jueves, 28 de junio de 2018

La eliminación alemana y las conspiraciones mundiales.

Las teorías de las conspiraciones son divertidas. Sin embargo, algunas veces arañan la verdad, aunque sea por un hilo. La eliminación de Alemania del Mundial de Rusia no ha sido extraña para algunas voces. Más aún, no ha sido nada raro que EEUU no haya clasificado. Su no clasificación ha sido contra todo pronóstico, considerando la gran inversión económica que medios de comunicación y empresas gringas ya habían hecho. Algunos especulaban que la Fifa presionó para que no asista a este campeonato luego de que este país sea el que provocara con sus investigaciones el Fifagate.

En fin, otro asunto es la participación de Alemania en este Mundial. Recordemos que Unión Soviética no asistió a Alemania 74 y no precisamente por no clasificar en la cancha, sino que se resistió a jugar en Chile el partido de vuelta por cuestiones de seguridad. Así, en un vergonzoso partido, Chile jugó solo en su estadio y aseguró su clasificación. Rusia a Alemania 2006 no clasificó. Ahora, qué tiene que ver con esto. Que quizás se le haya pedido que este país no vaya a Rusia, pero al ser el último campeón del mundo y de la copa Confederaciones (realizada en Rusia) como que no tuvo alternativa. Lo más salomónico era que se vaya en primera ronda y así lo hizo. Es raro que luego de mostrar un fútbol de tan alto nivel antes del Mundial, haya jugado con tanta imprecisión y falta de estrategia. Ya hemos sido testigos que la pasión futbolera sobrepasa las tribunas. No crea conflictos directos, sino que incuba resentimientos profundos. Una goleada puede ser tan ofensiva como una pérdida territorial en un conflicto bélico.

La fuerzas oscuras de la Fifa vuelven a cubrir el Mundial con su manto de intrigas. Desde tiempos inmemoriables los mundiales han tenido cuestiones poco claras que ni el VAR podrá despejar. 😂🤔😲😵

La experiencia futbolística española.


En una conferencia de prensa que dieron los jugadores de España luego de su eliminación en primera ronda de Francia 98, Luis Enrique hablo furiosamente ante las críticas que les estaban haciendo. Mencionó que de dónde sacaban tantas expectativas con respecto a la selección, que si nunca habían sido campeones del mundo y apenas tenía una Eurocopa de hace más de 20 años, un poco más y decía el "me tenés podrido" de Markarián. De esa forma intentaba eliminar la presión que esos futbolistas sentían en ese momento.


Es sintomática la narración del comentarista español luego de la eliminación en cuartos de final en el Mundial de 1994, luego del segundo gol de Roberto Baggio a los 41 del segundo tiempo que prácticamente los dejaba fuera:

"¡Qué injusticia!, siempre nos pasa igual, en el 86 contra Bélgica, en el 90 contra Yugoslavia y aquí, es increíble, la verdad..." Al final del partido se lamenta: "¡Qué injusticia!, ahora no hay que hablar ni de tácticas, ni de entrenadores, ni de jugadores, hay que hablar de mala suerte. España ha hecho absolutamente de todo para pasar de esta ronda, el mejor partido y ha sido una injusticia terrible, terrible..."

Y recuerden que lo que cito es del Mundial anterior al de la eliminación en Francia 98. Es decir, fue más dramático aún quedarse en primera fase con esos antecedentes.
La historia tiene un final feliz. El siglo siguiente España obtuvo dos Eurocopas (2008, 2012) y su primer Mundial (2010). El camino hacia la gloria es tortuoso. Para todos lo es.

Patriotismo de estadio

A veces cae mal ese patriotismo banal. Poco me ha conmovido ver a la gente entonar el himno o una canción criolla en estadio extranjero. Pocas veces he visto esa solidaridad masiva en nuestro propio país que se le ha dado a una selección de fútbol en otros ámbitos. Más aún, cuando en ese mismo momento que "todos se unían por la selección", instituciones privadas y públicas estaban mendigando unas cuantas frazadas para que la gente que vive en zonas altas no se mueran de frío. Claro, el aplauso y el griterío son gratis.


Apenas al peruano le pides un sol de bolsillo para ayudar al otro mira hacia el lado contrario. Somos del aplauso fácil. Por eso no extraña que fallen un penal y no escatimen en insultos y graves calificativos cuando segundos antes lloraban de emoción por un gesto conveniente.

Esa gente que lucía su camiseta de la selección en un estadio lleno, vociferando y botando baba en cada grito, me recordaba a esos feligreses que cantan a viva voz una canción de cristo todos lo fines de semana en la capilla con la intención de borrar de la conciencia su mezquindad cotidiana.

domingo, 24 de junio de 2018

Aproximaciones a Memoria de Felipe. Novela de Miguel Ildefonso.




