jueves, 26 de octubre de 2023

Bar desaparecido

“Fue doloroso porque significaba destrozarme; dejar la molicie de un universo complaciente por conocido -aquél dominado por el aire de tribu que segrega toda familia- y reemplazarlo por algunas madrugadas, generalmente teñidas de llovizna, fuera de los linderos de la casa, porque ir a cantinas equivale a ir a la calle, aunque sean recintos cerrados. Su condición de lugares públicos les proporciona el hálito del anonimato y la intimidad que poseen los templos, y su ritual -como en aquéllos- consiste en despojarse de todas las máscaras y hablar de corazón a corazón. No con ser un ser superior, bah, sino con parroquianos, un amigo, una ronda de amigos, los de la otra mesa, con aquel solitario del rincón o con el mozo. A las cantinas se va a hablar. Se toma para hacerlo. La cantina es la antítesis del hogar: los jóvenes se escapan de sus padres y los esposos se escapan de sus mujeres. Cuando los familiares van juntos lo hacen por necesidad de comunicarse, corregir malos entendidos, hacer las paces, decirse las verdades a la cara, contarse secretos o una infidencia. Ni los parroquianos ni las cantinas son siempre iguales; pero, al final, en el recorrido de la noche, lo más propio de ambos sugiere una descripción común. Los parroquianos requieren de una condición básica: ser capaces de estar sentados durante horas alrededor de una mesa, perder la noción del tiempo, observar, querer ser felices, emocionarse trivial y profundamente, soñar, haber perdido y creer que las grandes aventuras transcurren entre palabras. Las cantinas adecuadas para aquéllos deben oler, oler bastante, oler humanamente a despojo; ser viejas, muy viejas, apiñadas, bulliciosas, estrechas y que cierren tarde. En las cantinas se empieza hablando en voz baja, luego en voz alta y se termina gritando. La confrontación es contra otras voces, contra la rocola y contra uno mismo. Se abren grietas, surgen sombras, problemas expresados sin eco, porque siempre, siempre, el interlocutor escucha atentamente pero pronto lo olvida todo. No hay peor espía en el mundo que aquel que en una cantina no bebe, ni persona más cruel que aquella que propaga lo que allí se exclama. A la cantina se va porque el dolor ahí tiene cabida. Aunque se haga sitio entre las carcajadas, las bromas y las burlas; ésa es una manera de aceptarlo y las grescas sólo ocurren cuando no hay ninguno que sufra. Las ciudades siempre producen ambientes que están entre el lugar privado y la calle; París o Buenos Aires han creado los cafetines, los cafés, como en Viena; en Londres son los pubs, taciturnos y replegados lugares de licor y juegos inocentes; en México y Lima son las cantinas. El centro de Lima es -aparte de las actividades comerciales y administrativas- un emporio de cantinas, algunas intactas, francas, de día y de noche, desde que abren hasta que cierran; otras, como camaleones, se modifican de acuerdo a las horas y las costumbres: de cafetines matutinos y restaurantes al mediodía, se convierten en cantinas al empezar la tarde. La cantina es un pulpo que nos abre sus brazos de estrías; uno llega vacío y va inhalando vida mientras la mesa se repleta de botellas, hasta el final, porque siempre hay un final, el que nos devuelve miserables, solos a la calle. Salir es tropezar con la diminuta grandeza de una avenida abandonada, de los comercios cerrados. Regresar las manijas del reloj y colocar la cabeza entre los hombros, entre las solapas levantadas, en la realidad. Un penoso proceso de composición hasta la compostura. Y queda todavía allí un río en deshielo que bulle por las sienes, cuando un traspiés nos coloca en el momento ya casi exacto entre el amanecer y el día, a la vuelta de la otra margen”. (Cariño Malo en La Balada del gol perdido de Abelardo Sánchez León) ---- 

 Como presintiendo el final de dicho lugar llamado "La rockola" o "donde Ciro", un día de 2017 entré una tarde a tomar una cerveza. Observé las mesas y recordé las veces que a principios de siglo me reunía con mis amigos de universidad a conversar acerca de libros, filosofía o para planear proyectos futuros. El tiempo nos era infinito. Era más lúgubre de lo que se ve en estas fotografías, al menos así lo tengo en mi mente, la única compañía femenina eran esas dos eternas modelos que colgaban de sus paredes (no sé si las cambiaron o son las mismas). Cada vez que daba un respiro entre tantas cervezas y charla, las observaba para aquietar el alma. Sus miradas seductoras fingían la aprobación de lo que hacíamos ahí. Tantas veces se sentaron a nuestro lado personajes que aparecían desde las sombras con papel en mano y nos exigían que escucháramos sus poemas o toleremos sus ideas radicales sobre la política y la vida, no sin antes hacer una pausa para llenar sus vasos con nuestras cervezas. Los antiguos valses criollos, boleros o salsas de antaño que la rockola nos canjeaba por unas monedas, inundaba el lugar con su escarcheo y la melodía abrumada por el eco y la distorsión, daba la impresión que provenían directo del tunel del tiempo. 

