Los revolucionarios son necesarios. La historia nos lo ha demostrado siempre. De no ser así, no estaríamos sentados donde estamos. Ver uno de estos individuos es un hecho extraordinario porque aparecen como la explosión de un volcán. Lo vemos cuando la coyuntura lo permite. Sin embargo, la revolución como los revolucionarios son sólo eso: una explosión, una energía que se va disipando con el tiempo, destruye lo existente para allanar el paso de lo que vendrá. Un bulldozer arrasa lo edificado pero este no puede construir ciudades ni reformar sociedades. Al final siempre será un bulldozer, siempre destruirá. Se necesitan otras máquinas, otros hombres para ocupar ese espacio vacío que una revolución ha generado. Un revolucionario que no sabe dejar de serlo terminará siendo una caricatura de su propia causa.
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