miércoles, 20 de mayo de 2020

Astrología Matemática


Nadie puede predecir el futuro y por eso le tenemos pavor a aquello que no podemos controlar. Al menos la tecnología nos ha hecho creer en la ficción de que se puede planificar nuestros siguientes pasos. El mundo del futuro no existe, solamente puede ser conjeturado en base al presente. Es así que el futuro  de un país o sociedad se determina por las señales o indicios de lo creído que vendrá. Para muchos no es claro el resultado de esas señales, pues dicha solución es producto de una multiplicación, una división, una resta o una suma. Dos actos buenos sumados son evidentemente más buenos, multiplicados, mucho más. El problema surge cuando incluimos la resta y la división. Se cree que si a muchos actos buenos  les restamos  unos pocos actos malos, el resultado variará muy poco. Si dividimos lo bueno entre lo malo, el resultado es irrelevante ya que más estaremos pendientes de que la cantidad resultante se acople a nuestro interés.

¿Qué es lo que quiero decir? Que no valoramos las cosas de la misma manera y la sumatoria, productos o dividendos, no darían idéntico resultado. El miedo del otro, no es el de uno. Los valores que usamos como factores (hechos) para predecir el futuro o la operación mental  son elegidos aleatoria y convenientemente. Lo más trágico es cuando el temor futuro o la interpretación de ese resultado, es exagerado ya que cuando llega, no calza con la desesperación que uno predijo. Así, en primera instancia, buscamos controlar esos factores primarios, evitar que el resultado se disperse en peligrosas ambigüedades. ¿Cómo? No relativizando el mal, intentando limitarlo a fieles conceptos inamovibles. Encauzar lo más posible la operación a un resultado esperado.

De no hacerlo corremos el riesgo que aquella operación termine con una cifra monstruosa, infinitesimal y que esos números demenciales nos asfixien en la relatividad de un futuro incierto.

jueves, 7 de mayo de 2020

El valor del dinero en la pandemia

El "tercer martillazo" no funcionó. La jefa del Comando Nacional Covid-19, Pilar Mazzetti en consecuencia dice: "Ahora va a depender todo de la población". Entonces, primero se le ordena a la gente que por el bien común y personal, bajo sanción, que obedezcan las medidas preventivas y no lo hace, y ahora ¿"dependerá de la población" y a su criterio acatarlo?
Es importante definir de qué criterio está hablando. Cuando se ordenan las prioridades es que vemos al criterio construyéndose. Es necesario saber primero en qué condiciones es que se dejará a la gente operar según sus intereses. Es probable que el Estado dejará de aplicar la cuarentena (o relajar las restricciones) para que suceda algo. ¿Y qué es ese algo? Que se reinicien las actividades económicas.
Se asume que los conocedores de cómo funcionan los mercados tienen previsto cómo actuará el consumidor y las empresas en estas circunstancias. Por decir algo, la teoría del equilibrio de Nash, donde dos empresas actúan dependiendo de la mejor opción para ellos y por lo tanto tienen mejores ganancias a que si uno de los dos no lo hace. No obstante, ambas empresas saben que harán lo mejor porque es conveniente y confían en que actúen las dos así. Como dije, es un ejemplo, pero ¿existen las condiciones para que las empresas actúen con un criterio claro de rentabilidad teniendo en cuenta la situación que vivimos?
Sé que es una fantasía pensar así si tomamos en consideración que nuestra economía es 70% informal. Pero no me imagino que el gobierno sea tan irresponsable para exponer a las personas a que reinicien sus intercambios comerciales dejando abierto "un corral" para que todos salgan en estampida y se haga lo que se pueda quizás solo con la intención de evitar el descontento popular.
El reclamo de la Confiep también es absurdo porque de no existir protocolos serios, cómo habrán consumidores confiados. ¿O es que quieren que la banca y las empresas de servicios vuelvan a operar para presionar el cobro de sus créditos y obligar a que las empresas menores exijan a sus trabajadores volver a sus empleos así no existan las condiciones de salud? De ser así el asunto sí es descabellado y poco conveniente porque lo único que se generará no serán ganancias sino más deuda.
Y siendo optimista. ¿Qué pasaría si las personas saliendo a las calles vuelven a obtener ingresos? La pandemia sigue ahí. ¿El dinero que ganarán será suficiente para pagarse el tratamiento para su cura?¿Los centros laborales podrán hacerse cargo si sus empleados se contagian y también a los clientes? Y mientras estos cierran otros seguirán operando porque ya no habrán excusas para detener las actividades económicas. Muchas empresas quebrarán sin ventajas a la vista para su recuperación.
La encrucijada es más que clara. ¿Para qué se reactivará la economía? Tenemos claro que el dinero es importante pero, ¿estamos seguros que el dinero vendrá nuevamente como queremos si dejamos a la gente trabajar en medio de la pandemia? Terrible sería que relajando las restricciones se gane poco, se enfermen más y se mueran muchos.

Ejercitándose en cuarentena

Solo momentos como estos hacen que muchas cosas para otros recién tengan sentido. Algunos criticaban que uno se compre una caminadora si se puede correr en la calle. Ahora pues.
Me he sentido como un cosmonauta en la MIR. Corriendo hacia la nada porque no se puede ir hacia ninguna parte. Al menos intentaré seguir esta rutina para fortalecer el cuerpo y el ánimo si las cosas empeoran. O quién sabe, tener el físico suficiente para huir de hordas hambrientas si el apocalipsis se consuma. Mejor aún, ser yo quien persiga a los débiles y quitarles sus cosas para sobrevivir. Aunque quizás no pase mucho y el mundo continúe con nostalgia y dolor por lo vivido. Así, cuando el personal del Minsa entre a mi habitación y vea mi cuerpo a punto de descomponerse se digan entre ellos: "fue un hombre hermoso".

Advertencias post cuarentena

Es evidente que la humanidad saldrá de esta situación y luego vendrán las preguntas. Entre estas nos diremos: ¿por qué existieron personas que no colaboraron con las medidas de salubridad pública? Si luego de esta situación quedara un vestigio de colectividad y el Estado observara que esto puede volver a ocurrir, le pondría mucho ojo a aquellas personas.
Sería pertinente que todo individuo que no acató la cuarentena sea "marcado". De tal forma, cuando busquemos información de ellos, podríamos saber que cuando se decretaron medidas de emergencia sanitaria estos individuos no las cumplieron. Tendríamos como un "inforcorp" de la confianza. Hasta le sugeriría a Vizcarra que diga que los arrestados por incumplir la cuarentena, serán marcados en su DNI por diez años para que el resto sepa que cuando se les pidió hacer algo por la salud de los demás, simplemente se zurraron en las normas. Esa advertencia nos servirá mucho si es que tenemos que interactuar con ellos en el futuro bajo cualquier circunstancia.

El ángel exterminador y cuarentena

Una película emblemática sobre el tema del encierro es El Ángel Exterminador de Buñuel. Un grupo de gente de la clase alta de la sociedad no puede salir de una casa sin saber la razón. Eso hace que veamos a estas personas tal como son ya que esta situación de crisis nos hace ver lo peor de ellos. Buñuel decía que quizás no había motivo alguno, pero se puede inferir varias causas y cada uno las puede encontrar. Sin embargo, ahora que estamos en situación de pandemia. me vino a la mente un documental que vi hace bastante tiempo sobre los virus y las bacterias o sobre la historia del jabón, ya no lo sé. Lo que nos contaba era que hace siglos, los médicos se preocupaban por la cantidad enorme de niños que morían al poco tiempo de nacer. Eran épocas anteriores a los descubrimientos de Antony van Leeuwenhoek (según me parece). Uno de ellos observó que las mismas manos con que agarraban a los muertos, recibían a los niños recién nacidos. Entonces comenzó a sospechar que existían seres muy pequeños que causaban las infecciones y posterior muerte de los bebés. Por eso sugería lavarse las manos antes de hacer esas intervenciones. Sus colegas se burlaron de él diciendo que estaba loco porque veía seres imaginarios pequeños. Y así fue hasta su muerte. La ciencia se encargó de darle la razón.
Lo que sí me queda claro es que más tememos a lo que no vemos.

Videojuegos y pandemia

Uno de los aspectos que se aprende jugando videojuegos como Fallout, Stalker - Shadows of Chernobyl o Bioshock es que sea lo que sea que esté afuera en el ambiente, debes agenciarte para sobrevivir porque ese mal que acecha y que ha destruido tu realidad, vino para quedarse. Así, nos debemos de adaptar a esa situación e intentar continuar con nuestra vida (virtual) tomando las precauciones que antes ni soñábamos tener.
Hace casi un mes, leí que el coronavirus se quedaría con nosotros un buen tiempo y habría que aprender a convivir con él. Es por eso que sea lo que diga Vizcarra el día de mañana, no cambiará en absoluto el panorama que nos toca vivir. El peligro del virus no lo elimina una decisión política. Al final, la economía no se podrá detener, como en esas realidades virtuales distópicas. Que a pesar de desarrollarse en ambientes contaminados y repletos de criaturas abominables mutadas por alguna infección, la vida cotidiana continúa.
Solo aprenderemos a no distraernos, a verificar quien se sienta a nuestro lado, qué alimento nos llevamos a la boca o si tenemos algún síntoma de este grave virus. No sería la primera vez que la humanidad esté al acecho de un peligro externo e inexplicable. Yo diría que nos hemos acercado más a nuestra naturaleza primigenia. A esas eras cuando no mirábamos sobre el hombro el entorno que nos rodeaba. Creo que finalmente el medio ambiente está diciendo que nosotros, los seres humanos, nunca ganaremos la batalla.

