miércoles, 20 de junio de 2018

Lecciones del Fútbol según la FIFA



Cuando el ex defensa central de la selección argentina campeona de México 86, Oscar Ruggeri, contaba acerca de los entretelones de la campaña que los llevó a ser campeones, él contó un consejo de su director técnico Carlos Salvador Bilardo cuando ellos estaban preocupados por los víaticos que les darían por su participación en el Mundial. Bilardo le dijo que se olvidaran de esos requerimientos, que se concentraran en lo futbolístico. Que el objetivo era ganar la copa y que si lo lograban, la gente nunca lo olvidaría y más importante que el dinero era la gloria, siendo eso algo impagable por el resto de sus vidas. Ruggeri en ese momento no lo entendió del todo porque era joven y creía que para necesitar eso faltaban muchos años. Ahora que ya es una persona de 56 años, sabe que esa copa del mundo le ha permitido vivir y ser considerado de mejor forma por el pueblo argentino que otros jugadores igual o más talentosos pero que nunca levantaron la copa del mundo. ¿Qué se puede aprender de esto conociendo que ambos han sido personas que usaron el juego sucio para obtener sus objetivos? Es conocida la fama de Bilardo desde que era un pincharrata (jugador de Estudiantes de la Plata) y Ruggeri, un jugador controversial y agresivo que hasta ahora se enorgullece se intentar romperle la pierna a Chilavert cuando este último jugaba en Vélez.

Es evidente que ambos personajes pese a su juego sucio, lograron mucho éxito. La palomillada fue premiada con la gloria y el reconocimiento. En el fútbol, la placa de los más triunfadores está plagada de oportunismo, trampa y violencia. Y eso es porque cuando uno compite por una copa todos son conscientes que es una sola, por lo que podemos decir que solo uno podrá obtenerla. No hay medias tintas ni merecimientos honrosos. Aquellos que no logren ganarla serán los perdedores que pocos recordarán. Esa naturaleza competitiva de este deporte hace que las enseñanzas morales solo queden en poesía futbolera, en  que cierto dignidad puede existir pese a la derrota.  En un encuentro por la liga italiana en el año 85 entre el Udinese de Zico y el Napoli de Diego Maradona, ocurrió un hecho que ejemplifica lo manifestado líneas arriba. El encuentro estaba bien disputado y lo ganaba el Udinese, cuando en un ataque del Napoli, Maradona salta y con la mano logra empujar el balón hacia el arco contrario anotando el gol del empate. El árbitro no se dio cuenta y lo validó.  Maradona cuenta que luego de celebrar se le acerca Zico y le dice que eso no puede aceptarlo, que ha sido mano y es desleal. El jugador argentino le extiende la mano y le dice: “Soy Diego “desleal” Maradona, mucho gusto”. Y remata su anécdota diciendo que él aguantó demasiadas trampas contra él como para no aprovecharse de una.  Este hecho fue un año antes de la llamada “mano de dios” que los llevó a vencer a los ingleses en el mundial de México.

Así podemos hallar hartos ejemplos sobre cómo la viveza ha sacado ventaja en este deporte. El más trascendente para los peruanos está el partido contra Chile en Santiago para la clasificación a Francia 98. La hostilidad hacia nuestra selección fue brutal y eso minó gravemente nuestros ánimos. Es espíritu deportivo fue anulado y se usó las más arteras estrategias trayendo como consecuencia nuestra eliminación inapelable. La Fifa, siendo consciente de que esta práctica es más común de lo que el juego limpio puede aceptar, creó un premio que suena a consuelo, un reconocimiento al hecho de no dejarse tentar por la idea de que “el fin justifica los medios”. El premio “Fair Play” es de esta naturaleza. Si lo vemos con ojos criollos, diríamos que es el reconocimiento al más huevón del campeonato. No es extraño que la selección peruana lo recibiera en la Copa América de 2015 organizada en Chile, siendo quizás una de los campeonatos más sucios de los que se han organizado, y justamente ganado por la selección más tramposa de las participantes y a la vez anfitriona.

¿Qué podemos entender de todo esto? Que la naturaleza del fútbol no va de la mano con la ética y la moral. Y si eso lo aunamos a que es un deporte de contacto, el asunto se agrava más. Es común escuchar anécdotas deportivas en donde esa llamada “viveza” es casi catalogada como un acto de honor. La transgresión de las normas con el objetivo de obtener la gloria es moneda corriente porque el ganar un campeonato de fútbol, sea uno barrial hasta la copa del Mundo, lleva un significado único y avasallador. Ser campeón de un deporte donde la mala maña es usada para obtener la mayor ventaja posible, es considerado una gesta. Pocos son los que pueden enorgullecerse de decir que fue obtenido limpiamente ya que se encuentran tan contaminado estos campeonatos de dicha mala sangre que si alguna vez sucediera que un equipo la obtuvo siguiendo principios éticos y morales, nadie lo creería.

De esta forma debemos entender que lo deportivo tiene un significado importante, no obstante, no lo es todo si es que queremos más que participar. Uno debe asumir que el fútbol como otras prácticas competitivas contiene un lado siniestro que va más allá de la praxis sana. Es de ingenuos creer que tras una campaña de éxitos no encontremos actos injustos que lo sostienen.

Hay que asumir que salir victorioso tiene un precio alto. Que si uno anhela tener el brillo que poseen los triunfadores, se deben de romper códigos y principios. Un penal mal cobrado te puede hacer campeón del mundo así como cobrar un gol fantasma o dejarse golear para beneficiar a un equipo. Así hay más hechos que nunca se sabrán pero que de alguna forma se manifiestan cubiertos de escepticismo y duda.

Una copa del mundo de fútbol contiene demasiado valor, cambia vidas, define la suerte de individuos, selecciones, empresas y de los mismos organizadores. Hay demasiado en juego para que un gol fortuito pueda decidirlo. La pelota no puede ser un dios, un gran dado que juega con los destinos de tantos. He ahí la principal clave para descifrar que en el fútbol, mientras más alto se llegue, lo deportivo va perdiendo su importancia. Y si bien no siempre sale como se planifica, siempre se buscará la forma porque ese “azar” sea lo más manejable posible.

Cuando se le exige a un seleccionado ser campeón, debemos considerar que no solo estaremos hablando plenamente de fútbol.

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