A los veinte años, este lugar representaba la existencia, los circuitos internos de Lima. Cada madrugada y ya con la puerta principal cerrada, salía por un callejón, pensando que cada vez que lo hacía, más comprendía el país en el que vivía. Si hago un ejercicio de memoria, podría contar distintas historias vividas ahí. No hay fotos ni registros de esa época, solo lo que puedo contar. Habré dejado de ir con asiduidad el 2005. Luego regresé varios años después y el ambiente era más iluminado y alegre. Ya era un turista extraño de más de treinta años que no reconocía a la imagen de mi mismo que la veía sentada embriagada a los pies de la musa de papel. Lugares así ya no volverán porque están encadenados a la memoria juvenil de los sueños perdidos.

sábado, 21 de octubre de 2023

La costumbre de criticar libros, películas o cualquier tipo de creación artística ha hecho que se caiga en un ejercicio de altanería intelectual...

La costumbre de criticar libros, películas o cualquier tipo de creación artística ha hecho que se caiga en un ejercicio de altanería intelectual bastante molesto. Es común leer cosas como por ejemplo: "el libro tal se me cae de las manos porque..." y se suelta una lista de defectos que tienen la particularidad de mostrar lo tanto que le falta para llegar a ser tal o cual cosa. Enumerando una serie de virtudes que quizás el libro o película no pretende llegar a tener. 

La otra vez conversando con un buen amigo solté una idea coloquial con respecto a eso. Mencioné que la manía infantil de comparar a Messi con Ronaldo es absurda, sabiendo que jugaron en posiciones y con estilos de juego distintos, pero lo que sí sería ridículo es comparar a otros jugadores contemporáneos con ellos. Sería aniquilar sus virtudes porque no son "tan buenos" como ellos. Uno terminaría perdiendo el disfrute del juego por ir diciendo que tal o cual jugador no es tan bueno como los mejores. ¿Qué sentido tiene hacer eso? Lo ideal es evaluar cómo un jugador se desenvuelve en un partido, el que se acaba de disputar. Volviendo a la crítica. Observo que eso mismo pasa cuando leo reseñas o comentarios de libros o películas que pretenden más que opinar reflexivamente sobre lo visto, demostrar lo que saben del género.  

Después leí una crítica despiadada a un libro premiado en un concurso internacional. La exigencia de que sea una obra maestra para obtener un reconocimiento es ridícula porque seamos claros, dichos concursos se premian cada año (no es lo ideal), así que es imposible que salga un gran libro por año o en todo caso, que sea digno de obtener un premio destacado. Quizás cada diez años podamos encontrar un libro que reúna todo lo exigido para cumplir nuestros estándares de calidad. Regresando a mi ejemplo futbolístico, no todos los años nace un Messi o un Ronaldo. Pretender que todo libro que leamos deba volarnos la cabeza es risible. Uno debe apreciar la obra dentro de sus pretensiones y límites. Cuando uno pierde esa objetividad, nos percatamos que tras esa lista de defectos resaltados hay una necesidad de menospreciar el esfuerzo y trabajo ajeno. Tal vez por resentimiento social o complejo porque la obra comentada no pertenece a un creador con el que nos identificamos. Si sentimos eso, mejor no decir nada. Cada uno es libre de escribir lo que le da la gana, es cierto, sin embargo, también hay responsabilidad en mantener cierta ética al momento de comentar el trabajo ajeno. De lo contrario solo seríamos como gente chismosa en una esquina hablando de los defectos del resto más que críticos o comentaristas de obras artísticas.

jueves, 19 de octubre de 2023

Conversar con un dogmático es estresante. Más aún cuando uno difiere en opinión...

Conversar con un dogmático es estresante. Más aún cuando uno difiere en opinión. A uno de ellos le pedí que por favor leyera un libro que cuestionaba las ideas que me exponía. Lo primero que me respondió es que no necesitaba hacerlo porque él estaba muy seguro de lo que pensaba. Tal argumento me desconcertó. Lo que no me dijo es de dónde salieron las ideas que defendía, ni cómo así llego a estar tan convencido de ellas. Asumí que las había leído en algún lado. Normalmente el dogmático se caracteriza por ordenar sus ideas con oraciones. Algo así como sentencias o versículos bíblicos. Lo que aún me intriga es la rapidez con la que se convencen con una sola oración. Por ejemplo, cuando discutimos sobre la perspectiva de género, menciona frases como "Dios creo hombre y mujer" o "La naturaleza determina que solo existan dos sexos y todo aquello que lo cuestione está mal". ¿Cómo así se puede estar seguro de ello? Yo no lo sé. Existen múltiples temas donde se cuestionan los paradigmas de nuestra sociedad y para los que no tengo respuesta. No tengo cabeza ni tiempo para empaparme de todos los temas que en estas épocas están en entredicho, pero soy consciente que se debe tener cierta apertura a las nuevas ideas que se van a generar producto de ese debate. Hasta diría que es algo elemental y de sentido común. Cuando uno cae en el dogmatismo argumentativo es señal de cansancio intelectual. De bajar los brazos a la evolución del pensamiento. Así uno se convierte en un dinosaurio que solo espera que caiga el meteorito sobre su cabeza.

miércoles, 18 de octubre de 2023

Existe una expresión que se usa cuando una obra se nos presenta desfasada o que ya no impacta como lo hizo en su tiempo y es la de "envejecer mal"...