La iglesia ante la desesperación

Se ha criticado que las iglesias reciban dinero de los feligreses a cambio de nada, que ante situaciones como estas, la fe no mueve montañas. Que sería preferible que los recursos que la gente dona a las congregaciones religiosas sean destinados a los institutos de investigación médica. Pero no olvidemos que la ciencia tampoco es magia (una frase que mi padre me repetía de niño cada vez que le reclamaba que la pastilla que me había dado no me hacía sentir bien) y no tiene la solución para todos los males. Habrán situaciones en que la medicina no tenga las respuestas y que con ese silencio nos condene a un inevitable final. Cuando sales del hospital con tus resultados médicos en la mano, la ciencia no te socorre, solo se queda mirando detrás la ventana viendo como te vas hacia tu destino. Es ahí cuando el consuelo hallado en las ideas espirituales son muy importantes para mitigar nuestro dolor y angustia. La ciencia no puede explicar la posibilidad de vida después de la muerte. Para esta no la hay. En cambio, un discurso de fe te da esa posibilidad. Algunas congregaciones o sectas religiosas te dan ese consuelo negado por la ciencia. Y a quién le importa la verdad cuando la vida se te acaba. A un espíritu desesperado no le interesa si hay certeza en las palabras de su pastor. Solo es la morfina que pedimos cuando el dolor intenso de la muerte nos da su estocada final.

Una primera impresión ante las medidas de cuarentena por parte del gobierno (29 de marzo)

Debemos leer en entrelíneas las normas que le dan carta abierta para que los militares ejerzan la fuerza si ven a alguno que no cumple lo dispuesto por el gobierno. ¿Por qué la han modificado? ¿Era necesario hacer eso? Si evaluamos la realidad tal como está, al menos lo que se pueda analizar en estas circunstancias, parece que no. Que aún somos civiles que si bien estamos encerrados en nuestras casas por una pandemia, aún vivimos en democracia, entonces ¿para qué una medida así de extrema? Es evidente que muchos casos de violación a los derechos humanos se presentarán porque ni los ciudadanos, ni el poder mismo saben las consecuencias de permitir algo así. Ahora, ¿habrá alguna verdad que no sabemos? Qué haríamos si no tuviéramos como ejemplo a China, España o Italia sobre las consecuencias de no acatar una cuarentena o del poder del coronavirus. Quizás muchos dirían que la medida del gobierno por encerrarnos por 28 días sea exagerada. Que atenta contra nuestra libertad del trabajo y de libre circulación. Derechos constitucionales que no se deben vulnerar. Solo miraríamos nuestro ombligo porque lo demás no estaría a nuestro alcance ya que los seres humanos no podemos ver el futuro.
Así que no somos pitonisos, menos el gobierno, pero puede analizar los hechos en base a otros países y luego contrastarla con su realidad. Veamos. Italia tiene uno de los mejores servicios de salud de Europa, a pesar de eso, debido al incumplimiento de la cuarentena o no tomar las precauciones a tiempo, muchos adultos mayores están muriendo por miles porque su sistema de salubridad no se da abasto. Entonces, ¿qué diferencia hay en dejar morir a alguien con reprimir violentamente a otro para evitar que se expanda el virus?
Lo que es claro es que el gobierno le teme bastante a que el virus se le salga de control. Nuestro endeble sistema de salud colapsará y miles pueden morir. Ante nuestra falta de recursos solo les quedará a las autoridades observar cómo los peruanos fallecen ahogados sin poder hacer absolutamente nada. Quizás gente inocente que no hizo nada para contagiarse. Diferente es el caso de los infractores a la cuarentena. Ellos sí son culpables de que el virus se expanda. Entonces, ¿cómo evitar que un problema se vuelva difícil de manejar? Pues ir a la médula de este. La gente que NO cumple la cuarentena. El gobierno no nos dice que ante un problema social grave, la prioridad es el conjunto y no un individuo. Lo ha dicho pero de una forma poco clara. Cuando se privan tus derechos constitucionales eres poco menos que nada ante un colectivo. Solo eres una parte de este. Si vas en contra del grupo debes ser expectorado. Es por eso que el ejército está en las calles. No hay mejor institución que refleje esa mentalidad.
Siempre he estado en contra de que salgan los soldados a la calle. Sin embargo, las mismas personas lo han hecho posible. El gobierno sabe que en estas circunstancias no puede perder la legitimidad que el ciudadano le da. Si es necesario ir en contra de unos pocos para salvar a muchos, lo hará sin miramientos. El presidente está demostrando que no toma en cuenta los deseos de la Confiep y menos considerará las súplicas de un infractor que puede poner en riesgo la vida de todos.

Las hormigas en cuarentena

En esta etapa de cuarentena hay quienes no descansan como las hormigas. Cuando las veo, no tengo intención de molestarlas. Las dejo que se paseen por algunos recovecos de mi cocina. Me advierten cuando hay un lugar que necesite pasarle la esponja. Pero intento no hacerles nada. Solo golpeo la superficie que está alrededor de ellas para avisarles que se tienen que retirar. En otras ocasiones solo las observo. Varias veces las he visto formando un círculo perfecto como si estuvieran conferenciando en la ONU. Otras veces están en línea cargando trocitos de azúcar o desmenuzando alguna croqueta de perro que cayó en un rincón. Normalmente van de un lugar a otro. De ahí la frase de "trabajar como hormiga", sin embargo, ahora que las he observado más, en escasas oportunidades las he visto quietas en completo desorden. En una ocasión me acerqué porque pensé que estaban muertas. Al verlas con detenimiento, me percato que estaban comiendo lo que habían encontrado. Ellas estaban sacando su tajada antes de llevarla a la madriguera. Quizás sean como los funcionarios públicos, que antes de hacer el bien común se llevan su partecita.
Ahí las dejo para que se jamoneen un rato. Total, las hormigas también tienen derecho a ser un poco corruptas. Trabajan bastante. 

Confiar en la autoridad ante la crisis

Lo recomendable es confiar en las autoridades. Al fin y al cabo son los que tienen que tomar las medidas para proteger a la población. Parece que en situaciones extremas como las que vivimos se ponen a prueba los valores democráticos. Si ahora hubiera un referéndum para saber si debemos salir y continuar con nuestras vidas o quedarse en cuarentena, ¿qué diría el mundo?, ¿qué diría nuestro país? Un idiota presentador televisivo decía que quien cuida mejor la salud de uno es uno mismo, un individuo que en los últimos años ha descuidado sorprendentemente su peso. Entonces, de qué estamos hablando. La gente cuando duda de lo dicho por el gobierno, lo critica desde su punto de vista, de lo que le conviene obviando las necesidades de otras personas.
Lo que nos debe quedar claro es que ya no son las personas, individualmente hablando, lo que ahora está en juego, sino toda una colectividad. Tantos años de habernos enseñado lo que es la democracia y mostrarlo como la mejor forma de administrar una sociedad nos ha hecho perder la brújula. Nuestro obrar debe beneficiarnos pero sobre todo ser bueno para el resto. No hacerlo nos está haciendo vivir lo actual. La expansión del virus es porque un solo fulano quiso hacer lo que le dio la gana porque necesitaba algo particular. Eso lo hemos visto en tantas películas que no entiendo cómo es que no lo aprendemos. Tanto así que hay hasta una que se llama "El Efecto Mariposa".
Lo que le cuesta a la gente entender es que sus prioridades son nada en este contexto. De seguir haciendo lo que nos conviene, el gobierno tendrá que tomar medidas más radicales y no serán para atender nuestras necesidades. Exprimir a las empresas financieras privadas es el primer paso porque estas pueden desaparecer mientras le damos de comer a los futuros consumidores de un nuevo sistema que se construirá en los próximos años.
Pero el gobierno nunca dejará que nuestra sociedad como conjunto colapse, primero caerán los más débiles. Por ejemplo, por qué en Guayaquil la gente muere en la calle. No están muriendo por el Coronavirus, sino por cualquier otra enfermedad y no recibieron atención urgente debido a que su sistema de salud ha colapsado. ¿Qué le puede importar al Estado un enfermo del corazón cuando otro podría infectar a miles? Esa es la lógica que nos cuesta comprender.
En estos momentos no somos individuos particulares con necesidades específicas. Al gobierno en el fondo no le importa. No te lo dice, pero esa variable ya está en sus planes. Prescindir de lo prescindible es una futura consigna probable.
Si ahora ponemos en cuestión lo dicho por el gobierno y no se colabora o se le reta, el futuro es peor para nosotros. No porque ellos lo quieran así, sino porque las circunstancias se pueden ir de las manos. El virus no es un ser vivo, no tiene ideología, no es anarquista, no siente celos o envidia. Solo quiere sobrevivir en un organismo que al final podría destruir. Es quizás un reflejo de lo que son los impulsos básicos de los seres humanos.

