miércoles, 22 de noviembre de 2023

Es necesario, en cualquier circunstancia, que los conflictos no lleguen a niveles dramáticos...

Es necesario, en cualquier circunstancia, que los conflictos no lleguen a niveles dramáticos. Hace unas semanas, vi un documental sobre la intervención de Rusia en la Segunda Guerra Mundial. Esto lo hice al ver un discurso donde un desafiante Putin, le responde a Biden sobre si se acuerdan quiénes vencieron a los nazis.

Mientras observaba el actuar de los soviéticos en la guerra y el gran coraje que mostraron sumado a la obligación de morir por su país. Pensaba en la bestialidad del actuar de Stalin. El líder soviético era despiadado, mentiroso, violento y megalómano. Entonces me dije: "Solo alguien así, con ese carácter y personalidad pudo detener a Hitler".  El papelón de Chamberlain de creer en la palabra de Hitler, la diplomacia de Churchill y la estrategia diplomática de Roosevelt, cayeron en el más hondo ridículo cuando el líder nazi no cumplió con su palabra de respetar ciertos acuerdos. Peor aún, también lo hizo con Stalin. Que fue incrédulo cuando le informaron que Alemania había invadido territorio ruso a pesar de firmar un tratado de no agresión con los nazis.

Hitler ha sido y es uno de los líderes políticos más despiadados que ha conocido la humanidad este último siglo. ¿Quién podría detener a alguien así? Es evidente que fue un individuo con una visión muy particular de la existencia, una casi desconocida para quien ha sido educado con ciertos valores que media humanidad reconoce. Solo Stalin pudo entenderlo y jugar con las mismas reglas. Ambos ejércitos lucharon en una de las batallas más sangrientas y quizás la menos relevante a nivel estratégico, como fue la de Stalingrado. Luego de la derrota nazi, este ejército no fue el mismo.

EEUU también lo entendió, sabía de la amenaza soviética y la brutalidad japonesa en contra de los chinos y contra ellos en Pearl Harbor. Les lanzaron una bomba espantosa. Siendo quizás el acto más abominable realizado en medio de una guerra.

Lo que enseña es que cuando la locura se desata, un cuerdo no puede detenerla. Si la mecha de la irracionalidad se prende, solo otro orate va a poder apagarla. Al final, la paz se va a lograr porque se despertó el lado más malvado del ser humano con solo el afán de impedir que todo se destruya.

Para llegar a ese nivel de violencia, se debe ser muy indiferente a lo que sucede en el día a día. Creyendo que todo problema se solucionará cuando la pus salga de la herida. Lo de Israel con Palestina ya se ha salido de control. Nadie racional va a poder detener ese conflicto. Se gasta demasiada razón en una guerra que ha invadido la emoción y la rabia. En otros tiempos, se arrancaba el corazón del rival para desaparecer el espíritu de su rebelión. Si bien hemos tardado demasiado tiempo en entender que esto no es así, cuando la violencia nos somete volvemos a los primarios sentimientos de sobrevivencia.

viernes, 17 de noviembre de 2023

El fin de la librería Época de Lima


Los mismos lugares, diferentes tiempos. La librería Época del jirón Belén era la última que visitaba cuando iba a comprar libros al centro de Lima y a la que siempre le daba una ojeada. La que en épocas de mis prácticas pre profesionales me quedaba viendo, entre trámite y trámite, sus vitrinas mientras comía una galleta como Holly de Desayuno en Tiffany´s. Al pasar los años, una tela cubrió la parte posterior, justo la que se ubica debajo del letrero de la fotografía. En marzo del año pasado la vi descubierta y con ingenuidad pensé que quizás volvería a tener el brillo de años atrás. Le pregunté al señor que atendía por esa novedad y me dijo que la iban a cerrar y estaban vendiendo todo lo que había. Me acerqué y vi libros con gruesas capas de polvo. Novedades de antaño, estantes de relucientes tomos viejos detenidos en el tiempo. Solo me llevé uno sobre cómo obtener temas para la escritura de historias. Pedí permiso para tomar esta foto y de alguna forma despedirme del último paso de mi ruta libresca. No voy a negar que cada vez que una librería cierra uno se siente más solo.

 

Pd: ahora es un chifa que evidentemente ignora su pasado. 


El texto es de 2016. Hace buenos años que esa librería pasó a mejor vida. 

Destacable solidez. "El Romántico" de Carlos E. Luján Andrade

Por Alonso Rabí Do Carmo 

El cuento ha sido casi siempre un género en el que los experimentos formales han tenido escasa fortuna y, al menos desde que Poe firmó la casi eterna forma del cuento moderno, sus características —estilos más, estilos menos— se han mantenido intactos. Un eje dramático que privilegia el sentido de la tensión, la brevedad y un final sorpresivo, de efecto variado, especialmente irónico, continúan siendo ingredientes centrales, acaso invariables, en un relato. 

Luego de leer los relatos que componen El romántico de Carlos Luján Andrade, uno encuentra que esas lecciones han sido tomadas con provecho. Pero hay que añadir también unas depuradas maneras de afrontar el realismo, haciendo un doble movimiento: mirando hacia la tradición y construyendo un lenguaje personal. 

La mirada a la tradición en estos relatos tiene sin duda una impronta ribeyriana: un vasto catálogo de personajes atrapados en alguna obsesión, empeñados en derrotar al destino inexorable de sus vidas. La lucha es desigual e inútil; de ellas surge un conmovedor sentido heroico, de varias tonalidades, que es el que traslucen muchas de las criaturas que pueblan las páginas de este libro de Luján Andrade. 

La construcción de un lenguaje personal tiene que ver con la gama de sentimientos que van suscitando los cuentos en relación con sus escenarios y vertientes: si se trata del ámbito urbano, el relato se decanta por una expresión de descreimiento; los textos de tono cercano al fantástico, en cambio, muestran una proclividad a lo libresco y ofrecen un singular reto interpretativo; sus incursiones en el mundo rural amplifican sensaciones perturbadoras. 

El cuento inicial, titulado «La noticia», presenta algunos aspectos singulares, sin alejarse demasiado de lo dicho aquí sobre la práctica realista. Es de interés que el narrador emplee el vocativo en su relato: «No quería que se lo dijeras, era todo lo que te pedía» (p. 13), dicen las primeras líneas. En adelante, el sentido del cuento es la confrontación de un personaje y en un verdadero giro argumental. Luego de enumerar profusamente las malas acciones cometidas por el personaje, se suma el sarcasmo: este es, ni más ni menos, un sacerdote. Una variante creativa de la antigua lucha entre el ser y el parecer (la apariencia). 

El cuento siguiente, «Siete moscas», se ubica en la orilla de lo extraño, de lo insólito. Combina la superstición y recuerda, como intertexto remoto, a un cuento de hadas en el que el personaje mata siete moscas de un solo golpe —«El sastrecillo valiente»—, quien gracias a esta hazaña viaja por el mundo enfrentando diversos peligros y combatiendo con seres sobrenaturales. Luján Andrade plantea este esquema, pero lo coloca en el contexto social: matar siete moscas decidirá el rumbo de una negociación entre una empresa minera y la comunidad. 

Otro cuento destacable es «Selección de personal», de trasfondo kafkiano, pues propone situaciones en las que la lógica se torna difusa, las cosas se acercan cada vez más al absurdo, y en el final brilla la ironía, considerando el trabajo, visto como práctica de dominación, como un verdadero tesoro. 

Estos tres relatos, de alguna forma, marcan el tono del libro y las posibilidades de estilo y significado descritas anteriormente. 

El libro se divide en dos partes, y en la segunda se encuentran logros tan destacables como en la primera. El cuento «¿Recuerdas el fútbol peruano?», por ejemplo, juega con un referente popular ineludible en nuestro país, pero en un relato de corte futurista: «El fútbol ha dejado de ser un deporte popular hace muchos años, y él, un hombre de noventa y cinco años, era el último sobreviviente del último título nacional del ya extinto club Alianza Lima» (p. 119).

A esa segunda parte pertenece también «El lenguaje», un relato que intenta retratar una situación primigenia: el nacimiento del lenguaje, el nacimiento de un mundo, tema que tiene, sin duda, reminiscencias borgianas (recordemos, por ejemplo, «Las ruinas circulares»). El personaje es expuesto a las fuerzas de la naturaleza y el paisaje, sus sentidos van aprehendiendo todo con rigurosa curiosidad y apetito, así descubre sonidos, formas, secretas armonías. Se trata del cuento con un lenguaje más cercano a lo poético y, por momentos, con un aliento de ensayo filosófico: «Tétricas eran las noches, ya no podía ver mucho por la escasa claridad y me consolaba con el recuerdo de lo creado y visto en el transcurso del día. Mi memoria era frágil pues no podía recordar más allá del día que había despertado sobre unas hojas secas. Era tal mi desconcierto que asumí que ese fue mi nacimiento, mi primera vez sobre la vida y lo visto no era otra cosa que una primera experiencia» (p. 109). 

El conjunto de diecinueve relatos que dan forma a El romántico es bastante parejo, aunque, por supuesto, destacan algunos cuentos sobre otros, como los que se han detallado líneas arriba. El conjunto muestra una solidez destacable y deja en los lectores la sensación de que el cuento es uno de los mejores vehículos expresivos de la experiencia humana. Sus personajes, atormentados por sus deseos, por su pasado, por su presente o marcados por un destino ante el cual se saben derrotados de antemano, forman un mosaico en el que podemos reconocer muchas de las ansiedades, los miedos, los espantos que ensombrecen la vida contemporánea. En eso radica, creo, el aporte de este libro, que considero de lectura necesaria.


Texto aparece originalmente en: https://proyecto-leer-es-vivir.blogspot.com/2023/07/

Al estudiar Derecho, nos enseñan a que en cierto momento estaremos obligados a tomar una posición determinada...

