Algo que he ido aprendiendo en estos años es valorar la inteligencia de un individuo por su capacidad de relacionar diferentes tipos de conceptos. Mientras más conozca y más los haga interactuar entre ellos, sus ideas son amplias y porosas. Repletas de tentáculos o eslabones abiertos a sostener otras ideas que le ayuden a construir propuestas sólidas y claras. Caso contrario, son solo altaneras norias que dan vueltas y vueltas en sus mismos argumentos. Seres aferrados al entendimiento de sus primeros y únicos conceptos que quizás tampoco les pertenezcan. No basta la lectura para curar ese miedo porque el temor estará en encontrarse con razonamientos bien planteados que los hagan dudar de ese primer amor intelectual. Aquellos solo leen de lo mismo una y otra vez reafirmando el enamoramiento por sus postulados. Sus biblias mentales que siempre sostienen bajo el brazo y con las que le dan misa a sus pares.
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