Segundas ansiedad en cuarentena

Alguna vez leí que Bryce Echenique se refería algo como a la soledad triste y a la soledad feliz. La primera es cuando quieres estar con alguien pero no puedes o no quieren. La segunda es cuando todos quieren estar contigo pero tú quieres estar solo. Es lo mismo cuando critican al que reclama por estar encerrado si uno siempre ha estado así. Usando las analogías. El estar en la casa es como refrescar el ánimo, enfriar el motor de la voluntad para volver a andar y tolerar los estímulos externos de la realidad. A veces uno se recalienta muy pronto y tiene que retornar al hogar para descansar por largos periodos para volver a salir. Uno no se queda en casa para estar siempre ahí. Se sabe que la vida se mueve más allá de la puerta. El estar un tiempo prolongado detenido hace que nos suceda lo mismo que a una máquina abandonada en un garage. Se deteriore, oxide y al final termine siendo inutilizable. Lo bueno es que los individuos somos resistentes, así como podemos continuar un trayecto con los pistones hirviendo, también podemos enfriar el entusiasmo hasta que llegue el momento de retomar la travesía.
La cuarentena termina siendo un encierro triste porque ya deseas salir quién sabe para qué. Y se vuelve más dramático cuando comprendes que eres como un pez en una pecera. Estás entre cuatro paredes a salvo, pero si sales, te mueres.

Primeras ansiedades ante crisis sanitaria

Es comprensible que ante situaciones de crisis uno quiera hacer algo, pero por circunstancias particulares solo se tenga que esperar. Dependiendo de qué sea lo que está sucediendo, diferentes tipos de individuos estarán en la primera línea y así sucesivamente. Algunos se desesperan por intervenir sin medir las consecuencias del ímpetu de su acto. Cuando me han preguntado si deberían intervenir ante una situación similar yo le mencionaba la lógica del tercer arquero. A los que nos gusta el fútbol sabemos que todo equipo tiene tres arqueros y que casi nunca se cambia al titular en un partido a menos que sea expulsado o sufra una seria lesión. Ante eso, vemos al arquero suplente esperando entrar solo si le sucede una desgracia al equipo. Menudas ideas las que tendrá mientras espera su oportunidad. Pero detrás de él, está el tercer arquero, y si vemos que es bien difícil que el segundo portero juegue, ya vamos pensando en las posibilidades de aquel.
La primera vez que me percaté de su existencia fue en alguna Copa del Mundo, Copa América o Libertadores. De niño veía tres jugadores con la indumentaria de arquero celebrando la obtención del campeonato. No entendía de dónde había salido si no lo había visto ni en la banca de suplentes. Con el tiempo supe que siempre estaba ahí, entrenando por igual con los demás compañeros y teniendo casi el mismo nivel de los otros, y que solo sería alineado en el equipo titular si sucedía algo extraordinario.
Entonces, esa idea del tercer portero la he tenido presente. De estar siempre preparado mentalmente para hacer lo que se deba hacer así las circunstancias no me obliguen. No sabemos si una desgracia pueda suceder y nos pidan reemplazar la labor de aquellos que ya no lo puedan hacer. Esperar en camerinos con la camiseta y los guantes bien puestos para entrar a la primera llamada, así esta nunca suceda.

Capacidad de respuesta de un país ante una pandemia

Un asunto que podría inquietar en esta situación de emergencia nacional es la capacidad de respuesta de nuestra sociedad ante eventos de gran magnitud. Y no me refiero a las acciones que realiza el gobierno en los diferentes sectores, sino a la realidad que lo hace posible. Dentro de los peligros a la seguridad nacional se encuentran las pandemias mundiales. Esa es una variable que todo país la tiene en cuenta sin embargo pocos han demostrado eficacia ante esta. Vemos países como EEUU o de Europa que a pesar de gozar de avanzada tecnología para enfrentar enfermedades virales no están teniendo los resultados que desearían.
La pregunta es por qué. Varios especialistas dan diversas razones para ese descontrol. Una de esas explicaciones es la forma en cómo está conformado su sistema económico. Las empresas privadas no funcionan en base a intereses colectivos o nacionales, sino al incremento de su propio capital. Si estas copan todos los sectores vitales para el funcionamiento de la sociedad, ante una crisis colectiva, no tendrán capacidad de reacción porque dependen del mercado. Si no hay consumidores, colapsan. Con el objetivo de hacer crecer al mercado, la presencia del Estado ha disminuido, por lo que los encargados del desarrollo de esos sectores se encuentra en manos privadas.
Ahora mismo vemos cómo en el aspecto de las telecomunicaciones, pensiones, la minería o la banca, no están respondiendo de manera adecuada ante una emergencia global. Es comprensible que en nuestro país la Confiep de el grito al cielo y pidan con desesperación que se respeten los contratos ya que así nuestra Constitución lo dice. Y es porque nuestro sistema les ha hecho crecer en circunstancias donde el capital privado era la prioridad, no el bien común. El "chorreo económico" fue el legado del fujimorismo noventero diseñado por el Banco Mundial y el FMI. Es gracias a esa fórmula que nos ha permitido integrarnos a un sistema económico que si bien nos ha hecho gozar de la prosperidad de este, también hemos sufrido cuando ha tambaleado.
Es ese mismo modelo propuesto por otras economías externas que también les está haciendo pasar factura. EEUU tan gentil para prestar ayuda financiera a cambio de grandes intereses, ahora cierra sus puertas en una afán de intentar salvarse el pellejo.
Entre las varias estrategias geopolíticas que se deben revisar, también deberemos evaluar si los sectores vitales que garantiza la estabilidad de nuestra sociedad deben estar en manos privadas. Y no lo menciono por una preferencia ideológica en particular, sino para mejorar la capacidad de respuesta ante situaciones dramáticas como la que estamos viviendo. Si el respirador artificial de nuestra estabilidad socioeconómica no está en manos del Estado, nada nos garantiza que estará ahí siempre. El capital privado es convenido. Si ve que el ambiente donde ha crecido está muriendo, se va. Así que no se debe permitir que lo que nos hace respirar se vaya con ellos.

Teleclases de los noventas

En los inicios de los noventas hubo una gran huelga del Sutep que duró buen tiempo. El canal 7 comenzó a pasar clases para diferentes grados educativos. Por las tardes emitían las correspondientes al quinto de secundaria. Cuando era pequeño, sentía curiosidad por saber qué les enseñaban a los que estaban en años superiores. Era como un conocimiento velado para individuos no iniciados en el campo del gran saber. Creía en el fondo que ahí estaban los secretos del universo. Que varias cosas tendrían sentido para mí si llegaba a saberlas. Era un preguntón, quizás por eso mi madre me compró un álbum que se llamaba: "El porqué de las cosas" con la idea de que la dejara en paz. ¿Por qué menciono esto? Es que gracias a estos cursos emitidos por televisión, yo podía acceder a lo que se enseñaba en cursos superiores. Al único que recuerdo claramente es al profesor de Física. Un curso destinado para quinto de secundaria. Era un señor delgado con terno gris y de cabello cano que se paraba detrás de péndulos y tablillas inclinadas puestas sobre una mesa. Atrás de él una pizarra verde donde anotaba fórmulas. Su estado de ánimo era de tal desgano que me hicieron pensar que el curso en sí era aburrido.
Ya por ese entonces era fanático del programa Cosmos de Carl Sagan, así que sabía lo que era la transmisión de conocimientos complejos por televisión. Escuché a ese profesor varias veces. En las tardes me sentaba con mi café con leche y mi pan a ver lo que hacía con las cosas curiosas que tenía sobre la mesa. No entendía nada pero también me relajaba. Lo que sí es cierto es que mantuve esa idea de que aún no estaba preparado para conocer aquello que ese señor enseñaba con tan poco entusiasmo.

Primeras imágenes mentales en la cuarentena

Me siento como marinero de la Santa María y Vizcarra es el Colón de esta travesía. Encerrado en un barco que no sabe si llegará a su destino y el capitán dice: "ya estamos cerquita, sigan con fe". Pero nada. No se divisa tierra, mi capitán. ¿Qué hacemos? ¿Seguimos comiendo menestras y pan duro? Hasta cuando será esta incertidumbre que ni siquiera hay un mar en donde arrojarse. Un motín solo nos llevaría a que naufraguemos en la desesperación.
Mi camarote no tiene ventanas. Solo una virtual que me dice que tampoco hay tierra más allá del horizonte.

Muerte por insuficiencia respiratoria

De niño le pregunté a mi padre de qué murió un pariente muy cercano. Él me dijo que fue por enfisema pulmonar. Como no sabía qué era eso él me lo explicó como siempre lo hacía, con ejemplos gráficos. Me dijo que un pulmón sano es como un globo nuevo: "cuando lo inflas y luego lo sueltas, este vuelve a su tamaño normal. Pero si lo expones a humos o gases tóxicos por mucho tiempo, es probable que este pulmón pierda esa elasticidad y termine como un globo viejo. ¿Has visto cómo quedan los globos que te traes de las fiestas cuando se desinflan? Todos anchos y sin elasticidad. Pues así están los pulmones cuando tienen enfisema pulmonar. Cuando está muy avanzada la enfermedad simplemente el aire que respiras ya no puede inflar tus pulmones y te asfixias. Ahí necesitarás tanques de oxígeno para hacerlo o respiradores mecánicos. Y lo más triste es que la muerte por asfixia es una de las peores que hay.
El fumar ocasiona esta enfermedad y por eso los que son dependientes del cigarrillo podrían desarrollarla y tener una muerte penosa."