Al estudiar Derecho, nos enseñan a que en cierto momento estaremos obligados a tomar una posición determinada para defender alguna causa, sea esta justa o no. El abogado no es un superhéroe defensor de la justicia, sino que defiende los intereses de quién es su cliente. Comprendiendo la palabra interés desde una perspectiva amplia. En el proceso judicial o del que sea parte podremos determinar si es justa o no la causa perseguida. Donde más claro se nota este asunto es en el derecho penal. Yo me preguntaba en qué situación moral o ética nos podemos situar ante una clara falta o delito de quien se defiende. El derecho tiene sus reglas, uno no puede ser el que determina la culpabilidad de un individuo, sino el que lo hace es el sistema judicial. Lo que la persona piense sobre un suceso es importante a nivel subjetivo o moral, pero irrelevante para la justicia. Entonces, la solución ante eso es que sabiendo que alguien es culpable de una falta o delito, si el sistema judicial no lo puede probar, entonces es inocente. 

El derecho funciona así. No hay mundos ideales. Lo que queda es afinar las instituciones jurídicas para que los culpables no se escapen en las grietas del sistema. Es una cuestión evidente, pero cuando un acontecimiento se analiza bajo los reflectores del derecho, ya nada parece ser lo que es. Por eso es relevante conocer no únicamente los pormenores de la posición que se defiende, sino la que nos contradice. Solo interesarnos por lo que está de acuerdo con nuestro parecer, nos adentra en el dogmatismo o el fundamentalismo intelectual. 

Una idea puede ser de apariencia muy clara para nosotros, pero si la colocamos en una mesa de disección, aparecerá una serie de cuestiones que no nos daríamos cuenta si no la vemos desde una perspectiva distinta. Es interesante cómo un lugar iluminado desde una posición diferente puede parecer otro, así estemos ante el mismo que hemos presenciado durante mucho tiempo. En un programa radial escuché que un día planteaban las posturas teístas y en otro, las razones ateístas. Ambas fueron abordadas con el mismo nivel de rigurosidad y seriedad. La única conclusión que saqué de ello fue como si observara una edificación desde una ubicación distinta. Puedes ver lo mismo, pero va a depender dónde estés situado para entender el sustento de cada una de sus afirmaciones. Veremos lo mismo, pero también va a depender de lo que deseamos ver. 

Días después, oí a un periodista recomendar en que si bien dudaba de las teorías terraplanistas, sería pertinente analizar a detalle tales argumentos. No porque tengan razón, sino para averiguar cómo así una idea tan alocada pueda poseer tintes racionales o lógicos. Eso también nos despertará la necesidad de revisar los argumentos que tenemos sobre dicho tema. Existe la mala costumbre de caricaturizar las posturas contrarias a la nuestra. Eso solo hace caer en la necedad ideológica y el peligroso fundamentalismo intelectual. Caricaturizar una idea es una falacia argumentativa que solo son usadas para ganar un debate, pero no nos da alguna verdad. Cuando nos dejamos llevar por esa necesidad de burlarnos de las creencias o ideas ajenas, estamos comunicando la desesperación porque otros validen lo que pensamos. Más es una cuestión psicológica que filosófica. 

Al degenerar un debate, buscando ridiculizar en lo que no se cree, poco o nada estamos haciendo por indagar en nuestra propia ideología. Cerrando la idea con la que comencé esta reflexión, puedo decir que existen situaciones donde el punto de vista sobre algo debe ser definido. Por ejemplo, se asume que si estamos a favor del aborto o no, hubo un proceso intelectual que nos hizo llegar a tal conclusión. Lo que debemos definir es si esa posición fue producto de una reflexión responsable o el seguimiento de un dogma que nació en las entrañas. Podemos "sentir" que algo tiene o no razón, pero eso no quiere decir que en la realidad sea lo correcto. El mundo de las emociones pocas veces se cruza con el material. Si no lo tenemos en claro, terminaremos persiguiendo causas justas de imposible aplicación.

Sueño con los Beatles

Hace unas noches soñé con los Beatles. No recuerdo haber soñado con algún músico antes, aunque me parece que una vez lo hice con David Bowie, pero no era él, al igual que Shania Twain. Estaban haciendo una actividad distinta. Eran vendedores o algo así. En el caso de este sueño, me encontraba en una reunión con gente que conocía poco. Notaba la sensación de distancia entre las personas que me rodeaban, pero era acogedor. El ambiente se percibía apacible. El lugar era una cabaña ubicada en lo alto de una colina y circundado de árboles. Yo estaba parado en el medio de la sala cuando alguien tocó la puerta, uno de los invitados la abre y aparecen parados John Lennon y Paul McCartney. El primero lucía sus conocidos anteojos redondos y cristales negros. Su rostro mostraba seriedad a diferencia de Paul, que miraba a los alrededores con una gran sonrisa. Los demás los invitaron a pasar. Me quedé desconcertado e incrédulo. Pensé: «No puede ser, son los Beatles. Tengo que tomarme una foto con ellos». Le pedí a una persona que lo hiciera. Le di mi celular y sacó una fotografía malísisma. Lejana y oscura. Aunque me conformé con ello porque tenía vergüenza de pedirles otra foto. Al rato aparece en el dintel de la puerta George Harrison. Entra saludando a todos y me acerco para tomarme una foto con él. Estoy seguro que pensó: «Qué agradable sujeto», jaja. Ocurre un salto temporal y veo a los cuatro, porque llegó Ringo al rato, tomándose fotos con los demás. Salgo de la reunión emocionado por haberlos conocido. A unos metros fuera de la cabaña, volteo y me la quedo viendo pensando en mis fotografías con los Beatles. En eso, recupero la lucidez y me digo: «Un momento. John Lennon y George Harrison están muertos. ¿Cómo es que se encuentran ahí dentro?». En ese instante me despierto confundido y algo decepcionado. No tocaron ni siquiera Let It Be.

¿Quién es un buen poeta?

Se habla mucho sobre qué es arte o quién es o no un verdadero artista. Del escritor bueno y del malo, de la buena y mala poesía. Entonces, ¿qué tan determinante es saberlo? A veces pienso que es un debate infructuoso. No es lo mismo decir que alguien es un mal médico o abogado. El riesgo es perjudicarse porque no obraron con competencia. Peor aún, algunos críticos han sido más radicales y han tildado de estafadores a poetas, ¿cómo es que un poeta te puede estafar? Ahí mi reflexión se detiene. Es sabido que los escritores como Philip Dick y William Blake tenían alterada la percepción de la realidad. De uno generada por su adicción a los alucinógenos y a que creía que sufría esquizofrenia, y las de Blake que padeció de visiones toda su vida. Escritores como ellos plasmaron dichas visiones en sus obras. En el fondo, estaban describiendo aquello que consideraban real. El mundo en el que vivían era extraño y tormentoso. 

Otros escritores sufrían de eso por sus adicciones al alcohol. Malcolm Lowry o Alan Poe son prueba de ello. Solo en sus momentos de lucidez evocaban las sensaciones que esa dimensión etílica les provocaba. Al indagar en la vida de estos creadores, podremos hallar detalles extraordinarios sobre la forma en que veían el mundo. Pero eso tiene un costo. Nuestra existencia posee cierto orden, hemos aprendido por experiencia e instrucción que para todo efecto hay una causa, el ex nihilo nihil fit de Parménides (de la nada, nada proviene) se encuentra instalado como un dogma. Desde ahí conjeturamos una serie de ideas que nos ayudan a llevar la existencia. Sin embargo, ir hacia terrenos inexplorados por la razón puede ocasionar sufrimiento y confusión. 

Por instinto de supervivencia sabemos que dicho viaje no es voluntario. Algo tiene que suceder en la vida o el organismo para pasar esa prohibida frontera. El artista regresa de la travesía con ansias de contarlo, emulando a un Marco Polo que anhela narrar las maravillas que vio. Describiendo como seres mitológicos aquello que su comprensión aún no puede explicar. Pienso que por ahí va la naturaleza del verdadero artista. Son aquellos que te dicen lo que han visto, lo que sienten en realidad y el precio que han pagado por ello. El artista "malo" o el "estafador", finge hacerlo. Ellos jamás han pasado dicha frontera. Las emociones mostradas, el mundo descrito y representado son solo ejercicios de su imaginación. En su mente no hay lucha por comprender lo inefable ni un esfuerzo por mantener la cordura ante lo inconmensurable. Solo repiten el tormento ajeno en un anhelo de viajar a esos países desconocidos que les describen los libros leídos o las obras vistas. 

Por eso Martín Adán es un gran poeta, así como Vallejo o Arguedas. En su sacrificio vemos que nos llevaron a lo más profundo del alma y no pudieron salir de ahí. El escritor "falso" es un sobreviviente, alguien que quiere hacer oficio de aquello que a otros los llevo al dolor y la locura. Es como ser instructor de lucha espartana sin haber enfrentado nunca a un Jerjes en las Termópilas.

Fallida nostalgia

Un amigo me preguntó sobre si extrañaba a otro amigo con el que hace unos buenos años parábamos juntos. En ese momento me vino la nostalgia. Tuve la debilidad de decirle que sí. Aunque en ese momento recordé las razones por las que nos distanciamos. Es ahí donde me percato que la cura para la nostalgia se halla en no romantizar el pasado. Es evidente que las personas que frecuentados en los tiempos idos nos hicieron vivir gratas experiencias, no obstante, también existieron vivencias que ocasionaron que la amistad se interrumpiera. No me refiero a rupturas traumáticas como una traición o estafa. Ante eso no hay nostalgia que la salve. Sino a la amistad que se va diluyendo con el tiempo. Uno deja de tener temas en común, los intereses se distancian y la complicidad se pierde. Cuando uno vuelve a ver a estas personas, no regresas al momento mejor de esa amistad, sino al punto en el que esta se quebró. Ya no ves al amigo del recuerdo, sino al desconocido que esquivas en la calle.

