martes, 17 de octubre de 2023

No estoy de acuerdo con el elogio fácil...

No estoy de acuerdo con el elogio fácil. Cuando uno le da valor a cualquier cosa, debe tener ciertos criterios establecidos. Es cierto que debemos diferenciar entre una apreciación objetiva y subjetiva. La primera se hace con fines didácticos y se necesita un amplio conocimiento de la materia a evaluar. La segunda es más sencilla. Se realiza como una cuestión personal. Se evalúa el desempeño de una actividad en base a preferencias personales. Y si bien uno siempre busca la objetividad, no hay forma en que esta apreciación se contamine si ya de antemano buscamos que el resultado de lo evaluado "nos agrade". Cuando leo algún libro de narrativa o poesía, hago este esquema de forma mental. Para determinar que algo es bueno para mí, mínimo debe tener una idea, párrafo o poema que llegue a la excelencia o esté muy cerca. Que encuentre dos o más es difícil a menos que tenga en mis manos un libro que haya pasado la prueba del tiempo. Es posible, pero uno debe releer para ver si algo genial se nos escapa. Un texto aceptable está plagado de ideas o escritos que se encuentran en la categoría de buenos y aspirando a muy buenos. Los menos logrados, se mueven desde lo regular para arriba. No obstante, en mi esquema solo coloco dos escalas de lo malo a lo regular. Basta un ligero traspié en un texto o idea regular para caer en lo malo. Y peor aún en uno malo para caer a lo más bajo de la inteligencia humana. Normalmente, a un libro de texto no llegan pésimos escritos. Afirmar con ligereza que un libro lo es, es caer en la exageración o la mentira. Lo escrito pasa por demasiados filtros para que una mierd* quede impresa en papel (a menos que sea una columna de opinión de algunos diarios, pero eso merece otra escala de evaluación). Lo que sí he observado es que abundan los libros de literatura actual con textos regulares que aspiran a ser buenos. Eso está bien, pero al tener una visión tan poco ambiciosa, el camino a la excelencia es lejano. La literatura peruana contemporánea debe librarse del elogio fácil, porque estaríamos confundiendo lo excelente con lo muy bueno y lo bueno con lo regular. Finalmente, lo excelente es una aspiración, por eso es muy difícil de ver. Llegar ahí es como escalar el Everest. Llegas y te tienes que bajar. Si vives ahí te mueres. El proceso de llegar es lo válido. Lo que se tiene que hacer una vez llegado, es volver a intentarlo. Ese deseo de grandeza hace que una obra llegue a ser valiosa. Lo cierto es que hay pocas obras en donde uno perciba ese incontenible anhelo de trascendencia. Y es por eso que varios libros hagan que uno se quede a medio camino del viaje.

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