Eso me hizo descartar al cigarrillo como una forma de liberar el estrés o del aburrimiento cuando llegué a la adolescencia.
Lo menciono porque este virus ataca al pulmón y tanto es el daño que ocasiona que uno se termina asfixiando. Me pregunto qué será de los pacientes cuando los respiradores automáticos se nos acaben. Me imagino un panorama desolador donde cientos mueran asfixiados en una camilla colocada en un rincón aislado de todos.

Ayuno y cuarentena

En una entrevista que hizo RPP por estas fecha a un sacerdote católico, se le preguntó por las tradiciones de Semana Santa y sobre comer pescado y no carnes rojas. No recuerdo qué habrá dicho sobre eso, pero lo que recomendó es que en realidad no comieran nada. Que es bueno limpiar el organismo en estas fechas tanto física como espiritualmente y que él lo hacía. Hasta creo que mencionó que lo hacía tanto en Jueves como Viernes Santo. En parte le doy la razón, los médicos afirman que es importante que un día al año no comamos nada para que el aparato digestivo descanse. No voy a negar que algunas veces lo he intentado. Pero también eso me ha permitido conocerme con respecto a mi psicología. Uno se puede mentalizar en que no necesita alimento porque tiene reservas en el organismo, sin embargo otras ansiedades activan el hambre que nada tienen que ver con la supervivencia.
Ahora mismo que uno practica el racionamiento de alimentos para no estar saliendo a cada rato, caigo en una especie de ayuno mentiroso. Algunas comidas del día tienen que omitirse pero la consecuencia es que a la vez nos descubren pensamientos o sentimientos que eran ocultos por un pan con palta vespertino

Cuestión de género en pandemia

Dar marcha atrás con el "pico y placa" de género no es una buena señal para evaluar la eficacia de las medidas que está tomando el gobierno. Es ceder a la idiosincrasia de la gente que no desea modificar su estilo de vida a pesar de que esta cambiará definitivamente con el transcurrir el tiempo. Según encuestas, las mujeres se hacen cargo de las labores domésticas en su mayoría. Es entendible que en circunstancias normales sea así. Los hogares peruanos se han configurado de esta forma y así son más eficientes a pesar de ir en contra de lo que la igualdad de género busca. Sin embargo, las medidas extremas que estamos viviendo implica un cambio de actitud con respecto a estos hábitos. A qué me refiero. Aunque parezca políticamente incorrecto decirlo, ¿qué hicieron los hogares más pobres para llevar un sustento económico adicional? Hacer trabajar a los niños. Al no tener ningún tipo de ayuda del Estado, estas familias se vieron obligados a hacer algo tan terrible como mandarlos a la calle a buscar algunas monedas. Es decir, ante situaciones extremas y siendo conscientes de que esto es así, los hogares se deconstruyen. Se trastoca lo establecido por una situación que la ven injusta para reivindicar su derecho a la subsistencia.
Las medidas impositivas de un gobierno que intenta hacerlas cumplir "porque así debe ser", no da la posibilidad a las familias de reconfigurar su estructura. Buscar una forma que estos mismos hogares cuestionen los "microfascismos" o "micromachismos" a los que están sometidos, sería una estrategia ideal para que las familias actúen de acuerdo a las necesidades colectivas. Intentar retar su configuración interna desde disposiciones drásticas y en muchos casos abusivas, harán que se reafirmen en la configuración que ya tienen porque es la más efectiva. Nos dicen que no es momento de dar lecciones de lo que es la igualdad de género. Pero no es responsabilidad del Estado darlas, sino ayudar a que estas condiciones puedan desarrollarse por sí solas de la manera requerida. Si se les abandona sería peor.
Es evidente que el llamado "pico y placa" por géneros fue una medida torpe tomada a la ligera sin evaluar el trasfondo social que tenemos. Sin embargo, no debieron descartarla del todo. Solo debieron adecuarla a la realidad del país. Darles más días a las mujeres podría haber ayudado a visibilizar la situación a sus propias familias sin exponer la salud pública. En cierta forma, el mismo hombre vería con más claridad el lugar que tiene en su hogar y en la que lo ha llevado a vivir dependientemente de lo femenino en una época extrema. Eso quizás lo haría retar la idea dual de lo que es ser hombre y ser mujer en la sociedad.

Una pregunta

¿Se tendrán que echar a la basura mucha de la literatura escrita antes de una posible debacle de la civilización? Cuánta literatura romántica e idealista se fue por el drenaje pasadas las dos guerras mundiales. Cómo surgieron nuevos pensadores luego de la Guerra con Chile para dominar el espectro académico y social de entonces y que aún permanecen. Y también nacerán otros, los que con sus obras poéticas pretendan restaurar el mundo que estamos viendo agonizar. Quizás un Unamuno que más llore por unas Filipinas perdidas que por todas las colonias sudamericanas. Más preocupados por recuperar lo insignificante cuando lo vital se perdió hace mucho.
¿Será que otra literatura ya escrita será recién revisada porque en esta nueva era que se viene la hará más comprensible? La literatura mundial ha marcado el impacto de los acontecimientos traumáticos de la humanidad y se marcará el trauma en los espíritus sensibles. Los trágicos ya no serán los underground de la sociedad, ni los que viven debajo del éxito capitalista sino serán los abogados del diablo que todos tendrán que en algún momento escuchar.
Me pregunto si lo leído hasta hoy solo servirá para reconocer lo perdido.

Matando el rato y la ansiedad

Cada época de tensión es sobrellevada de distinta forma. Recuerdo que de niño devoraba los llamados "chistes". Cuando los había leído todos por trigésima vez, mi padre me llevaba a una tienda misteriosamente escondida en Surquillo llamada "Todos vuelven" con un lema que decía "Rumbo al 2000". Ahí les daba mis historietas viejas y se las cambiaba al dueño por algunas de las miles que tenía expuestas en sus anaqueles. Claro, tenía que darle algo de dinero a cambio por ese "derecho" a la transacción. Dinero que salían del ahorro de mis propinas. Con el pasar de los años, esa forma de liberar las tensiones se trasladaron a la revista llamada Selecciones. Siempre portaba una cartera de cuerina donde las guardaba. Me las leía de pies a cabeza y siempre comenzaba por Gajes del Oficio. Así tuve varias costumbres que me ayudaban a llevar la tensión que en determinado momento sentía. Los primeros ciclos de la universidad me apasioné por los canales que transmitían todo tipo de documentales. Podía estar todo el santo día viendo documental tras documental. Desde la historia de la lavadora hasta las dedicadas a la Filosofía o arte. Solo paraba cuando tocaba la parte trasera del televisor y la sentía hirviendo.
Enumerar las actividades que uno ha realizado para sobrellevar estas épocas tensas, porque no siempre las vivía, sería extenderme demasiado. Pero la vez que me percaté de eso fue cuando a los treinta años, que iba a mi casa a almorzar para luego regresar a la oficina a volver a hacer el papel de abogado, me vi a mi mismo viendo dibujos animados de Nickelodeon. Fue como una epifanía cuando de pronto la pantalla se vuelve negra y veo mi reflejo que sostenía un plato de comida. Es en ese momento que me percaté que varias de mis aficiones superfluas tenían una motivación evasiva. Era como si estuviera saturado de pensamientos y quería ocuparme de cualquier cosa que me alejara de mi.
Esa revelación no me hizo desistir de esa costumbre. Así sé exactamente lo que agobiaba cuando me soplé todas la temporadas de Seinfeld, Cheers, Frazier, Alf, El super agente 86, el chavo, Los Simpsons, etc. en los años anteriores. Ahora mismo ando prendido inexplicablemente de Futurama. Asumo que será un consuelo al ver que dentro de mil años estaremos igual de fregados que ahora.

