martes, 12 de noviembre de 2024

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías?...

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías? Donde el principal valor está en lo que se traga. Se celebra la ramplonería y la vulgaridad. La liberación de la represión sexual no se manifiesta en pinturas o literatura, sino en espectáculos de mal gusto donde abunda el doble sentido.
 
No se va poder abordar los temas serios que nos agobian si no cultivamos el intelecto y la sensibilidad. Los únicos que se educan son los tecnócratas, que con fundamento, convencen a los distraídos de que el costo-beneficio es la única alternativa para solucionar los problemas sociales.
 
Y estamos muy atrás todavía. El ministerio de Cultura es usado para darle pleitesía a un sátrapa que despreció el arte y la literatura. Un individuo que no hizo nada por estimular la apreciación artística. Al contrario, la ignoró y buscó la forma de que los ciudadanos se embrutezcan con diarios chichas, fútbol, programas sensacionalistas y cómicos ambulantes.

Es esa la generación que no tiene herramientas para salir del hoyo moral y ético en el que nos encontramos. Poco a poco, lo más bajo ha ido ascendiendo hasta llegar a controlar el poder político. Una forma de contrarrestar aquella ola de vulgaridad a la que todos los días nos enfrentamos es el estímulo del espíritu creativo. Solo con la imaginación nos liberaremos de los dogmas que nos hacen creer que el perfeccionamiento de las fórmulas aprendidas, dadas por el sistema de consumo, es la única solución. Es decir, acabar con la idea de que no somos una sociedad mejor porque no sabemos aplicar las recetas del liberalismo económico de países desarrollados, porque en el fondo, sabemos que una nación como la nuestra, no merece el destino de aquellas sociedades, y que si bien tienen un mayor PBI, son los que siempre ponen en vilo el destino del mundo.

De cuando en cuando, vuelvo a la lectura de la literatura peruana...

De cuando en cuando, vuelvo a la lectura de la literatura peruana. No importa el estilo o el género. Por alguna inexplicable razón, sus cubiertas me seducen y me hacen abrirlos. Mi hipótesis es querer volver a vivir la primera experiencia de su lectura. Sin embargo, he ahí el primer inconveniente. Por una cuestión casi de exigencia curricular, ha sido inevitable que estos libros hayan sido de Vargas Llosa, Ciro Alegría, Arguedas, J.R. Ribeyro, Bryce Echenique, Manuel Scorza y otros más. Y digo inconveniente porque esa experiencia no vuelve a aparecer.

