No sorprende la corrupción del sistema judicial. Todo profesional del Derecho sabe eso desde estudiante.Sin embargo, en las universidades no se la menciona con sinceridad. Si se toca el tema, se hace con cierto cinismo, tangencialmente y hasta en un tono de broma. La primera vez que practiqué en un estudio de abogados, el mismo primer día, la primera función fue acompañar a un abogado a ir a un juzgado y a una comisaría. ¿Para qué fuimos?, pues para llevarles artículos de oficina a ambas dependencias. El abogado me contó las carencias de estas instituciones y que los mismos funcionarios debían financiarlas si es que no tenían los insumos para cumplir con sus deberes. Así que él les hacía "un favor" comprando estas cosas para que ellos después también le devolvieran ese "favor". Esa primera lección me hizo saber más de la diferencia entre el Derecho y la abogacía y la mutación jurídica que se ejerce en el país. Lecciones más descarnadas que las que me podían dar todos los tomos de Díez-Picazo, Recaséns Siches o Manuel Albaladejo.
Al final de una clase me acerqué a un profesor de Derecho Procesal Penal para comentarle un tema de coyuntura política porque quería una opinión al respecto. Solo me respondió con un: "yo creo que eso es obvio señor Luján, ¿usted es inteligente?, si lo es, ya tiene su respuesta". Y lo repitió una vez más mientras sujetaba su maletín y abandonaba el salón. No comprendí esa actitud distante, aunque meses después supe la razón. El profesor era miembro del grupo de jueces cuestionados por esa decisión de la que yo le pedí opinión. Claro, en ese momento yo no lo sabía y hasta me sentí avergonzado por haberlo cuestionado tan directamente.
Siempre el tema político era descartado por muchos maestros. Nunca quisieron ser interrogados y en diferentes circunstancias cancelaban cualquier intento de debatir el tema. La corrupción judicial no era materia y tampoco era algo que a los alumnos les preocupara mucho. Ahí aprendí que no todos los que estudian Derecho lo hacen para defenderlo, sino que también quieren su tajada, sacar ventaja de lo que están aprendiendo. Eso sí, nunca faltaron los alumnos que se atrevían de cuando en cuando a señalar al rey desnudo. Esas siempre fueron las mejores clases.
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