Aproximaciones a Memoria de Felipe.
Novela de Miguel Ildefonso. (*)


Por Carlos E. Luján Andrade


 “Algunos dicen y cantan y callan y andan y siente y duermen su nostalgia,
tan persistente como inútil. Algunos creen que la nostalgia pierde su contenido
con el tiempo,  que arde a fuego lento y se torna en verdad devoradora
porque ya no guarda relación alguna con un hogar concreto.
Yo soy de los que piensan así.”

(Herta Müller)


Cuando somos infantes, nuestros padres hacen un juego donde esconden objetos o a ellos mismos detrás de una manta o de sus manos. El bebé al no ver dichos objetos o no vernos, comienza a sentir el miedo al abandono al creer que aquello visto ha desaparecido para siempre. Sin embargo, este juego aparte de desarrollar otras capacidades del niño, nos ayuda a saber que existen objetos que no están a la vista. Ese ejercicio también nos ayudará a enfrentar la llamada crisis de los ocho meses en la que sentiremos la ausencia de los padres. Así, nosotros de alguna forma ya tendremos una idea acerca de lo que es la memoria y los recuerdos. Imaginando que aquello que ya no percibimos aún existe. Y la existencia la podemos definir no solamente con lo visto en el presente, sino tanto en la proyección del futuro como del pasado. En la novela Memoria de Felipe de Miguel Ildefonso, vemos dicho ejercicio tan personal como único. La reconstrucción de un mundo que ya no vemos o que nunca lo hemos percibido, sin embargo, sufrimos las consecuencias de dicha existencia. Es entonces que el personaje, Felipe, busca los porqués. El principal, el de su miedo. Es así que el mismo nos dice que en el fondo la memoria es una lucha contra el miedo. Y es por eso que en todo este viaje literario que nos presenta el libro, nos muestra la inquietud de Felipe por escribir sobre la violencia política de nuestro país siguiendo el consejo de un onírico Bukowski en el que le dice que se combate el miedo a la muerte con la literatura.

Nos enteramos de la memoria de Felipe en sus retazos de vida. Sus experiencias intermitentemente contadas a su amigo Bernardo, nos ayuda a entender su exploración. Y que si bien nos narra hasta lo más sentimental de cada experiencia, sólo podemos tomar cada una e intentar armar un rompecabezas aun faltándonos muchas piezas. Y es que la vida de Felipe es esa figura imaginada al que solo unos rastros nos pueden dar una seña de lo que es o fue.

El origen de la identidad de nuestro personaje es producto de una desgracia. Recogido por una mujer amorosa luego del terremoto en Yungay hace que tal evento marque lo que será una vida llena de destrucciones y construcciones. Lo narrado por Felipe está repleto de sentimientos complejos e intensos, de aprendizaje y desencuentros.  El espíritu errante lo separa de todo aquello de lo que quisiera aferrarse. La relación con la enigmática e inquieta Daniela, las tertulias claustrófóbicas con Serafín o ese huir constante de cada episodio de su vida, lo hacen  colmarse de recuerdos y melancolía. Cada episodio concluye con un abrupto término, apasionado, que lo hacen abrir más la brecha entre lo que busca y lo que él es. Vive, explora, camina por tierra firme de la realidad y aquello que no puede ver, lo sueña, porque hallamos mucho de Felipe tanto en lo que nos cuenta como en lo que sueña.

Y con Serafín, sus testimonios también tienen un valor supremo para Felipe, en él espera hallar respuestas pues comprende que la realidad violenta vivida lo sobrepasa y más aún, sabe que, parafraseando a Ricoeur, citado por Elizabeth Jelin: “Nunca estamos solos” – uno no recuerda solo sino con la ayuda de los recuerdos de otros y con los códigos culturales compartidos aun cuando las memorias personales son únicas y singulares. Esos recuerdos personales están inmersos en narrativas colectivas…”

Sus raíces fueron sepultadas por un terremoto, sus primeros recuerdos son de una niña que nunca más vio haciéndolo comprender que de todo aquello que recuerda, eso es lo más cierto y que con ella empezó su vida. Y es que en el ejercicio de la memoria sentimos la inquietud por hallar una identidad ya como lo dijo Michael Pollack, también citado por Elizabeth Jelin: “La memoria es un elemento constitutivo del sentimiento de identidad, tanto individual como colectivo, en la medida en que es un factor extremadamente importante del sentimiento de continuidad y de coherencia de una persona o de grupo en su reconstrucción de sí mismo”. Felipe batalla por encadenar los recuerdos como eslabones que lo permitan sujetarse a un origen. Es en esa exploración que tanteamos la realidad y la forzamos, porque al vivir para recordar creamos otros recuerdos y si estos tienen esa carga sentimental, la tarea por hallarnos se hace más pesada y frustrante donde al final solo deseemos tirar todos los pertrechos de emociones y tragedias para andar deambulando por un desierto hasta que la sed nos desplome sobre la arena, porque como diría Ricouer: “la memoria es el presente del pasado”.