Es descorazonador que cada vez que tomo un libro de algún "renombrado" autor peruano, su lectura sea una invitación al bostezo. Hace poco leí un libro emblemático de uno de los más importantes referentes de la literatura actual peruana, publicado hace casi veinte años, y fue desalentador. La prosa monocorde, daba demasiadas vueltas en un mismo argumento, los personajes poco trabajados y solo el final es digno de destacar. Casi lo abandono a la mitad de su lectura porque sabía que no iba a mejorar en las páginas siguientes. La prosa aburrida no era una estrategia para luego sorprender, sino una limitación del autor. Luego tomé un libro de otro escritor, este publicado hace quince años. La obra tiene más de cuatrocientas páginas y llegué a la doscientos cincuenta casi con sudor frío y agonía. No pude seguir. Qué mamotreto tan aburrido. No puedo entender cómo así es que haya tenido tanta publicidad en la prensa y hasta ahora sea considerado el mejor libro de tal autor. Sé que ambos trabajos fueron víctimas de las modas, una de las novelas negras de inicios de siglo y la otra de la autoficción. Ambos géneros casi muertos el día de hoy. Así que es complicado que en estos tiempos, temas así capturen un mediano interés. No diré los nombres de las obras porque no vale la pena.
Sin embargo, lo que sí debe mencionarse es lo que produce agrado. Como para pasar el mal sabor de boca (o de vista), por la voluntad de un buen amigo y apiadado de mi desilusión, cae en mis manos El viejo saurio se retira de Miguel Gutierrez, libro publicado en 1969. Bastan veinte páginas para aniquilar toda la prosa tediosa de estos autores peruanos contemporáneos. Y no me queda más que reflexionar sobre la involución del género de la novela peruana. La destreza de Gutierrez para describir situaciones, la introspección de los personajes, la fluidez de la prosa como la maestría al manejar los tiempos, no hace más que concluir que hemos dado un paso atrás. Poco antes, leí un libro llamado Te he seguido de Jack Martínez. Ha sido publicado este año. Si bien es un libro correcto y entretenido, sí demuestra el oficio de un escritor que aspira a contar algo bien y lo logra con creces. No obstante, mientras pasaba las hojas, no dejaba de percibir que leía un libro de hace cincuenta años. Detalle que fue corroborado por un crítico que halló alguna referencia a Enrique Congrains. Un autor de los sesentas, representante del realismo urbano.
No digo que no existan buenas novelas actuales, pero a la mayoría les falta la contundencia verbal e intelectual de nuestra literatura de hace medio siglo. Me hace recordar a una observación que hizo Leonardo Aguirre al libro de Sergio Galarza llamado La soledad de los aviones, en las que observó que lo mejor son los títulos de los cuentos, pero que esos aviones nunca alzaron vuelo. Comentario que le hizo merecedor de un golpe en la cara por parte del autor (eso cuenta la leyenda).
En algunos aspectos, la narrativa peruana ha involucionado. Sigo creyendo que en esa intención de dar el salto a lo más contemporáneo, nos hemos desbarrancado. Los escritores a los que se les quiere dar mayor relevancia, se les exige que su literatura sea internacional y es en ese intento que fracasan. Cada cierto tiempo, lo intentan con algo nuevo. Alguno halla a un autor o género popular en un país lejano y ya queremos emularlo para crear la ficción de que no estamos tan distantes de lo que se hace en el primer mundo.
Lo pertinente es mirar hacia atrás, recordar cómo escribieron los maestros peruanos de la narrativa y emularlo, no importando si lo escrito parezca hecho hace décadas. En ese volver a aprender, podremos darle una identidad propia a la literatura. Arguedas lo agradecería.

Un ministro dice que la población no acatará el paro porque "son conscientes de que el país no se puede detener"...

Un ministro dice que la población no acatará el paro porque "son conscientes de que el país no se puede detener". Preocupa que los representantes del gobierno y el Congreso tengan una pésima lectura de los problemas sociales del país. Los transportistas no acatan del todo el paro porque si no pagan el cupo, los matan. Han asesinado a un transportista por no pagar siete soles porque se le malogró su auto un día. Es decir, el gobierno y los extorsionadores andan de la mano para que la gente siga yendo a trabajar. Así de mal estamos.

No hemos aprendido nada de lo sucedido en la pandemia. Nuestro país fue uno de los que tuvo la mayor cantidad de muertos en el mundo. Eso no solo fue por nuestro pésimo sistema de salud, sino porque la gente debía salir a trabajar porque vivimos al día. En realidad, hay dinero en las calles. La gente si trabaja, obtendrá alguna ganancia, pero debido a la informalidad, esta se obtiene por ripios. Por eso pocos se dan el lujo de quedarse en sus casas.
La crisis que vivimos no es económica, a pesar de la recesión, sino institucional, que es más grave aún. La economía informal sobrevive como puede. Sin embargo, los errores de este gobierno y del Congreso poco a poco comenzarán a quebrar la economía por más paupérrima que sea. Los extorsionadores existen por eso. Hay personas que ganan dinero, pero no hay Estado que los proteja. La ecuación es bien simple. Lo que sucede es que al tener a dirigentes tan escasos de criterio, no son capaces de percatarse de la magnitud del problema. Y esa falta de inteligencia es peor que la corrupción, ya que así tengan la mejor intención de solucionar esta crisis, no van a tener la capacidad de hacerlo. Lo más trágico es que son los únicos que tienen esa responsabilidad. Para colmo, los gobernantes estarán más preocupados por el partido contra Uruguay que del próximo paro nacional.

En mi primer examen del curso de Historia de la Civilización (una materia del primer ciclo de la universidad)...

