jueves, 5 de mayo de 2011

Exposición de Héctor Ñaupari con motivo de la presentación del libro “Poéticas” editado por Raúl Allaín e Iván Fernández Dávila


Casa Museo Porras Barrenechea, 29 de abril de 2011

El arte poética es, para la poesía, género príncipe de las letras, semejante a la sinfonía y el solo en la música o al bodegón, el retrato y el desnudo femenino en la plástica: ejercicio definitivo del artista, que consolida su visión, constituye el manifiesto vital de su insolencia creativa o su domesticación, y reúne su concepto en torno al arte que ha elegido para darnos a conocer sus luces y desgarramientos.

Para los entendidos, con el arte poética las palabras del creador resuenan en nuestro interior como nunca han sonado antes. Son poemas que nos hablan sobre la poesía. Mejor dicho: en ellos el poeta habla sobre su poesía, o sobre la relación que él o ella mantienen con el poema, y al hacerlo van exponiendo ideas e intuiciones sobre lo que toda poesía es o puede llegar a ser.

De este modo, el interesante libro Poéticas de Raúl Allaín e Iván Fernández – Dávila es una selección muy reciente del tipo de poemas que en la antigüedad, con Aristóteles y Horacio, se llamaron ars poetica, y muchas veces simplemente “poética”– y que la modernidad recuperó a partir de la admirable composición “Art Poétique” (Arte Poética) de Paul Verlaine, una de las máximas figuras del simbolismo francés, creado en el punto culminante del frenesí turbulento que fue su vida bohemia e intensa, en su libro Antaño y hogaño, de 1884. Nos dice el atormentado amante del enfant terrible Arthur Rimbaud:

Prefiere la música a toda otra cosa,
persigue la sílaba impar, imprecisa,
más ágil y más soluble en la brisa,
que –libre de lastre– ni pesa ni posa.
Que vuestra palabra tenga un indeciso
y equívoco paso, si lo decidís. […..]
Que tu verso sea fugaz y suave,
sutil y ligero, como vuelo de ave
que busca otros cielos y otro nuevo amor.
Que tu verso sea la buena ventura
esparcida al aire de la madrugada,
que huele a tomillo y a menta granada…
Todo lo demás es literatura”.

Por otra parte, un bello ejemplo del arte poética en el siglo XX es el poema In my craft or sullen art (En mi oficio u hosco arte) de Dylan Thomas. El galés, tan ebrio hasta la desmesura como genial en sus composiciones, nos dice, en su lirismo descarnado:
  
“No para los soberbios aparte
de la rabiosa luna escribo
en estas páginas rociadas
por las espumas del mar
ni para los encumbrados muertos
con sus ruiseñores y salmos
sino para los amantes, sus brazos
abarcando las penas de los siglos,
que no elogian ni pagan ni
hacen caso de mi oficio o arte”.

Ya en estos casos vemos que el arte poética es una recomendación de cómo escribir poesía o hacia quiénes va dirigida. Ahora bien, si vamos a los creadores iberoamericanos, la nómina es muy extensa: Rubén Darío, Antonio Machado, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Mario Benedetti, Juan Gelman, entre muchos otros, nos dieron un testimonio de cómo concebían la poesía. Por ejemplo, Huidobro titula “Arte Poética” a un texto de su poemario El espejo del agua de 1916:

“Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.
     Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata”.

A su vez, el autor de Odas elementales, Residencia en la tierra y Canto general define su Arte poética con versos como éstos:

“pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso”.

Para ambos poetas el arte poética es un mandato ineludible de la creación, un llamado incontrastable a la acción, una tarea impostergable, una espina en el costado que nos duele y debemos sacarnos para vivir.

El divino Borges nos dice en su “Arte poética”, perteneciente a su libro El Hacedor, fechado en 1960, que frente al transcurrir del tiempo y de nuestro propio tránsito, como se evade el agua de un río, la labor de la poesía es transformar la penuria que trae el tiempo, convertirla en música y símbolo, transformar la muerte en sueño. Pero, la poesía ha de mostrarnos, a la vez, nuestra cara, como si fuera un espejo, para brindar, entonces, una parcela de verdad. Así, la poesía permanece, pero de un modo cambiante como, permanece el río en su fluir:

“Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño. [….]
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso”.