Existe una expresión que se usa cuando una obra se nos presenta desfasada o que ya no impacta como lo hizo en su tiempo y es la de "envejecer mal". La otra vez pensaba en qué libros de novela, cuento o poesía peruana no están destinados a pasar la prueba del tiempo. El valor técnico no está en cuestión, sino el contenido en sí. Más aún, reflexionaba sobre los factores claves que podrían determinar ese desfase. Entre los que consideré, está la información. Por ejemplo, hace unos años aparecieron varios libros sobre la época del terrorismo o conflicto armado. Algunos autores se apresuraron a escribir su propia versión de ello y si bien fueron recibidos por los lectores con la necesidad de entender esa trágica época, los años siguientes la información e interpretación de tal periodo ha desbordado el debate y la creatividad. Convirtiendo cierta literatura en ejercicios ingenuos de entusiasmo. Por ejemplo, ¿podemos decir que Conversación en la Catedral o Ríos Profundos han envejecido mal? Hace unos días en las redes sociales han enfrentado por enésima vez a sus autores por ganar el título de quién es el autor más representativo del Perú. Pero no olvidemos que uno está muerto y el otro ya no vive en el país desde hace décadas. Entonces, ¿cómo ellos pueden tener tal título? La nostalgia nos puede dar una mala pasada. Cuando leí tales libros, sabía poco o nada del país, de su realidad política o social. Estas obras me dieron una radiografía de lo que aparentemente pasaba a nuestro alrededor, aunque los años han demostrado que ciertas cosas ya no son así. Sin embargo, se mantienen firmes así el rumbo de ciertos aspectos han cambiado. Ahora, si una obra termina desfasada, de quién es la culpa, ¿de la sociedad o del autor? La obra perdura porque el autor ha podido diagnosticar los problemas graves que aquejan a un país. No se ha limitado a maquillar su obra con algún conflicto social o político con el fin de ganar visibilidad. Si en realidad el libro ha querido desentrañar el cáncer social, perdudará en el tiempo y eso requiere compromiso, tiempo, observación y deseos de hacer protagonista a su obra y no a él (ella) mismo (a). Si alguno conoce una obra que considera que no ha pasado la prueba del tiempo, me lo hace saber. Siempre será bueno debatir tal tema.

martes, 17 de octubre de 2023

Seguir las normas del libre mercado tal cual están determinadas implican un cambio de mentalidad radical...

Seguir las normas del libre mercado tal cual están determinadas implican un cambio de mentalidad radical. Uno que no solo afectará a tu actuar en los negocios, sino en la vida misma. Hace varios años, un colega cometió un error grave en un emprendimiento profesional. Se excusó diciendo que asumía el error, pero que no pasó a mayores porque los otros participantes del proyecto lo solucionaron. Cuando se le dijo que se había decidido que dé un paso al costado, soltó la frase: "no me parece, sé que fue mi descuido, pero los amigos están para apoyarse". Esa respuesta me desconcertó. En realidad, yo no fui el que decidió separarlo, sino el que inició el proyecto. Es así que sus razones me convencieron. Esa actitud del colega despedido me hizo pensar muchas cosas con respecto al trabajo, la amistad, la cortesía y los modales. En que era evidente que esos aspectos no se pueden mezclar. Y es que uno no puede andar por la vida disculpándose todo el tiempo con todos por tomar medidas radicales pero que uno las cree necesarias. ¿Qué nos hace tomar esas medidas? Pues el libre mercado. Ser eficiente y productivo nos convierte en seres prácticos. Si percibimos demora, duda, falta de interés o ineficiencia, se tiene que dejar de lado a quienes la demuestran. Esa actitud debe estar bien instalada en el chip mental para evitar que la competencia se pase de largo o se distancie más. Teniendo en cuenta que uno es la punta de lanza de una empresa, la que paga los gastos y sueldos. El asalariado puede ser cortés, permisivo o lo que sea porque es el pasajero en el carro del que maneja un negocio. El libre mercado no solo es una forma de manejar la economía, sino también de hacerlo en la vida misma. Se puede decir que uno se vuelve indolente. Lo más fuerte a nivel anímico es que si estos mismos caen, nadie los levanta, sino ellos mismos. Es por eso que son partidarios de ideas que suenan tan radicales a nivel de asuntos de interés social. Pero eso no quita que también se pueda ser compasivo, generoso y amable. Sin embargo, se es consciente que serlo está quitando tiempo. Que eso que hace, es pérdida de capital o ganancia. Sabe muy bien cómo funciona el tiempo en esta era. Lo que gana es la satisfacción de ayudar al resto, pero también debilita su negocio o su proyecto de vida. Para entender cómo funciona las reglas que imperan en estos tiempos, no es suficiente leer sobre ello, sino hay que involucrarse. Ver como poco a poco la personalidad de uno va cambiando y ver qué dejamos y qué tomamos. Es por eso que cuando alguien que no ha realizado un emprendimiento serio habla sobre el capitalismo, se pueden hallar ciertos vacíos no conceptuales, sino de carácter. Las ideas no solo deben contener conceptos, sino también intención. En ellas se debe reflejar el conflicto entre uno y la realidad. Es fácil hablar del deber ser. Es común leer y escuchar a gente que dice: "Esto debe ser así y no como lo dice o hace este otro". Eso es hasta moral. Ver eso es triste. Se percibe una infelicidad creada porque el mundo imaginado no calza con lo real. Salen de sus casas con reglas que el mundo no sigue. Lo ideal es exponer el deber ser y ver qué tanto de eso en una realidad como la nuestra puede calzar. Y si no es así, entonces cómo adaptarse para lograr la meta que uno tiene. Más aún, si después de determinar ese cómo, pensar si se puede ir a la cama a dormir con la conciencia tranquila.

