lunes, 1 de junio de 2009

Sin Televisión *

por Carlos Luján Andrade
RCTV era una porquería. Su programación era horrible, banal. Ni ellos (la oposición) la veían”. Eso dijo una profesora venezolana de inglés de 30 años justificando, a su manera, el cierre del canal venezolano Radio Caracas Televisión (RCTV) por parte del gobierno del presidente de ese país, Hugo Chávez. Tanto el presidente como sus detractores emiten argumentos encontrados sobre si es justificada o injustificada la censura de este medio de comunicación. Considero el debate eminentemente político que muchos lo involucran con las libertades del hombre tales como la libertad de expresión, la libertad de ser informado, la libertad de elección, etc., un atentado contra la democracia.

Yendo un poco más allá de la grave coyuntura y viendo la situación de la manera más sensata: ¿Qué tanto valor para la sociedad puede tener un medio de comunicación que es tildado por algunos como “una porquería” o “banal”? No creo que mucho, pero en pos de la libertad de expresión se les defiende cuando los quieren callar arbitrariamente por un gobierno abusivo, aún cuando en otros tiempos se les quería vetar por la improductiva y pervertida programación que emitían sin misericordia todos los días del año. Actualmente, toda emisora televisiva de señal abierta sufre un síndrome de estupidez mediática necesaria para existir como medio de lucro y que usa como disfraz la libertad de expresión y de opinión. Eso nos lleva a preguntarnos ¿vale la pena exponer a millones de personas a historias fantasiosas, a clichés sociales, a machismos descontrolados, a publicidad engañosa, a la basura argumentativa de los programas de opinión por dos o tres horas de algunos programas políticos que se encargan de denunciar –no está demás decir que de forma sensacionalista- las aventuras y desventuras de algunos personajes nefastos del gobierno de turno?

Ya podemos observar las consecuencias del atosigamiento de información con escasa rigurosidad intelectual o simplemente racional. Las sociedades están perdiendo capacidad de análisis, ahora se interesan por lo intrascendente, ejemplos tenemos muchos: veamos el fútbol, las telenovelas, las series cómicas, los noticieros sensacionalistas, la música pop, la admiración a individuos que fingen papeles ficticios de personajes que en la realidad desprecian.

Toda esa trivialidad la televisión defiende y protege en sus salas de edición o sets de grabación en aras de la “libertad de expresión”. Piensan en el entretenimiento, el lucro y no en la educación cívica y compromiso social cuando tienen la libertad y los recursos necesarios para hacerlo. Existen contados casos de esta labor comprometida con la sociedad pero de efímera duración por las “leyes implacables del mercado” al no ser “rentables”.

Y es así que esta libertad de expresión es usada para decir lo que les da la gana, para deformar conciencias, abusar de la ingenuidad de la audiencia, vender productos que no se necesitan, burlarse de la inteligencia humana, etc. En líneas generales, hacer la vida más miserable a los demás ya que por cinco años de engaños televisivos son 30 años de desconfianza del espectador por su prójimo.

Mientras exista una indiferencia por parte de los medios televisivos por el compromiso social, estos eventos desafortunados como el sucedido con RCTV seguirán sucediendo. Esa indiferencia será usada como justificación para pasar por encima del verdadero derecho a la libertad de expresión, que es el derecho a educar y formar a un pueblo en sus tradiciones y valores. Por mi parte, estoy de acuerdo con el cierre de toda televisión “banal” y que cuya programación sea una “porquería” como decía esa joven profesora venezolana. Sin embargo, no estoy de acuerdo que en su reemplazo coloquen una televisora estatal. Eso sí es injusto, pues prefiero levantarme y desayunar viendo la lluvia de distorsión del televisor, a los editoriales matutinos de algún gobierno trasnochado.

(*) texto publicado el 2007

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