Reflexiones luego de pisar el polvo de la tabla eliminatoria al Mundial de EEUU 2026

Una de las cosas importantes que hizo Gareca con la selección peruana fue convertir los partidos de fútbol en un espectáculo. Tenía todo: incertidumbre, drama, angustia y el éxtasis del gol. Íbamos de abajo hacia arriba. Eso cambió con el tiempo cuando el equipo se volvió predecible, pero en su mejor momento vimos a la selección de esa forma. Ahora, eso trajo a mucha gente a la que el fútbol no le atrae en demasía, sino más bien el espectáculo y el ambiente que se forma alrededor de aquello. De ahí los "himnos de la selección" y también ese mote de "la mejor hinchada". Gente que gastó lo que no tenía (y quizás siguen pagando) para acompañar al equipo a Rusia, Qatar y sus abonos para los partidos de eliminatorias. Lo que buscaron fue la emoción de ver a una selección de fútbol ganar o en todo caso, intentar hacerlo. 

 Al que le gusta este deporte no es tan fácil convencerlo. Al ir al estadio quiere aquello descrito con anterioridad, pero también le entusiasma la táctica. Eso que se ve antes que termine el partido. Cuando te gusta el fútbol, sabes que en los primeros quince minutos se define casi el 85 por ciento de cómo se desarrollará todo el encuentro. Y a menos que no tengas otra cosa que hacer con 500 soles aproximadamente, es difícil que pague por ver a una selección que no juega a nada. Pero, ¿quién sí lo haría? Al que le sobra el dinero y no sabe de fútbol. Esto lo hace con la esperanza de revivir lo pasado, lo que aún ignora es que a estas alturas estamos muy lejos de eso. El espíritu de la otrora "mejor hinchada" no es futbolera, sino festiva. Va al estadio como si fuera a ver a su grupo musical favorito. Por eso muchos no tuvieron vergüenza al alentar a la estrella del equipo rival. No fueron a ver fútbol, sino a ver al mejor jugador del mundo de cerca. 

Siento curiosidad por ver a la gente que paga tanto dinero por ver a una selección casi muerta anímicamente. Si el estadio luce lleno el martes ante Venezuela, es solo un crédito, un "cachito" de buen recuerdo que dejó el anterior Dt. y su equipo mundialista. De no haber cambios, esta fiel hinchada poco a poco comenzará a darse cuenta que lo vivido hace años no se repetirá, y se irá con su dinero a otra parte. 

No todos son tan románticos como Bukowski. Él contó que una vez se hospedó en un motel decadente y cuando apenas llegó, se fue a una cantina cercana. Ese día hubo peleas, gritos, cuchillos y todo el desmadre que le emocionaba. Él pensó que ese era el mejor lugar del mundo. Confesó que retornó una y otra vez durante dos años, aunque nunca más volvió a sentir esa adrenalina. Y que solo lo vivido esa primera vez fue una casualidad. Quién sabe si la época de triunfos de la selección peruana, que ha hecho llenar estadios en cada partido con las entradas más caras de Sudamérica, hayan sido también un afortunado regalo de la suerte.

lunes, 13 de noviembre de 2023

En una revisión desganada de mi biblioteca, encuentro un viejo libro de 1915 de Eugenio D´ors llamado Aprendizaje y Heroísmo...

En una revisión desganada de mi biblioteca, encuentro un viejo libro de 1915 de Eugenio D´ors llamado Aprendizaje y Heroísmo, que trata sobre una lectura realizada por este autor en una residencia de estudiantes. Él destaca el deber de hacer noble cualquier oficio que uno realice y califica de inmoral a quien vive en la amargura y el desprecio por el trabajo que hace. El trabajo hecho y el aprendizaje para realizarlo será extraordinario siempre y cuando el espíritu esté volcado en estos. Cuenta el caso de un periodista que en sus comienzos fue destacado a "una labor tenida hasta entonces de gran bajeza". Él estaba encargado de la sección que consistía en "redactar notas cortas, de las que sirven para divertir al lector del negocio, reposándole de las cuestiones serias y de las preocupaciones del día... de cositas ligeras y grotescas", llamados "Sección Amena", "Curiosidades", "De aquí y de allá". Sin embargo, este escritor se lo tomó en serio y "procuró llevar al oficio espíritu y amor. No le tuvo por vil, sino por redimible, si voluntad y paciencia a ello se ponía. No se avergonzó, más aspiró al elogio por camino de aquél". Así, a esta labor tan "baja" le cambió "el linaje", dándole lo que los artistas llaman "el estilo propio". Más aún, D´ors dice que para los que no conocen este oscuro origen, lo creen un género nuevo. Cuando terminé de leer el pequeño libro, pensé inmediatamente en Jim Henson, el creador de los muppets. Un joven que quería trabajar en la tv en lo que sea y al ver un anuncio donde decía que necesitaban titiriteros, se fue a aprender a hacerlos y manejarlos. El resultado todos lo conocemos. Creó algo extraordinario de un oficio que muchos lo habrían despreciado en el pasado. La grandeza no está en el oficio que hacemos sino en cómo lo hacemos. Quién sabe que de ponerle todo el empeño estaremos creando una nueva forma de ver el mundo. Eugenio D´ors termina su discurso así: "Todo pasa. Pasan pompas y vanidades. Pasa la nombradía como la obscuridad. Nada quedará a fin de cuentas, de lo que hoy es la dulzura o el dolor de tus horas, su fatiga o satisfacción. Una sola cosa, Aprendiz, Estudiante, hijo mío, una sola cosa te será contada, y esa es tu Obra Bien Hecha".

sábado, 11 de noviembre de 2023

Todo país tiene grandes cosas por las que sentirse orgulloso...

Todo país tiene grandes cosas por las que sentirse orgulloso. Por años hemos visto a otras naciones ser ejemplo de desarrollo político, social, cultural y tecnológico. No importa luego que pasen por crisis, la imagen que proyectan siempre es la de una sociedad desarrollada o que van en camino a serlo. Pero para lograr eso es necesario enfocar las luces sobre la gente de valor que hay en cada nación. Si ignoramos a ellos por darle interés a la argolla, a la mediocridad, la joda, el mal y la farándula. Eso es lo que seremos para el resto. Peor aún, los mismos peruanos comenzaremos a creer que somos una broma y que si alguien se ríe de nosotros, no dejaremos de darle razón. Sería recomendable hablar de lo bueno que se hace en este país e ignorar lo mediocre. Y sobre todo reconocer que si tenemos un interés en el morbo, es porque quizás de esta manera intentamos justificar nuestras propias derrotas. Nos queremos convencer que vivimos en un país o mundo de mierda donde no vale la pena esforzarse.

jueves, 9 de noviembre de 2023

Es curiosa la forma en que funciona la mente humana al momento de tomar una decisión...

Es curiosa la forma en que funciona la mente humana al momento de tomar una decisión. Cada persona sabe lo que sucede dentro de uno. Particularmente le doy demasiadas vueltas para realizar una acción, aunque con el tiempo he logrado penetrar en mi psiquis para lograr visualizar cómo llegan a concretarse las cosas. Sé que existe como una mesa de partes. Es decir, donde se dejan las ideas propuestas. Casi todas pasan sin filtro al departamento de factibilidad donde vemos si aquello imaginado puede ser real. Aquí hay una disputa entre dos gerentes, el que exige demasiados requisitos y el que simplemente pide lo necesario (normalmente requiere que tenga las ganas de concretarlo por un periodo de tiempo mínimo). A veces uno debe escoger a quién hacerle caso. 

El siguiente nivel se encuentra en el reconocimiento de campo. Aquí se evalúa si los factores externos podrán entrar en sintonía con los deseos de uno. Cuando los indicios son claros y que al menos no habrá mayor oposición de la realidad, entonces se pasa a lo financiero. Es decir, si aquello que se haría va a requerir de dinero. Es importante este detalle porque de no cumplir con este paso, todo volvería a cero para ser replanteada la idea. Una vez que ya está planificado, se procede a iniciar el primer paso. De ahí, ya uno lo deja al destino. No obstante, a veces la burocracia mental queda descartada cuando nos domina el capricho. Ahí la mente se transforma en una dictadura. 

Nos gobierna un tirano que es capaz de autoboicotearte solo con el interés de hacer lo que a uno le da la gana. Muy pocas veces alguna idea dirigida por aquél sátrapa de los deseos logra su propósito. Eso hace que a la siguiente vez que este quiera dominarnos, sea derrocado para volver a la cordura. Pero como en la vida política, siempre vuelve cuando nos desencantamos de nuestra forma planificada de hacer las cosas. Regresa el fantasma del "ser espontáneos" y abrimos la puerta a la tiranía del deseo. Todo este preámbulo es motivado por la interrogante de no saber cómo caraxo funciona la cabeza del alcalde para colocarle arena a una piscina e inaugurarla cuando ya no hay sol.

martes, 7 de noviembre de 2023

Las veces que uso el bus de corredor vial, casi siempre me cruzo con estudiantes veinteañeros que van a la Universidad San Martín...

Las veces que uso el bus de corredor vial, casi siempre me cruzo con estudiantes veinteañeros que van a la Universidad San Martín. Cerca de mi casa están la facultad de Derecho y de Medicina, así que en el ir y venir, me rodean de forma apabullante. La energía que uno tiene a esa edad, sus miradas que reflejan una mixtura entre inocencia e imbecilidad y la despreocupación por aquello que no sea parte de su existencia inmediata, hace que uno transite entre ellos como si pasara a través de un jardín lleno de rosas: con miedo a no deshojarlas pero también a no ser hincado si uno se acerca demasiado. Dentro de esa experiencia, en la primera parte del año me ha pasado algo curioso. He visto en algunos de ellos a personas que he conocido en el pasado. No exagero si afirmo que habrán sido seis personas que han sido sorprendentemente idénticas a otras que conocí a mis veinte. Los vi y pensé: "Así eras cuando te conocí". Intentaba no ser demasiado fisgón para que no notaran mi mirada, pero una sensación extraña me invadía todo el cuerpo. Como si se activara mi yo de veinte años y volviera al momento cuando los frecuentaba. Las preocupaciones, angustias y expectativas regresaron de forma tímida a mis pensamientos. Regresé a los noventas por escasos segundos. Luego de eso, también hice el ejercicio de ver entre todas esas caritas endemoniadas y tiernas a la vez, a alguien que me haga recordar a mi de esa edad, solo con la intención de imaginarme que me acerco a él y le digo que todo estará bien.

domingo, 5 de noviembre de 2023

En un inesperado paseo por una feria del libro itinerante, me encontré con este interesante libro llamado...