La otra vez que regresaba en bus a mi casa ya muy de noche...

La otra vez que regresaba en bus a mi casa ya muy de noche, pensé en qué ha sido lo más extraño que he visto en el transporte público a altas horas del la noche. A los veinte, viajaba más y a lugares distintos. Es verdad que me sorprendía fácilmente de algunas personas o hechos. Es propia de esa edad de descubrimiento del mundo. Ahora ya se siente como un loop ciertas experiencias. Eso no quiere decir que no viva u observe algo curioso, sino que se ha perdido la capacidad de sorpresa. Por ese entonces, vi que subieron dos escolares a eso de las once y media de la noche. Eran varones y sus expresiones reflejaban despreocupación. Como si fuera un viaje más de ellos. En todos estos años he visto escolares subirse a los buses bien tarde y hasta ahora no sé qué hacen ahí. Cuál podría ser la razón de estar en la calle tan tarde. Esas cosas extraordinarias que uno observa, nos hacen más llevadero el viaje porque imaginamos una explicación. También hace unos años, vi a una señora con su hija sentadas una al lado de la otra. Me llamó la atención los moretones que la mujer tenía en los brazos y el cuello. La madre tendría sesenta años. Su hija parecía de treinta, pero padecía de una discapacidad mental. Era una mujer grande y se le notaba fuerte. La madre le alcanzó su celular para que vea algo y se distraiga porque la notaba inquieta. Me imaginé que quizás la hija se le va de las manos y la agredía en esos desvaríos que a veces los seres muy sensibles sufren. Igual, en ese pensamiento distraje los minutos de mi viaje, pensando en lo difícil que habrá sido su vida. Ya poco observó a la gente ver por la ventana o cruzar las miradas con otros pasajeros. Esa mirada perdida de la gente provocada por el tedio de los largos viajes son reemplazadas por una tímida sonrisa que le lanzan a su celular o un frenético tecleo a sus pantallas. A estas alturas, lo extraordinario podría pasar sutilmente a nuestro lado y nosotros ni enterados.

Aparentemente esta imagen tiene un mensaje claro: Batman está conteniendo las habilidades innatas de Superman porque él está a cargo de la misión...

Aparentemente esta imagen tiene un mensaje claro: Batman está conteniendo las habilidades innatas de Superman porque él está a cargo de la misión. Cuántos podríamos decir que debido a la necedad de Batman se privan de obtener un mejor resultado. Estuve dándole vueltas a esto e intentando comprender por qué Batman podría ser tan mezquino con Superman. Como todos sabemos, existe la Liga de la Justicia, y esta se invoca cuando el problema es más grande y un solo superhéroe no podría enfrentarlo. Entonces, si tomamos en cuenta la diferencia entre ambos superhéroes, podemos afirmar que quien es el más inteligente sería Batman. Primero, él no tiene superpoderes. Superman, sí. Este último posee fuerzas extraordinarias que hacen que la inteligencia sea importante pero no tanto. Solo tiene sus músculos, su supervisión y su calzoncillo encima del pantalón. No necesita más. Batman, por otro lado, no tiene nada de eso, sólo un desorden psicótico que lo hace vestirse de murciélago para vengarse de la muerte de sus padres y mucha plata. Tiene vehículos, un laboratorio y múltiples armas desarrolladas por él. Al carecer de superpoderes, lo ha reemplazado por astucia, inteligencia (resuelve con facilidad los acertijos) y sobre todo, planificación. Y esto es a lo que quiero llegar. Cuando alguien te dice que hagas algo y tiene más experiencia, pueda ser que lo que te diga parezca equivocado si es que se nos ocurre una idea mejor de hacerla. Sin embargo, la experiencia del que nos manda ya tiene dos o tres movimientos siguientes a la orden dada. Sabe que si se hace de la forma en que se nos ordena, tendrá ciertas consecuencias y se sabrá reaccionar para contrarrestar algún inconveniente. La aparente nueva y eficaz idea del que no está a cargo, puede generar problemas que el que dirige el proyecto no prevé. Es por eso que cuando se hace un trabajo en grupo y se escoge a un líder, se debe seguir sus normas hasta que acabe el proyecto así nos parezca una necedad. Volviendo al dibujo. Por algo Superman se ha unido a Batman y Robin para solucionar un problema. Quién sabe si Bruno Diaz necesita que lleguen todos juntos al lugar porque piensa hacer algo en conjunto. De ir solo y antes Superman, podría arruinarse lo que pretende ejecutar. No todo es lo que aparenta ser, parafraseando a la frase de los espejos laterales de los autos que nos dice casi con sabiduría: "Los objetos están más cerca de lo que parecen".

