miércoles, 1 de mayo de 2019

Sobre el suicidio de Alan García

1.

Vamos a recibir nuestros 200 años de república con un balance patético de lo que somos como país. Con el suicidio de Alan García, dos veces elegido presidente, no se puede ser más gráfico de que somos un país con una clase política mediocre. Que ni en todos estos años hemos aprendido y aplicado los conceptos que la humanidad ha concebido para el bienestar de los pueblos. Nuestra sociedad ha fallado porque ha creado este tipo de dirigentes políticos. Alan García no fue un demonio ni un megalómano aislado, fue un hijo al que nuestra sociedad le dio privilegios para ser quien fue.

2.

Cuando se comenta en las redes sociales de Colombia y México acerca del suicidio de García, algunos con cierta ingenuidad y quizás buscando algo de honorabilidad en la política, intentan justificar que esa es la salida de los políticos con amor propio y que los dirigentes de su país no lo tienen. La verdad es que nada de eso es cierto. Para mí, la clase dirigente abandonó a García hace un tiempo, esa que le hizo sentirse tan autosuficiente y seguro ante tantas acusaciones a través de los años. Me imagino a Alan de estas últimas semanas, desesperado, llamándolos y nadie contestando su teléfono, para luego fingir en las entrevistas con sus últimas sonrisas cachosas, que todo estaba bien. Los que le inflaron el ego diciéndole que merecía que toda esa plata le llegara sola, miraron hacia otro lado.
El hecho de que los políticos corruptos estén cayendo uno a uno no es porque la justicia por fin impone su razón, sino es porque los verdaderos dueños del país se están deshaciendo de los personajes desgastados debido a que ya no les son útiles. Estos personajes se han quemado a sí mismos por su desmedida ambición y descontrolada egolatría. Ellos han buscado ser los amos y han mordido la mano de quién los puso en el poder.
Como alguna vez dijo un analista político: en el Perú, los partidos de derecha están constituidos por los abogados de los ricos y Alan finalmente fue eso, el candidato de los poderosos disfrazado de barato populismo. Esas reinvenciones que los viejos partidos buscan no están destinadas a que solo el ciudadano vuelva a confiar en ellos, sino en convencer a la clase dirigente que ellos pueden volver a manipular al pueblo.
Ninguno de los expresidentes y ex candidatos procesados tienen ya la simpatía de la gente. Eso es suficiente para que los poderosos los ignoren y los dejen solos con las consecuencias de los delitos cometidos. Algunos se pudrirán en la cárcel, otros se darán un tiro en la cabeza. A los dueños del país poco les importa.

3.

Al adversario no se le desprecia, se le respeta. Más aún cuando te vence. Alan García entendió la política como un asunto personal y nunca comprendió qué significaba administrar a un pueblo y lo que es la democracia. Dicen que fue un gran orador, pero no es cierto, fue un individuo que solo hablaba para ser escuchado y nunca para disertar, para llegar a un acuerdo. No sabía procesar lo que otros le decían. Era como un parlante parado en el medio de la plaza. No decía cosas sensatas, solo era retórica que tenía como objetivo buscar ser admirado. Jamás se escuchó de sus palabras una autocrítica salvo que esta escondiera alguna virtud.

El adversario te mide, te reta, busca tus puntos débiles para ponerlos a prueba. Es así que nos permite saber qué debemos mejorar y fortalecer. Ellos nos engrandecen y nos hacen más hábiles en nuestra labor. Aquél que no entiende eso, se vuelve necio y cae siempre en los mismos errores. No encuentra un valor en la lucha y la competencia porque siempre se corre del desafío.

Alan García siempre "compitió" cuando las condiciones estuvieron adecuadas para poder ganar. No quería preguntas incómodas, no deseaba tener cerca a gente que pudiera opacar su presencia. Es por eso que cuando no pudo vencer, enfrentando a la justicia como muchos lo hicieron, decidió renunciar e irse haciendo trampa. Un individuo así, cómo podría respetar a los adversarios si en realidad nunca enfrentó a uno en igualdad de condiciones. Por eso es comprensible su forma de despedirse. Algunos dicen que el suicidio no debe verse como un acto valiente o cobarde, pero esas palabras de despedida  en la que afirma que desprecia a sus adversarios, sí pueden calificarse como un acto de cobardía.

4.

Se duda del suicidio de Alan García. Ahora, en base a qué indicios se sustenta esta interrogante. ¿Alguna vez ha sucedido algo igual antes? ¿Con qué lo comparan? Dicen "qué extraño que hagan eso". ¿Cuál es su referente para decir eso? ¿Conocen el protocolo a seguir? ¿Cómo lo conocen? ¿Lo vieron en alguna película, CSI u otra serie? No caigamos en la angustia paranoica. Ya tenemos suficiente con los terraplanistas y con los antivacunas. Si alguna fuente seria da indicios de que existe una irregularidad, se podrá tomar en cuenta esa idea.

Basarse solamente en memes o imágenes en las redes sociales que no sabemos quiénes las escribieron para sustentar nuestro parecer, es como aquél que se convence que no llegamos a la Luna por los videos de Youtube.

5.

No era pena, melancolía o nostalgia lo que sentía por la muerte del político más influyente de los últimos años en el Perú.  Tantas veces acusado de corrupción y tantas veces huyendo de la justicia que uno se acostumbra a vivir en ascuas sobre lo que pasará con el villano y si al final recibirá su lección. Nos preguntamos sobre cómo será su caída y cómo será el impacto en este cuando reciba su castigo. Nunca pasará pues lo sacaron de la historia, de la serie, de la película sin pena ni gloria. Se me ha caído el cómic de la mano, el control remoto al suelo. Un decepcionante final. Y claro, la gente cree que está vivo, y como en toda película de Marvel, espera que en medio de los créditos finales apareciera la escena donde la mano del villano surja de debajo de la tierra. Porque no podemos creer que una fascinante historia como la del villano Alan tenga un desenlace tan malo.

6.


De todo se puede sacar lecciones hasta de la corrupción. Lo sucedido con el caso Odebrecht es una muestra de que quienes tienen el poder siempre ganan y en ese proceso de consolidar su hegemonía, usan y tiran a quienes los ayudaron en tal fin.
Los políticos son esas piezas de recambio que son comprados con unos cuantos morlacos a cambio de grandes ganancias. ¿Cuál es el balance de las operaciones de la transnacional? Si bien Marcelo Odebrecht pasará 19 años en prisión, saldrá a los 67 años, dos años menos que Alan antes de darse un tiro. Jorge Barata, el representante de esa empresa en Perú y principal coimero, ha sido excluido del caso a cambio de que cante todo lo que sabe. La empresa tendrá que pagar indemnización, pero se mantiene firme en sus negocios y cuidando el patrimonio de la familia Odebrecht. Y qué hay de la clase política peruana que recibió sus coimas. Un expresidente en cuidados intensivos que quizás pase sus últimos años de vida en prisión, uno muerto por propia mano y otros en proceso de ser encarcelados por muchos años. ¿A cambio de qué? de unos dólares que se acabarán con el tiempo. Un puñado de monedas ridículas al lado de lo que ayudaron a ganar a la transnacional.
Odebrecht seguirá ondeando su bandera sobre las nuevas licitaciones que ganarán en el futuro y nuestros políticos corruptos la verán flamear en todo lo alto a través de las rejas de una prisión.


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