En un inesperado paseo por una feria del libro itinerante, me encontré con este interesante libro llamado :"Escritores peruanos, qué piensan, qué dicen" de Wolfgang Luchting. Son entrevistas que este escritor hizo a diferentes referentes de la literatura peruana de ese entonces, pues el libro es de 1977. Es bastante importante la recopilación de ideas que los literatos tenían de su sociedad y obra. Más aún cuando muchos escritores de hoy no tienen una idea propia y sus entrevistas son más la demostración de una gran perogrullada egotista. Sería interminable rescatar todas aquellas relevantes ideas que están desarrolladas en este libro. Solo transcribo un par de uno de mis escritores favoritos como lo es Julio Ramón Ribeyro. 

"WAL: Se ha dicho que Ud, es uno de los pocos escritores peruanos que se siente bien en su pertenencia a la clase burguesa. Vargas Llosa lo ataca siempre; Arguedas estaba obsesionado con los indígenas. Ud., a lo peor, sólo la ironiza. ¿Qué opina? 

JRR: La afirmación de que me siento bien de pertenecer a la burguesía me hace reír. Si fuera cierto no me hubiera movido de Lima, hubiera buscado alianzas con familiares o amigos pudientes y sería ahora un abogado ricachón, más o menos deshonesto y probablemente respetable. Lo que sucede es que, ironizando o censurando los defectos de la burguesía (grande, pequeña o mediana), reconozco sus cualidades y comprendo, si no comparto, sus dramas y sus frustraciones. Aprecio sobre todo su inteligencia, su espíritu inventivo. Es la burguesía en todo el mundo, la que ha dado a la mayoría de los escritores, inventores, profesores, artistas e incluso revolucionarios. Marx y Lenin pertenecían a la burguesía como Fidel Castro y Che Guevara, como Mariátegui y Vallejo entre nosotros. Aprecio también -en la alta burguesía tradicional- y aunque esto puede parecer escandaloso, su educación y buenos modales. Yo soy extremadamente sensible a esto último, porque detesto la vulgaridad. Los modales son el fruto de largos y pacientes ensayos y búsquedas que se han efectuado a través de generaciones y que se han convertido en una adquisición de orden espiritual. Ello no debe perderse y no encuentro nada más reprehensible que la conducta de aquellos revolucionarios que se desembarazan de la buena educación incluso inculcan a sus hijos la vulgaridad porque creen que ellos es estar a tono con sus ideas. Un verdadero revolucionario debe expropiar no sólo los bienes materiales "des possedants" sino también sus bienes espirituales, entre ellos la buena educación. Al respecto , recuerdo que una vez fui visitado por un grupo de estudiantes que venían de un poderoso país... Ideológicamente nuestras posiciones convergían, pero pronto me di cuenta que lo que nos separaba irremediablemente era la educación. Los estudiantes comieron con grosería, bebieron sin medida, escupieron en el suelo, apagaron los cigarrillos en la alfombra. Uno de ellos, sin respetar el principio de la hospitalidad, me acusó de haber logrado publicar mis libros sólo gracias a "recomendaciones familiares" y trató de manosear a mi mujer diciéndole cada vez que yo me daba la vuelta: "Oye ricotona, siéntate aquí". No tuve más remedio que echarlos. Estoy convencido que gente de esta ralea no podrá nunca fundar una sociedad justa, por justas que sean sus ideas, pues la vulgaridad es el signo de una tara espiritual de la cual solo puede surgir la intolerancia y la opresión. 

WAL: Mario Vargas Llosa gusta mucho hablar de sus "demonios", o sea: de aquellos factores psicológicos que lo impulsan a crear un mundo ficticio que compensa por las heridas que dice haber recibido en su vida. Si bien yo dudo que los mundos creados en las novelas de Vargas Losa sean los en que él quisiera vivir - parecen más bien una venganza contra el mundo en que vivió a la edad en que se le incubaron "los demonios"- es probable (y hasta clásico) que las obsesiones de un escritor sean responsables por los mundos que crea en sus obras. ¿Cuáles son los "demonios" de Ud.? (Y me doy cuenta de que Ud. probablemente no los ve como los vería otra persona). 

JRR: Que yo sepa, no dispongo de ningún demonio personal. No conozco otros demonios que los que he visto dibujados en las cerámicas y telas precolombinas y en algunos cuadros renacentistas. Y digamos que son demonios extremadamente inocuos. El tener demonios en su vida debe ser el privilegio de los espíritus superiores. Parece que Jesucristo tuvo uno particularmente tenaz, del que se deshizo en el monte Sinaí. Shakespeare también tuvo sus demonios y Strindberg y Dostoievski. Personalmente no puedo hablar de demonios ni de obsesiones en el sentido cabal del término, sino mas bien de ciertas ideas o recuerdos recurrentes que se vienen a mí. impregnados de sensaciones, de sentimientos más o menos duraderos. Para poner un ejemplo: la muerte de mi padre, que ocurrió cuando yo tenía quince años y que ha dejado en mí un sentimiento intermitente de orfandad, de desamparo. El padre es un punto de referencia, frente al cual uno se define por negación o por afirmación y cuando este punto desaparece uno está condenado a ir siempre un poco a la deriva. Otra de estas ideas recurrentes y que informa casi todo lo que he escrito es la idea de frustración, de fracaso. Casi todos mis cuentos, como Ud, podrá observar, son el relato de una decepción, de un combate perdido, muchas veces antes de haber sido entablado. ¿Por qué? Quizás porque considero que, en bloque, la humanidad es un fracaso, algo que resultó mal. Supongo que en una época determinada de su evolución, hace cinco mil o veinte mil años, la humanidad se equivocó de vía, como un tren que, por un error del guardaagujas, toma un rumbo que no le convenía. Y este fracaso general se refleja en las frustraciones individuales, que es la lotería de la mayoría de humanos. Que una ínfima parte de la humanidad triunfe, no cambia nada el asunto. Además habría que preguntarse si también los triunfadores no disimulan una serie de fracasos a otro nivel de su personalidad y su éxito no sea otra cosa que el precio de su desesperación. Volviendo al tema de la orfandad, me parece advertir que es un sentimiento que se puede hacer extensivo a la mayoría de los escritores peruanos. La ausencia de maestros o de modelos parece agudizar en ellos y, por reflexión en sus personajes una especie de convicción de abandono de la inseguridad. Y una especie de nostalgia del padre, lo que quizás explique la casi deificación de Vallejo, en quien muchos vislumbran y encuentran a su verdadero primogenitor".

viernes, 3 de noviembre de 2023

La atención al cliente es una posición muy particular para quien la ocupa...

La atención al cliente es una posición muy particular para quien la ocupa. Normalmente, a quien trabaja en ella se le da una serie de disposiciones que tiene que cumplir. Entre estas se encuentra informarle los derechos y beneficios del cliente. De tal forma que es un pequeño dios cuando estamos en sus manos. Puede escoger qué decirnos y qué no. Hace unos días llamé a un banco para cancelar una tarjeta de crédito. Era la que usaba con regularidad, pero como cambié de banco decidí prescindir de ella. Por dicho uso acumulé puntos que nunca canjeé y también tenía un saldo en dólares por pagos extras que me quedaron debiendo. Llamé en tres oportunidades antes de cancelarla del todo. En la última llamada logré mi cometido. 

Sin embargo, antes de hacerlo, la operadora me informa que si cancelo la tarjeta, el saldo y los puntos acumulados los perdería, pero el saldo lo podría recoger en una agencia o donarlo a una organización de ayuda a personas con alguna discapacidad. Lo pensé un momento y me acordé que estas donaciones se hacen a nombre del banco y no a nombre mío lo que les permite hacer deducciones de impuestos. Sin embargo, al final dije que lo donara porque más tiempo y dinero iba a perder en recogerlo. Me hace esperar para ejecutar la operación. Luego de unos minutos, ella me dice que podemos hacer otra cosa con mi saldo y es deducirlo de la última deuda que contraje con mi tarjeta de crédito. Es decir, el último pago que tengo aun pendiente. Asombrado le digo que está bien. 

Al final, es eso lo que se hizo. Durante todas las llamadas que hice para informarme de la cancelación de mi tarjeta, nadie me dijo que eso se podía hacer. Lo que me lleva a pensar que quizás la operadora que me atendió en la última llamada me estaba haciendo un tipo de prueba moral que le ayudaría a decidir si esa valiosa información me la daría o no. Al decirle que deseaba donar mi dinero, pasé su evaluación. Y así como en la obra de Brecht: El Círculo de Tiza Caucasiano, decidió que yo debía tener esa mínima ventaja financiera como premio a mi desprendimiento. Quién sabe si cada día de nuestras vidas estamos sometidos a los jueces que detentan el poco poder que tienen y que al final de cuentas definen el resultado de nuestros días.

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Al revisar los libros de la biblioteca, me percato que hay varios que no los he abierto por muchos años...

Al revisar los libros de la biblioteca, me percato que hay varios que no los he abierto por muchos años. Entre sus páginas encuentro el testimonio de hechos o rutinas que ya había olvidado. Más aún teniendo la costumbre de recibir volantes o cualquier papel que reparten por la calle y en un ataque de delirio por la conciencia histórica, asumo que lo dicho en tal papel será considerado importante por alguna razón en el futuro. Es así que hallo una fotografía de mi querido Alianza Lima, una que creía haberla soñado. Hace veinte años, en los bares del centro de Lima, se paseaban fotógrafos ofreciendo sus servicios para inmortalizar tu jarana. De no acceder, te ofrecían fotos de futbolistas de diferentes equipos peruanos y si aún así no le hacías caso, te hablaba más bajo para ofrecerte las imágenes de las vedettes desnudas del momento (al parecer, muchas se ganaban la vida de esa forma). Los rechacé muchas veces, casi incontables porque cada vez que iba al Queirolo o lugares afines y cercanos, siempre estaban ahí presentes. Nunca accedí a que me tomara una foto con los amigos de turno, no lo veía relevante, pero una vez, a uno de ellos le pedí que me enseñara su folder con las imágenes futbolísticas. Asumo que estaba ya muy ebrio para retener ese recuerdo con claridad, pero al observar la imagen, tenía su significado para escogerla. Esta es la alineación de Alianza Lima en el último clásico jugado antes de que varios de ellos murieran en el accidente del Fokker. Te la vendían con ese marco de cartón y se puede apreciar un Estadio Nacional lleno con las banderolas de Universitario en las tribunas. Estaba dentro de un viejo libro del dramaturgo Jean Anouilh y al lado de unas anotaciones de un también viejo proyecto de afiche para nuestra novísima revista de ideas de inicios de siglo. 