En mi primer examen del curso de Historia de la Civilización (una materia del primer ciclo de la universidad), solo se debía marcar la respuesta correcta. No había que desarrollar nada. Al terminar el examen lo revisé, pero encontré sospechoso haberlo resuelto muy rápido. Así que las volví a releer. Entonces, me vino el pánico. Recordé que en las academias pre universitarias te enseñan a desconfiar de los cuestionarios con opción múltiple. Una tara que me costó eliminar. Y por ese miedo borré muchas de las respuestas marcadas y las reemplacé por otras. Luego me paré de mi asiento y se lo entregué al profesor.

En la clase siguiente, nos entregan los resultados y me había calificado con 09. Al resolver el examen con el maestro, me percato que todas las que había cambiado eran las correctas. No podía creerlo. Los nervios me habían jugado mal. Viendo eso, decidí ir donde el profesor a explicarle la situación. Le dije que si veía bien, las opciones correctas las había marcado previamente, pero luego las había borrado. Al principio me vio con sospecha, sin embargo, le expliqué que eso de darle demasiadas vueltas a las preguntas era por culpa de las academias y por mi inexperiencia universitaria. De no haber borrado nada, mi nota sería de 16, así que se apiadó de mi y me subió a 12. Aclarando que no me colocaba todo el puntaje porque no sería justo con quienes no cometieron mi error.
No he sido muy reclamón con respecto a mis notas. Más aún, a una profesora le caí bien y me quiso ayudar a subirla, me dijo: "Señor Luján, revise bien, por ahí le podemos aumentar aunque sea medio punto". Pero muy estoico le dije que ya lo habia visto y no hay nada que hacer. Ella aceptó mi designio.

Las leyes no se pueden manipular a gusto del poder...

Las leyes no se pueden manipular a gusto del poder. Estas son producto de una serie de conceptos y principios jurídicos que van uno encima de otro. Solo la ignorancia de quienes detentan el poder pueden hacer creer que basta modificar a placer una normativa por intereses particulares para que la realidad cambie.

Si fuera así, este mundo no tendría tantas complejidades. Modificar una realidad con palabras sería lo ideal. Me pregunto sobre las personas que asesoran a los congresistas en ese empeño de debilitar al Poder Judicial, al TC y a otras entidades del Estado. ¿Son abogados? Si es así, están siendo engañados descaradamente. Estos mismos saben que tales cambios no van a poder soportar la realidad.
Es como pretender construir un puente con barro. No pasará mucho tiempo para que todo se venga abajo. El derecho tiene una hermeneútica sólida e impenetrable. Jugar con ella es irresponsable con consecuencias que se verán después. Alan lo hizo y ya sabemos cómo terminó, Fujimori también.
Las leyes tienen una razón de ser. Van de la mano de la Filosofía, la Lógica y el presente. Forzarlas es desconfigurar su institucionalidad en la que sostenemos hasta el derecho a la vida.

Cada 12 de octubre estamos con el mismo rollo...

Cada 12 de octubre estamos con el mismo rollo. Debido a la explotación del tema, se ha escrito innumerable bibliografía. Más aún, hay gente que se gana la vida con eso. Se habla de la Leyenda negra de la Conquista intentando desmentir aquello que ya está probado hasta la saciedad, buscando darle la vuelta a la Historia. Pero lo que alimenta aquello es la carga moral que le atribuyen a la explotación de España a sus colonias.

Es cierto que existió abuso y destrucción de las culturas que imperaban por ese entonces, sin embargo, así se formaba y forma la civilización. Nos pasan por encima sin darnos cuenta. El imperio incaico estaba destruyendo otras culturas para expandirse y no vemos a los herederos de los Chancas exigiendo el perdón a los Incas, pues quién es quién.
Aquellos que todavía se ofenden por lo sucedido hace centurias es porque han alimentado un resentimiento que no les pertenece, evitando así crear su propia identidad. Nos sentimos orgullosos de lo construido por las culturas pre incas o incas a pesar de que el país de hoy poco o nada tiene que ver con ello. Más somos concientes de la influencia cultural española que la heredada de los incas o preincas, tanto así que ni sabemos cómo se construyeron algunas de las edificaciones más emblemáticas del Cusco, y ni podemos descifrar los quipus.
Los españoles no tienen nada de lo que pedir perdón. Lo tendrían que hacer si actualmente mantendrían el coloniaje y su política de explotación. Al contrario, es ahora un país más desarrollado y con una influencia cultural muy fuerte en Latinoamérica.
He pasado por etapas antiespañola y hasta antichilena por haber entendido mal ciertos aspectos de la historia. El nacionalismo desmedido nos hace perder la perspectiva de lo que significa pertenecer a una civilización y más aún, que debemos proyectarnos. El pasado está solo para entenderlo y no hacer una religión de ello.