En Memoria de Felipe, Ildefonso representa un fondo real, uno que hemos visto y sentido. La dictadura de los noventas, los abusos del poder, las injusticias sociales, la pobreza y la fauna urbana que sirven de un trasfondo que se respira y que también ahoga. La destacada experiencia poética del autor hace inevitable la representación de una época violenta para el país como el sufrimiento personal del personaje principal. Es así que la estructura del libro me hizo recordar en muchos pasajes al texto confesional de Hiperión a Belarmino de Hölderlin o también a sus evocaciones a Daniela, las que lanzaba hacia Diótima casi al final de tan entrañable obra. Y es aquí donde también quisiera compartir un pasaje de este libro que en parte lo identifico con la búsqueda de Felipe, que en su recordar lo lleva más allá de lo que desea encontrar:

“¡Oh error eterno! Pensaba para mí “¿cuándo escapará el hombre de tus cadenas?”
Hablamos de nuestro corazón, de nuestros planes, como si fueran nuestros, cuando es una potencia extraña la que nos abate y nos echa a la tumba a su gusto, y de la que no sabemos ni de dónde viene ni adónde va.
Quereos crecer y extender hacia arriba nuestros troncos y ramas, pero son el suelo y la tormenta los que nos conducen en otra dirección, y cuando el rayo cae en tu copa y te hiende de arriba abajo hasta la raíz, ¡pobre árbol!,¿qué puedes hacer?
Así pensaba yo. ¿No te gusta quizás, Belarmino?
Pues tendrás aún que oír otras cosas.
¡Esto, por ejemplo, amigo mío!: lo triste es que nuestro espíritu toma tan de buen agrado la forma del corazón extraviado, conserva tan a gusto la tristeza fugaz, que el pensamiento mismo, que debía ser quien sanara los dolores, se pone él también enfermo, que el jardinero se rasga a menudo la mano en los rosales que debía plantar.”

Felipe inicia una travesía en su memoria, encalla, se hunde, se reincorpora una y otra vez. Se lanza a lo desconocido, viaja por nuestro país, en el que uno tiene que andar por lugares casi ignotos para llegar a lo conocido. Y es que su inquieto corazón lo llevaba a navegar en la oscuridad tal como lo decía su amigo Bernardo, que él vivía en un “laberinto ciego” que pugnaba por escapar, porque al igual que Hiperión, dice a su amada que todo se ha vuelto oscuro a su alrededor. En Felipe no hay una patria que nazca en un solo lugar, él sabe que esta se encuentra en todos lados y que en esas partes existe un todo inteligible, poético y real. En una marcha contra la dictadura, en la prisión y los recuerdos del presidiario, en las calles lúgubres de ciudades pisoteadas por el olvido donde solo puede reconocerse en el amor pasajero de una mujer también olvidada. Porque nuestro personaje va solo con su ímpetu y sus ansías de reconocerse a sí mismo. No lleva más que sus recuerdos y sus sueños, parafraseando a Herta Müller, todo lo que tiene, lo lleva consigo.

La patria de uno mismo está en la memoria, viviendo con la esperanza de poder hacerse una idea de qué fue aquello que generaron las cicatrices de nuestro pasado, pero el corazón de Felipe también se llega a cansar. Él renuncia a su novela, renuncia a lo que buscaba. El autor le increpa:

“Te abandonaste en esta costa, y para obtener esa libertad total de tu anarquismo, contemplabas la curvatura terrestre, la libertad a medias; en otras palabras, dejaste atrás, tú también el pasado, sepultando tu memoria. Y por eso querías ir más allá, sin detenerte, como huyendo, anotando en tu débil memoria que queda -¡o sea esto!- la ruta de un camino que ya no existía, pero tratando de ser un buen navegante justamente para perderte  (perderte de mí, perderte de todos). ¿Con qué fuerzas te movías?...”

