Alguna vez leí que Bryce Echenique se refería algo como a la soledad triste y a la soledad feliz. La primera es cuando quieres estar con alguien pero no puedes o no quieren. La segunda es cuando todos quieren estar contigo pero tú quieres estar solo. Es lo mismo cuando critican al que reclama por estar encerrado si uno siempre ha estado así. Usando las analogías. El estar en la casa es como refrescar el ánimo, enfriar el motor de la voluntad para volver a andar y tolerar los estímulos externos de la realidad. A veces uno se recalienta muy pronto y tiene que retornar al hogar para descansar por largos periodos para volver a salir. Uno no se queda en casa para estar siempre ahí. Se sabe que la vida se mueve más allá de la puerta. El estar un tiempo prolongado detenido hace que nos suceda lo mismo que a una máquina abandonada en un garage. Se deteriore, oxide y al final termine siendo inutilizable. Lo bueno es que los individuos somos resistentes, así como podemos continuar un trayecto con los pistones hirviendo, también podemos enfriar el entusiasmo hasta que llegue el momento de retomar la travesía.
La cuarentena termina siendo un encierro triste porque ya deseas salir quién sabe para qué. Y se vuelve más dramático cuando comprendes que eres como un pez en una pecera. Estás entre cuatro paredes a salvo, pero si sales, te mueres.
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