Humildad y pandemia

Las explicaciones para hallar el origen de la pandemia se han esparcido tanto como el virus mismo. Las hipótesis más excéntricas han tenido eco hasta en las mentes más lúcidas. Desde un complot para establecer el nuevo orden mundial hasta un castigo divino. Ni la versión oficial es clara en ese aspecto y levanta un ojo de sospecha porque sabe que no debe convencerse fácilmente. Y si tenemos en cuenta que tal vez la explicación científica sea tan compleja que no pueda traducirse a lenguaje profano, entonces la incertidumbre será permanente.
Ahora mismo nos angustiamos por encontrar de forma inmediata la razón de lo que nos agobia. Sin embargo, no olvidemos el principio de la parsimonia o la Navaja de Ockham. Este afirma que ante varios supuestos, debemos escoger el más simple y descartar el que tiene más elementos difíciles de probar. El más sencillo es que la Naturaleza ha creado un virus para despoblar la tierra. Un fenómeno que ha sucedido a través de toda la historia de la civilización y a todas las especies.
Detalle que olvidó Thomas Malthus, pero que nos dejó una teoría pertinente donde nos decía que "la población aumentará geométricamente, mientras que la producción de comida solo aumentará en una proporción aritmética. De esta forma, aparecerá una escasez en el largo plazo que requerirá un descenso de la tasa de natalidad." Obviando que las guerras, migraciones o las epidemias podían también evitar la sobrepoblación. De esta forma hemos evitado la llamada "catástrofe malthusiana" en el que la civilización y la misma Naturaleza han asegurado nuestra supervivencia de diversas formas.
Otra razón importante para sospechar que la Naturaleza ha creado el Coronavirus es que no afecta a los niños. Especialistas médicos dicen que hasta podría poner el riesgo nuestra permanencia como especie si es que este virus los hubiera atacado a ellos. Pero no lo ha hecho, sino principalmente a los organismos más viejos. Y también es "inteligente" en cierta forma. No mata de manera inmediata a los portadores. Hasta puede estar en un organismo y este no presentar síntomas. Así garantiza su expansión sin levantar sospechas. Caso contrario a otro virus más letal como el Ébola. Si bien es más mortífero (destrucción de los órganos internos), las personas infectadas morían en pocos días. Hecho que impedía al individuo portador transitar por varios lugares esparciendo la enfermedad. Es natural que los virus sean ahora más "listos". Si por lógica debemos deducir que siempre se debe despoblar de humanos la Tierra y como mecanismo de defensa nosotros hemos evadido esa "ley natural" con antibióticos, penicilina y demás tratamientos médicos. Lo real es que el designio se debía de cumplir en algún momento. La Naturaleza puede haber actuado como esas super máquinas que lanzan cientos de miles de combinaciones por segundo por muchos años para encontrar el código deseado. Parece que ya lo halló.
La situación que estamos viviendo solo es una señal que somos una parte de un proceso evolutivo inmenso en el que no estamos ni de lejos en la cima de la pirámide.

Fábulas y reflexión

Pensando en las fábulas y que han sido usadas para sacar lecciones morales de la vida, es inevitable no pensar en ellas cuando uno observa a los animales o insectos. Ahora que me visitan con más frecuencia las hormigas, ya que no puedo acceder a algo que las ahuyente, me invaden ante algún descuido los rincones de mi cocina. Por las mañanas puedo ver que varias se han ubicado en el lavatorio recolectando algo invisible para mis ojos. Como tengo que usarlo, golpeo en un costado para que se apresuren a irse de ahí y así eviten ahogarse cuando abra el caño.
Luego del primer golpe, me voy unos minutos y regreso para revisar si ya no están. A veces siguen algunas y vuelvo a hacer ruido para las que son más tercas. Hasta lo he hecho hasta en tres oportunidades. Es ahí cuando dejo correr el agua con cuidado si es que todavía queda una distraída fuera de mi vista.
Varias veces se han ahogado las más voluntariosas. Y les decía con cierta pena: "¿Acaso no les he avisado varias veces que se vayan? ¿Por qué no se han ido como el resto de sus compañeras?"
La moraleja es que existen personas a las que se les dice una y otra vez lo mismo, pero no entienden. Siguen en sus trece como si pudieran forzar la realidad a su capricho. No hacen caso a las advertencias y continúan solo viendo lo que quieren. En este caso, las hormigas querían llevarse lo que estaba en el lavatorio, pero a pesar de advertirles que era momento de dejarlo, no hacían caso. Lástima que así como ellas, muchos llevan su vida hacia el drenaje.

Con virus y sin entretenimiento.

Ante cualquier crisis, lo primero en caer es la industria del entretenimiento. Cuando esta es vigorosa, indica que la sociedad donde se desarrolla es próspera. Desde las más grandes empresas hasta las más pequeñas sentirán el impacto. Y es que las crisis despiertan la desconfianza en el futuro. Este ya no se presenta predecible por lo que todo ingreso económico percibido es cuidado con más celo. Ahora mismo para comprar cualquier cosa tenemos que hacer cola. Eso quiere decir que entre mi decisión de adquirir algo y hacerlo hay suficiente tiempo para pensarlo bien. Es en ese lapso que las ideas de incertidumbre ante el porvenir es que nos hace elegir lo más esencial para la vida.
Luego de la crisis económica del 2008, en los Estados Unidos se cambiaron los hábitos de consumo por un par de años. Como no sucedía desde la Segunda Guerra Mundial, las personas comenzaron a reutilizar ciertos objetos reparándolos y guardando los viejos. Se volvieron más "cachivacheras" por el temor a que otra crisis se presente y no lleguen a tener dinero para adquirir cosas nuevas.
Los peruanos somos expertos en eso. Tantos años se escasez nos han hecho duchos en el reciclaje. De niño observé a mis abuelos reutilizar muchas cosas. Desde el uso de viejas baterías de autos como macetas o el guardar para "cuando se necesite" de ligas, botellas de remedios, corchos, etc. hasta conservar cientos de viejos fósforos para volver a prender las hornillas. Costumbre que aún mantengo.
Por una cuestión de supervivencia aseguraremos lo básico antes de realizar un gasto innecesario. Es aquí donde el sentido de lo bello se pierde. Ya no escogeremos lo más estético sino lo más funcional. Nuestros placeres también tendrán que esperar porque este se asienta sobre algo seguro. Nadie goza algo si tiene que estar mirando hacia los lados por si algo o alguien lo acecha.

La policía y una intervención en cuarentena

Un grupo de policías entra a un domicilio donde una familia estaba celebrando una fiesta de cumpleaños y les dicen que está prohibido realizar cualquier tipo de reunión. Los efectivos quizás fueron alertados por un vecino al escuchar la música en alto volumen y las voces.
La mayoría de opiniones critica el actuar de los policías porque dicen que uno puede hacer lo que desea en su casa.
Lo primero que se debe hacer en estos casos es ir a la norma y ver qué dice ahí: "Durante este periodo, está prohibida la realización de desfiles, fiestas patronales, actividades civiles y religiosas, así como cualquier otro tipo de reunión."
Ahora nos vamos al lado de la Policía que debe cumplir esa orden que está escrita. Por lógica, si escucha bulla, deberá indagar qué es lo que pasa ahí. Ellos conocen todas las argucias de la gente para transgredir las normas así que debe ser radical al momento de aplicar la ley. Pueda ser que efectivamente en este caso sea una reunión eminentemente familiar, pero volviendo a lo primero, el policía no puede saber eso. Que se lo dijeron. Pero ¿cómo le consta al policía que todos ellos viven ahí? Que lo dice el DNI. Sabemos que no siempre la dirección que aparece ahí es real. También debemos saber si en el distrito donde se está realizando dicha reunión está prohibida la venta de alcohol. Que puede ser comprado con anterioridad a la cuarentena. ¿Por qué se prohíbe la venta? Para que no tomen y no puedan generar desmanes. Toda norma u ordenanza tiene su razón de ser.
Lo real es que en algunos lugares de nuestro país es un toque de queda puro y duro, y lo que debes hacer pasadas las 8pm es irte a tu cuarto, cerrar las ventanas y apagar las luces de tu sala. No mostrar ningún indicio de que realizas una reunión. Eso facilita la labor de la Policía y el Ejército.
Ya hemos visto que las personas entienden diferentes cosas ante una orden clara. La subjetividad es un universo muy amplio que se expande en espacios pequeños. Eso depende de la experiencia y la personalidad de cada uno. Por ejemplo, cuando un médico dice que no puedes beber alcohol cuando estás con tratamiento, él está dando una orden directa para que tu subjetividad no haga de las suyas. Tal vez sí puedas tomar un poco de alcohol, medio vaso o uno. Pero ese "poco" para unos son dos dedos y para otros son tres botellas de cerveza. Así que para evitar cualquier complicación, te lo prohíben en su totalidad.
Lo mismo está pasando con las medidas de la cuarentena. Algunas son exageradas, pero son dadas porque se busca unificar criterios y no dejar nada a la discrecionalidad del ciudadano que podría llevar a que no se cumpla lo que indican las autoridades.
Y si alguien dice que no debió hablarle así al padre de familia. Les sugiero que si conocen a un policía, les pregunten cómo es la psicología del individuo ante una detención.