Sin embargo, tampoco importa el destino de su travesía, en su trayecto descubrimos el escape del origen, del desastre, de su naufragio y también del olvido. El espíritu de Felipe se eleva sobre la materia, como la luz, al igual que el bien, carente de cuerpo, como lo mencionaba nuestro personaje. Y es que la historia de ese cuerpo no es trascendente. Al igual que el Hans Castorp de la Montaña Mágica: “Las aventuras de la carne y el espíritu, que han elevado tu simplicidad, te han permitido vencer con el espíritu lo que no podrás sobrevivir con la carne”.

Lo que nos muestra Memoria de Felipe es que la historia personal es nuestra historia sentimental y confesional. Dejada en testimonios de lo que fue su existencia, y que esa existencia es para nosotros el tronco vital movido por los azares del destino y que nos enrumba hacia la desventura o hacia los placeres ignotos. Finalmente, sabemos que algo encontraremos y que no nos extraviaremos, y si bien Felipe se pierda en el olvido, “sabemos que este no es ausencia o vacío, sino es la presencia de esa ausencia” (Elizabeth Jelin). Lo extrañaremos como un buen recuerdo, pues no se perderá, ya que al igual que Hiperión, esto es imposible, y hallará el camino hacia el amor, imaginando que Felipe dirá sus mismas palabras: “recorreré los astros durante milenios, adoptaré todas las formas, todos los lenguajes de la vida, para volver a encontrarte una sola vez. Pero pienso que lo que es semejante no tarda en encontrarse”.



(*) Texto leído el día de la presentación del libro.




miércoles, 20 de junio de 2018

Lecciones del Fútbol según la FIFA



Cuando el ex defensa central de la selección argentina campeona de México 86, Oscar Ruggeri, contaba acerca de los entretelones de la campaña que los llevó a ser campeones, él contó un consejo de su director técnico Carlos Salvador Bilardo cuando ellos estaban preocupados por los víaticos que les darían por su participación en el Mundial. Bilardo le dijo que se olvidaran de esos requerimientos, que se concentraran en lo futbolístico. Que el objetivo era ganar la copa y que si lo lograban, la gente nunca lo olvidaría y más importante que el dinero era la gloria, siendo eso algo impagable por el resto de sus vidas. Ruggeri en ese momento no lo entendió del todo porque era joven y creía que para necesitar eso faltaban muchos años. Ahora que ya es una persona de 56 años, sabe que esa copa del mundo le ha permitido vivir y ser considerado de mejor forma por el pueblo argentino que otros jugadores igual o más talentosos pero que nunca levantaron la copa del mundo. ¿Qué se puede aprender de esto conociendo que ambos han sido personas que usaron el juego sucio para obtener sus objetivos? Es conocida la fama de Bilardo desde que era un pincharrata (jugador de Estudiantes de la Plata) y Ruggeri, un jugador controversial y agresivo que hasta ahora se enorgullece se intentar romperle la pierna a Chilavert cuando este último jugaba en Vélez.

Es evidente que ambos personajes pese a su juego sucio, lograron mucho éxito. La palomillada fue premiada con la gloria y el reconocimiento. En el fútbol, la placa de los más triunfadores está plagada de oportunismo, trampa y violencia. Y eso es porque cuando uno compite por una copa todos son conscientes que es una sola, por lo que podemos decir que solo uno podrá obtenerla. No hay medias tintas ni merecimientos honrosos. Aquellos que no logren ganarla serán los perdedores que pocos recordarán. Esa naturaleza competitiva de este deporte hace que las enseñanzas morales solo queden en poesía futbolera, en  que cierto dignidad puede existir pese a la derrota.  En un encuentro por la liga italiana en el año 85 entre el Udinese de Zico y el Napoli de Diego Maradona, ocurrió un hecho que ejemplifica lo manifestado líneas arriba. El encuentro estaba bien disputado y lo ganaba el Udinese, cuando en un ataque del Napoli, Maradona salta y con la mano logra empujar el balón hacia el arco contrario anotando el gol del empate. El árbitro no se dio cuenta y lo validó.  Maradona cuenta que luego de celebrar se le acerca Zico y le dice que eso no puede aceptarlo, que ha sido mano y es desleal. El jugador argentino le extiende la mano y le dice: “Soy Diego “desleal” Maradona, mucho gusto”. Y remata su anécdota diciendo que él aguantó demasiadas trampas contra él como para no aprovecharse de una.  Este hecho fue un año antes de la llamada “mano de dios” que los llevó a vencer a los ingleses en el mundial de México.