Tomando un cafecito en una mañana lluviosa...

Tomando un cafecito en una mañana lluviosa leyendo las noticias que importan. Mejor leo esto a las tropelías de la clase política que aparecen a diario en todos los periódicos. No hay noticias políticas. Ningún debate sobre la pertinencia de un proyecto de ley, nada sobre gestión política y menos sobre la pertinencia constitucional de una norma que no sea de una triquiñuela congresal. Casi todos los diarios son una extensión de las páginas policiales pero a nivel político. Cualquier noticia que podría ser tomada como relevante y que no sea de algún juicio probable o pendiente, ocupa un cuadro pequeño en las hojas de los diarios. Leer periódicos el día de hoy es una pérdida de tiempo. Aparte que ya no escriben bien ni desarrollan alguna idea. ¿Columnas de opinión? Las he leído y por ejemplo, hay un fulano que escribe en Expreso que ni se entiende lo que dice. Eso sí, existen pocos que tienen buenas intenciones y aportan cuestiones interesantes. Eso podemos rescatar de este diario. La República ha bajado cualquier cantidad y El Comercio, pues muchas están escritas para leerlas cuando uno está en la peluquería. No generan ninguna reacción que podría hacer que te corten la oreja.

En mi niñez nunca faltaron diarios para leer...

En mi niñez nunca faltaron diarios para leer. Siempre encontraba uno sobre la mesa de la cocina. Cada cierto tiempo cambiábamos de periódico: El Comercio, La República, Expreso, Extra, Hoy, Ojo son los que más recuerdo. Cada uno tenía ciertas características. Por ese entonces, coleccionaba los llamados chistes. Tenía bastantes a un extremo de la mesa de mi cocina. Sea desayuno, almuerzo o cena, los releía siempre. La mayoría eran de la famosa editorial Novaro. Así que para no perder la costumbre, buscaba las viñetas en los periódicos. Estaba Supercholo de El Domincal, Ume en El Comercio o el que por ese entonces no entendía, Manyute de Ojo. Así hubo varios, pero en Expreso aparecía en una sección, un pequeño recuadro con las llamadas frases célebres. Durante un tiempo las recortaba y las guardaba en un folder. Las releía con regularidad. Tenía una particular atracción por ellas. Aunque luego de un tiempo me cuestioné sobre cómo así esas frases aparecieron. Es decir, pensaba en cómo se les ocurrieron a esas personas. Sabía que eran héroes, escritores o pensadores pero no comprendía la naturaleza de su origen. No sé si le pregunté a alguien, lo que sí sé es que no lo supe buen tiempo. Luego pude comprender que eran extractos de obras más grandes. Sin embargo, también me cuestioné en que si había algo más aparte de lo dicho, qué tal si eso le cambiaba el sentido a la frase. Igual me fascinaban las sentencias porque me hacían pensar en varias cosas a pesar de mi corta edad. Con el tiempo me volví seguidor de estas frases y compré un librito de un sol que vendían en los buses en un viaje de retorno del colegio a mi casa. Tal vez sea el primer libro que compré con mi dinero (aún conservo esa publicación). Lo cargué por años en una cartera de cuerina que llevaba a todos lados. Después compré otro con más frases y las famosas Selecciones que también contenían estas sentencias filosóficas. La inquietud por descubrir el origen de estas frases quizás también me llevó a comprar y leer libros. No estoy seguro de eso ya que el recuerdo que les acabo de compartir fue uno que surgió como una epifanía varios años después de mi interés por la lectura y los libros. Era casi una etapa olvidada de mi vida que apareció repentinamente cuando leí una frase en un libro que no lo había leído con anterioridad, pero sospechosamente ya la conocía.

La otra vez leí en un diario un artículo de opinión que citaba a un conservador peruano...

