martes, 31 de agosto de 2021

Mis camisas siempre las he comprado en el mercado más cerca de mi casa...

Mis camisas siempre las he comprado en el mercado más cerca de mi casa o ruta, aunque cuando comencé a estudiar en la universidad iba a Saga, Ripley, Él o Adams. Nunca le he dado demasiada importancia a las marcas, mi interés está en que me sea práctico comprarla y no cueste demasiado, pero es inevitable que uno se cruce con gente que pare mirando el logo de la camisa que se use. Me van a perdonar, pero varias veces que hacían esa observación con respecto a mi ropa, los miraba de arriba hacia abajo y les decía: "Esto no es un desfile de modas" y cosas así, hasta un poco más fuertes. Recién noté esa actitud de ver la "marca" de la ropa en los universitarios. Les daban una importancia que antes no había visto. Era como si eso fuera algo vital para demostrar la imagen que debían proyectar. Nunca comprendí esa debilidad. Sé que conforme uno asciende socialmente, los colegas o clientes ven en tu forma de vestir las decisiones que has tomado con respecto a tu vida profesional. Asumen que si vistes con trapos costosos, eres exitoso y por lo tanto, confiable. Es una tara social que uno poco puede hacer para cambiar. Se ha institucionalizado y podría ser indefendible exigir que las cosas no sean así. Son las normas sociales y aunque vivamos en un mundo superficial, eso no implica que uno tenga que allanarse a ellas. Uno puede decidir no seguirlas siendo consciente de las consecuencias de tal actitud. Lo bueno es que te alejas de aquellos que consideran más importante la marca de una camisa que la personalidad de quien la usa. Alguna vez quise cruzar la frontera. Decidido a ver si era tan extraordinario el sentir telas y cortes costosos sobre uno y quizás percibir la energía sobrenatural que hacía a muchos hablar siempre de estas, humildemente me compré dos camisas de más de doscientos cincuenta soles. Me fui al Jockey y fui directo hacia donde vendían esas marcas que solo te enterabas por boca de snobs y arribistas. No rebusqué demasiado. Tomé dos, me las probé y las llevé a mi casa. Me duraron dos años. No cambió mi vida, no me sentí más cómodo, no hice mejores amigos ni gané más plata. Fue lo mismo que usar mis John Holden de toda la vida pero con un exceso de precio. Sé que hay personas que dirán que las marcas costosas hacen que la gente se vea mejor. Sin embargo, si dedicamos demasiado tiempo en pensar en eso y trabajar duro para poder comprar ropa del alta gama, nos quedará poco tiempo para enriquecer nuestro espíritu y mente. Claro, es más fácil parecer un buen sujeto si podemos comprar el disfraz. Aunque sepamos que todo eso es un engaño, muy bonito, pero engaño al fin.

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