Así podemos hallar hartos ejemplos sobre cómo la viveza ha sacado ventaja en este deporte. El más trascendente para los peruanos está el partido contra Chile en Santiago para la clasificación a Francia 98. La hostilidad hacia nuestra selección fue brutal y eso minó gravemente nuestros ánimos. Es espíritu deportivo fue anulado y se usó las más arteras estrategias trayendo como consecuencia nuestra eliminación inapelable. La Fifa, siendo consciente de que esta práctica es más común de lo que el juego limpio puede aceptar, creó un premio que suena a consuelo, un reconocimiento al hecho de no dejarse tentar por la idea de que “el fin justifica los medios”. El premio “Fair Play” es de esta naturaleza. Si lo vemos con ojos criollos, diríamos que es el reconocimiento al más huevón del campeonato. No es extraño que la selección peruana lo recibiera en la Copa América de 2015 organizada en Chile, siendo quizás una de los campeonatos más sucios de los que se han organizado, y justamente ganado por la selección más tramposa de las participantes y a la vez anfitriona.

¿Qué podemos entender de todo esto? Que la naturaleza del fútbol no va de la mano con la ética y la moral. Y si eso lo aunamos a que es un deporte de contacto, el asunto se agrava más. Es común escuchar anécdotas deportivas en donde esa llamada “viveza” es casi catalogada como un acto de honor. La transgresión de las normas con el objetivo de obtener la gloria es moneda corriente porque el ganar un campeonato de fútbol, sea uno barrial hasta la copa del Mundo, lleva un significado único y avasallador. Ser campeón de un deporte donde la mala maña es usada para obtener la mayor ventaja posible, es considerado una gesta. Pocos son los que pueden enorgullecerse de decir que fue obtenido limpiamente ya que se encuentran tan contaminado estos campeonatos de dicha mala sangre que si alguna vez sucediera que un equipo la obtuvo siguiendo principios éticos y morales, nadie lo creería.

De esta forma debemos entender que lo deportivo tiene un significado importante, no obstante, no lo es todo si es que queremos más que participar. Uno debe asumir que el fútbol como otras prácticas competitivas contiene un lado siniestro que va más allá de la praxis sana. Es de ingenuos creer que tras una campaña de éxitos no encontremos actos injustos que lo sostienen.

Hay que asumir que salir victorioso tiene un precio alto. Que si uno anhela tener el brillo que poseen los triunfadores, se deben de romper códigos y principios. Un penal mal cobrado te puede hacer campeón del mundo así como cobrar un gol fantasma o dejarse golear para beneficiar a un equipo. Así hay más hechos que nunca se sabrán pero que de alguna forma se manifiestan cubiertos de escepticismo y duda.

Una copa del mundo de fútbol contiene demasiado valor, cambia vidas, define la suerte de individuos, selecciones, empresas y de los mismos organizadores. Hay demasiado en juego para que un gol fortuito pueda decidirlo. La pelota no puede ser un dios, un gran dado que juega con los destinos de tantos. He ahí la principal clave para descifrar que en el fútbol, mientras más alto se llegue, lo deportivo va perdiendo su importancia. Y si bien no siempre sale como se planifica, siempre se buscará la forma porque ese “azar” sea lo más manejable posible.

Cuando se le exige a un seleccionado ser campeón, debemos considerar que no solo estaremos hablando plenamente de fútbol.

Anticipación de la derrota



El día de ayer alcancé a ver los últimos veinte minutos del partido Rusia vs. Egipto en un televisor colgado de la pared de un restaurante en el Mercado Central. Estaba parado en la calle con varias personas, entre ellas vendedores ambulantes, cargadores apoyados en sus carretillas, un par de jaladores, compradores con sus paquetes en las manos y eventuales transeúntes. Como muchos sabrán, la suerte de Egipto ya estaba echada para ese entonces. El 3 -1 en contra era inapelable aunque lo egipcios intentaban reaccionar. Lo que me llamó la atención es que la gente hinchaba por Egipto. Les gritaban renegando su falta de efectividad y reaccionaban nerviosos ante los ataques rusos. Más aún, arengaban por Salah y le reclamaban por su mala suerte al perder un balón. No voy a negar que me proyecté en el futuro, que la similitud de la selección peruana con la egipcia era grande. Muchas expectativas, no van a un mundial después de varios años (el último fue Italia 90) tienen a su estrella que casi no juega por una lesión y un equipo cumplidor. Me imagino que en Egipto habrán muchos álbumes y muñequitos de Salah infestando el mercado y harta gente creyendo que podían llegar lejos, pues es así cuando perdemos a noción de la realidad al estar muy lejos de ella (hablo de un mundial de fútbol). Pensaba que esa empatía por los egipcios era porque así nos veremos si nuestra selección le va mal el día de mañana ante Francia. Que ellos veían en el rostro de impotencia de Salah, la cara desesperada de Guerrero de no poder hacer nada ante una inevitable eliminación. Al final del partido escuché varias maldiciones, se dispersaron cabizbajos a continuar con sus actividades. Por un instante también me dejé llevar por esa imagen de sentirme un perdedor resignado por anticipación.


martes, 12 de junio de 2018

Beingolea y Zandrox, un desencuentro.


