congresista para darle algo de buena oratoria a esos debates sosos y agotadores. Al pasar los días me di cuenta de tan bárbara idea y comprendí que ya estaba mostrando signos de una prematura chochez política.

lunes, 10 de febrero de 2020

La jugada de Avelina Lésper.

A la crítica de arte, Avelina Lésper, se le acusa de destruir una "obra de arte" en Zona Maco de México. Es harto conocida la posición de esta persona con respecto al llamado arte contemporáneo y algunos se indignan que haya pasado de la opinión a la acción. Aunque lo que ha hecho Lésper con su palabra es mucho más duro que empujar una "escultura" y hacerla trizas en el suelo.

Sin embargo, aquí ha sucedido algo interesante. Es claro que si destruyes una obra de arte tendrás que pagar por ella. Si se inicia un proceso judicial, se expondrá el verdadero valor artístico y económico de dicha pieza. ¿Qué contenía esa pieza? Era una placa de vidrio con una pelota y un cuchillo que lo atravesaban y era sostenido por un parante. ¿Dónde está el trabajo del artista? En colocarlas como estaban. ¿Será reproducible hacerlo?

La situación del Gabriel Rico, el artista afectado, y la galería es complicada. Un proceso judicial expondría el valor que tiene esta pieza que algunos dicen que costaba veinte mil dólares y otros veinte mil pesos mexicanos. Una distancia considerable que también pone en entredicho los criterios que se manejan para valorizar estas llamadas obras de arte.
Hace ya unos años, un escritor decidió publicar una biografía de Donald Trump donde entre otras cosas, cuestionaba que este personaje sea considerado como el más adinerado empresario inmobiliario del país. Según este autor, Trump estaba muy lejos de serlo. Esto sucedió cuando Trump todavía no era presidente, pero como sabemos, él siempre ha tenido mucho poder. Así que amenazó con demandar a cualquier editorial que publicara el libro. Es así que ninguna de estas casas editoras aceptó el libro por temor a una millonaria demanda. Menos una, esta le dijo al escritor que si se presentara un problema, ellos asumirían el costo legal de la defensa. ¿Por qué lo hicieron? Porque de iniciar un proceso judicial, Trump tendría que probar que lo que afirmaba con cifras el autor del libro era falso y para eso debería exponer públicamente el verdadero valor de sus edificios. Y como sabía que eso solamente probaría las afirmaciones del autor y desmentiría el hecho de autodenominarse como el empresario inmobiliario más rico del país, decidió ignorar la publicación y no demandar.

Quizás la jugada de Avelina Lésper sea colocar en un ámbito real y práctico el valor actual que se le dan a las obras de arte contemporáneo. Exponerlos como son y lo que el sentido común nos dice. Que muchos son solo basura reciclable sobrevalorada.

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías?...

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías? Donde el principal valor está en lo que se traga. Se ce...