La otra vez leí en un diario un artículo de opinión que citaba a un conservador peruano: "El comunismo no es el principal enemigo, sino el progresismo que está infiltrado en la izquierda y la derecha", pero el articulista antes dijo que los enemigos son de la familia y la sociedad. Así que ya saben hacia dónde iba el asunto. Me pregunto, ¿de dónde sale la idea de que ellos deben proteger algo?, ¿de dónde nace su superioridad con respecto al resto para afirmar que ellos son los guardianes de la conciencia moral?, ¿a quién protegen? Asumo que a los niños y a los adolescentes, pues siempre los mencionan cuando nos advierten de los peligros de "la ideología de género". No creo que pretendan decirnos en qué pensar a los que cursamos los cuarenta. Todavía no me queda claro si en realidad los adolescentes de estos tiempos escuchan a los adultos con ideas conservadoras y trasnochadas. Nunca lo han hecho y no creo que lo harán en esta época de sobreinformación. Así que esas luchas por "resguardar el orden moral" de viejos conservadores es arar en el agua. Solo sirven para hacer tertulias y simposios improductivos donde entre ellos se dan la razón y así afianzan la idea de que tienen no solo una superioridad moral sino también intelectual. En ese mismo artículo, el fulano mencionaba que los progresistas no se educan ¿? y que ellos (¿quiénes?), sí, porque la ciencia los respalda (doble ¿?). Un buen amigo de ideas conservadoras, me comparte su preocupación por esto del lenguaje inclusivo, de la mixtura de géneros que la gente está luchando por que sea aceptado y la ruptura de las ideas clásicas de lo que es un hombre y una mujer. Que eso creará una confusión al momento de interactuar con el prójimo y que ya nadie sabrá quién es el otro porque uno puede decir lo que desea cuando se trata de definir su identidad. Mi opinión es que eso ya no es nuestro asunto. Lo bueno de no estar enseñando en colegios o universidades es que no se tiene necesidad de interactuar con niños y jóvenes. En mi lenguaje diario no entro en ese conflicto en saber qué quieren o piensan de esto o aquello. No me importa. No son clientes, proveedores o con quien hablo el día a día. Los temas a tratar están muy lejos de esos asuntos personales o sociales. En qué me puede afectar que alguien diga "ciudadanos o ciudadanas". Mientras la gente de mediana edad se enfrasca en debates sosos y con harta carga de ignorancia sobre los temas de cultura y género, el joven que en realidad tendrá que enfrentar esos temas en su adultez, solo vive lo que le toca. Ellos verán cómo la sociedad se transforma y mirarán nuestros debates sobre estos temas como nosotros observamos desconcertados las antiguas discusiones de la clase dominante acerca de si tenían alma los indios o los negros.

Este bus era de la línea 20 que me llevaba de Chorrillos al colegio San Julián en Barranco a inicios de los noventas...

Este bus era de la línea 20 que me llevaba de Chorrillos al colegio San Julián en Barranco a inicios de los noventas. Era un Dodge-300. Lo recordé luego de que en una página preguntaran si en algún momento uno se ha quedado sin el dinero para pagar el pasaje ya estando en el omnibus. Me sucedió una vez y fue en mi etapa escolar. Justo había tomado esta línea y lo más probable es que sea del mismo modelo de la fotografía. Lo recuerdo bien porque en ese entonces circulaba este vehículo con una sola puerta adelante y otro similar pero con una puerta posterior agregada. Ese detalle de la única puerta es importante. Por ese entonces el pasaje escolar estaba 10 céntimos. Mi padre me daba 20 céntimos para la ida y la vuelta, así que debía cuidar el dinero. Un día el pasaje subió a 15 céntimos, pero yo me enteré en el mismo bus. Estaba yendo en dirección al colegio en el turno tarde. Cuando escuché que el cobrador le daba la nueva tarifa a los otros escolares, pensé en quién me podría prestar 5 céntimos para regresar y lo que me preocupaba era que de no encontrar a nadie, debería regresar a pie de Barranco a Chorrillos a las siete de la noche. Por ese entonces tenía catorce años, así que no eran tan seguras las calles para mí. La cuestión es que los escolares que estaban antes que yo empezaron a reclamar. No querían pagar. Uno de ellos se bajó corriendo y el cobrador tuvo la genial idea de ir detrás de él. Eso hizo que todos los escolares que estaban detrás salieran corriendo sin pagar. No había otra puerta para salir así que al ya no estar el cobrador, esta quedó libre. Como todo gilazo pulpin y honesto, dude en irme corriendo, pero al ver el panorama sombrío no tuve más opción de unirme a la horda de escolares y correr como si nos persiguiera el diablo hasta la puerta del colegio. Era imposible que en ese colegio alguien te prestara ni 5 céntimos. Después de ese traumático suceso, se lo conté a mi padre casi en shock por la situación en que me había encontrado por no tener para pagar el pasaje. Luego le pedí una china o cincuenta céntimos diarios para no pasar por una experiencia en que mi moral y la realidad estén en conflicto. Bueno, por ese entonces, esos asuntos se solucionaban con cincuenta céntimos. Después, algunas veces mis compañeros me pedían prestado 10 céntimos porque querían comprarse unos "chups" de hielo. Al darles, me veían asombrados y agradecidos por mi magnánima generosidad. La 20 aún existe pero los buses son modernos y ya no llegan a Barranco. Los recuerdos de esa línea y la otra casi gemela, la Villa Marina, que tenían los mismos buses pero con un verde más claro, los tengo en cautiverio en mi mente porque fueron los primeros buses que tomé con periodicidad. Una vez me pasé el paradero y por ser vehículos pequeños e ir repleto de gente, no vi donde bajar. Terminé por la Curva de Chorrillos y bajé donde estaban los travestis. Fue la primera vez que los vi en vivo y en directo. Para colmo, al pasar a su lado me dijeron como a Bart Simpson: "¿Quieres divertirte un rato, chaparrito?". Se maleaban, yo estaba con uniforme escolar, pero esa ya es otra historia.