Dicen que luego de la eliminación de Perú en el proceso clasificatorio para el mundial de México 86, Alberto Beingolea caminaba con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos pateando latas de leche Ideal por la avenida Aviación. Cuando luego de un suspiro levantó la cara y vio un letrero donde decía: "Zandrox te hace ver el futuro". El burbujito entró y le dijo a la recepcionista que quería una cita. Esperó unos minutos y entró a una habitación adornada con pequeñas estrellas que colgaban de unos hilos sujetos al techo. Zandrox le dice que se siente y le pregunta: ¿Qué deseas saber? Beingolea junta sus labios y nervioso le dice : ¿Cuándo Perú volverá a un Mundial? El astrólogo saca unos naipes que tenían su nombre impreso, diciéndole que los puede conseguir si compra su diario Ojo todos los viernes.

Luego de unos momentos las reparte y observa con detenimiento las cartas colocadas sobre la mesa. Beingolea le ve un brillo en sus ojos, ya que estos se humedecían formándose unas lágrimas en las líneas del agua, tragó saliva y contestó sin dejar de ver hacia abajo: "es extraño, dice que será el año en que un presidente de EEUU se de la mano amistosamente con el presidente de Corea del Norte, pero eso no es lo peor, eso sucederá años después de que un presidente negro sea elegido en los Estados Unidos ¡dos veces! No lo entiendo. Además, todo eso ocurrirá luego de que seas congresista". Beingolea se paró absorto en sus pensamientos y salió de la habitación sin pagarle la consulta, dejando a Zandrox sentado que volvía a repartir las cartas mientras negaba con incredulidad la cabeza.

Pd: La verdad es que ha pasado toda una vida. Ver a Gareca en la plenitud de su vida marcando ese gol y ahora con casi sesenta años... es demasiado. Muchos cuentan su vida en base a los Mundiales o la Olimpiadas. Yo lo he hecho porque remese el entorno. Aún me veo sentado en el suelo de mi sala mirando solitariamente todos los partidos de México 86 o viendo de reojo Barcelona 92 mientras jugaba incansablemente con la i386 de monitor monocromático. Y qué decir de Japón-Corea 2002 donde dejaba mi televisor prendido toda la madrugada con el volumen alto para que me despertaran los gritos de Kanashiro (porque el desgraciado de Fleishman se agarraba los partidos que se jugaban en la noche y lo hacía madrugar al chino XD) cada vez que una selección metía un gol.

sábado, 2 de junio de 2018

Con Todo, Contra Todos de José Carlos Yrigoyen



CON TODO CONTRA TODOS
De José Carlos Yrigoyen


Por Carlos E. Luján Andrade

“Los peruanos estamos tan acostumbrados a los golpes, tan masoquistamente acostumbrados, que lo del fútbol ya no nos envenena la sangre. Forma parte del diagnóstico nacional. Qué nos importa si ganamos o perdemos con Uruguay, para empezar otra vez las intrincadas especulaciones con los puntos de local y visitante. ¡Váyanse al diablo, y métanle un gol de una vez por todas!, es el grito que repite la afición. Qué campeón, ni qué campeón, lo que queremos es no estar últimos en el panorama sudamericano.”

(La Balada del Gol Perdido / Abelardo Sánchez León)


En una clase de Historia me contaron que cansados de tener un pasado lleno de derrotas y fracasos, el estado peruano decidió que era momento de contar la historia del país con hechos gloriosos,  héroes y revoluciones como la francesa. Es así que se convocó a un concurso donde la mejor fábula basada en hechos reales sería tomada en cuenta para ser enseñada en los colegios. Con el pasar del tiempo, nos hemos percatado que tras tantos cuentos históricos, hay mucho de verdad como de mentira en esas narraciones, pero aún las aceptamos porque en el fondo sabemos que tener una memoria falsa es mejor que no tener ninguna. El libro Con Todo, contra Todos de José Carlos Yrigoyen hace un recuento de la historia futbolera nacional desde los 70s hasta nuestros días. Una revisión pormenorizada de los encuentros más relevantes de nuestra selección de fútbol a través de los diferentes partidos que hemos tenido en campeonatos internacionales. Un recuento que nos hace mirar atrás no sin antes lanzar un suspiro angustiante  porque mucho de lo narrado lo sabemos, sin embargo, gran parte de lo conocido ha sido edulcorado, distorsionado, segmentarizado por los años de trauma deportivo en el que el fútbol nos ha derivado. ¿A qué me refiero? Que mientras más años de frustración se iban acumulando, más se idealizaba ese pasado donde nuestra selección era imbatible, repleta de cracks y motivo de orgullo nacional. Sus jugadores eran casi héroes de gestas imposibles en el que sus defectos eran empequeñecidos o casi borrados del imaginario deportivo. Y es así que con timidez y con miedo de mirar hacia atrás con detenimiento y frialdad, idealizamos lo que fue el momento más glorioso de nuestro balompié. El temor a convertirnos en estatuas de sal si veíamos con honestidad hacia atrás, nos hacían ignorar las latentes tragedias e infortunios de nuestro deporte de bandera sufría en los momentos más grandes. Y es que el libro de Yrigoyen contribuye a desenmascarar justamente la ficción que año tras año nos han contado sobre nuestro fútbol.