Quizás ese día compré dicho libro (no habría razón para llevarlo a una tarde de copas) y no se me ocurrió mejor lugar para protegerlo ante semejante bacanal en el que siempre se terminaba. Y es por eso que lo olvidé. 

Aproximadamente casi quince años después, tal vez en el 2015, echado en mi cama, abrí los ojos y me vino el recuerdo de la fotografía comprada. Ya sin la menor idea de dónde buscarla, asumí que lo soñé hasta solo hace unos días que la he vuelto a ver. De alguna forma, este encuentro me hizo recordar esa época pasada en los bares limeños, en el que el tiempo se llevó a esos fotógrafos nómades, a los músicos que te cantaban boleros o valses criollos por unas monedas y a la inmortalidad juvenil.

jueves, 26 de octubre de 2023

Bar desaparecido

“Fue doloroso porque significaba destrozarme; dejar la molicie de un universo complaciente por conocido -aquél dominado por el aire de tribu que segrega toda familia- y reemplazarlo por algunas madrugadas, generalmente teñidas de llovizna, fuera de los linderos de la casa, porque ir a cantinas equivale a ir a la calle, aunque sean recintos cerrados. Su condición de lugares públicos les proporciona el hálito del anonimato y la intimidad que poseen los templos, y su ritual -como en aquéllos- consiste en despojarse de todas las máscaras y hablar de corazón a corazón. No con ser un ser superior, bah, sino con parroquianos, un amigo, una ronda de amigos, los de la otra mesa, con aquel solitario del rincón o con el mozo. A las cantinas se va a hablar. Se toma para hacerlo. La cantina es la antítesis del hogar: los jóvenes se escapan de sus padres y los esposos se escapan de sus mujeres. Cuando los familiares van juntos lo hacen por necesidad de comunicarse, corregir malos entendidos, hacer las paces, decirse las verdades a la cara, contarse secretos o una infidencia. Ni los parroquianos ni las cantinas son siempre iguales; pero, al final, en el recorrido de la noche, lo más propio de ambos sugiere una descripción común. Los parroquianos requieren de una condición básica: ser capaces de estar sentados durante horas alrededor de una mesa, perder la noción del tiempo, observar, querer ser felices, emocionarse trivial y profundamente, soñar, haber perdido y creer que las grandes aventuras transcurren entre palabras. Las cantinas adecuadas para aquéllos deben oler, oler bastante, oler humanamente a despojo; ser viejas, muy viejas, apiñadas, bulliciosas, estrechas y que cierren tarde. En las cantinas se empieza hablando en voz baja, luego en voz alta y se termina gritando. La confrontación es contra otras voces, contra la rocola y contra uno mismo. Se abren grietas, surgen sombras, problemas expresados sin eco, porque siempre, siempre, el interlocutor escucha atentamente pero pronto lo olvida todo. No hay peor espía en el mundo que aquel que en una cantina no bebe, ni persona más cruel que aquella que propaga lo que allí se exclama. A la cantina se va porque el dolor ahí tiene cabida. Aunque se haga sitio entre las carcajadas, las bromas y las burlas; ésa es una manera de aceptarlo y las grescas sólo ocurren cuando no hay ninguno que sufra. Las ciudades siempre producen ambientes que están entre el lugar privado y la calle; París o Buenos Aires han creado los cafetines, los cafés, como en Viena; en Londres son los pubs, taciturnos y replegados lugares de licor y juegos inocentes; en México y Lima son las cantinas. El centro de Lima es -aparte de las actividades comerciales y administrativas- un emporio de cantinas, algunas intactas, francas, de día y de noche, desde que abren hasta que cierran; otras, como camaleones, se modifican de acuerdo a las horas y las costumbres: de cafetines matutinos y restaurantes al mediodía, se convierten en cantinas al empezar la tarde. La cantina es un pulpo que nos abre sus brazos de estrías; uno llega vacío y va inhalando vida mientras la mesa se repleta de botellas, hasta el final, porque siempre hay un final, el que nos devuelve miserables, solos a la calle. Salir es tropezar con la diminuta grandeza de una avenida abandonada, de los comercios cerrados. Regresar las manijas del reloj y colocar la cabeza entre los hombros, entre las solapas levantadas, en la realidad. Un penoso proceso de composición hasta la compostura. Y queda todavía allí un río en deshielo que bulle por las sienes, cuando un traspiés nos coloca en el momento ya casi exacto entre el amanecer y el día, a la vuelta de la otra margen”. (Cariño Malo en La Balada del gol perdido de Abelardo Sánchez León) ---- 

 Como presintiendo el final de dicho lugar llamado "La rockola" o "donde Ciro", un día de 2017 entré una tarde a tomar una cerveza. Observé las mesas y recordé las veces que a principios de siglo me reunía con mis amigos de universidad a conversar acerca de libros, filosofía o para planear proyectos futuros. El tiempo nos era infinito. Era más lúgubre de lo que se ve en estas fotografías, al menos así lo tengo en mi mente, la única compañía femenina eran esas dos eternas modelos que colgaban de sus paredes (no sé si las cambiaron o son las mismas). Cada vez que daba un respiro entre tantas cervezas y charla, las observaba para aquietar el alma. Sus miradas seductoras fingían la aprobación de lo que hacíamos ahí. Tantas veces se sentaron a nuestro lado personajes que aparecían desde las sombras con papel en mano y nos exigían que escucháramos sus poemas o toleremos sus ideas radicales sobre la política y la vida, no sin antes hacer una pausa para llenar sus vasos con nuestras cervezas. Los antiguos valses criollos, boleros o salsas de antaño que la rockola nos canjeaba por unas monedas, inundaba el lugar con su escarcheo y la melodía abrumada por el eco y la distorsión, daba la impresión que provenían directo del tunel del tiempo. 

A los veinte años, este lugar representaba la existencia, los circuitos internos de Lima. Cada madrugada y ya con la puerta principal cerrada, salía por un callejón, pensando que cada vez que lo hacía, más comprendía el país en el que vivía. Si hago un ejercicio de memoria, podría contar distintas historias vividas ahí. No hay fotos ni registros de esa época, solo lo que puedo contar. Habré dejado de ir con asiduidad el 2005. Luego regresé varios años después y el ambiente era más iluminado y alegre. Ya era un turista extraño de más de treinta años que no reconocía a la imagen de mi mismo que la veía sentada embriagada a los pies de la musa de papel. Lugares así ya no volverán porque están encadenados a la memoria juvenil de los sueños perdidos.

sábado, 21 de octubre de 2023

La costumbre de criticar libros, películas o cualquier tipo de creación artística ha hecho que se caiga en un ejercicio de altanería intelectual...

La costumbre de criticar libros, películas o cualquier tipo de creación artística ha hecho que se caiga en un ejercicio de altanería intelectual bastante molesto. Es común leer cosas como por ejemplo: "el libro tal se me cae de las manos porque..." y se suelta una lista de defectos que tienen la particularidad de mostrar lo tanto que le falta para llegar a ser tal o cual cosa. Enumerando una serie de virtudes que quizás el libro o película no pretende llegar a tener. 

La otra vez conversando con un buen amigo solté una idea coloquial con respecto a eso. Mencioné que la manía infantil de comparar a Messi con Ronaldo es absurda, sabiendo que jugaron en posiciones y con estilos de juego distintos, pero lo que sí sería ridículo es comparar a otros jugadores contemporáneos con ellos. Sería aniquilar sus virtudes porque no son "tan buenos" como ellos. Uno terminaría perdiendo el disfrute del juego por ir diciendo que tal o cual jugador no es tan bueno como los mejores. ¿Qué sentido tiene hacer eso? Lo ideal es evaluar cómo un jugador se desenvuelve en un partido, el que se acaba de disputar. Volviendo a la crítica. Observo que eso mismo pasa cuando leo reseñas o comentarios de libros o películas que pretenden más que opinar reflexivamente sobre lo visto, demostrar lo que saben del género.  

Después leí una crítica despiadada a un libro premiado en un concurso internacional. La exigencia de que sea una obra maestra para obtener un reconocimiento es ridícula porque seamos claros, dichos concursos se premian cada año (no es lo ideal), así que es imposible que salga un gran libro por año o en todo caso, que sea digno de obtener un premio destacado. Quizás cada diez años podamos encontrar un libro que reúna todo lo exigido para cumplir nuestros estándares de calidad. Regresando a mi ejemplo futbolístico, no todos los años nace un Messi o un Ronaldo. Pretender que todo libro que leamos deba volarnos la cabeza es risible. Uno debe apreciar la obra dentro de sus pretensiones y límites. Cuando uno pierde esa objetividad, nos percatamos que tras esa lista de defectos resaltados hay una necesidad de menospreciar el esfuerzo y trabajo ajeno. Tal vez por resentimiento social o complejo porque la obra comentada no pertenece a un creador con el que nos identificamos. Si sentimos eso, mejor no decir nada. Cada uno es libre de escribir lo que le da la gana, es cierto, sin embargo, también hay responsabilidad en mantener cierta ética al momento de comentar el trabajo ajeno. De lo contrario solo seríamos como gente chismosa en una esquina hablando de los defectos del resto más que críticos o comentaristas de obras artísticas.

jueves, 19 de octubre de 2023

Conversar con un dogmático es estresante. Más aún cuando uno difiere en opinión...