Otra modalidad de ese discurrir borgeano se halla en los poemas “Arte poética” de Juan Gelman, así como de Mario Benedetti. Para el primero de los nombrados, la poesía se representa como condena o penitencia de la que no hay escapatoria alguna:

“Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos”.

Para el segundo de los mencionados, el poema se revela como un martilleo indetenible sin otro propósito que permitirnos escuchar al poeta:

“Que golpee hasta que nadie
pueda ya hacerse el sordo
que golpee y golpee
hasta que el poeta sepa
o por lo menos crea
que es a él a quien llaman”.

En el Perú, Javier Heraud dio al Arte poética una expresión más social. Veamos su texto in fine, escrito entre Madrid y La Habana, entre 1961 y 1962, henchidos de romanticismo revolucionario:

“Y la poesía es
un relámpago maravilloso,
una lluvia de palabras silenciosas,
un bosque de latidos y esperanzas,
el canto de los pueblos oprimidos,
el nuevo canto de los pueblos liberados.
Y la poesía es entonces,
el amor, la muerte,
la redención del hombre”.

Y, junto a la burla expresa de Antonio Cisneros, cuando dice en su Arte poética 1, de 1972, “Un chancho hincha sus pulmones bajo un gran limonero / mete su trompa entre la realidad”, se encuentra Marita Troiano, quien da el toque erótico a su “Arte poética”, dispuesta en su primer libro de poesía, Mortal in puribus de 1996: 

“La poesía me hizo suya en un lecho de arena
y hojas blancas
lamidas por la brisa
con un sol rojo enardecido
con una luna abandonada
y fue mi sangre
fue mi piel
mi propia sombra
la poesía fue mis alas hacia la libertad”.


Así llegamos a este libro. Podemos decir que cada uno de los poemas de Poéticas es una joya en sí mismo y se convierte en un faro para seguir iluminando la obra de los autores. De su lectura ustedes podrán vislumbrar los ejemplos que hemos presentado, a fin de encontrar los que más directamente pueden llevarnos al sentimiento compartido, a la excelsa creación, no menos que a la solitaria reflexión.

Los poetas de este interesante libro redefinen, con amplitud e inteligencia, la sentencia de Shelley, quien decía que los poetas son los legisladores conscientes del mundo, y que extiende George Oppen, al sostener que “los poetas son los legisladores del mundo desconocido”. De este modo, el trabajo de cada poeta en Poéticas es una respuesta a una determinada coordenada de lenguaje e historia, y abre una vía nueva, un modo incógnito de entender este arte sutil como un perfume, violento como un asalto, sorprendente como un beso hurtado a una joven hermosa.

Por otra parte, como Isaías, el Príncipe de los Profetas, los versos de Poéticas se asemejan a revelaciones sobre las difíciles horas que ya vive nuestro país, que se ha convertido en “el portador de la zozobra que pudo maniobrar” como nos dice Alex Valenzuela en su poema Remembranzas.

Los días de desolación y desasosiego que también han vivido nuestros padres y los padres de ellos, en tiempos anteriores, pero también dictatoriales y perversos, se convertirán en “los cárdenos ladrillos de la casa ausente”, como versa Fabrizio Álvarez en su poema Retablo de sueños.  

Y Poéticas nos anticipa nuestro comportamiento en este reino invadido de escombros que será el Perú, donde “en la ausencia más distante / me siento más cerca del abismo que de la muerte”, como sostiene el poeta Lenar Mar en su texto Eres la curva invisible.

Por eso mismo, habrá que recordarles, de modo permanente, a estos dos aspirantes de dictadores, uno de los cuales nos gobernará, para nuestra desgracia, el verso límpido de Heberto Padilla, Para escribir en el álbum de un tirano:

“Protégete de los vacilantes,
porque un día sabrán lo que no quieren.
Protégete de los balbucientes,
de Juan–el–gago, Pedro–el–mudo,
porque descubrirán un día su voz fuerte.
Protégete de los tímidos y los apabullados,
porque un día dejarán de ponerse de pie cuando entres”.