Desde el capítulo dedicado a México 70 hasta el de España 82, encontramos una visión desangelada de aquellos procesos que nada tienen de consecuentes y sólidos, sino al contrario, entre las actitudes erráticas de tanto el comando técnico, dirigentes, y jugadores, se conseguían triunfos meritorios pero  muy esforzados. Así podemos entender con claridad luego de pasar por sus páginas que la mejor historia del fútbol peruano podría resumirse en la frase: “Es que a pesar de todo…” Ahora, el principal mérito del libro no está en lo contado, ya que la información descrita quizás ya es conocida por un aficionado atento de este deporte, sino en cómo se ha ido hilvanando dichos datos para generar una atmósfera de incertidumbre y desconcierto. Sensación fiel a la que hemos compartido los aficionados al fútbol peruano. La frialdad de los números de los resultados de una enciclopedia futbolera no son suficientes para describir lo que este deporte emparentado con la angustia nacional nos tiene que decir de nosotros.

La descripción de los encuentros compendiados, nos recuerdan a esas revistas o diarios deportivos que en mi caso leía a finales de los ochentas y a principios de los noventa. Y que quizás en algunos casos se perciba alguna falta de emoción en las descripciones, pero en otras reflejan lo justo de dichos encuentros y en varias, los precisos hechos sin impertinentes adornos narrativos, detalle que se agradece. Una observación aparte estaría en el partido entre Perú y Brasil de México 70, considerado uno de los mejores de la historia de los mundiales, sin embargo, Yrigoyen lo muestra con cierta frialdad e indiferencia. En este caso hay sentimientos encontrados porque si bien así es visto por la prensa internacional, no deja de ser una derrota por goleada ante el mejor Brasil de todos los tiempos. Y como sabemos, el matiz del presente libro está justamente en no ennoblecer aquello que no lo merece. Es verdad que el partido ha envejecido mal. El fútbol actual hace lento cualquier muestra de este deporte de hace quince años, algo así como la labor de Yashin ante Colombia en Chile 62 que hace poner el duda ese rótulo de ser el mejor arquero de la historia. Es así que prácticamente el balón lo dominaron los brasileros y más este encuentro se destaca por la capacidad de resistencia y reacción de la selección peruana ante una máquina futbolística impresionante como lo fue el Brasil de México 70 que por una lucha de igual a igual.

¿Y por qué exigir una visión diferente con respecto a un encuentro que ya todos pueden ver por la Internet? Por la naturaleza narrativa de Con Todo, Contra Todos, pues aquí no encontramos una sucesión de acontecimientos futbolísticos, sino una concatenación de emociones, de expectativas. El libro nos permite ubicarnos y asimilar esos hechos conocidos en la estadística futbolera en un contexto en el que tanto los medios de comunicación, la coyuntura política y social tenían mucho que ver.  Ejemplos claros están en que no se puede entender en toda su plenitud el 6-0 de Argentina en el 78 o el 4-0 de Chile en el 97 sin sus circunstancias. Así hallaremos datos pero a la vez  contexto, descripción, anécdotas y reflexiones personales del autor.

De la mano vemos esa transformación de ser un deporte que rozaba el mejor prestigio a nivel sudamericano, de ser candidatos a llegar a lo más alto del fútbol mundial a hundirnos en el más devastador inframundo pelotero, como dijo Menotti (citado en este libro) al ver a la selección peruana de los noventas era “como morirse de nada”.