Conversar con un dogmático es estresante. Más aún cuando uno difiere en opinión. A uno de ellos le pedí que por favor leyera un libro que cuestionaba las ideas que me exponía. Lo primero que me respondió es que no necesitaba hacerlo porque él estaba muy seguro de lo que pensaba. Tal argumento me desconcertó. Lo que no me dijo es de dónde salieron las ideas que defendía, ni cómo así llego a estar tan convencido de ellas. Asumí que las había leído en algún lado. Normalmente el dogmático se caracteriza por ordenar sus ideas con oraciones. Algo así como sentencias o versículos bíblicos. Lo que aún me intriga es la rapidez con la que se convencen con una sola oración. Por ejemplo, cuando discutimos sobre la perspectiva de género, menciona frases como "Dios creo hombre y mujer" o "La naturaleza determina que solo existan dos sexos y todo aquello que lo cuestione está mal". ¿Cómo así se puede estar seguro de ello? Yo no lo sé. Existen múltiples temas donde se cuestionan los paradigmas de nuestra sociedad y para los que no tengo respuesta. No tengo cabeza ni tiempo para empaparme de todos los temas que en estas épocas están en entredicho, pero soy consciente que se debe tener cierta apertura a las nuevas ideas que se van a generar producto de ese debate. Hasta diría que es algo elemental y de sentido común. Cuando uno cae en el dogmatismo argumentativo es señal de cansancio intelectual. De bajar los brazos a la evolución del pensamiento. Así uno se convierte en un dinosaurio que solo espera que caiga el meteorito sobre su cabeza.

miércoles, 18 de octubre de 2023

Existe una expresión que se usa cuando una obra se nos presenta desfasada o que ya no impacta como lo hizo en su tiempo y es la de "envejecer mal"...

Existe una expresión que se usa cuando una obra se nos presenta desfasada o que ya no impacta como lo hizo en su tiempo y es la de "envejecer mal". La otra vez pensaba en qué libros de novela, cuento o poesía peruana no están destinados a pasar la prueba del tiempo. El valor técnico no está en cuestión, sino el contenido en sí. Más aún, reflexionaba sobre los factores claves que podrían determinar ese desfase. Entre los que consideré, está la información. Por ejemplo, hace unos años aparecieron varios libros sobre la época del terrorismo o conflicto armado. Algunos autores se apresuraron a escribir su propia versión de ello y si bien fueron recibidos por los lectores con la necesidad de entender esa trágica época, los años siguientes la información e interpretación de tal periodo ha desbordado el debate y la creatividad. Convirtiendo cierta literatura en ejercicios ingenuos de entusiasmo. Por ejemplo, ¿podemos decir que Conversación en la Catedral o Ríos Profundos han envejecido mal? Hace unos días en las redes sociales han enfrentado por enésima vez a sus autores por ganar el título de quién es el autor más representativo del Perú. Pero no olvidemos que uno está muerto y el otro ya no vive en el país desde hace décadas. Entonces, ¿cómo ellos pueden tener tal título? La nostalgia nos puede dar una mala pasada. Cuando leí tales libros, sabía poco o nada del país, de su realidad política o social. Estas obras me dieron una radiografía de lo que aparentemente pasaba a nuestro alrededor, aunque los años han demostrado que ciertas cosas ya no son así. Sin embargo, se mantienen firmes así el rumbo de ciertos aspectos han cambiado. Ahora, si una obra termina desfasada, de quién es la culpa, ¿de la sociedad o del autor? La obra perdura porque el autor ha podido diagnosticar los problemas graves que aquejan a un país. No se ha limitado a maquillar su obra con algún conflicto social o político con el fin de ganar visibilidad. Si en realidad el libro ha querido desentrañar el cáncer social, perdudará en el tiempo y eso requiere compromiso, tiempo, observación y deseos de hacer protagonista a su obra y no a él (ella) mismo (a). Si alguno conoce una obra que considera que no ha pasado la prueba del tiempo, me lo hace saber. Siempre será bueno debatir tal tema.

martes, 17 de octubre de 2023

Seguir las normas del libre mercado tal cual están determinadas implican un cambio de mentalidad radical...

Seguir las normas del libre mercado tal cual están determinadas implican un cambio de mentalidad radical. Uno que no solo afectará a tu actuar en los negocios, sino en la vida misma. Hace varios años, un colega cometió un error grave en un emprendimiento profesional. Se excusó diciendo que asumía el error, pero que no pasó a mayores porque los otros participantes del proyecto lo solucionaron. Cuando se le dijo que se había decidido que dé un paso al costado, soltó la frase: "no me parece, sé que fue mi descuido, pero los amigos están para apoyarse". Esa respuesta me desconcertó. En realidad, yo no fui el que decidió separarlo, sino el que inició el proyecto. Es así que sus razones me convencieron. Esa actitud del colega despedido me hizo pensar muchas cosas con respecto al trabajo, la amistad, la cortesía y los modales. En que era evidente que esos aspectos no se pueden mezclar. Y es que uno no puede andar por la vida disculpándose todo el tiempo con todos por tomar medidas radicales pero que uno las cree necesarias. ¿Qué nos hace tomar esas medidas? Pues el libre mercado. Ser eficiente y productivo nos convierte en seres prácticos. Si percibimos demora, duda, falta de interés o ineficiencia, se tiene que dejar de lado a quienes la demuestran. Esa actitud debe estar bien instalada en el chip mental para evitar que la competencia se pase de largo o se distancie más. Teniendo en cuenta que uno es la punta de lanza de una empresa, la que paga los gastos y sueldos. El asalariado puede ser cortés, permisivo o lo que sea porque es el pasajero en el carro del que maneja un negocio. El libre mercado no solo es una forma de manejar la economía, sino también de hacerlo en la vida misma. Se puede decir que uno se vuelve indolente. Lo más fuerte a nivel anímico es que si estos mismos caen, nadie los levanta, sino ellos mismos. Es por eso que son partidarios de ideas que suenan tan radicales a nivel de asuntos de interés social. Pero eso no quita que también se pueda ser compasivo, generoso y amable. Sin embargo, se es consciente que serlo está quitando tiempo. Que eso que hace, es pérdida de capital o ganancia. Sabe muy bien cómo funciona el tiempo en esta era. Lo que gana es la satisfacción de ayudar al resto, pero también debilita su negocio o su proyecto de vida. Para entender cómo funciona las reglas que imperan en estos tiempos, no es suficiente leer sobre ello, sino hay que involucrarse. Ver como poco a poco la personalidad de uno va cambiando y ver qué dejamos y qué tomamos. Es por eso que cuando alguien que no ha realizado un emprendimiento serio habla sobre el capitalismo, se pueden hallar ciertos vacíos no conceptuales, sino de carácter. Las ideas no solo deben contener conceptos, sino también intención. En ellas se debe reflejar el conflicto entre uno y la realidad. Es fácil hablar del deber ser. Es común leer y escuchar a gente que dice: "Esto debe ser así y no como lo dice o hace este otro". Eso es hasta moral. Ver eso es triste. Se percibe una infelicidad creada porque el mundo imaginado no calza con lo real. Salen de sus casas con reglas que el mundo no sigue. Lo ideal es exponer el deber ser y ver qué tanto de eso en una realidad como la nuestra puede calzar. Y si no es así, entonces cómo adaptarse para lograr la meta que uno tiene. Más aún, si después de determinar ese cómo, pensar si se puede ir a la cama a dormir con la conciencia tranquila.

La otra vez que regresaba en bus a mi casa ya muy de noche...

La otra vez que regresaba en bus a mi casa ya muy de noche, pensé en qué ha sido lo más extraño que he visto en el transporte público a altas horas del la noche. A los veinte, viajaba más y a lugares distintos. Es verdad que me sorprendía fácilmente de algunas personas o hechos. Es propia de esa edad de descubrimiento del mundo. Ahora ya se siente como un loop ciertas experiencias. Eso no quiere decir que no viva u observe algo curioso, sino que se ha perdido la capacidad de sorpresa. Por ese entonces, vi que subieron dos escolares a eso de las once y media de la noche. Eran varones y sus expresiones reflejaban despreocupación. Como si fuera un viaje más de ellos. En todos estos años he visto escolares subirse a los buses bien tarde y hasta ahora no sé qué hacen ahí. Cuál podría ser la razón de estar en la calle tan tarde. Esas cosas extraordinarias que uno observa, nos hacen más llevadero el viaje porque imaginamos una explicación. También hace unos años, vi a una señora con su hija sentadas una al lado de la otra. Me llamó la atención los moretones que la mujer tenía en los brazos y el cuello. La madre tendría sesenta años. Su hija parecía de treinta, pero padecía de una discapacidad mental. Era una mujer grande y se le notaba fuerte. La madre le alcanzó su celular para que vea algo y se distraiga porque la notaba inquieta. Me imaginé que quizás la hija se le va de las manos y la agredía en esos desvaríos que a veces los seres muy sensibles sufren. Igual, en ese pensamiento distraje los minutos de mi viaje, pensando en lo difícil que habrá sido su vida. Ya poco observó a la gente ver por la ventana o cruzar las miradas con otros pasajeros. Esa mirada perdida de la gente provocada por el tedio de los largos viajes son reemplazadas por una tímida sonrisa que le lanzan a su celular o un frenético tecleo a sus pantallas. A estas alturas, lo extraordinario podría pasar sutilmente a nuestro lado y nosotros ni enterados.

Aparentemente esta imagen tiene un mensaje claro: Batman está conteniendo las habilidades innatas de Superman porque él está a cargo de la misión...

