jueves, 6 de junio de 2019

La Leche, la Sociedad y Bryce Echenique

Sería interesante enterarnos del verdadero daño que puede haber ocasionado el tener legiones enteras de individuos que en los primeros años consumieron leche que no era tal. ¿Será verdad que la leche de vaca no tiene ningún beneficio para el ser humano? De ser así, ¿dónde están las estadísticas?

Ahora con tanto meme sobre la leche que no es leche, me viene a la mente un capítulo del segundo libro de antimemorias de Bryce Echenique llamado Todo aquello y que por ese entonces me pareció discriminador pero que en el fondo lo he pensado tangencialmente. Solamente rescataré algunos pasajes que representan la mayoría del tema tratado:
"Los niños pobres peruanos -o sea los muchos más- vienen comiendo mal, pésimo, desde hace décadas. Por no ir más atrás, durante el gobierno militar de vocación izquierdista al mando del general Juan Velasco Alvarado -final de los años sesenta y primera mitad de los setenta-, la publicidad nacional, por todos aprobada, se refería al té Toro como el desayuno del niño peruano y, durante la década de los 80, los peruanos, niños y adultos, hicieron interminables colas para comprar una marca de leche -Enci- de importación estatal, de cuyas bondades muchos continúan dudando hasta el día de hoy. ¿Y cuál es el desayuno de los niños, a principios del siglo XXI? Pues por lo que vengo conversado y leído, hoy por hoy el té Mc Collins es el verdadero desayuno de una gran mayoría de peruanos.

Muy mala, pésima nutrición, muy mal, pésima sanidad, muy mala y escasa educación. Éstos son los tres jinetes del apocalipsis peruano y alcanzaron su punto máximo de horror durante el fujimorismo. En los años noventa la UNESCO publicó un informe acerca de los niños de este desafortunado Perú. Entre los ocho y doce años, el coeficiente intelectual de los niños peruanos desciende hasta alcanzar niveles muy inferiores a los de países vecinos como Chile, Colombia, Ecuador o Bolivia. Y en esos niveles se estanca, irremediablemente."

Luego Bryce desarrolla ideas sobre el daño del dictador fujimori al "consolidar" los niveles socioeconómicos D y E. Además de asuntos cotidianos que describen cierto fastidio al interactuar con gente que no sea de su círculo cercano, como nos tiene acostumbrado en casi toda su obra. En fin, una expresión en este capítulo me vino a la mente luego del problema con Pura Vida, y es cuando el escritor, por recomendación de un psiquiatra, le dice que escriba un "diario bancario" ante los tantos inconvenientes que ha tenido al realizar pequeños trámites financieros:
"Y otro día entré a una oficina bancaria a depositar un cheque. La empleada que me lo recibió, flacuchenta, triste y lentísima -las tres cosas para siempre-, no sé qué entendió que le había dicho yo, pero lo cierto es que se fue hacia una ventana que daba a la calle y dejaba entrar mejor luz, aunque limeña y gris y nubladona, esa luz, se instaló con mi cheque en alto, sujetándolo con un pulgar y un anular suciones, esmirriándose hacia arriba, empinándose y dándome totalmente la espalda , mientras con la otra mano sujetaba, sin duda alguna, con orgullo, una pequeña lupa. Al principio, el efecto sorpresa total me tuvo contemplándola, ahí, un rato, mano en alto el cheque (...) y así horas y horas.Y como esperando que se le aparezca la Vírgen de Fátima se vuelve a aparecer por la ventana, o algo así. Yo sé que un buen cristiano debe preguntarse antes quién le habrá regalado una lupa a esta pobre chica de clase D o E, originalmente, sin duda, o sea de coeficiente mental deficiente, por exceso de té y leche gubernamental, y muy poquitas vitaminas y proteínas, más lo de la sanidad y educación lamentables, qué se ha hecho la pobrecita con semejante invento de la ciencia, sino un total lío mental..."

Finalmente, ante otra experiencia desagradable por la incomprensible atención bancaria y ya agotado al extremo por esa falta de criterio termina así: "Casi me da un colapso, les juro, mientras abandonaba aquella sucursal, gritándoles a todo ahí: "¡Clase D!", "¡Té Toro!", "¡Leche ENCI!", "¡Clase D!", "¡Té Mc Collins!", "¡¡Clase D!!"... Aunque claro, como también antes, este algo era a mí a quién más heriría, pasados los momentos de rabia y de locura. Porque este algo, tras haber visto nuevamente a la esmirriada de la lupa y los cheques, fue un simple cambio de grito "¡Clase D!", por otro grito, aún más doloroso y famélico: "¡Clase E!", "¡Inmensa clase E".
Bueno, espero que hayan llegado hasta aquí, sino, gritaré virtualmente: "¡LECHE ENCI!".

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