Ese desvanecimiento de las esperanzas, la caída lenta y dolorosa de un deporte tan popular en este país es descrita por Yrigoyen sin aspavientos. Ahí están los marcadores, los tiempos, las alineaciones, las fechas, el contexto, la cólera. No hay otra interpretación ni opción a disfrazar lo sucedido. Esta desilusión deportiva culmina quizás con la mejor descripción que se pueda hacer de lo que quebró el espíritu futbolero de generaciones que vieron la magia de un deporte en su máxima expresión desvanecerse sin poder hacer nada para evitarlo:

“Para mis padres, mis tíos, mis vecinos, la gran masa anónima, las cosas no fueron menos difíciles. Cuando el interminable carnaval multicolor que nuestros televisores transmitían cesó abruptamente, los apagamos y tuvimos frente a nosotros la pantalla oscura que reflejaban un país horrible, degradado, bañado en sangre. Empezaba, para el Perú y su selección, una larga y angustiosa decadencia moral y material en la que estaríamos muchos años.”

Poco recuerdo del último mundial al que fuimos, lo que sí sé es que mi padre compró un televisor Telefunken technicolor digital del 14 pulgadas para ver los partidos de España 82. El aparato estuvo en la sala de mi casa por años, perdiendo su brillo, con las antenas quebradas, esperando la transmisión de nuestra selección en un nuevo mundial que nunca llegó. Con el último aliento de sus viejos transistores vimos la casi clasificación a Francia 98, luego de eso, se apagó para siempre.  Entre ese desgano vinieron las eliminatorias por Italia 90, vistas en un pequeño televisor blanco y negro ante la indiferencia familiar. Porque la década de los ochentas y noventas fueron para el olvido. En Con todo, contra todos, también vemos ese naufragio futbolístico donde se buscaron fórmulas de todo tipo para salir del empantanamiento mediocre en las décadas siguientes. Aún leer los once jugadores que son enumerados en cada encuentro durante esas dos décadas me causa escalofríos. Jugadores que arañaban la gloria en un gol para luego perderlo todo en la siguiente tarde de goleada. Esos años son contados con cierta ironía en el que lo absurdo reemplazaba la rabia e indignación de tiempos pasados. El llanto ante la derrota setentera ahora eran relevadas por las sonrisas nerviosas y los berrinches de impotencia. 

En las cuatrocientas páginas vemos los recambios, los intentos desmedidos por salir de un fracaso tras otro. Un ir y venir constante plagado de frustraciones y pocas victorias. Se movieron piezas de las formas más inverosímiles, miramos el fútbol de todas las maneras posibles estrellándonos siempre con el palo. Somos testigos en estas páginas del gran foul que nos hicimos a nosotros mismos eliminatoria tras eliminatoria. José Carlos Yrigoyen disecciona la historia reciente del fútbol peruano como un hincha analítico que también busca respuestas, y es en ese proceso que logra darnos un retrospectiva cruda, como un espíritu de las eliminatorias pasadas que nos hace sentarnos en un viejo José Díaz anticipándonos el ocaso por venir. En este libro vemos aquello que comenzamos a olvidar de tanto fracaso, porque cuando el presente se hace terrible, idealizamos el pasado con la consecuencia de creer que los errores viejos fueron aciertos incuestionables.

Los nombres de la debacle futbolística aún están frescos en la memoria y ser rememorados en las páginas de un recuento que se quiere olvidar, nos hacen saber que el fracaso está como una sombra que nos sigue incansablemente. Porque aún no ha terminado esta historia. La clasificación angustiosa a un Mundial luego de 36 años no borra todo este sufrimiento futbolero.  Las variables siguen siendo las mismas.  Varios nombres que ahora son dignos de nuevas páginas de gloria deportiva, son los mismos que años atrás renegaban de la selección, que lloraban de impotencia al borde del campo con el arco lleno de goles.

En realidad, poco ha cambiado. Aún el fútbol peruano sigue luchando contra todos y contra sí mismo. No obstante, su historia puede cambiar si una serie de hechos afortunados llegan a suceder como lo fueron los que nos llevaron a Rusia 2018. Lo que nunca nos sucedió, ahora pasó. ¿Cómo?, no lo sabemos.  La historia del fútbol es un albur. Este libro es una muestra de ello. Una pelota que no entró por escasos centímetros hizo que se escribieran decenas de páginas. Y como  Jorge Barraza finalizó su artículo sobre los pronósticos del próximo campeón mundial: “Esta grabación puede autodestruirse en cinco segundos. Sólo basta que una pelota, en lugar de entrar, pegue en el palo y salga. Eso mandará este análisis al canasto.”


Datos:

Editorial: Debate
Año: 2018
Autor: José Carlos Yrigoyen
Nacionalidad: Peruana
Titulo: Con todo, contra todos

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Es necesario, en cualquier circunstancia, que los conflictos no lleguen a niveles dramáticos. Hace unas semanas, vi un documental sobre la i...