miércoles, 31 de julio de 2019

La muerte de un intelectual

Por qué nos debe causar tanta tristeza y desazón que personajes talentosos e ilustres fallezcan cuando estos individuos ya nos dieron durante su larga vida lo mejor de ellos. Es comprensible la pena de quienes los conocieron y de sus seguidores, no obstante, ese sentimiento de abandono no deberíamos tener. Sin embargo, esa pena es latente porque no hay sustitutos ni recambio. Nadie les ha tomado la posta o peor aún, la misma sociedad peruana no deja que nadie los releve.
Me pregunto, ¿quién podría hacer un programa de televisión similar al de Denegri?, ¿quién podría siquiera comentar un libro como lo hacía Verástegui? y eso que ni siquiera menciono su obra poética o ¿quién podría escribir un artículo periodístico con el ingenio del crítico literario Abelardo Oquendo? E indico solamente las actividades por las que fueron muchas veces conocidos. Son muy pocos o ninguno.
He leído que criticaban la poca gente que asistieron al velorio de estos ilustres personajes en comparación a las ovaciones en un estadio a un locutor deportivo. Bueno, no sorprende, más aún, en el caso de MAD no creo que él hubiese deseado que un estadio vitoree su nombre ya que siempre afirmaba que la masa era estúpida y no estaba de acuerdo del todo con el régimen democrático. Y ese es el punto. Los que lamentan la ausencia de estos personajes son pocos, la gente pensante. La que reclama constante conocimiento son los menos y eso siempre ha sido así.
No es que uno deba intentar que las buenas ideas estén en la mente de la mayoría de la sociedad, sino que estas buenas ideas se impongan a pesar de esa mayoría. Un individuo pensante nunca será popular, eso va en contra de la naturaleza de la inteligencia, y es por eso de la resistencia a su relevo.
No es suficiente lamentar la muerte de un intelectual, algunos creen que dando a conocer su pena se liberan de la responsabilidad de ser como ellos, como si la mención de sus nombres sea suficiente para valorar lo que tanto pregonaban. Lo ideal es estar listo para el combate y eso es lo que nos han demostrado dichos personajes. Las hordas de la ignorancia siempre estarán al acecho y uno debe estar listo. A los muertos hay que enterrarlos, pero alguien debe tomar el estandarte que yace en suelo y no echarle encima la misma tierra con que sepultamos a los que lo levantaron durante toda su vida.

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