Aparentemente esta imagen tiene un mensaje claro: Batman está conteniendo las habilidades innatas de Superman porque él está a cargo de la misión. Cuántos podríamos decir que debido a la necedad de Batman se privan de obtener un mejor resultado. Estuve dándole vueltas a esto e intentando comprender por qué Batman podría ser tan mezquino con Superman. Como todos sabemos, existe la Liga de la Justicia, y esta se invoca cuando el problema es más grande y un solo superhéroe no podría enfrentarlo. Entonces, si tomamos en cuenta la diferencia entre ambos superhéroes, podemos afirmar que quien es el más inteligente sería Batman. Primero, él no tiene superpoderes. Superman, sí. Este último posee fuerzas extraordinarias que hacen que la inteligencia sea importante pero no tanto. Solo tiene sus músculos, su supervisión y su calzoncillo encima del pantalón. No necesita más. Batman, por otro lado, no tiene nada de eso, sólo un desorden psicótico que lo hace vestirse de murciélago para vengarse de la muerte de sus padres y mucha plata. Tiene vehículos, un laboratorio y múltiples armas desarrolladas por él. Al carecer de superpoderes, lo ha reemplazado por astucia, inteligencia (resuelve con facilidad los acertijos) y sobre todo, planificación. Y esto es a lo que quiero llegar. Cuando alguien te dice que hagas algo y tiene más experiencia, pueda ser que lo que te diga parezca equivocado si es que se nos ocurre una idea mejor de hacerla. Sin embargo, la experiencia del que nos manda ya tiene dos o tres movimientos siguientes a la orden dada. Sabe que si se hace de la forma en que se nos ordena, tendrá ciertas consecuencias y se sabrá reaccionar para contrarrestar algún inconveniente. La aparente nueva y eficaz idea del que no está a cargo, puede generar problemas que el que dirige el proyecto no prevé. Es por eso que cuando se hace un trabajo en grupo y se escoge a un líder, se debe seguir sus normas hasta que acabe el proyecto así nos parezca una necedad. Volviendo al dibujo. Por algo Superman se ha unido a Batman y Robin para solucionar un problema. Quién sabe si Bruno Diaz necesita que lleguen todos juntos al lugar porque piensa hacer algo en conjunto. De ir solo y antes Superman, podría arruinarse lo que pretende ejecutar. No todo es lo que aparenta ser, parafraseando a la frase de los espejos laterales de los autos que nos dice casi con sabiduría: "Los objetos están más cerca de lo que parecen".

Tomando un cafecito en una mañana lluviosa...

Tomando un cafecito en una mañana lluviosa leyendo las noticias que importan. Mejor leo esto a las tropelías de la clase política que aparecen a diario en todos los periódicos. No hay noticias políticas. Ningún debate sobre la pertinencia de un proyecto de ley, nada sobre gestión política y menos sobre la pertinencia constitucional de una norma que no sea de una triquiñuela congresal. Casi todos los diarios son una extensión de las páginas policiales pero a nivel político. Cualquier noticia que podría ser tomada como relevante y que no sea de algún juicio probable o pendiente, ocupa un cuadro pequeño en las hojas de los diarios. Leer periódicos el día de hoy es una pérdida de tiempo. Aparte que ya no escriben bien ni desarrollan alguna idea. ¿Columnas de opinión? Las he leído y por ejemplo, hay un fulano que escribe en Expreso que ni se entiende lo que dice. Eso sí, existen pocos que tienen buenas intenciones y aportan cuestiones interesantes. Eso podemos rescatar de este diario. La República ha bajado cualquier cantidad y El Comercio, pues muchas están escritas para leerlas cuando uno está en la peluquería. No generan ninguna reacción que podría hacer que te corten la oreja.

En mi niñez nunca faltaron diarios para leer...

En mi niñez nunca faltaron diarios para leer. Siempre encontraba uno sobre la mesa de la cocina. Cada cierto tiempo cambiábamos de periódico: El Comercio, La República, Expreso, Extra, Hoy, Ojo son los que más recuerdo. Cada uno tenía ciertas características. Por ese entonces, coleccionaba los llamados chistes. Tenía bastantes a un extremo de la mesa de mi cocina. Sea desayuno, almuerzo o cena, los releía siempre. La mayoría eran de la famosa editorial Novaro. Así que para no perder la costumbre, buscaba las viñetas en los periódicos. Estaba Supercholo de El Domincal, Ume en El Comercio o el que por ese entonces no entendía, Manyute de Ojo. Así hubo varios, pero en Expreso aparecía en una sección, un pequeño recuadro con las llamadas frases célebres. Durante un tiempo las recortaba y las guardaba en un folder. Las releía con regularidad. Tenía una particular atracción por ellas. Aunque luego de un tiempo me cuestioné sobre cómo así esas frases aparecieron. Es decir, pensaba en cómo se les ocurrieron a esas personas. Sabía que eran héroes, escritores o pensadores pero no comprendía la naturaleza de su origen. No sé si le pregunté a alguien, lo que sí sé es que no lo supe buen tiempo. Luego pude comprender que eran extractos de obras más grandes. Sin embargo, también me cuestioné en que si había algo más aparte de lo dicho, qué tal si eso le cambiaba el sentido a la frase. Igual me fascinaban las sentencias porque me hacían pensar en varias cosas a pesar de mi corta edad. Con el tiempo me volví seguidor de estas frases y compré un librito de un sol que vendían en los buses en un viaje de retorno del colegio a mi casa. Tal vez sea el primer libro que compré con mi dinero (aún conservo esa publicación). Lo cargué por años en una cartera de cuerina que llevaba a todos lados. Después compré otro con más frases y las famosas Selecciones que también contenían estas sentencias filosóficas. La inquietud por descubrir el origen de estas frases quizás también me llevó a comprar y leer libros. No estoy seguro de eso ya que el recuerdo que les acabo de compartir fue uno que surgió como una epifanía varios años después de mi interés por la lectura y los libros. Era casi una etapa olvidada de mi vida que apareció repentinamente cuando leí una frase en un libro que no lo había leído con anterioridad, pero sospechosamente ya la conocía.

La otra vez leí en un diario un artículo de opinión que citaba a un conservador peruano...

La otra vez leí en un diario un artículo de opinión que citaba a un conservador peruano: "El comunismo no es el principal enemigo, sino el progresismo que está infiltrado en la izquierda y la derecha", pero el articulista antes dijo que los enemigos son de la familia y la sociedad. Así que ya saben hacia dónde iba el asunto. Me pregunto, ¿de dónde sale la idea de que ellos deben proteger algo?, ¿de dónde nace su superioridad con respecto al resto para afirmar que ellos son los guardianes de la conciencia moral?, ¿a quién protegen? Asumo que a los niños y a los adolescentes, pues siempre los mencionan cuando nos advierten de los peligros de "la ideología de género". No creo que pretendan decirnos en qué pensar a los que cursamos los cuarenta. Todavía no me queda claro si en realidad los adolescentes de estos tiempos escuchan a los adultos con ideas conservadoras y trasnochadas. Nunca lo han hecho y no creo que lo harán en esta época de sobreinformación. Así que esas luchas por "resguardar el orden moral" de viejos conservadores es arar en el agua. Solo sirven para hacer tertulias y simposios improductivos donde entre ellos se dan la razón y así afianzan la idea de que tienen no solo una superioridad moral sino también intelectual. En ese mismo artículo, el fulano mencionaba que los progresistas no se educan ¿? y que ellos (¿quiénes?), sí, porque la ciencia los respalda (doble ¿?). Un buen amigo de ideas conservadoras, me comparte su preocupación por esto del lenguaje inclusivo, de la mixtura de géneros que la gente está luchando por que sea aceptado y la ruptura de las ideas clásicas de lo que es un hombre y una mujer. Que eso creará una confusión al momento de interactuar con el prójimo y que ya nadie sabrá quién es el otro porque uno puede decir lo que desea cuando se trata de definir su identidad. Mi opinión es que eso ya no es nuestro asunto. Lo bueno de no estar enseñando en colegios o universidades es que no se tiene necesidad de interactuar con niños y jóvenes. En mi lenguaje diario no entro en ese conflicto en saber qué quieren o piensan de esto o aquello. No me importa. No son clientes, proveedores o con quien hablo el día a día. Los temas a tratar están muy lejos de esos asuntos personales o sociales. En qué me puede afectar que alguien diga "ciudadanos o ciudadanas". Mientras la gente de mediana edad se enfrasca en debates sosos y con harta carga de ignorancia sobre los temas de cultura y género, el joven que en realidad tendrá que enfrentar esos temas en su adultez, solo vive lo que le toca. Ellos verán cómo la sociedad se transforma y mirarán nuestros debates sobre estos temas como nosotros observamos desconcertados las antiguas discusiones de la clase dominante acerca de si tenían alma los indios o los negros.

Este bus era de la línea 20 que me llevaba de Chorrillos al colegio San Julián en Barranco a inicios de los noventas...

Este bus era de la línea 20 que me llevaba de Chorrillos al colegio San Julián en Barranco a inicios de los noventas. Era un Dodge-300. Lo recordé luego de que en una página preguntaran si en algún momento uno se ha quedado sin el dinero para pagar el pasaje ya estando en el omnibus. Me sucedió una vez y fue en mi etapa escolar. Justo había tomado esta línea y lo más probable es que sea del mismo modelo de la fotografía. Lo recuerdo bien porque en ese entonces circulaba este vehículo con una sola puerta adelante y otro similar pero con una puerta posterior agregada. Ese detalle de la única puerta es importante. Por ese entonces el pasaje escolar estaba 10 céntimos. Mi padre me daba 20 céntimos para la ida y la vuelta, así que debía cuidar el dinero. Un día el pasaje subió a 15 céntimos, pero yo me enteré en el mismo bus. Estaba yendo en dirección al colegio en el turno tarde. Cuando escuché que el cobrador le daba la nueva tarifa a los otros escolares, pensé en quién me podría prestar 5 céntimos para regresar y lo que me preocupaba era que de no encontrar a nadie, debería regresar a pie de Barranco a Chorrillos a las siete de la noche. Por ese entonces tenía catorce años, así que no eran tan seguras las calles para mí. La cuestión es que los escolares que estaban antes que yo empezaron a reclamar. No querían pagar. Uno de ellos se bajó corriendo y el cobrador tuvo la genial idea de ir detrás de él. Eso hizo que todos los escolares que estaban detrás salieran corriendo sin pagar. No había otra puerta para salir así que al ya no estar el cobrador, esta quedó libre. Como todo gilazo pulpin y honesto, dude en irme corriendo, pero al ver el panorama sombrío no tuve más opción de unirme a la horda de escolares y correr como si nos persiguiera el diablo hasta la puerta del colegio. Era imposible que en ese colegio alguien te prestara ni 5 céntimos. Después de ese traumático suceso, se lo conté a mi padre casi en shock por la situación en que me había encontrado por no tener para pagar el pasaje. Luego le pedí una china o cincuenta céntimos diarios para no pasar por una experiencia en que mi moral y la realidad estén en conflicto. Bueno, por ese entonces, esos asuntos se solucionaban con cincuenta céntimos. Después, algunas veces mis compañeros me pedían prestado 10 céntimos porque querían comprarse unos "chups" de hielo. Al darles, me veían asombrados y agradecidos por mi magnánima generosidad. La 20 aún existe pero los buses son modernos y ya no llegan a Barranco. Los recuerdos de esa línea y la otra casi gemela, la Villa Marina, que tenían los mismos buses pero con un verde más claro, los tengo en cautiverio en mi mente porque fueron los primeros buses que tomé con periodicidad. Una vez me pasé el paradero y por ser vehículos pequeños e ir repleto de gente, no vi donde bajar. Terminé por la Curva de Chorrillos y bajé donde estaban los travestis. Fue la primera vez que los vi en vivo y en directo. Para colmo, al pasar a su lado me dijeron como a Bart Simpson: "¿Quieres divertirte un rato, chaparrito?". Se maleaban, yo estaba con uniforme escolar, pero esa ya es otra historia.

e apareció de forma aleatoria el video que Fujimori hizo para las elecciones del año 2000...

