Pensando en las fábulas y que han sido usadas para sacar lecciones morales de la vida, es inevitable no pensar en ellas cuando uno observa a los animales o insectos. Ahora que me visitan con más frecuencia las hormigas, ya que no puedo acceder a algo que las ahuyente, me invaden ante algún descuido los rincones de mi cocina. Por las mañanas puedo ver que varias se han ubicado en el lavatorio recolectando algo invisible para mis ojos. Como tengo que usarlo, golpeo en un costado para que se apresuren a irse de ahí y así eviten ahogarse cuando abra el caño.
Luego del primer golpe, me voy unos minutos y regreso para revisar si ya no están. A veces siguen algunas y vuelvo a hacer ruido para las que son más tercas. Hasta lo he hecho hasta en tres oportunidades. Es ahí cuando dejo correr el agua con cuidado si es que todavía queda una distraída fuera de mi vista.
Varias veces se han ahogado las más voluntariosas. Y les decía con cierta pena: "¿Acaso no les he avisado varias veces que se vayan? ¿Por qué no se han ido como el resto de sus compañeras?"
La moraleja es que existen personas a las que se les dice una y otra vez lo mismo, pero no entienden. Siguen en sus trece como si pudieran forzar la realidad a su capricho. No hacen caso a las advertencias y continúan solo viendo lo que quieren. En este caso, las hormigas querían llevarse lo que estaba en el lavatorio, pero a pesar de advertirles que era momento de dejarlo, no hacían caso. Lástima que así como ellas, muchos llevan su vida hacia el drenaje.
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