martes, 16 de octubre de 2018

Dilema mundano

Normalmente me siento en las bancas de los parques a mirar a la gente o a leer un libro y me es casi imposible ver a alguna persona sola que esté simplemente haciendo lo que describo. Sin embargo, un día, cuando era más ingenuo -tecnológicamente hablando- vi a varias personas sentadas por todo un parque en completa soledad y me agradó la idea de que estuvieran disfrutando una tarde al aire libre simplemente mirando a la nada. Triste fue mi decepción al percatarme que hablaban con alguien con el dispositivo manos libres. Cuando estudiaba en la PUCP hacía lo mismo hasta que una vez me senté en una banca que se encontraba al frente de no sé qué edificio administrativo, habré estado por una hora simplemente ahí, sin hacer nada y de pronto se me acerca el vigilante preguntándome si buscaba a alguien. Aquí no le puedo echar la culpa a la tecnología, ya que en ese entonces tampoco veía a la gente sentada en soledad, no eran aún las épocas de Youtube o Facebook, pero las personas tenían una alergia a estar solas que si mal no recuerdo no podían ni ir a almorzar solas o tomar una taza de café. Entonces, cuando ves a uno que solitariamente observa el entorno, piensas lo peor: es un acechador, un terrorista o un perdedor quien no tiene a nadie que lo acompañe. La soledad está mal vista, con sospecha, y lo más lamentable es que uno prefiera la compañía de un aparatito del tamaño de una calculadora a estar con uno mismo.

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