sábado, 25 de enero de 2020

Catálogo de los absurdos

A principios de los dos mil, no tenía idea de cómo cambiaría la tecnología en los años siguientes. Así que algunas decisiones tomadas por ese entonces ahora no tendrían sentido. Por ejemplo, por esa época tenía en mente abrir un centro cultural en alguna zona inhóspita del Perú. Me imaginaba viajando en una camión llevando mis libros, discos y casetes por trochas cruzando cerros para encontrar un distrito alejado y abrir un pequeño espacio donde compartir lo que había podido recolectar durante todo el tiempo que tuve una curiosidad insaciable por el conocimiento. En esa necesidad imperiosa de recolectar aquello que quería compartir me nació el interés de grabar películas clásicas (y no tan clásicas) del cine. Ya por ese entonces agonizaban los VHS y los DVD se consolidaban así como la televisión por cable. Sin embargo, ni uno ni otro eran tan masivos como deseaba. Aún recuerdo una de las últimas charlas que tuve con el propietario de una conocida tienda de alquiler de películas (creo que se llamaba César video) que quedaba al lado de Risso. Él me mencionaba que la televisión por cable y el DVD habían acabado con el negocio. También mencionó que Indecopi se llevó su colección de películas que había grabado en sus múltiples viajes a la Argentina. Esa tienda fue un referente para todo aquél que quería saber de buen cine en los noventas. Ya al final, cuando fui a devolverle la última película que le alquilé, me dijo que si deseaba le grabara algunas películas del cable y que se las llevara.

Eso me dio la idea de yo mismo grabarlas para ese proyecto que siempre tuve en mente. Casi dos años enteros estuve grabando varias del cable. Buscaba la revista donde aparecían programadas, preparaba el VHS para horas distintas y lo dejaba correr. Aún recuerdo la ansiedad que sentía por esperar que Cable Mágico liberara por unos días la señal de los canales exclusivos para grabar películas difíciles de hallar en los del paquete básico que era el que tenía. El que ahora me viene a la mente es Qué Verde era mi Valle de J. Ford. Cómo me fue difícil grabarla. Habré esperado meses para hacerlo. Me llené de varios casetes de video con la esperanza que alguna vez pueda volver a reproducirlos en un lugar alejado, llevando un poco de ese mundo tan distinto y distante.

No pasó mucho tiempo cuando la Internet cambió nuestra vida. Apareció YouTube, el cable se masificó y los DVDs también. No puedo negar que, unos pocos años después, sentí desazón pero también alegría cuando fui al mercado a comprar algo para cocinar y en el puesto de películas (al lado del de fideos y detergentes) estaba ahí "Qué Verde era mi Valle" asoleándose y vendiéndose a cinco soles.

Ahora que reordeno mis viejas cosas veo algunos de estos casetes arrimados y me preguntó a dónde se fueron todas esas tardes buscando películas y seleccionándolas, viéndolas, juntando dinero para comprar casetes. Quizás solo sea una muestra de un testimonio, ya que ante tanta información nos es difícil saber qué ver primero. Así que si alguna vez estos llegan a manos de alguien, se sepa que con esos títulos se pueda ver algo realmente bueno porque en el fondo fueron seleccionados no con un interés personal, sino con una deseo más grande: de que la gente sepa que se hicieron obras cinematográficas para que sean disfrutadas con sabiduría y piensen intensamente en su propia existencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Es necesario, en cualquier circunstancia, que los conflictos no lleguen a niveles dramáticos...

Es necesario, en cualquier circunstancia, que los conflictos no lleguen a niveles dramáticos. Hace unas semanas, vi un documental sobre la i...