Y, a nosotros mismos, para entender nuestra singular condición, el magnífico poema Todo esto es mi país, de Sebastián Salazar Bondy, que les leo a continuación:

“Mi país, ahora lo comprendo, es amargo y dulce; mi país es una intensa pasión, un triste piélago, un incansable manantial de razas y mitos que fermentan;
mi país es un lecho de espinas, de caricias, de fieras, de muchedumbres quejumbrosas y altas sombras heladas;
Mi país es un corazón clavado a martillazos”.

Con Salazar Bondy, creo, sin embargo, que hay esperanza, “la respuesta necesaria que no escucha pero se pronuncia” como escribe el poeta Javier Cuquisibán en su creación Polivalencia intrínseca.

Cuando la democracia vuelva, Raúl Allain, Iván Fernández – Dávila, los autores de Poéticas, y muchos otros, regresaremos con los prisioneros, con los despojados, con las blancas mujeres dolientes, con los ateridos por los estragos de una larga espera. Con ellos nos pondremos la piel arrasada, los sacos sin recelo, el perdurable ímpetu. Seremos la primavera, la alegría, la ola libre azul que pese a irse vuelve siempre.

Y entonces, serán nuevas todas las cosas, el aire, la luz, la libertad, mi amor heredado, este hermoso poemario colectivo Poéticas, y sobre todo el mañana, que se extenderá como el cielo en la línea febril del horizonte.

Muchas gracias.

Santiago de Surco, 29 de abril de 2011


domingo, 1 de mayo de 2011

La Sinceridad Poética *

* Exposición con motivo de la presentación del libro "Poéticas", Casa Raúl Porras Barrenechea, 29 de abril de 2011.

Cuando los editores me pidieron formular algunas reflexiones sobre el libro Poéticas, me resultó inevitable evocar lo pensado cuando me invitaron a escribir un poema sobre el Arte Poética:


Para quienes escriben Poesía, resulta complicado escribir sobre lo que ésta significa, tanto así como le resultaría a un loco hablar del origen de su locura, o más aún, de lo que para él significa la Locura. Un individuo poético no conoce otro universo que no sea el que la misma poesía le otorga, escribir sobre ella es solicitarle que abarque los sentimientos que le produce el vivir, un sentir tan vasto que no puede caber en un lenguaje cuyos significados y significantes han sido creados justamente para delimitar.  La tarea de escribir sobre lo que es el arte poética no hace sino expresar justamente la imposibilidad de referirse a ella.

Entonces, qué decir  sobre una publicación que contiene más de una treintena de poemas que justamente tratan de esto.

Y eso me lleva a observar luego de su lectura una constante: la sinceridad. Estos poemas se encuentran concatenados únicamente por el deseo de ser una comunidad libre, conformadas por figuras literarias de múltiples sonidos y rostros,  donde la belleza resalta la autenticidad de lo escrito, la autenticidad del hombre que vive para el verso.  Aclarando que no debemos creer que todo aquello que se hace llamar poesía es franco y más aún, no confundir la buena poesía o mala con lo que se pretende exponer, Pessoa tiene una observación al respecto, él explica:

“Para poder juzgar el mérito de un poeta, o de cualquier artista, hay que preguntarse, sucesivamente, tres cosas: 1) ¿Qué pretende expresar? 2) ¿Expresa de verdad lo que pretende? 3) ¿Expresa solamente lo que pretende? Si estas tres circunstancias se dan en un artista, puede desde luego asegurarse  que se trata de un artista de mérito; el grado o nivel de mérito es otra cuestión, más difícil de probar o definir…”



