Hace casi una década conversé con un músico que había pertenecido a una emblemática banda ochentera de nuestro país. Recuerdo que tímidamente le lancé una idea que siempre he tenido sobre los gustos musicales. Esta era sobre sus orígenes. Con los años uno ha ido aprendiendo cada vez más de cantantes, bandas, géneros, estilos, estética y un sinfín de muestras musicales que la curiosidad puede soportar. Uno ha leído y se ha informado sobre qué cosa va en cada lugar. Así uno puede tener una idea del tiempo y espacio de los géneros que escucha. Pero lo que nos marca definitivamente son lo que primero te llega al oído de manera involuntaria. Es ahí que uno tiene que percatarse cuál era el contexto musical de tu entorno radial, por decir un ejemplo, en que uno estaba más despreocupado con respecto a lo que llegaba a tu oído. Durante mi niñez y parte de mi adolescencia la música era solo eso. Solo eran estilos y cantantes a los que no les encontraba razón de su existencia ni de su propuesta estética. Solo era un sonido que salía de la radio o la televisión. A inicios de los noventas, particularmente en el año 92, yo regresaba de mi colegio casi al anochecer porque estudiaba en turno tarde. Cada día en ese colegio era un universo extraño para mí ya que era mi primer año en ese lugar. Solamente llegaba, me sentaba en mi cama y prendía la radio. En sus emisoras escuchabas la agonía del rock, la presencia de la música techno y la ola mexicana. Eso sí, en las madrugadas escuchaba radio Inca. Según yo porque no tenía melodías tristes y eso me levantaba el ánimo. El asunto es que así se me pegaron lo que sonaba una y otra vez en las radios. No todos eran iguales, algunos destacaban por un timbre de voz, letra pegajosa o ritmos básicos pero atractivos. Cristian Castro fue de aquellos que tenían lo primero. Así que cada vez que cantaba algo en las radios, lo escuchaba sin ir más allá. Bueno, la hipótesis que le lancé al músico la hice con algo de temor ya que nunca se lo había dicho a nadie que ejerciera la música profesionalmente. Dije: "Si naciste pop, morirás pop. No importa que luego aprendas de melodías complejas. Esas primeras notas simples, temas dirigidos al gusto común siempre te perseguirán porque podrás cubrirlo con información y nuevos ritmos pero estos "gustos culposos" quedarán ahí, porque son como la energía que se transforma. Pero ante cualquier estímulo que te pueda despertar aquello casi olvidado, se levantará fácilmente." Luego de callarme ante tamaña osadía, asintió con la cabeza y en parte me dio razón. Me comentó que algunos temas que había compuesto habían sido influenciados justamente no por aquello complejo, sino por lo sencillo. Que esos gustos musicales son difíciles de extirpar porque están ahí, fueron los primeros.
No sé si será una "mal formación" musical, hay personas que no tienen ese problema porque nunca les llamó la atención la música pop y les agotó tan pronto exploraron otros campos. No es mi caso. Quién sabe los vínculos emocionales que se conectan cuando se escuchan determinadas canciones. Por ejemplo esta canción. Me viene a la mente el recuerdo antes contado. Siento algo de frío, un miedo a no sé qué pero a la vez aliviado por estar de nuevo en la soledad de mi cuarto. Años después recién entendí qué era lo que cantaba el desquiciado de Cristian Castro.
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