Conversando con un amigo, este me dice que todas las cosas están subiendo de precio...

Conversando con un amigo, este me dice que todas las cosas están subiendo de precio. Que cada vez es más complicado ahorrar o comprar lo necesario. Me habla de la política económica y lo mal que está siendo llevada. Más aún, que hay un grupo de gente que encarece los precios para sacarle ventaja a la situación. Comprendo aquello que lo agobia, sé que es una persona noble y que no sólo habla por él, sino por la situación que muchos debemos pasar. No obstante, le digo que si bien tiene razón, cuál es la alternativa sabiendo que uno más allá de manifestar tal malestar, no puede hacer más. Si bien hay recesión, el mercado funciona con piloto automático. Así que la alternativa que le propongo es solo cobrar más en lo que ofrece. Es claro que quizás estaría entre quienes los que sacan ventaja, pero solo queda esa opción y la otra es la de quejarse.

Estirar la pita hasta ver qué tanto resiste. También existe una alternativa parecida que es irse hasta el suelo en los precios, pero trabajaría el doble. Arrasando la competencia haciendo uso de las ventajas que le ha dado la vida. Esto lo hacen muchos y les funciona. Son aquellos que desean que las cosas no se muevan demasiado. Se cambia de dirección hacia la derecha y se calma el ánimo de protesta. Va depender con qué espíritu se quiere vivir la única vida que tenemos.

Regresa Alanis Morissette, y me viene a la mente cuando vino por vez primera...

Regresa Alanis Morissette, y me viene a la mente cuando vino por vez primera, no fui a su concierto, pero por ese entonces editaba una revista de ideas con unos amigos y se nos dio por ir a pegar unos afiches mal hechos de la publicación por algunos distritos de Lima. Esa noche fuimos por la Av. Universitaria cerca de la PUCP. Como dejamos algunas revistas en dicha universidad, entonces encontrábamos lógico pegar afiches cerca de ahí. Lo que recuerdo son los grandes carteles que promocionaban la visita de esta cantante pegadas en las paredes. Los nuestros empalidecían en tamaño, calidad y estética a su lado, ni qué decir de los que anunciaban a Dina Páucar o Sonia Morales. Eran realmente inmensos y de colores chirriantes con una tipografía abrumadora. Los que los colocaban venían en camionetas, escaleras y con unas enormes varas con las que afirmaban el papel, sin mencionar la actitud hostil que tenían. Una noche anterior, nos cruzamos con ellos por la Av. Wilson y de un plumazo nos taparon los tres afiches que habíamos colocado segundos antes.

