martes, 17 de octubre de 2023

e apareció de forma aleatoria el video que Fujimori hizo para las elecciones del año 2000...

Me apareció de forma aleatoria el video que Fujimori hizo para las elecciones del año 2000. Dos minutos de su baile del chino. Mientras recordaba los fantasmas políticos de esas elecciones al ritmo de esa pegajosa canción, pensé en el momento en que este candidato perdió la noción de la realidad. Aquello que fabricó para hacer de su campaña algo legítimo, costó muchos millones de soles. Fujimori sabía que su popularidad había bajado pero no quiso dejar el poder y creó una realidad alterna. En ese mismo spot publicitario dice a un público llevado en buses al punto de reunión: "La democracia es del pueblo, no de los políticos". El pueblo, como le decía a los ciudadanos en un intento de agruparlos con un estilo demagógico, ya no lo acompañaba. Era la realidad de las encuestas. Y aquello en lo que se aferraba era inexistente. Toda dictadura se encarga de fabricar un país donde puedan negar su corrupción y crimen. Sabemos cómo terminó. Fujimori ganó con fraude y no pudo sostener demasiado la mentira. Los políticos llegan al poder con promesas. Ellos prometen una sociedad mejor y la mayoría se da cuenta que lograrla en tan poco tiempo es imposible. Entonces, es ahí donde la psicosis comienza. Llega un momento en el que niegan su fracaso porque el poder les ha hecho creer que ellos no pueden fallar. No puede ser que alguien que tenga tantos honores, tantas cenas con personajes importantes, lujos y servilismo pueda hacer las cosas mal. Aceptar eso es también reconocer que aquello que recibieron en ese tiempo no lo merecían. El Ejecutivo y el Congreso manifiestan una enfermedad mental que los hace caer cada vez más en lo absurdo. Una presidenta torpe y unos congresistas ineptos han construido una realidad donde son grandes dirigentes que merecen el respeto de la ciudadanía. Siguen cambiando la Constitución y las instituciones con negligencia, fabricando argumentos jurídicos que como veremos en unos años, nos costará recomponer mientras se gasta más dinero en perseguirlos para llevarlos a prisión. Tener siete presidentes en tan poco tiempo nos dice que el germen de la locura no ha abandonado Palacio de gobierno ni el Congreso. El país está manejado por orates y la sociedad no reacciona porque también en parte comparte esa locura. Quién sabe si en nuestro día a día vivimos engañados con ideas en las que merecemos el trabajo que tenemos, en donde somos los perfectos padres de familia, vecinos, feligreses, inclusivos y gente de bien. No señalamos la locura del otro porque no podemos salirnos de la propia. La no reacción ante tanto absurdo es porque aún no nace el niño que señale al rey y diga con toda seguridad y claridad que este anda desnudo por las calles.

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