La mala poesía puede ser auténtica, en ella puede haber sinceridad de sentimiento pero la que no tiene, posee lo que Johannes Pfeiffer llamaba “falsedad de tono”.  Refiriéndose al no hablar en serio, en donde se fabrican sentimientos desesperados o creencias no experimentadas. Ejemplificándonos la manera de diferenciar entre la fabricación literaria y una auténtica expresión esencial; en la primera existe la impura afectación, la impertinente insistencia, jactancia y arrogancia, en el segundo está la casta sinceridad, la gravedad hermosa, firme y viril. En la falsa se descubre la trivialidad de los ritmos y de las rimas, lo barato de las imágenes, en ello hay una expresión de un impostado horror y tristeza no sentida, a la vez se puede descubrir que en este tipo de poesía se utiliza a la vida como justificación de los versos del poema, un simulacro poético que nos hace cómplice de un sentir irreal, derivándonos hacia una fantasía lejana paralela a la vida real. El desvergonzado impostor fabrica, crea, finge, se burla del fervor auténtico imponiendo una “fingida desesperación”.

En los poemas presentes en esta edición de Poéticas, la autenticidad se encuentra inoculada en la misma génesis del libro, ya que como señala Raúl Allaín, su editor, la creación de la presente publicación, surge en el periodo otorgado para la elección del texto sin que el editor haya tenido injerencia en la selección. Y qué más autenticidad que la reflejada por la voluntad de cada poeta para elegir entre toda su obra, o para escribir, lo que para ellos es su poesía. En tal sentido me pregunto: ¿Algún impostor poético podrá hacerlo sin ruborizarse?

Poemas que muestran las rutas tomadas desde diferentes puertos, convirtiéndose para unos, en una aventura interestelar hacia los más lejanos infinitos, mientras que para otros resulta más bien un viaje al centro del cuerpo, con la esperanza, quizás, de encontrar dentro de ellos mismos su propia alma. Poemas que en caravanas van acompañados de las mismas motivaciones, como es el sentimiento amoroso, dispersándose en su momento con sus propios versos, intentado cada uno arribar a algún destino esperado. El sentimiento poético es el combustible de la poesía, la autenticidad de todas estas voluntades nos permite confiar en que cada uno de estos escritos nos hará llegar hacia donde sus autores nos guíen. Porque confío en que tal franqueza no nos llevará al naufragio. Pero no nos equivoquemos, esta autenticidad de la que hablo no debe confundirse con la Verdad, ya que si bien puede existir la falsa poesía, no por ello debemos considerar a la poesía verídica como su antagónica. Edgar Allan Poe, manifestaba que se ha impuesto la herejía de La Didáctica, suponiendo tácita y expresamente como objeto último de toda Poesía, la Verdad, objetando que para buscarla se necesita severidad, sencillez, precisión, laconismo, frialdad y desapasionamiento, el reverso de lo Poético. Afirmando así que la Poesía se nutre del Gusto, la que le hace la guerra al Vicio, continente de la deformidad y la desproporción que atentan contra la Belleza; porque eso es lo poético, el sentido de lo Bello. Un instinto inmortal profundamente enraizado en el espíritu del hombre, no siendo una mera apreciación de la Belleza que hay en nosotros, sino el desaforado esfuerzo por alcanzar a la que está por encima, y en ese intento es posible percibir la placentera elevación o entusiasmo del alma que se reconoce como el Sentimiento Poético. De ahí la diferencia con la Verdad, que es la satisfacción de la Razón y de la Pasión, que es la satisfacción del corazón, y de existir aquéllas deberán ser sometidas a la Belleza, atmósfera y real esencia del Poema.

¿Y qué podemos encontrar en la sinceridad poética? Si bien en la falsa poesía hallamos pre- experiencias, descripciones de emociones no vividas y la imposibilidad de conocer al mismo poeta, en la sincera percibimos al individuo real, no al fabricado, al hombre que está muy cerca de las tentaciones mundanas y a los vicios del orgullo. Y si bien la poesía destaca por ser pura, no olvidemos lo que decía el poeta cubano Virgilio Piñera: la mitad de toda pureza es impureza, lucha, espanto, tinieblas y horror. A veces tenemos la necesidad de fabricar detrás de este género un halo de excelsitud y admiración exagerada por la creencia de que algún espíritu supremo solicita nuestro verso para trasladar la inspiración proveniente de una inmaterialidad desconocida. Sin embargo, tras bambalinas, a todas estas palabras las preceden graves errores, desengaños bestiales, días pugnando con los días, fatales desenlaces, tristeza honda y quizás punitivas decisiones. La libertad poética nos desprende de la sanción terrenal, permite que nos arroguemos una demencia justificable, denunciando con versos edulcorados las más terribles emociones.