Con esa bronca por lo sucedido, después fuimos a pegar los nuestros con algo más de autoridad, al menos de mi parte. Lo hacíamos a eso de las ocho de la noche para adelante y así evitar a la policía. Es así que tal día fui con una capucha negra para que no vean mi rostro. Quería lucir más intimidante.
Hallamos una pared adecuada, pero del otro lado de la avenida, llegar hasta allá requería dar la vuelta en U y el amigo, dueño del auto, no quería hacerlo, así que se estacionó a un lado y tuvimos que cruzar la pista cargado de los carteles, pegamento y una vara. Mientras luchábamos por pegarlos, escucho que alguien grita a lo lejos, increpándonos por lo que estábamos haciendo. Veo detrás del auto de mi amigo, a una camioneta moderna y unos chicos con carteles en las manos. Lucían como estudiantes de la universidad Católica: barbones, de tez clara, ropa de marca y una actitud altanera. Con la experiencia anterior, crucé enfurecido la pista, pero al parecer, mi apariencia era intimidatoria y pensarían que los iba a atacar. Me acerqué a ellos con una postura agresiva, encapuchado y una vara en la mano. No les iba a hacer nada, obviamente, pero quería saber por qué tanto nos reclamaban. Ellos eran los que estaban pegando ese mismo día los afiches de Alanis Morissette. Creían que estábamos cubriendo sus carteles, yo les expliqué con firmeza que no era así, que solo los estábamos colocando al costado, bajaron el tono y se fueron asustados. Por ese entonces era más sensible y me sentí culpable por haberles hablado de esa forma.
Fue una experiencia interesante. Ahí me di cuenta que hasta en esto de colocar carteles en las calles tiene su propia fauna y no quedaba otra que tener una actitud agresiva si uno desea sobrevivir para lograr el cometido. Alguna vez me tocó el pito un policía o un vecino me gritó e insultó desde su ventana. Me sentía una lacra social, pero todo valía la pena por mi revista y las ideas que queríamos dar a conocer.

Luego de casi seis años vuelvo a mi alma mater...

Luego de casi seis años vuelvo a mi alma mater. Solo fue una visita corta, sin embargo, puedo decir que queda poco de la que conocí. Por fotografías que tomé allá por el 2012, aún se podía reconocer los escenarios por los que pase buenos años de juventud. Poco tiempo después de egresar, volvía de vez en cuando y me sentaba en un salón o una banca a rememorar alguna vivencia. A pesar de estar alegre por terminar mis estudios, había una incómoda nostalgia por lo ahí vivido. Podía apoyarme en la barandas del pabellón G ha pensar en las veces que aguardaba con tensión mi turno para dar el examen oral, rememorar las conversaciones con alguien agradable, sentarme en una banca conversando cuestiones banales con los compañeros o ir por unos libros a la biblioteca donde pasé muchas horas.

Ahora el pabellón entero fue demolido, las bancas retiradas y la biblioteca modernizada. Solo hay pequeños espacios que me permiten todavía distinguir que caminé por ahí en una época formativa importante para mí.
Lo que si se mantiene pétreo es el ambiente apacible del campus. La sensación de estar fuera del caos de la ciudad y la amabilidad de los trabajadores están incólumes. Un mejor lugar para estudiar no puede existir. Sigue siendo una realidad aparte la U. de Lima.
Al terminar la tarde me senté a tomar un café y leer un libro como en aquellas épocas universitarias. Claro, ya no era el recordado, sino uno del Dunkin' Donuts al que no sabía bien cómo pedir. Solo minutos antes quise hacerlo en una máquina y para mi sorpresa, ya no tenía ranuras para monedas, sino un lector de tarjetas del que no tenía la menor idea de cómo funcionaba. Estuve buenos minutos observando cómo los estudiantes lo usaban, pero preferí no arriesgarme.
Al final me fui con una fallida nostalgia. Solo quedaba poco de lo que recordaba y me sentí como de una de las últimas promociones del siglo XX. Un viejo estudiante del siglo pasado.

Rebuscando entre las innumerables cosas que tengo guardadas en cajas...

Rebuscando entre las innumerables cosas que tengo guardadas en cajas, hallé un antiguo dvd de la película Silent Hill. Esta obra se inspira en muchas referencias literarias y artísticas. Entre ellas las de Bacon, Bosch, Hans Belmer, Dalí o Andrew Weith. El aspecto visual de la película es espectacular. Lo que llamó mi atención es que conforme avanzaba la trama, noté que faltaban algunas escenas. Pensé que la recordaba mal y que lo faltante en realidad era de películas posteriores. Sin embargo, lo cierto es que era una versión editada. Había olvidado que hace buenos años, películas con violencia explícita eran auto censuradas. Recuerdo haber visto otras más sangrientas en blanco y negro. Así eran vendidas las versiones piratas. No sé si duró tiempo esa característica, pero en una época, algunos vendedores te aclaraban tal detalle. Eso sí, estoy hablando de hace más de veinte años. Por cierto, es curioso que esta película haya sobrevivido tanto tiempo. La mayoría fueron a parar a la basura.

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías?...

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