Es normal desconcertarse ante actos ilícitos que los políticos y afines cometen a vista y paciencia de los demás. También sorprende el cinismo con el que se defienden ante lo evidente. Lo lógico es que estas personas sean castigadas con la prisión porque tienen pocas posibilidades de salirse con la suya. Ahora, ¿qué les hace cometer estos actos desesperados de ilegalidad?,¿por qué no aceptan su culpa y se someten a la colaboración eficaz para disminuir el castigo? Para mí la respuesta es el dinero.
Los corruptos tienen una lógica que justifica sus actos porque persiguen fines más elevados. Fines que pueden ir más allá de su propia libertad. ¿Qué podría ocasionar que el entonces Fiscal de la Nación transgreda las normas de forma tan burda? Y lo repito, el dinero. Aunque no es solo con un afán de acumularlo.
Me aventuro por una hipótesis que no es del todo descabellada ya que se ha visto en casos anteriores. Una persona entra a trabajar como funcionario público, es un "desclasado" y no posee más que su propio traje. En el transcurso de su labor, es tentado con el poder y el dinero. Más aún, las personas que le rodean les enrostra el lujo que poseen si es que hacen lo que le dicen. Con poca ética y moral es fácil caer ante este estilo de vida. Así, con artimañas y engaños, logran tener un patrimonio económico que con su propio talento jamás conseguirían. De esta forma acumula tanto capital con el que asegurará su buena vida y la educación de sus hijos en los mejores colegios y universidades. Pues sabe que con el tiempo, ese dinero mal habido será limpiado y su apellido dejará de ser uno más del montón. Comprará la "clase" que siempre quiso tener.
Entonces, sus fechorías tienen un fin más alto. Por eso es que son capaces de aguantar diez años de prisión con tal de evitar que se sepa el paradero de todo lo robado, por eso no pagan reparaciones porque las autoridades rastrean el dinero que con tanto celo lo resguardan para el bien de su descendencia.
Inmolan su libertad con tal de evitar que el plan de vida sea arruinado. El germen de este tipo de conducta es el vivir en una sociedad clasista y rígida. No olvidemos que muchos de los apellidos que veneramos y admiramos, dueños de bancos y corporaciones, tienen en su pasado actos turbios y deshonestos. Estos ya lavaron su cara del crimen de sus antecesores, y esa es la esperanza de los delincuentes de hoy.
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