Profesores virtuales

Mencioné en otro post sobre que no es necesario ser maestro para enseñar conocimientos básicos al frente de una cámara de televisión siempre y cuando estos hayan sido desarrollados por maestros calificados. Hubo una actriz del cine clásico norteamericano, no sé si fue Greta Garbo o alguna otra, que decía que le gustaba ser actriz porque gracias a los guiones podía decir cosas inteligentes. Ideas que nunca se le hubieran podido ocurrir por cuenta propia.
Cuando me preparaba para la universidad, estudié en la academia Trilce que queda (o quedaba) por Camaná, en el centro de Lima. Como quería ingresar a la Universidad Católica, habían áreas a las que no les daban mucha atención como a la Trigonometría y la Geometría (a esta un poco más). Así que los maestros no eran tan capos como los que enseñaban Álgebra, Aritmética o Física. El profesor de Geometría era un personaje. Llevaba una camisa con un botón desabrochado, una gruesa cadena plateada de la que colgaba una medalla y tenía el cabello desordenado. Entraba al aula despreocupadamente y con autoridad escribía en la pizarra los ejercicios que resolvería esa clase. Los mismos que estaban en la separata que nos entregaban. Dueño del aula se paseaba indicándonos lo que debíamos hacer. Nos preguntaba qué fórmulas usar y si no sabíamos nos decía en tono de reproche pero también de broma que cómo es posible que no las recordemos.
Era un individuo simpático, de buen trato. Al terminar los ejercicios que estaban escritos en la pizarra, caminaba al lado de las carpetas explicando nuevamente su resolución. Yo tenía preguntas y esperaba a que terminara de ayudar a los demás alumnos. Varias veces me quedaba con los crespos hechos porque se demoraba demasiado con los otros y hasta no terminaba de ayudarlos porque sonaba el timbre que indicaba el cambio de curso. Al fin pude preguntarle y le enseñé un ejercicio que había sacado de una separata de mi anterior academia. Era difícil para mí así que le dije si me podía ayudar a resolverlo. Tomó el papel, me pidió mi cuaderno y comenzó a dibujar figuras geométricas y fórmulas por toda la hoja. Estaba en total silencio, solo podía ver en su ceño su extrañeza. Hacía muecas y luego de interminables minutos me dice: "Está difícil alumno, ¿de dónde has sacado esto?. Voy a revisar algo y te lo resuelvo la próxima clase". No sé si lo apuntó en otro papel pero nunca lo llegó a resolver.
Le pedí a un primo que conocía muy bien las matemáticas que lo resolviera días después. No sin antes advertirle que mi profesor no había podido encontrar la respuesta. Como mi primo ante esas advertencias le entraban más las ganas de hacerlo, lo tomó, lo observó un poco tiempo más de lo normal (ya que siempre resolvía rápidamente lo que yo le alcanzaba) y lo hizo. "¿Ese ejercicio no lo pudo hacer tu profesor? Ese no sabe nada" me dijo satisfecho.
Ante esa observación, los siguientes días miré con atención la forma de resolver los problemas de mi profesor. Es ahí que me percaté que se los memorizaba. Él ya los tenía resueltos con anterioridad y solamente nos mostraba en la pizarra algo que ya había hecho en otro lugar (o se los habían hecho). Por eso no podía resolver los casos nuevos. Esa era la razón por la que se demoraba. En mi curiosidad, me acerqué a los alumnos a los que había "ayudado" y les pregunté si había podido resolver los nuevos problemas. Varios me dijeron que no.
La moraleja es que puedes fingir saber bastante si es que no te sacan de tu zona de confort y enseñar lo suficiente. Yo terminé aprendiendo lo necesario. Las actrices o actores que están detrás de una cámara tienen asegurado que nadie los sacará de esa zona. Si el guión está bien escrito, todos creerán en tu personaje.

Comprando víveres en cuarentena

Ahora que salí a comprar nuevamente, el muchacho que me despachó los productos quiso meterlos en unas bolsas de plástico y no en las mías que son de tela. En su afán de hacerlo según sus deseos, rompe el paquete que contenía las lentejas y estas terminan regadas por donde estaban las papas que ya las había colocado dentro de la bolsa. Estas se mezclaron con la tierra que casi siempre traen. El chico me dice tímidamente y sin mirarme: "Se ha roto pero ahí está el kilo..." En esos segundos intenté comprender lo que me estaba estaba diciendo: "¿Quería que me lleve las lentejas mezcladas con la tierra de la papa?, ¿cómo voy a comer eso?" En pequeños segundos miles ideas socioantropológicas vinieron a mi mente. Pensé en el Sutep, en la prueba Pisa, en todos los ministros de Educación de los últimos años. Ya cuando iba a gritar como Bryce Echenique "¡Té Toro! ¡Leche Enci". El chico se interrumpe, se queda quieto mirando al suelo, se da media vuelta y raudamente se va a despacharme otro kilo de lenteja, regresa asumo sonriente, no le podía ver la expresión por la mascarilla, y vuelve a colocar el paquete donde estaba el otro.
Recién ahí volví a creer en el sistema educativo.

El esquivo dinero

No es fácil tener dinero si es que eres parte del mercado. Si eres empresario, el dinero lo verás circulando yendo de un lado para otro. Si quieres 10, tendrás que invertir 1000. Los riesgos son altos porque esa ganancia puede subir y bajar dependiendo de factores que no puedes controlar. Si juegas justo, tendrás una ganancia decente. Sin embargo, ver tanto dinero del que no te puedes apoderar y gastar a tus anchas a pesar de tenerlo en la mano, despierta la codicia de los empresarios más infames.
A veces se halaga a la gente que tiene mucho dinero como si eso fuera una virtud, pero la verdad es que ellos se han apoderado de algo limitado. Podríamos usar la locución latina "ex nihilo nihil fit". De la nada no proviene nada. Si alguien tiene mucho es porque se lo ha sacado del bolsillo a otro. Jugando con reglas justas, yo me llevo dos y te doy uno. Tienes lo que quieres y yo me llevo lo justo por mi trabajo. Eso hará que el empresario trabaje duro para obtener una pequeña ganancia.
El problema surge cuando los ambiciosos le sacan la vuelta a estas reglas del mercado para llevarse más de lo que merece su servicio. Los bancos son un ejemplo de eso. Cómo es eso que te prestas 10 mil soles y pagas 8 mil de intereses cuando tú depositando esa cantidad, te dan 300 soles en dos años. Es evidente que ese sistema bancario es usurero. O los que te ofrecen un servicio que es efectivo pero no por la destreza de sus operarios, sino porque se soborna a los que te lo facilitarán. Igual pasa con los que te dan un producto prometiéndote una calidad y luego dándote otra inferior.
Los empresarios no son el cuco de la economía. Solo los usureros. Los que tienen grandes capitales. Hay miles de empresarios que trabajan 12 a 14 horas diarias y tienen lo justo para vivir, entonces, si el mercado los enriqueciera, por qué tienen que seguir haciéndolo. Es porque son honestos. Que siguen la lógica que menciono. Invertir mucho y ganar lo suficiente.
Yo no creo en esos ascensos meteóricos. El mercado es cruel pero justo. Aquellos que se enriquecen son porque están jugando sucio. Sacando ventaja ante las adversidades ajenas, engañando, evadiendo impuestos. En una escena de los Simpson, Bill Gates propone comprarle su empresa a Homero. Este acepta y dice: "cómprenlo muchachos" y sus lacayos comienzan a romper sus cosas. Y antes de irse dice: "no me hice rico firmando cheques".
Será una perogrullada, pero las empresas de grandes capitales son el cáncer del mercado libre. Gracias a ellos es que la mayoría de empresarios están batallando por subsistir con lo pocos que estos avaros les dejan.

El castigo de la modernidad

Con los problemas que tenemos con el teletrabajo, con las transacciones económicas vía internet o con la educación a distancia, nos expone como una sociedad que se ha quedado en los ochentas. A veces nos decían que nuestra sociedad está atrasada con respecto a otros países y costaba entender tal concepto porque creíamos que era porque no llegaba el celular de moda o un televisor más delgado. El atraso es porque nuestra vida cotidiana no está adaptada a todas las ventajas que nos da las tecnologías del primer mundo y la incapacidad de entender en toda su magnitud su utilidad.
Parece que a los ciudadanos la virtualidad o interactuar realmente con la red para satisfacer las necesidades básicas es un castigo y no una ventaja. Y no hablo solo del usuario, sino también del Estado y las empresas privadas. Por años he visto en todos los bancos que incentivan al cliente a que usen sus servicios por banca electrónica y qué pasa ahora que realmente lo tenemos que hacer por necesidad. Pues tenemos a sus servidores colapsados. ¿Entonces?¿Realmente avanzábamos de la mano de la tecnología o solo fingíamos hacerlo?
Ni qué decir de la dificultad de los más jóvenes por aprender algo vía una pantalla. ¿Acaso verlos todo el día no es lo único que hacen? Quizás estemos confirmando in situ lo que siempre nos dicen; que la red solo está siendo desarrollada para generar consumidores y no ciudadanos cultos y formados. Nada entra en la cabeza de la gente si no está creando una necesidad de consumo.
Una nueva senda se está marcando y debemos estar listos para ir sobre ella y evitar salirnos del camino del desarrollo

