lunes, 20 de diciembre de 2010

Cine peruano: ¿Por qué no imitar el fenómeno Nollywood?

Una cuestión todavía pendiente es el impulso de la cinematografía nacional y que recientemente se ha puesto en debate por la aprobación de la Ley Procine, en la cual se hace evidente el apoyo a las grandes distribuidoras y salas de cine en desmedro del cine nacional. Más allá del debate que los expertos en esta materia puedan realizar sobre las consecuencias de una norma antojadiza para algunos intereses, no debemos olvidar que las normas en sí no son las que determinan los cambios económicos y sociales de un sector, sino que también tienen que estar aunados a las necesidades de los actores involucrados. Una ley, sea del tema que sea, no generará ningún cambio si no obedece a una necesidad real. Me refiero a cuál pudo ser el criterio de imponer un aporte obligatorio de un poco más del tres por ciento de una entrada al cine para la promoción del cine nacional si no hay un incremento de los asistentes a las salas de cine. ¿Por qué hablar de un boom del cine nacional si las películas peruanas son retiradas de las salas cinematográficas a las pocas semanas de estrenadas llevando pocos miles de espectadores en el tiempo que estuvieron en cartelera? y sólo tienen alguna receptividad en los espectadores si las cajas de resonancia exteriores –léase premio, nominación o selección- les dan algún eco corroborando su calidad. Más aún, las películas nacionales no son capaces de venderse por sí mismas porque el público peruano no tiene la necesidad de verlas. Los motivos pueden ser muchos pero nos podemos  aventurar  mencionando que los temas tratados en estas producciones tienen el objetivo de impactar en el exterior en vez de hacerlo en el Perú y no por una cuestión de complejo cultural, sino porque es ahí donde está la publicidad que necesitan para poder vivir de esta actividad. En otras palabras, el cine peruano usa su realidad, sus problemas sociales y culturales para venderse en el extranjero.


Es una actitud lógica, yo vendo mi producto donde me lo pueden comprar, de qué serviría hacer una película que sólo los peruanos la entiendan, si ellos no la van a consumir. De ahí ya planteamos un punto de partida desfavorable para el desarrollo de la industria cinematográfica peruana.

Esta introducción tiene el objetivo de proponer que se impulse un circuito cinematográfico que no dependa de estas multisalas y distribuidoras que siguen la lógica de exhibir lo que más resuena en el extranjero, intentar competir con ello linda con lo absurdo. Una alternativa sería estudiar el fenómeno del consumo de cine en el Perú, es evidentemente que resalta la piratería donde podemos encontrar películas a precios irrisorios, desde 2 a 5 soles dependiendo del lugar donde se adquiera o 15 a 20 en el caso de los Blue – Ray. El consumidor de cine se nutre de las copias que pululan impunemente por todas las calles de Lima y provincias ¿De dónde es que nace el entusiasmo por comprar televisores plasma o LCD, DVDs o sistemas Blue Ray si no hay video tiendas formales? (o pocas como Drugstore DVD), no es necesario tener un doctorado en Ciencias Sociales para deducirlo.

Es ahí donde está el mercado abundante y emergente, y como dice el dicho, si no puedes con ellos, úneteles, quiero decir que el cine peruano debe buscar su distribución en este mercado y para ser más claro lo aconsejable sería repetir el fenómeno llamado Nollywood, el cine elaborado en Nigeria, y que es considerado como el tercer mercado cinematográfico más grande del mundo después de Hollywood y Bollywood, capaz de mover cerca de 200 millones de dólares al año.

La distribución de estas películas son eminentemente en los mercados formales e informales de este país en formatos DVD o VCD,  siendo el costo de las copias dos dólares, vendiendo las más exitosas entre 50 mil copias al año, actualmente existen casi 300 productoras que realizan películas en formato digital. Las locaciones donde se graban se encuentran en la calle misma, con actores amateurs (que luego se profesionalizan de acuerdo a su participación en un mayor número de películas) escogidos en castings que atrae a mucha gente. Se intenta abaratar los costos al máximo para que el producto final no sea vendido a precios excesivos, siendo ellos mismos  sus propios distribuidores.

El éxito de estas películas, que a veces no tienen un trabajo de producción depurado, se debe a que reflejan la idiosincrasia de los pueblos, mitos, leyendas, conflictos familiares, barriales, etc. Son de tanta aceptación que las copias vendidas superan a las de las películas de Hollywood.

Este es un ejemplo de cómo una industria cinematográfica puede crecer sin necesidad de leyes ni los favores de grandes grupos empresariales. Recordemos que Nigeria es un país subdesarrollado con informalidad que adolece de un grave problema urbano en su capital y que a pesar de eso ha podido fortalecer su propia industria.

No podemos olvidar mencionar el fenómeno de las cantantes de música folclórica, donde con videos de escasísima calidad lograron captar muchos adeptos y por ende, hacerlo un negocio rentable. 

Si bien repetir o intentar este modelo puede hacer disminuir la calidad de ciertas producciones, puede hacer que el público peruano se acerque más a nuestro cine y que lo consuma;  y por el otro lado que las productoras también vean incrementado sus ingresos para que paralelamente puedan hacer proyectos de mayor envergadura.

Hay que quitar el prejuicio de que los peruanos no podemos consumir nuestro propio cine, pero el primer paso lo deben dar las productoras, hacer cine independiente no quiere decir que sea cine exclusivo, artístico o conceptual o que hacer cine comercial es imitar a Hollywood, hay que tener mucha creatividad para tomar el negocio del cine en serio y no creo que a nuestros realizadores les falte.


Vídeos sobre Nollywood:

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