miércoles, 20 de mayo de 2020

Astrología Matemática


Nadie puede predecir el futuro y por eso le tenemos pavor a aquello que no podemos controlar. Al menos la tecnología nos ha hecho creer en la ficción de que se puede planificar nuestros siguientes pasos. El mundo del futuro no existe, solamente puede ser conjeturado en base al presente. Es así que el futuro  de un país o sociedad se determina por las señales o indicios de lo creído que vendrá. Para muchos no es claro el resultado de esas señales, pues dicha solución es producto de una multiplicación, una división, una resta o una suma. Dos actos buenos sumados son evidentemente más buenos, multiplicados, mucho más. El problema surge cuando incluimos la resta y la división. Se cree que si a muchos actos buenos  les restamos  unos pocos actos malos, el resultado variará muy poco. Si dividimos lo bueno entre lo malo, el resultado es irrelevante ya que más estaremos pendientes de que la cantidad resultante se acople a nuestro interés.

¿Qué es lo que quiero decir? Que no valoramos las cosas de la misma manera y la sumatoria, productos o dividendos, no darían idéntico resultado. El miedo del otro, no es el de uno. Los valores que usamos como factores (hechos) para predecir el futuro o la operación mental  son elegidos aleatoria y convenientemente. Lo más trágico es cuando el temor futuro o la interpretación de ese resultado, es exagerado ya que cuando llega, no calza con la desesperación que uno predijo. Así, en primera instancia, buscamos controlar esos factores primarios, evitar que el resultado se disperse en peligrosas ambigüedades. ¿Cómo? No relativizando el mal, intentando limitarlo a fieles conceptos inamovibles. Encauzar lo más posible la operación a un resultado esperado.

De no hacerlo corremos el riesgo que aquella operación termine con una cifra monstruosa, infinitesimal y que esos números demenciales nos asfixien en la relatividad de un futuro incierto.

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