No obstante en aquélla también realzamos la vida, le damos una nueva dimensión a lo creído desolador, odiamos con encanto, creamos dioses tristes o viejos en contraste con la impuesta felicidad y juventud del poeta viviente en nuestros versos, respondemos todas las preguntas angustiantes con imágenes únicas y somos diferentes entre todo aquello que vemos igual.

Durante buen tiempo creí que la poesía contenía una tristeza innata, el peso de las emociones del hombre, el lamento de un aprisionado gigante que lucha por salir de una pequeña y oscura cueva, sin embargo, tal estremecimiento no debe ser patético porque la Belleza no lo es, más bien en ella se enaltece a la melancolía, o como hace unos días escuché decir al escritor chileno Antonio Skármeta, la poesía es encontrar la victoria en la derrota.

Los poemas agrupados en este libro me dan una lección acerca de eso, de encontrarme con la necesidad de todos ellos de salir a flote, estirando el cuello sobre la marea en busca de un respiro, así tengamos, como los icebergs, el descomunal peso de las confundidas emociones bajo el mar. En ese deseo de trascendencia, de instinto de supervivencia podemos hallar la sinceridad poética que la poesía reclama para sí misma.

Concluiré esta breve exposición con la lectura de un pequeño poema de Fernando Pessoa:

Dicen que finjo o miento
En todo lo que escribo. No.
Yo simplemente siento
Con la imaginación.
No uso el corazón.

Lo que sueño y todo lo que me pasa,
Lo que me falta o lo que finaliza,
Es como una terraza
Que da a otra cosa todavía.
Esa cosa sí es linda.
Por eso escribo en medio
De lo que está en pie,
Libre de mi atadura,
Serio de lo que no lo es,
¿Sentir? ¡Sienta quien lee!




Muchas Gracias.


Carlos Luján Andrade



POÉTICAS



El día viernes 29 de abril a las 7:00 pm (hora exacta) se presentará el poemario: POÉTICAS – Artes Poéticas por poetas contemporáneos peruanos, editado por Raúl Allain.


La presentación del libro estará a cargo de Héctor Ñaupari, Carlos Eduardo Luján Andrade, Raúl Allain e Iván Fernández-Dávila.


Se ofrecerá una lectura poéticas con textos de los poetas participantes:


JULIO ATENCIO, MERIAM BENDAYAN, THALÍA TUMES, CARLOS LUJÁN ANDRADE, CLAUDIA INCHÁUSTEGUI, ESTEFANÍA CUESTAS, JULIO CARMONA, NONATO RUFINO CHUQUIMAMANI VALER, VALERIA SEMINARIO, FRANSILES GALLARDO, SEBASTIÁN ARAGÓN, MIGUEL AGURTO SILVA, ROSINA VALCÁRCEL, JORGE CORDOVA, MOSHENGA VIII CABANILLAS PEREZ, FRANK HERNÁNDEZ, FABRIZIO ALVAREZ LOBATO, ALEX VALENZUELA ROMERO, KAREN CARBONE ROJAS, GABY ARCE MUÑOZ, HÉCTOR ÑAUPARI, PARIX CRUZADO, UMBERTO TOSO, JUAN ESTEBAN YUPANQUI, PAUL CAÑAMERO ÁLVAREZ, JAVIER CUSQUISIBÁN MOSQUERA, LIZANDRO VARGAS PACAYA, ZOILA CAPRISTÁN, ELMER ARANA, NÉSTOR MÁLAGA CARPIO, LENA LUNA, JIMMY CALLA, LENAR MAR, MARIA ALEJANDRA CASTELLANOS, LEYDY LOAYZA, DIANA LIZETH BENITEZ, PAUL TORRES.


Fotografías del evento:

Raúl Allaín, Iván Fernandez - Dávila, Hector Ñaupari, Carlos Luján A.

















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