e apareció de forma aleatoria el video que Fujimori hizo para las elecciones del año 2000...

Me apareció de forma aleatoria el video que Fujimori hizo para las elecciones del año 2000. Dos minutos de su baile del chino. Mientras recordaba los fantasmas políticos de esas elecciones al ritmo de esa pegajosa canción, pensé en el momento en que este candidato perdió la noción de la realidad. Aquello que fabricó para hacer de su campaña algo legítimo, costó muchos millones de soles. Fujimori sabía que su popularidad había bajado pero no quiso dejar el poder y creó una realidad alterna. En ese mismo spot publicitario dice a un público llevado en buses al punto de reunión: "La democracia es del pueblo, no de los políticos". El pueblo, como le decía a los ciudadanos en un intento de agruparlos con un estilo demagógico, ya no lo acompañaba. Era la realidad de las encuestas. Y aquello en lo que se aferraba era inexistente. Toda dictadura se encarga de fabricar un país donde puedan negar su corrupción y crimen. Sabemos cómo terminó. Fujimori ganó con fraude y no pudo sostener demasiado la mentira. Los políticos llegan al poder con promesas. Ellos prometen una sociedad mejor y la mayoría se da cuenta que lograrla en tan poco tiempo es imposible. Entonces, es ahí donde la psicosis comienza. Llega un momento en el que niegan su fracaso porque el poder les ha hecho creer que ellos no pueden fallar. No puede ser que alguien que tenga tantos honores, tantas cenas con personajes importantes, lujos y servilismo pueda hacer las cosas mal. Aceptar eso es también reconocer que aquello que recibieron en ese tiempo no lo merecían. El Ejecutivo y el Congreso manifiestan una enfermedad mental que los hace caer cada vez más en lo absurdo. Una presidenta torpe y unos congresistas ineptos han construido una realidad donde son grandes dirigentes que merecen el respeto de la ciudadanía. Siguen cambiando la Constitución y las instituciones con negligencia, fabricando argumentos jurídicos que como veremos en unos años, nos costará recomponer mientras se gasta más dinero en perseguirlos para llevarlos a prisión. Tener siete presidentes en tan poco tiempo nos dice que el germen de la locura no ha abandonado Palacio de gobierno ni el Congreso. El país está manejado por orates y la sociedad no reacciona porque también en parte comparte esa locura. Quién sabe si en nuestro día a día vivimos engañados con ideas en las que merecemos el trabajo que tenemos, en donde somos los perfectos padres de familia, vecinos, feligreses, inclusivos y gente de bien. No señalamos la locura del otro porque no podemos salirnos de la propia. La no reacción ante tanto absurdo es porque aún no nace el niño que señale al rey y diga con toda seguridad y claridad que este anda desnudo por las calles.

No estoy de acuerdo con el elogio fácil...