Accidente doméstico en cuarentena

Hace semana y media tuve un accidente doméstico que ha inutilizado mi dedo índice de la mano derecha desde entonces. Estaba cocinando y por intentar sostener un vaso grueso de vidrio, se me terminó por incrustar un buen trozo en la base de dicho dedo. Evidentemente sangró bastante y dejó regado de sangre el piso de mi cocina como la ducha de Marion Crane en Psicosis. Entre toda esa escena, intenté pensar rápido para evitar mayor sangrado ya que casi instantáneamente sentí que mi dedo se iba adormeciendo (adormecimiento que todavía permanece). Felizmente el botiquín destinado a mis perros está bien surtido así que pude conseguir una gasa y detener por ese momento la hemorragia.
No es mi intención contarles los pormenores de ese pequeño incidente, sino lo que en ese instante pasó por mi cabeza. Cuando vi que tenía como una rosa brillante latiente que nacía de una de mis falanges lo primero que me pregunté con preocupación fue: ¿y ahora cómo voy a prepararme mis chilcanos? Era una preocupación idiota teniendo en cuenta que prácticamente tenía que hacer todas las obligaciones de mi casa a mano cambiada. No pensé en que quizás debía ir a una posta médica a que me den algunos puntos, ni que debía limpiar el piso, tampoco en cargar las bolsas pesadas que traigo cuando hago compras para dos semanas, el aseo personal, bañar a mis perros, cocinar, ordenar mi biblioteca, escribir y otras actividades más que he ido descubriendo en este tiempo en que le he enseñado al dedo medio a reemplazar al índice que está en cuarentena o duerme el sueño de los justos. Esas ideas vinieron pero ya cuando luchaba por parar la emanación de la sangre.
Tal sensación de elegir de manera peculiar mis prioridades ante un incidente me hizo recordar otro que sucedió hace poco más de diez años cuando hubo un fuerte terremoto en Pisco y se sintió también en Lima. Justo estaba sentado en la cafetería de Artes de la PUCP cuando las paredes de madera y vidrio empezaron a temblar. Salimos en grupo hacia las zonas de seguridad que estaban en el jardín ubicado al frente de la cafetería. Mientras estuve parado sobre la tierra, sentí que esta ondeaba como si flotara sobre una pequeña ola. Al rato se vió un gran destello en el horizonte y ya uno se imaginaba el fin del mundo. Pero aquí también surgió otro instantáneo pensamiento: ¿qué va pasar con mi ropa que está colgada en el tendedero? En ese entonces vivía en Chorrillos en el tercer piso y las colgaba al aire libre.
Luego de reflexionar sobre eso pensé en mi abuela y en mis perritos que recién tendrían apenas un año y su madre cuatro. Al igual que este incidente, desde entonces siempre he pensado en esa reacción instintiva hacia lo banal en vez de lo importante.
En ese caso, al ya haber pasado bastantes años, en cierta forma me he explicado el porqué de esa preocupación en desmedro de otras.

Tampoco es que deseo psicoanalizarme al respecto porque de poco sirve ya que no me atormenta. Sino que me despierta una curiosidad por lo que podría estar muy dentro en la oscuridad de la mente. El nivel de sorpresa (¿entropía?) ante todas las posibilidades que "chocolatean" en mi cabeza y me sale el bolo más raro que resulta ser el más común, desconciertan demasiado.
Yendo más lejos ante el mundo de la especulación, también es importante pensar en la última reflexión antes de morir o al tener un grave accidente. No quiero comparar un corte profundo del dedo a eso, sino por el nivel de vulnerabilidad al que me expuse ante la situación que vivimos. Es un momento límite e imaginamos que quizás antes de exhalar el último suspiro reflexionemos sobre la existencia, revelemos el gran secreto de nuestra vida o declaremos una gran frase llena de misterio. No sé si antes de morir diga algo sinsentido como Rosebud de El Ciudadano Kane o piense en una fruslería como quién guardará el tomate en la refrigeradora.
La mente opera de formas extrañas. Y a pesar que uno quiera llevarla por una senda lógica y racional, esta responde a su antojo. Como si en el fondo se nos amotine ante un momento de debilidad física o emocional.

Siempre seremos pop

Hace casi una década conversé con un músico que había pertenecido a una emblemática banda ochentera de nuestro país. Recuerdo que tímidamente le lancé una idea que siempre he tenido sobre los gustos musicales. Esta era sobre sus orígenes. Con los años uno ha ido aprendiendo cada vez más de cantantes, bandas, géneros, estilos, estética y un sinfín de muestras musicales que la curiosidad puede soportar. Uno ha leído y se ha informado sobre qué cosa va en cada lugar. Así uno puede tener una idea del tiempo y espacio de los géneros que escucha. Pero lo que nos marca definitivamente son lo que primero te llega al oído de manera involuntaria. Es ahí que uno tiene que percatarse cuál era el contexto musical de tu entorno radial, por decir un ejemplo, en que uno estaba más despreocupado con respecto a lo que llegaba a tu oído. Durante mi niñez y parte de mi adolescencia la música era solo eso. Solo eran estilos y cantantes a los que no les encontraba razón de su existencia ni de su propuesta estética. Solo era un sonido que salía de la radio o la televisión. A inicios de los noventas, particularmente en el año 92, yo regresaba de mi colegio casi al anochecer porque estudiaba en turno tarde. Cada día en ese colegio era un universo extraño para mí ya que era mi primer año en ese lugar. Solamente llegaba, me sentaba en mi cama y prendía la radio. En sus emisoras escuchabas la agonía del rock, la presencia de la música techno y la ola mexicana. Eso sí, en las madrugadas escuchaba radio Inca. Según yo porque no tenía melodías tristes y eso me levantaba el ánimo. El asunto es que así se me pegaron lo que sonaba una y otra vez en las radios. No todos eran iguales, algunos destacaban por un timbre de voz, letra pegajosa o ritmos básicos pero atractivos. Cristian Castro fue de aquellos que tenían lo primero. Así que cada vez que cantaba algo en las radios, lo escuchaba sin ir más allá. Bueno, la hipótesis que le lancé al músico la hice con algo de temor ya que nunca se lo había dicho a nadie que ejerciera la música profesionalmente. Dije: "Si naciste pop, morirás pop. No importa que luego aprendas de melodías complejas. Esas primeras notas simples, temas dirigidos al gusto común siempre te perseguirán porque podrás cubrirlo con información y nuevos ritmos pero estos "gustos culposos" quedarán ahí, porque son como la energía que se transforma. Pero ante cualquier estímulo que te pueda despertar aquello casi olvidado, se levantará fácilmente." Luego de callarme ante tamaña osadía, asintió con la cabeza y en parte me dio razón. Me comentó que algunos temas que había compuesto habían sido influenciados justamente no por aquello complejo, sino por lo sencillo. Que esos gustos musicales son difíciles de extirpar porque están ahí, fueron los primeros.
No sé si será una "mal formación" musical, hay personas que no tienen ese problema porque nunca les llamó la atención la música pop y les agotó tan pronto exploraron otros campos. No es mi caso. Quién sabe los vínculos emocionales que se conectan cuando se escuchan determinadas canciones. Por ejemplo esta canción. Me viene a la mente el recuerdo antes contado. Siento algo de frío, un miedo a no sé qué pero a la vez aliviado por estar de nuevo en la soledad de mi cuarto. Años después recién entendí qué era lo que cantaba el desquiciado de Cristian Castro.

Pelearse por algo.


Jung se distancia de Freud por no estar de acuerdo sobre la teoría de la energía pulsional.
Bertrand Russell se pelea con Wittgenstein por no estar de acuerdo con su atomismo lógico.
Camus y Sartre tienen diferencias irreconciliables con respecto al compromiso al momento de expresar las ideas políticas.
Y tú te peleas con tu amigo porque te dijo engreído y lambiscón. Al menos que sea una disputa un poco más pensada como cuando Hegel le preguntó a Schopenhauer sobre ¿por qué el caballo se acostó en la calle? Así tendrás un engreimiento filosófico justificado para odiarlo por toda la eternidad

Indignación ante el dinero ajeno

No comprendo la indignación de las personas porque alguien gaste su AFP en un televisor o cualquier otro aparato tecnológico. Ya tenemos varios días encerrados como para saber la importancia de este en la vida cotidiana. Qué mejor que tener una televisión gigante en tu sala para sobrellevar horas de aburrimiento o hacer que los hijos de uno puedan llevar sus clases virtuales por ese medio. El comprar un mejor teléfono o una computadora para mejorar la conectividad y la coordinación con las nuevas formas de generar empleo es una inversión necesaria a futuro porque serán esenciales en cualquier actividad.
Deberíamos halagar que las personas inviertan su dinero en formas para producir más o generar las condiciones anímicas para hacerlo. Si todo el dinero que obtenemos es usado para satisfacer nuestras necesidades básicas o queremos que el resto lo use así, pues estaremos cayendo en el círculo vicioso del asistencialismo estatal.
Mostrar la imágenes de personas cargando televisores y sancionarlos por eso es absurdo. ¿Quién te lleva esos aparatos a tu casa el día de hoy? Nadie. Si quieres comprarlos, tienes que ir a las tiendas a recogerlos. Llegará un momento en que también sea necesario repartirlos a domicilio así como un kilo de arroz o de papas. No perdamos la perspectiva de la situación que estamos viviendo.

La pérdida del miedo a la sociedad.

