martes, 7 de noviembre de 2023

Las veces que uso el bus de corredor vial, casi siempre me cruzo con estudiantes veinteañeros que van a la Universidad San Martín...

Las veces que uso el bus de corredor vial, casi siempre me cruzo con estudiantes veinteañeros que van a la Universidad San Martín. Cerca de mi casa están la facultad de Derecho y de Medicina, así que en el ir y venir, me rodean de forma apabullante. La energía que uno tiene a esa edad, sus miradas que reflejan una mixtura entre inocencia e imbecilidad y la despreocupación por aquello que no sea parte de su existencia inmediata, hace que uno transite entre ellos como si pasara a través de un jardín lleno de rosas: con miedo a no deshojarlas pero también a no ser hincado si uno se acerca demasiado. Dentro de esa experiencia, en la primera parte del año me ha pasado algo curioso. He visto en algunos de ellos a personas que he conocido en el pasado. No exagero si afirmo que habrán sido seis personas que han sido sorprendentemente idénticas a otras que conocí a mis veinte. Los vi y pensé: "Así eras cuando te conocí". Intentaba no ser demasiado fisgón para que no notaran mi mirada, pero una sensación extraña me invadía todo el cuerpo. Como si se activara mi yo de veinte años y volviera al momento cuando los frecuentaba. Las preocupaciones, angustias y expectativas regresaron de forma tímida a mis pensamientos. Regresé a los noventas por escasos segundos. Luego de eso, también hice el ejercicio de ver entre todas esas caritas endemoniadas y tiernas a la vez, a alguien que me haga recordar a mi de esa edad, solo con la intención de imaginarme que me acerco a él y le digo que todo estará bien.

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