viernes, 14 de septiembre de 2018

Sectas y milagros absurdos

En un ejercicio por encontrar las razones por las que un individuo pueda creer en los milagros que nos muestran las sectas religiosas, uno explora en la propia personalidad y los recuerdos. A los siete años, me gustaba ver programas de televisión que hablaban de fantasmas u otras cuestiones paranormales. Era fanático de Un Paso al Más Allá y Galería Nocturna (La Hora Macabra) y otros más. En una ocasión, en un sábado por la noche en el que mis padres habían ido a una reunión, me quedé con mi abuela viendo la televisión. Trataba sobre la reencarnación y puedo decir con seguridad que era la primera vez que escuchaba sobre eso. Canal 7 lo transmitía. En una escena, se veía a una mujer durmiendo y sobre ella aparecía una nube blanca que flotaba. Eso fue tan impresionante para mí porque al no entender a cabalidad lo que narraba el locutor, pensé con seguridad que era el alma de un ser humano. Yo estaba sentado en el suelo y mi abuela en una silla. Volteé a mirarla y ella estaba dormida. Entonces con gritos le dije: "¡abuelita, acabo de ver un espíritu en la tv!, ¡es verdad, los fantasmas existen!" Ella me dijo que cómo va ser cierto eso, que eso es televisión. Pero no, yo porfié una y otra vez. Con el pasar de los años me percaté de mi ingenuidad sorprendiéndome de cómo pude estar tan seguro de aquello. Sonaba tan convincente que mis pequeños amigos del colegio me terminaron creyendo.
Moraleja: hay que tener la cabeza de chorlito o la mentalidad de un niño de ocho años para pensar en esas sonseras. Ojo, no hablo de creer en el alma humana, sino en la forma tan cándida en la que te lo presentan.

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