No estoy de acuerdo con el elogio fácil. Cuando uno le da valor a cualquier cosa, debe tener ciertos criterios establecidos. Es cierto que debemos diferenciar entre una apreciación objetiva y subjetiva. La primera se hace con fines didácticos y se necesita un amplio conocimiento de la materia a evaluar. La segunda es más sencilla. Se realiza como una cuestión personal. Se evalúa el desempeño de una actividad en base a preferencias personales. Y si bien uno siempre busca la objetividad, no hay forma en que esta apreciación se contamine si ya de antemano buscamos que el resultado de lo evaluado "nos agrade". Cuando leo algún libro de narrativa o poesía, hago este esquema de forma mental. Para determinar que algo es bueno para mí, mínimo debe tener una idea, párrafo o poema que llegue a la excelencia o esté muy cerca. Que encuentre dos o más es difícil a menos que tenga en mis manos un libro que haya pasado la prueba del tiempo. Es posible, pero uno debe releer para ver si algo genial se nos escapa. Un texto aceptable está plagado de ideas o escritos que se encuentran en la categoría de buenos y aspirando a muy buenos. Los menos logrados, se mueven desde lo regular para arriba. No obstante, en mi esquema solo coloco dos escalas de lo malo a lo regular. Basta un ligero traspié en un texto o idea regular para caer en lo malo. Y peor aún en uno malo para caer a lo más bajo de la inteligencia humana. Normalmente, a un libro de texto no llegan pésimos escritos. Afirmar con ligereza que un libro lo es, es caer en la exageración o la mentira. Lo escrito pasa por demasiados filtros para que una mierd* quede impresa en papel (a menos que sea una columna de opinión de algunos diarios, pero eso merece otra escala de evaluación). Lo que sí he observado es que abundan los libros de literatura actual con textos regulares que aspiran a ser buenos. Eso está bien, pero al tener una visión tan poco ambiciosa, el camino a la excelencia es lejano. La literatura peruana contemporánea debe librarse del elogio fácil, porque estaríamos confundiendo lo excelente con lo muy bueno y lo bueno con lo regular. Finalmente, lo excelente es una aspiración, por eso es muy difícil de ver. Llegar ahí es como escalar el Everest. Llegas y te tienes que bajar. Si vives ahí te mueres. El proceso de llegar es lo válido. Lo que se tiene que hacer una vez llegado, es volver a intentarlo. Ese deseo de grandeza hace que una obra llegue a ser valiosa. Lo cierto es que hay pocas obras en donde uno perciba ese incontenible anhelo de trascendencia. Y es por eso que varios libros hagan que uno se quede a medio camino del viaje.

He leído que algunos consideran que si el libro termina costando 9.90 soles en el anaquel de saldos...

He leído que algunos consideran que si el libro termina costando 9.90 soles en el anaquel de saldos, es una humillación pública para su autor. Si es así, qué dirán de las ediciones que algunas editoriales sacan a 20 soles de escritores ganadores del Nobel. Lo único que representa que los libros terminen a ese precio es la poca eficaz labor de las editoriales por vender sus ejemplares. Las librerías necesitan espacio para los nuevos títulos y por eso los rematan. El precio no determina la calidad de un libro. Sino, vayan a ver los títulos de ANAGRAMA que remata la editorial Océano los primeros días de la feria del libro de Lima. Es cierto que también se inflan demasiado los precios de algunas ediciones. Cátedra es capaz de venderte una obra de Lope de Vega a 50 soles solo porque tiene un estudio preliminar tan extenso como la obra misma. Ese mismo título uno lo encuentra en diez soles en una edición antigua o popular. Claro, es bonito ver los colores de las ediciones de bolsillo de ANAGRAMA en tu librero, aunque sabiendo que puedes haber gastado diez veces más solo por el hecho de tenerlo en una edición nueva. También en el arte hay marchantes que se dedican a inflar precios pretendiendo con eso darle mayor valor a una obra plástica que no lo vale tanto a nivel artístico. La fascinación por creer que algo caro es de mejor calidad se traslada a los libros. Es algo contraproducente creer eso porque menospreciar un libro por ser rematado es aceptar que la mayoría lo ha rechazado, entonces, es esa mayoría la que determina la calidad de una obra. Tal afirmación es de un absurdo indescriptible. Ya estamos demasiados duchos en la edición, compra y venta de libros para creer que una obra rematada a 9.90 es sinónimo de que su autor ha caído en desgracia.

La expresión casi indiferente de la presidenta Dina...

La expresión casi indiferente de la presidenta Dina a lo que le aqueja al país es intrigante. A veces pienso si en realidad le importa todo aquello que en algún momento la podría hacer que pase un buen tiempo tras las rejas. Más aún, creo que así ella termine en prisión, pasará un buen rato para que se le quite la sonrisa. Una expresión que manifiesta asombro, incredulidad y alegría. Para ella todavía es imposible creer que su mediocridad la haya llevado a portar la banda presidencial con todos los honores que eso involucra. Cuando le dieron la banda en el Congreso, ella alzó la vista hacia los palcos y vi en su mirada un viaje hacia lo estratosférico. No vi la mirada del líder que sabe que tiene en sus manos el destino de un país y nación, sino al de un individuo pequeño al que un genio le ha concedido un deseo. Dina es una burócrata de mando medio que se resistió a renunciar a su puesto por miedo a que si llegaran a vacar a Pedro Castillo, ella se quedaría sin trabajo. Así lo confesó. Ese es el espíritu de nuestra presidenta. Una pequeña persona que aún no sale del asombro de ser la primera presidenta mujer. ¿Cuándo despertará?, ¿qué evento la hará saber que de ser una burócrata en una mesa despintada sellando papeles, ahora recae en sus manos la sangre de muchos peruanos? , ¿quién le avisará que no hay camino de retorno a la normalidad y la insignificancia de la que salió?

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías?...

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías? Donde el principal valor está en lo que se traga. Se ce...