Me apareció de forma aleatoria el video que Fujimori hizo para las elecciones del año 2000. Dos minutos de su baile del chino. Mientras recordaba los fantasmas políticos de esas elecciones al ritmo de esa pegajosa canción, pensé en el momento en que este candidato perdió la noción de la realidad. Aquello que fabricó para hacer de su campaña algo legítimo, costó muchos millones de soles. Fujimori sabía que su popularidad había bajado pero no quiso dejar el poder y creó una realidad alterna. En ese mismo spot publicitario dice a un público llevado en buses al punto de reunión: "La democracia es del pueblo, no de los políticos". El pueblo, como le decía a los ciudadanos en un intento de agruparlos con un estilo demagógico, ya no lo acompañaba. Era la realidad de las encuestas. Y aquello en lo que se aferraba era inexistente. Toda dictadura se encarga de fabricar un país donde puedan negar su corrupción y crimen. Sabemos cómo terminó. Fujimori ganó con fraude y no pudo sostener demasiado la mentira. Los políticos llegan al poder con promesas. Ellos prometen una sociedad mejor y la mayoría se da cuenta que lograrla en tan poco tiempo es imposible. Entonces, es ahí donde la psicosis comienza. Llega un momento en el que niegan su fracaso porque el poder les ha hecho creer que ellos no pueden fallar. No puede ser que alguien que tenga tantos honores, tantas cenas con personajes importantes, lujos y servilismo pueda hacer las cosas mal. Aceptar eso es también reconocer que aquello que recibieron en ese tiempo no lo merecían. El Ejecutivo y el Congreso manifiestan una enfermedad mental que los hace caer cada vez más en lo absurdo. Una presidenta torpe y unos congresistas ineptos han construido una realidad donde son grandes dirigentes que merecen el respeto de la ciudadanía. Siguen cambiando la Constitución y las instituciones con negligencia, fabricando argumentos jurídicos que como veremos en unos años, nos costará recomponer mientras se gasta más dinero en perseguirlos para llevarlos a prisión. Tener siete presidentes en tan poco tiempo nos dice que el germen de la locura no ha abandonado Palacio de gobierno ni el Congreso. El país está manejado por orates y la sociedad no reacciona porque también en parte comparte esa locura. Quién sabe si en nuestro día a día vivimos engañados con ideas en las que merecemos el trabajo que tenemos, en donde somos los perfectos padres de familia, vecinos, feligreses, inclusivos y gente de bien. No señalamos la locura del otro porque no podemos salirnos de la propia. La no reacción ante tanto absurdo es porque aún no nace el niño que señale al rey y diga con toda seguridad y claridad que este anda desnudo por las calles.

No estoy de acuerdo con el elogio fácil...

No estoy de acuerdo con el elogio fácil. Cuando uno le da valor a cualquier cosa, debe tener ciertos criterios establecidos. Es cierto que debemos diferenciar entre una apreciación objetiva y subjetiva. La primera se hace con fines didácticos y se necesita un amplio conocimiento de la materia a evaluar. La segunda es más sencilla. Se realiza como una cuestión personal. Se evalúa el desempeño de una actividad en base a preferencias personales. Y si bien uno siempre busca la objetividad, no hay forma en que esta apreciación se contamine si ya de antemano buscamos que el resultado de lo evaluado "nos agrade". Cuando leo algún libro de narrativa o poesía, hago este esquema de forma mental. Para determinar que algo es bueno para mí, mínimo debe tener una idea, párrafo o poema que llegue a la excelencia o esté muy cerca. Que encuentre dos o más es difícil a menos que tenga en mis manos un libro que haya pasado la prueba del tiempo. Es posible, pero uno debe releer para ver si algo genial se nos escapa. Un texto aceptable está plagado de ideas o escritos que se encuentran en la categoría de buenos y aspirando a muy buenos. Los menos logrados, se mueven desde lo regular para arriba. No obstante, en mi esquema solo coloco dos escalas de lo malo a lo regular. Basta un ligero traspié en un texto o idea regular para caer en lo malo. Y peor aún en uno malo para caer a lo más bajo de la inteligencia humana. Normalmente, a un libro de texto no llegan pésimos escritos. Afirmar con ligereza que un libro lo es, es caer en la exageración o la mentira. Lo escrito pasa por demasiados filtros para que una mierd* quede impresa en papel (a menos que sea una columna de opinión de algunos diarios, pero eso merece otra escala de evaluación). Lo que sí he observado es que abundan los libros de literatura actual con textos regulares que aspiran a ser buenos. Eso está bien, pero al tener una visión tan poco ambiciosa, el camino a la excelencia es lejano. La literatura peruana contemporánea debe librarse del elogio fácil, porque estaríamos confundiendo lo excelente con lo muy bueno y lo bueno con lo regular. Finalmente, lo excelente es una aspiración, por eso es muy difícil de ver. Llegar ahí es como escalar el Everest. Llegas y te tienes que bajar. Si vives ahí te mueres. El proceso de llegar es lo válido. Lo que se tiene que hacer una vez llegado, es volver a intentarlo. Ese deseo de grandeza hace que una obra llegue a ser valiosa. Lo cierto es que hay pocas obras en donde uno perciba ese incontenible anhelo de trascendencia. Y es por eso que varios libros hagan que uno se quede a medio camino del viaje.

He leído que algunos consideran que si el libro termina costando 9.90 soles en el anaquel de saldos...

He leído que algunos consideran que si el libro termina costando 9.90 soles en el anaquel de saldos, es una humillación pública para su autor. Si es así, qué dirán de las ediciones que algunas editoriales sacan a 20 soles de escritores ganadores del Nobel. Lo único que representa que los libros terminen a ese precio es la poca eficaz labor de las editoriales por vender sus ejemplares. Las librerías necesitan espacio para los nuevos títulos y por eso los rematan. El precio no determina la calidad de un libro. Sino, vayan a ver los títulos de ANAGRAMA que remata la editorial Océano los primeros días de la feria del libro de Lima. Es cierto que también se inflan demasiado los precios de algunas ediciones. Cátedra es capaz de venderte una obra de Lope de Vega a 50 soles solo porque tiene un estudio preliminar tan extenso como la obra misma. Ese mismo título uno lo encuentra en diez soles en una edición antigua o popular. Claro, es bonito ver los colores de las ediciones de bolsillo de ANAGRAMA en tu librero, aunque sabiendo que puedes haber gastado diez veces más solo por el hecho de tenerlo en una edición nueva. También en el arte hay marchantes que se dedican a inflar precios pretendiendo con eso darle mayor valor a una obra plástica que no lo vale tanto a nivel artístico. La fascinación por creer que algo caro es de mejor calidad se traslada a los libros. Es algo contraproducente creer eso porque menospreciar un libro por ser rematado es aceptar que la mayoría lo ha rechazado, entonces, es esa mayoría la que determina la calidad de una obra. Tal afirmación es de un absurdo indescriptible. Ya estamos demasiados duchos en la edición, compra y venta de libros para creer que una obra rematada a 9.90 es sinónimo de que su autor ha caído en desgracia.

La expresión casi indiferente de la presidenta Dina...

La expresión casi indiferente de la presidenta Dina a lo que le aqueja al país es intrigante. A veces pienso si en realidad le importa todo aquello que en algún momento la podría hacer que pase un buen tiempo tras las rejas. Más aún, creo que así ella termine en prisión, pasará un buen rato para que se le quite la sonrisa. Una expresión que manifiesta asombro, incredulidad y alegría. Para ella todavía es imposible creer que su mediocridad la haya llevado a portar la banda presidencial con todos los honores que eso involucra. Cuando le dieron la banda en el Congreso, ella alzó la vista hacia los palcos y vi en su mirada un viaje hacia lo estratosférico. No vi la mirada del líder que sabe que tiene en sus manos el destino de un país y nación, sino al de un individuo pequeño al que un genio le ha concedido un deseo. Dina es una burócrata de mando medio que se resistió a renunciar a su puesto por miedo a que si llegaran a vacar a Pedro Castillo, ella se quedaría sin trabajo. Así lo confesó. Ese es el espíritu de nuestra presidenta. Una pequeña persona que aún no sale del asombro de ser la primera presidenta mujer. ¿Cuándo despertará?, ¿qué evento la hará saber que de ser una burócrata en una mesa despintada sellando papeles, ahora recae en sus manos la sangre de muchos peruanos? , ¿quién le avisará que no hay camino de retorno a la normalidad y la insignificancia de la que salió?

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías?...

¿Qué se puede esperar de una sociedad donde inundan peluquerías, chifas y pollerías? Donde el principal valor está en lo que se traga. Se ce...