sábado, 25 de enero de 2020

El ejemplo de Trump y Bolsonaro

Es innegable que muchos políticos no son ejemplo de nada. Sin embargo, a pesar de ser seres humanos que dejan mucho que desear por sus actos, algunos fueron grandes líderes. Basta revisar la biografía de algunos de ellos para darnos cuenta que detrás de sus grandes imágenes de estadistas, escondían a borrachos, mujeriegos, abusadores, racistas, fanáticos, etc. Eso sí, su entorno los protegía para que no proyecten esa interioridad cuestionable al público que deseaba a un líder lleno de virtudes y valores. Cosa distinta fue cuando quien llegaba a la presidencia era un dictador, que en su primer momento la aprobación de la ciudadanía se sostenía justamente por la actitud recalcitrante e impositiva.

Ahora, actitudes como las de Trump y Bolsonaro preocupan porque esos sujetos que proyectan su interioridad deleznable, son elegidos democráticamente. Ya ni se cuidan por esconder la personalidad controversial, peor aún, se vanaglorian de ella y la quieren hacer ley. Sus correligionarios las justifican encontrando un valor que poco se sostiene en la razón.

Y lo peor que podría pasar es que Bolsonaro termine siendo un buen presidente para su país. Ahora, si ese ciudadano que lo elige y cree que sus ideas trasnochadas son de valor llega a la conclusión de que fue un buen estadista, estaríamos ante una situación compleja. Porque nos estaríamos apartando del concepto universal de los derechos humanos. El bien común ya no sería algo que ni siquiera valdría la pena fingir. Siendo el bien de la sociedad no algo bueno para todos, sino para unos cuantos. Hechos que podrían traer ideas nacionalistas y separatistas que no parten ya de los líderes mismos, sino del ciudadano. Quitándose por fin esa faja tolerante e inclusiva que nos ha hecho civilizarnos un poco más.

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