martes, 24 de marzo de 2020

El lenguaje mundano

Siempre crítico a las personas cuando desdeñan el lenguaje del fútbol creyendo que con esto uno se hace más serio y profundo para tratar los temas de la realidad nacional. El fútbol es el lenguaje de la gente, así de simple, hablando de eso puedes conocer sus conceptos de honestidad, grandeza, oportunismo, estrategia, cultura general, etc. Ignorar dicho tema es colocar una gran barrera entre uno y la mayoría de peruanos. Cómo pretender hablar de lo que los agobia si no metes el fútbol en la discusión, más aún, cuando este ha sido la representación de lo mal que nos va en muchos aspectos. Ah, hablan de Guerrero y no de Vizcarra, para mí los dos son importantes. ¿Por qué? porque cuando somos aún pequeños y no tenemos bien en claro lo que es el concepto de nación, vemos que esa camiseta de un equipo deportivo significa bastante para muchos, esa misma camiseta que tiene los colores de la bandera de nuestro país. A mi eso más me pasó con el voley porque en los ochenta era de lo único que podíamos estar orgullosos de ser peruanos en tiempo real. Ese afecto al final determinará las decisiones que tomaremos en nuestra vida cuando pensemos en lo mejor para nuestro país. En unos calará hondo y en otros simplemente les pasará como agua caliente. El descerebrado que ve el fútbol como una actividad ajena a cualquier otro significado trascendente ya es algo distinto.

Otra cosa es que sea correcto o no verlo así, ese no es el tema del post. El elitismo es desagradable porque linda con el fascismo. Ya cansa escuchar que existe una sola forma de comprometerse con su sociedad.
Me entretiene hablar de fútbol con distintas personas en este tiempo. Es un vínculo sencillo y gratuito que me permite acercarme a las personas, desde el taxista que me lleva a casa, con quien veo un partido de fútbol en una tv de una vitrina o hasta con quién compra figuritas al lado mío en un kiosko.

lunes, 16 de marzo de 2020

Los requisitos de la vida.

Una postulante a un puesto de funcionario público extraordinariamente saca un puntaje alto en la entrevista personal, mientras que su CV no está entre los mejores. Dicha postulante obtiene el trabajo y las alarmas se activan cuando nos enteramos que es hermana de una congresista. ¿Cómo pudo pasar eso?, ¿es eso posible?, que alguien pueda estar en las antípodas de parecer alguien competente porque convence con su presencia y labia, pero no cuando se evalúan sus estudios y experiencia laboral.

Podemos decir que en este caso específico es evidente que aquí hay algo del tarjetazo tan común en nuestro país por décadas. Sin embargo, este hecho me trae a la mente un curso que llevé en la universidad. Este se llamaba Psicología Industrial y recuerden que estábamos por el primer quinquenio de los noventas y aún la modernidad no era tan abrumadora como lo es hoy. Ese curso se llama ahora Psicología Empresarial.

En fin, era electivo y ese nombre tan extraño fue lo que me llevó a tomarlo. El tema que escogí para mi nota final de tarea académica fue de la selección de personal. Uno de los tips que recuerdo fue el de la entrevista de trabajo. Entre las muchos errores que se detectaban en estas era el de la simpatía por el solicitante. Ejemplo, si el entrevistador es muy hablador, a este le caerá en gracia el postulante que lo deje hablar, si lo interrumpe, considérese eliminado. Es decir, no se evalúan las capacidades del futuro trabajador, sino con quien el jefe se sentirá más cómodo. He ahí que el parecer un trabajador competente es más importante que serlo.

Otra experiencia que no es precisamente en el tema laboral, sí tiene que ver con la entrevista personal. Cuando llevé un curso en la Academia Diplomática para postular a esta, había un joven afanoso que se sentaba en los asientos delanteros. Prácticamente no dejaba pregunta sin respuesta, pues era el primero en levantar la mano cuando un profesor hacía una pregunta. Resolvía primero las evaluaciones de Economía e Historia. Ese hecho le comenté a algunos compañeros mencionando las capacidades de esta persona. Ellos me desinflaron el globo cuando me dijeron que era la tercera vez que llevaba el curso (ellos lo llevaban por segunda vez) comentándome que si bien conocía los temas, siempre lo jalaban en la entrevista personal. Detalle que no lo puse en duda porque este personaje tenía una conducta anormal (no me pregunten las razones por las que digo esto) Meses después veo los resultados de la evaluaciones, que eran como cinco y eliminatorias, y en la última -justamente la entrevista personal- lo jalaron.

Lo que sí es claro es que el mundo no tiene requisitos taxativos para desenvolverse en él. Si bien es cierto que siempre hay una forma correcta de hacer las cosas, la mayoría de veces no se hacen manteniendo los mismos vicios que hacen de esta realidad errática y conflictiva ya que nos permite mantenernos en nuestra zona de confort. La elección estará en insertarnos a ese mundo jugando sus reglas y triunfar o combatir ese sistema y quizás quedarnos en medio de un camino incompatible con nuestros principios.

La indolencia citadina

En el último libro de Miguel Ildefonso, "Memorias de Felipe", encontramos un pasaje donde un niño lustrabotas se queda llorando porque el cliente se fue sin pagarle. Mientras el hombre se va por un lado, el pequeño se va gimoteando por el otro. Ese hecho me hizo pensar en el contraste que uno puede observar en las estatuas humanas del Jirón de la Unión, que no se mueven un milímetro si no le depositas unas monedas en sus alcancías. ¿Qué distancia existe entre un hecho y el otro? ¿ Dónde muere la inocencia y nace la desconfianza y la practicidad?.
El ser indolente en los negocios no es una cualidad del malvado o del monstruo capitalista obeso y de puro en la boca. El mercado no debe moverse si no hay monedas en la alcancía. No podemos empujar una piedra con intenciones. El motor de todo lo que nos rodea está en el puro y frío intercambio de bienes y servicios. Cuando no entendemos eso lo más probable es que terminemos llorando a moco tendido, pensando que debimos de vivir en un mundo mejor, y claro, no vamos detrás del deudor sino al otro lado, a planear la venganza, la destrucción del sistema que nos deja compungidos y con una gran lágrima en el rostro.

Es necesario, en cualquier circunstancia, que los conflictos no lleguen a niveles dramáticos...

Es necesario, en cualquier circunstancia, que los conflictos no lleguen a niveles dramáticos. Hace unas semanas, vi un documental sobre la i...