lunes, 10 de febrero de 2020

La jugada de Avelina Lésper.

A la crítica de arte, Avelina Lésper, se le acusa de destruir una "obra de arte" en Zona Maco de México. Es harto conocida la posición de esta persona con respecto al llamado arte contemporáneo y algunos se indignan que haya pasado de la opinión a la acción. Aunque lo que ha hecho Lésper con su palabra es mucho más duro que empujar una "escultura" y hacerla trizas en el suelo.

Sin embargo, aquí ha sucedido algo interesante. Es claro que si destruyes una obra de arte tendrás que pagar por ella. Si se inicia un proceso judicial, se expondrá el verdadero valor artístico y económico de dicha pieza. ¿Qué contenía esa pieza? Era una placa de vidrio con una pelota y un cuchillo que lo atravesaban y era sostenido por un parante. ¿Dónde está el trabajo del artista? En colocarlas como estaban. ¿Será reproducible hacerlo?

La situación del Gabriel Rico, el artista afectado, y la galería es complicada. Un proceso judicial expondría el valor que tiene esta pieza que algunos dicen que costaba veinte mil dólares y otros veinte mil pesos mexicanos. Una distancia considerable que también pone en entredicho los criterios que se manejan para valorizar estas llamadas obras de arte.
Hace ya unos años, un escritor decidió publicar una biografía de Donald Trump donde entre otras cosas, cuestionaba que este personaje sea considerado como el más adinerado empresario inmobiliario del país. Según este autor, Trump estaba muy lejos de serlo. Esto sucedió cuando Trump todavía no era presidente, pero como sabemos, él siempre ha tenido mucho poder. Así que amenazó con demandar a cualquier editorial que publicara el libro. Es así que ninguna de estas casas editoras aceptó el libro por temor a una millonaria demanda. Menos una, esta le dijo al escritor que si se presentara un problema, ellos asumirían el costo legal de la defensa. ¿Por qué lo hicieron? Porque de iniciar un proceso judicial, Trump tendría que probar que lo que afirmaba con cifras el autor del libro era falso y para eso debería exponer públicamente el verdadero valor de sus edificios. Y como sabía que eso solamente probaría las afirmaciones del autor y desmentiría el hecho de autodenominarse como el empresario inmobiliario más rico del país, decidió ignorar la publicación y no demandar.

Quizás la jugada de Avelina Lésper sea colocar en un ámbito real y práctico el valor actual que se le dan a las obras de arte contemporáneo. Exponerlos como son y lo que el sentido común nos dice. Que muchos son solo basura reciclable sobrevalorada.

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