Reactivar la economía es necesario. Sin embargo, es curioso que se inicie cuando estamos alcanzando el pico de contagios. Si bien el porcentaje de infección no sube, tampoco baja. Es claro que el servicio de salud ha colapsado y poco puede hacer el gobierno para evitarlo. Es decir, el sector producción funcionará incrementándose aún más la cantidad de contagiados porque por más que se tomen precauciones, salir es peor que quedarse en cuarentena. Es lo lógico.
¿Cuál sería el motivo?, pues que las empresas no pueden seguir perdiendo dinero y menos el Estado. El gobierno está usando la cuarentena no solamente para evitar una desgracia mayor, sino también para medir el impacto de la opinión pública ante esta situación. Quizás creyendo que nos llevaría a la anarquía el que la gente vea que el sector salud no se da abasto y que otros mueran por cientos diariamente, hizo que nos mantengamos en nuestras casas. Sin embargo, día a día vemos que los muertos se incrementan, que los hospitales colapsan y las personas no reaccionan. Siguen saliendo a hacer sus actividades y esa tan temida anarquía no sucede. La indolencia ciudadana ante el sufrimiento ajeno le garantiza al gobierno que reactivar la economía de a pocos no generará desorden a pesar de que mueran muchos más. No somos el único país en tener un escenario similar. España es un gran ejemplo de eso.
El gobierno intenta garantizar el orden institucional. Si ve que al ciudadano no le importa su propia salud y menos la del resto, entonces podrá planificar sus estrategias económicas en base a esa variable que antes no tenía. El miedo al caos social e institucional por el colapso del sistema de salud se está perdiendo.

La crueldad humana 2

La crueldad es intrínseca al ser humano, no podemos describir ni contar nada con respecto a nosotros sin no mencionarla. No hay ninguna historia que sea valiosa para comprender la existencia si es que no se refiere a la maldad que causamos al otro. Esos relatos nos generan apasionamientos porque estamos muy cerca de cometer o de ser víctima de lo que nos narran. Y todos los días disfrutamos de una consecuencia de dicha crueldad al alimentarnos con la carne de un ser vivo que gritó de sufrimiento antes de morir. ¿Cómo vamos a deshacernos del deseo de destrucción del otro si vivimos justamente a consecuencia de ese dolor?
La pena de muerte o el deseo que individuos mueran hacinados en las cárceles víctimas de un mortal virus es similar. Aquellos pensamientos de odio hacia el prójimo se alojan en un matadero de hombres a los que le guardamos resentimiento para así librarnos del horror que sentimos al buscar culpables por lo que nos agobia. Odiemos al resto porque no sabemos a quién señalar de la destrucción de lo que creíamos intangible. Esa es la consigna. A la vez, al momento del deseo de la desaparición del otro también los enterramos de nuestra realidad soñada, de la idea ingenua de que la bondad del ser humano no se trabaja. Ellos solo serán los chivos expiatorios de las frustraciones sociales y emocionales de una civilización que no termina de convencerse que nuestra existencia vale la pena.
¿Es que no hay otra solución?, ¿solo la dominación del otro será lo que nos haga sentir seguros de existir?. Si es así, entonces no hay salida, y lo mejor será aceptar ese deseo de destrucción y no negarlo más. En base a esa sinceridad podremos reconocer que la diferencia entre los culpables e inocentes solamente está en el que los señala.

VHS y Filosofía.

Escarbando literalmente como un ratón de biblioteca, encontré otro VHS donde había grabado un capítulo de Grandes Ideas de la Filosofía. Este estupendo programa lo emitía Canal a de Argentina a comienzos de siglo, donde explican didácticamente los más representativos pensamientos filosóficos de la humanidad. Extremadamente didáctico como para luego de verlo, ir directamente a los libros a indagar más de lo mencionado si era de tu interés (no había demasiado en la red. Eran los libros o la dolorosa ignorancia). Aparte que podías encontrar todos los libros básicos de la filosofía en las ediciones de tapa dura marrón de la editorial Sarpe. Su precio era de 10 soles c/u y si regateabas y te llevabas más, podían bajar hasta 8 o 7 dependiendo de la desesperación del vendedor.
Los grababa religiosamente programando mi reproductor para no perderme ningún programa. Aparte para que no me pase como con otros que trataban temas complejos y tenía que esperar a que el cable los reprograme para anotar un nombre, idea, sistema, corriente o hecho mencionado y que no llegué a captar con precisión (solo el Dios de Einstein sabe lo que sufrí para entender El Agujero de Gusano). El grabarlos me permitía tener una ficha filosófica al instante. Antes rebobinar un casete no era tan tedioso como lo puede ser ahora para saber algo en específico.
Todo terminó con una desilusión y un corazón roto. De este canal grababa varios programas. Seleccionaba en la revista de Cable Mágico los que me interesaba y dejaba el VHS programado para su grabación. Si mal no recuerdo, fue un 1 de Junio cuando al revisar lo registrado me doy la sorpresa que lo que aparecía en mi casete eran unos comerciales, un programa adolescente argentino y no sé qué otra banalidad más.
Preocupado por haber cometido un error, reviso el canal y la hora y estaban correctos. Lo que olvidé fue mirar la revista (creo que no llegó ese mes) y como me sabía de memoria la programación de los documentales de mi interés no la necesitaba. El canal a había desaparecido siendo reemplazado por otro. Nunca más volvería a la programación de Cable Mágico. 
Bueno, en este casete hallado encontré este programa que ya alguien lo ha subido a YouTube. Por supuesto que lo he vuelto a ver en el VHS rememorando mi avidez por aprender cosas nuevas en los primeros años de este siglo. Nos habla de la Teoría de Conocimiento, la Epistemología. De la interminable pregunta de los filósofos sobre de dónde vienen nuestros conocimientos, ¿cuál es su naturaleza? El viaje comienza desde Grecia hasta nuestros días, pasando por Platón, Aristóteles, Berkeley, Hume, Kant, Descartes, Russell, G.E. Moore entre otros.
Aquí mencionaron algo que me marcó hasta ahora al momento de plantear ideas y es sobre el origen de estas. El llamado Fundacionalismo. Que si creemos que algo es verdadero, este debe ser fundamentado en creencias básicas (proposiciones fundamentales) así pues esto nos plantea la pregunta ¿dónde termina la cadena de razones? El filósofo Peter Klein daba el ejemplo de la cadena con un eslabón cerrado y otra interminable. Una imagen magnífica que siempre la he tenido presente.

¿Cambios post cuarentena?

Algunos se aventuran a decir que desde ahora en adelante habrán cambios en la vida diaria de las personas. Que hasta el sistema político sufrirá una reestructuración debido a que el sector privado no ha tenido capacidad de reacción positiva ante una situación de crisis masiva. Tal hecho hará que tanto los dirigentes políticos como los ciudadanos pongan en cuestión los esquemas hasta ahora utilizados. Y ante esas presiones sociales, las empresas tendrán que adoptar una posición más social y de menos acumulación de capital.
Nada está ya determinado. Toda posibilidad está abierta. No obstante, es relevante tomar en cuenta las reacciones pasadas del mercado en situaciones similares.
El sector privado se desarrolla en base a las demandas. Donde existen, ahí florece. Los acontecimientos tan particulares como los que estamos viviendo, no han sido tomados en cuenta jamás por el sector privado porque ahí no había una demanda. ¿Quién pediría millones de mascarillas de una semana para otra? ¿Qué clínica privada necesitaría cientos de camas UCI en una semana?¿Qué empresa podría fabricar miles de respiradores en días?¿Cuántas universidades abrirían facultades de medicina para graduar a cientos de miles de médicos cada año? Y así podríamos ejemplificar todas las carencias de productos y servicios que la pandemia ha expuesto.
En la vida diaria, las empresas y la misma gente no han tomado en cuenta la gravedad de no considerar en su verdadera dimensión detalles que ahora saltan a la luz: la urgencia inmediata de un seguro laboral, médico, de desempleo, de estar en planilla, de ahorrar, de prestarse menos dinero, etc. No se tomaban en cuenta porque sabían que el mercado en cierta forma era como el sol. A pesar de estar en algún momento en penumbras siempre este aparecerá para darnos luz.
Y ahora, ¿desconfiaremos del mercado ya que hoy por hoy nos ha fallado? Pienso que es apresurado verlo así. Ejemplifiquemos esto con el seguro vehicular. Cuando existían pocos autos, el tener un seguro por ellos era absurdo. Pagar por alguna complicación que traería el choque de uno de ellos sería casi botar el dinero. Al incrementarse el parque automotor, pues ya no era tan ilógico tenerlo. Se creó una necesidad y el mercado tomó dicha oportunidad. Así ha pasado también con la salud. El consumo masivo de grasas saturadas, de productos con preservantes o la contaminación por el smog y la nicotina han desarrollado una serie de enfermedades muy comunes en los seres humanos. Así las clínicas han prestado atención a eso y han ofrecido sus seguros médicos para tratarlos. A la vez las universidades han aumentado sus plazas para enseñar las especialidades que ayudarían en sus tratamientos.
Lo que sí cambiarán serán las nuevas necesidades de la sociedad con respecto a una pandemia futura. Cada país evaluará qué tanto ha afectado a su sistema esta circunstancia e incentivará que lo que ahora el Estado se ha tenido que hacer cargo, la empresa privada lo haga en adelante. Con la elaboración de estos nuevos protocolos para retornar a las actividades económicas se están considerando nuevos productos y servicios. Es ahí cuando el sector privado tomará la posta y agregarán dichas necesidades a sus ofertas y por otro lado, se desecharán otras.
No es nada nuevo. Los miedos a un futuro incierto hace fluir nuestra creatividad empresarial. Los cambios que vienen serán solo de usos y costumbres. El Estado no se volverá asistencialista porque no es factible a largo plazo. Con el tiempo veremos que poco a poco todas esas necesidades que ahora nos la cubre, serán reemplazadas por el sector privado. La angustia también se puede capitalizar.

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