sábado, 21 de octubre de 2023

La costumbre de criticar libros, películas o cualquier tipo de creación artística ha hecho que se caiga en un ejercicio de altanería intelectual...

La costumbre de criticar libros, películas o cualquier tipo de creación artística ha hecho que se caiga en un ejercicio de altanería intelectual bastante molesto. Es común leer cosas como por ejemplo: "el libro tal se me cae de las manos porque..." y se suelta una lista de defectos que tienen la particularidad de mostrar lo tanto que le falta para llegar a ser tal o cual cosa. Enumerando una serie de virtudes que quizás el libro o película no pretende llegar a tener. 

La otra vez conversando con un buen amigo solté una idea coloquial con respecto a eso. Mencioné que la manía infantil de comparar a Messi con Ronaldo es absurda, sabiendo que jugaron en posiciones y con estilos de juego distintos, pero lo que sí sería ridículo es comparar a otros jugadores contemporáneos con ellos. Sería aniquilar sus virtudes porque no son "tan buenos" como ellos. Uno terminaría perdiendo el disfrute del juego por ir diciendo que tal o cual jugador no es tan bueno como los mejores. ¿Qué sentido tiene hacer eso? Lo ideal es evaluar cómo un jugador se desenvuelve en un partido, el que se acaba de disputar. Volviendo a la crítica. Observo que eso mismo pasa cuando leo reseñas o comentarios de libros o películas que pretenden más que opinar reflexivamente sobre lo visto, demostrar lo que saben del género.  

Después leí una crítica despiadada a un libro premiado en un concurso internacional. La exigencia de que sea una obra maestra para obtener un reconocimiento es ridícula porque seamos claros, dichos concursos se premian cada año (no es lo ideal), así que es imposible que salga un gran libro por año o en todo caso, que sea digno de obtener un premio destacado. Quizás cada diez años podamos encontrar un libro que reúna todo lo exigido para cumplir nuestros estándares de calidad. Regresando a mi ejemplo futbolístico, no todos los años nace un Messi o un Ronaldo. Pretender que todo libro que leamos deba volarnos la cabeza es risible. Uno debe apreciar la obra dentro de sus pretensiones y límites. Cuando uno pierde esa objetividad, nos percatamos que tras esa lista de defectos resaltados hay una necesidad de menospreciar el esfuerzo y trabajo ajeno. Tal vez por resentimiento social o complejo porque la obra comentada no pertenece a un creador con el que nos identificamos. Si sentimos eso, mejor no decir nada. Cada uno es libre de escribir lo que le da la gana, es cierto, sin embargo, también hay responsabilidad en mantener cierta ética al momento de comentar el trabajo ajeno. De lo contrario solo seríamos como gente chismosa en una esquina hablando de los defectos del resto más que críticos o comentaristas de obras artísticas.

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