domingo, 3 de marzo de 2019

La juventud y la rebelión por el orden.

Antes los jóvenes protestaban para que el sistema no los controle, ahora protestan porque lo quieren controlar. Antes querían libertad, ahora luchan por imponer su verdad a los demás. Si fueran más creativos trasladarían sus inquietudes hacia la música o la literatura aunque de ser así, qué letras de canciones o argumentos tendrían. Normalmente el joven no está enterado acerca de las razones de sus ganas de protestar, tiene demasiada energía como para detenerse a racionalizar su inconformidad.
Cuando surgen los movimientos musicales, literarios o artísticos trascendentes del siglo XX, el germen es la opresión, los límites que una sociedad reprimida impone. Los jóvenes se rebelaban ante ello porque sentían que estaban limitando su derecho a la expresión. Los bailes pecaminosos de Elvis o la estrafalaria vestimenta de los punks llevaba a que se realizaran debates televisivos o en diferentes medios de comunicación de todo el mundo, intentando detener esa ola de perversiones y odas a la violencia. Y así se ha hecho con cada cosa que los jóvenes traían de nuevo a las sociedades que se iban conformando con sus tradiciones y costumbres.
En estos tiempos, ya en la segunda década del nuevo siglo, al contrario, tienen toda la libertad de hacer lo que desean y sin embargo, protestan porque ya no existe el control de antaño, de esa misma época que oprimía a la juventud por ser espontánea y libre.
La juventud actual siente a su sociedad tan caótica que dentro de poco querrá desfiles militares, himnos y discursos fascistas. Ya vemos la popularidad de personajes políticos bravucones que quieren imponer el orden a gritos. El problema no es la búsqueda de la disciplina, sino quién la da, el joven aún no es consciente que en este anhelo de un orden, no todos mandarán, sino que también puede estar del otro lado, del que tiene que obedecer.

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