Desde hace varios años caminar (y no digo pasear) por el centro de Lima luego de las diez de la noche es un riesgo, La falta de iluminación de las calles es preocupante, la baja potencia de los focos y la inexistencia de luz en varias cuadras presenta un problema de seguridad para sus transeúntes que si no fuera por algunos vehículos que pasan con sus luces prendidas por ahí, simplemente uno camina en penumbras. Esto se resalta más cuando los negocios cierran sus puertas y las luces de estos establecimientos están apagados. Parece que el concepto de la administración municipal es iluminar sólo las avenidas adoquinadas, como el Jirón de la Unión, y las aledañas dejarlas a su suerte. Otro detalle es el olor pestilente a orín que justamente provienen de estas calles, ya que la oscuridad es utilizada por muchos borrachines y personas con males prostáticos para hacer de las suyas.
El descuido de la ciudad es obvio y aún no comprendo cómo una alcaldía pretende administrar una ciudad tan grande si ni siquiera puede ocuparse lo que está en sus narices.
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